Camille Desmoulins (1760-1794) fue uno de los periodistas más destacados durante la Revolución francesa (1789-1799). Ferviente republicano, desempeñó un papel importante en el asalto a la Bastilla, cuando llamó al pueblo a las armas. Aunque en un principio era radical, Desmoulins criticó la excesiva violencia del Reino del Terror, lo que condujo a su ejecución el 5 de abril de 1794.
Vida prerrevolucionaria
Lucie-Simplice-Camille-Benoist Desmoulins nació el 2 de marzo de 1760 en Guise, ciudad de la provincia septentrional francesa de Picardía. Hijo mayor de cinco hermanos, era hijo de Jean-Benoit-Nicholas Desmoulins, teniente general de la bailía de Guise, y de su esposa, Marie-Madeleine Godart. El padre de Camille era pobre, pero su trabajo como funcionario local le había granjeado muchos contactos poderosos. Utilizó uno de estos contactos para conseguir una beca para su hijo mayor en el colegio Louis-le-Grand de París.
Camille empezó a estudiar Derecho a los 14 años. Allí entabló una estrecha amistad con Maximilien Robespierre (1758-1794), un compañero de Arras. Camille se convirtió en el compañero más cercano de Robespierre en el Louis-le-Grand, una amistad que reavivarían luego durante la Revolución, a pesar de las diferencias en sus personalidades y creencias. Años después, la hermana de Robespierre, Charlotte, escribió: "Sé que mi hermano quería mucho a Camille Desmoulins... con frecuencia me decía que Camille era quizás uno de los revolucionarios destacados a los que más quería, después de nuestro hermano pequeño y de Saint-Just" (Methley, 25).
Robespierre y Desmoulins compartían su amor por la antigüedad. Fue a partir de esta pasión por la historia antigua que la semilla del republicanismo creció en la mente de Desmoulins, mucho antes de que comenzara la Revolución. Él mismo lo explicaría luego:
Los primeros republicanos que aparecieron en 1789 eran jóvenes que, alimentados con Cicerón en los colegios, estaban apasionados por la libertad. Fuimos educados en las escuelas de Roma y Atenas y en el orgullo de la República, solo para vivir en la desesperación de la monarquía... qué locura de gobierno, pensar que podíamos entusiasmarnos por los padres de la República romana sin horrorizarnos ante los devoradores de hombres de Versalles, que podíamos admirar el pasado sin condenar el presente. (Beraud, 126)
Tras graduarse en Louis-le-Grand, Camille fue admitido en el colegio de abogados de París en 1785. Sin embargo, su miedo a hablar en público, exacerbado por un tartamudeo de toda la vida, lo hizo renunciar rápidamente a esta vocación y, en cambio, decidió seguir una carrera de periodismo político. A finales de la década de 1780, Desmoulins vivía en una posada y escribía regularmente a su padre para pedirle dinero. Su suerte cambió en mayo de 1789, cuando los Estados Generales de 1789 se reunieron en Versalles, dando comienzo a la Revolución francesa. Pasó gran parte de ese mes viajando entre Versalles y París, observando las emocionantes reuniones del Tercer Estado y cenando con eminentes líderes del Tercer Estado como Honoré-Gabriel Riqueti, conde de Mirabeau (1749-1791).
La experiencia de primera mano de Desmoulins en los primeros días de la Revolución lo ayudó a radicalizarse aún más; nunca se perdió una manifestación en París, y se convirtió en un asiduo de los clubes políticos locales, donde practicaba dando discursos. Poco a poco, superó su nerviosismo por hablar en público y llegó a ser tan buen orador como para escribir a su padre: "Muchas personas que escuchan mis discursos se asombran de que no me hayan nombrado diputado [del Tercer Estado], un cumplido que me halaga de manera inexplicable" (Beraud, 137).
Bastilla
Mientras Camille Desmoulins disfrutaba de la Revolución, el rey Luis XVI de Francia (que reinó de 1774 a 1792) quería acabar con ella. A principios de julio de 1789, llamó a varios regimientos de soldados extranjeros a la cuenca de París, lo que alarmó a muchos revolucionarios. El 11 de julio, el rey despidió a Jacques Necker, su popular ministro principal, a quien muchos atribuían la convocatoria de los Estados Generales. Esta medida provocó el pánico en París, ya que muchos la consideraron el preludio de un ataque contrarrevolucionario.
Hacia el mediodía del 12 de julio, Desmoulins saltó sobre una mesa del Café du Foy, en el jardín del Palais Royal. Acaparando la atención de la multitud, pronunció un apasionado discurso; en la excitación del momento, su tartamudeo se perdió:
¡Ciudadanos! No hay tiempo que perder. Vengo de Versalles. Necker ha sido destituido, y su destitución es la señal para otra masacre de todos los patriotas el día de San Bartolomé. Esta noche, los batallones suizos y alemanes saldrán del Campo de Marte para matarnos. Debemos asegurarnos armas y llevar escarapelas para reconocernos. (Beraurd, 135)
Al oír esto, arrancó una hoja de un castaño que había en lo alto y se la metió en el sombrero. Blandiendo un par de pistolas, proclamó:
A las armas, a las armas, y tomemos todos la escarapela verde, el color de la esperanza... por mí, prefiero morir antes que someterme a la servidumbre. (Schama, 382)
Fue realmente un discurso único. Las palabras de Desmoulins encendieron el polvorín de la multitud, que se echó a la calle, asaltando armerías en busca de armas y lanzando piedras a las tropas reales. Los diversos disturbios que se produjeron en la ciudad culminaron el 14 de julio con el asalto a la Bastilla, que marcó un hito en la historia de Francia. Muchos parisinos lucieron la escarapela verde inventada por Desmoulins. Cuando se descubrió que el verde era ya la librea del Conde de Artois, hermano conservador del rey, se eligieron el rojo y el azul, los colores de París, para representar la Revolución. Desmoulins luego describió el significado de estos colores: "rojo, que representa la sangre que se derramará por la libertad; azul, por la constitución celestial que pronto llegará" (Schama, 387).
Cuando cayó la Bastilla, el rey cedió. Retiró a los soldados, reinstauró a Necker y cedió más autoridad a la Asamblea Nacional Constituyente. La Revolución estaba asegurada y Desmoulins se convirtió en una celebridad de la noche a la mañana. Dos meses antes había escrito un panfleto titulado La France Libre ("Francia liberada"), pero no había conseguido que se publicara; el 18 de julio se publicó y tuvo un éxito extraordinario. Con un examen de los derechos del rey, la aristocracia y el clero, el panfleto de Desmoulins era vanguardia, ya que era un llamamiento explícito al republicanismo años antes de que la Revolución se orientara en esa dirección. Con él se ganó la amistad del propio Mirabeau, lo que aumentó enormemente el prestigio del joven escritor. En medio de este rotundo éxito, Desmoulins escribió a su padre:
Me he hecho conocido y ahora la gente dice: "un folleto de Desmoulins" y no "un folleto de un autor llamado Desmoulins". Varias mujeres me han invitado a sus recepciones, pero nada podría darme más placer que ese momento del 12 de julio en el que fui, no aplaudido por 10.000 personas, sino sofocado por sus abrazos llenos de lágrimas. (Beraud, 138)
Periodismo
En septiembre de 1789, Desmoulins se apoya en su reputación de panfletista radical. Su Discours de la lanterne aux Parisiens era una oda a la violencia revolucionaria, ya que estaba escrito desde el punto de vista de la farola de la plaza de Grève, utilizada a menudo por los alborotadores revolucionarios como horca improvisada donde se linchaba a los enemigos contrarrevolucionarios. En él aparecía un epígrafe del Evangelio de Juan: "Todo el que hace el mal odia la luz" (Juan 3:20). Esta publicación le valió a Desmoulins la reputación de incitador a la violencia, así como el apodo de "el fiscal de la linterna".
Sin embargo, no fue hasta el 28 de noviembre de 1789 cuando Desmoulins lanzó el primer número del periódico que consolidaría su papel como una de las principales figuras de la Revolución. El periódico, Les Révolutions de France et de Brabant (Las revoluciones de Francia y Brabant) tuvo un éxito inmediato que se mantuvo hasta su último número, en julio de 1791. El primer número proclamaba prematuramente el éxito de la Revolución, anunciando:
Todo está consumado; el rey está en el Louvre, la Asamblea Nacional en las Tullerías... los patriotas han vencido... podemos decir a la Asamblea Nacional: "Ya no tenéis enemigos, ni contradictores, ni vetos que temer. Sólo os queda gobernar Francia, hacerla feliz". (Beraud, 140)
El periódico de Desmoulins aparecía todos los sábados y solía constar de tres páginas de artículos y una ilustración. Conquistaba un amplio público; a algunos les gustaba el tema chocante pero patriótico, mientras que un público más amplio apreciaba el elocuente estilo de escritura de Desmoulins y sus frecuentes alusiones a la antigüedad. El periódico se convirtió a menudo en objeto de controversia, sobre todo porque Desmoulins siguió promoviendo el republicanismo; a menudo se enfrentó a periódicos prorrealistas, uno de los cuales se refirió a él como l'ânon des moulins ("el asno de los molinos"), un juego de palabras con su apellido.
El radicalismo de Desmoulins provocó su distanciamiento de sus antiguos amigos Mirabeau y el barón Malouet, que encontraban su trabajo desagradable; un número de abril de 1791, por ejemplo, contenía una ilustración gráfica de monjas flageladas. Las cosas se pusieron tan mal que Malouet pidió el arresto de Desmoulins en julio de 1790, acusándolo de intentar fomentar la insurrección; Desmoulins se salvó del arresto gracias a Robespierre, que convenció a sus colegas para que no acusaran al joven periodista. Para entonces, Desmoulins estaba haciendo otros amigos, más cercanos a su propia ideología radical. A principios de 1790, se unió al Club de los Cordeliers, en el que pronto se convirtió en un miembro destacado y entabló amistad con su líder, Georges Danton (1759-1794). Con el apoyo de los Cordeliers, Desmoulins continuó sus ataques contra las figuras monárquicas y centristas.
En junio de 1791, el intento de huida de Francia de Luis XVI, bautizado como la Huida a Varennes, fracasó. En respuesta, Desmoulins pidió la deposición inmediata del rey y la creación de una república. El 17 de julio, él y los Cordeliers organizaron una manifestación en el Campo de Marte para plantear estas demandas; los manifestantes fueron tiroteados por la Guardia Nacional bajo el mando de Gilbert du Motier, marqués de Lafayette. Tras la masacre del Campo de Marte, los monárquicos constitucionales con poder emitieron una orden de arresto contra Desmoulins, obligándolo a esconderse. No reapareció hasta que fue amnistiado en septiembre.
Matrimonio
El 29 de diciembre de 1790, Desmoulins se casa con Lucile Duplessis, a la que había estado cortejando durante muchos años. Entre los testigos de la boda se encontraban los prominentes revolucionarios Jacques-Pierre Brissot (1754-1793) y Robespierre; según algunas fuentes, Robespierre había considerado brevemente casarse con la hermana de Lucile. El oficiante de la boda fue el antiguo director de Desmoulins en Louis-le-Grand. Camille y Lucile tuvieron un hijo, Horace-Camille, nacido el 6 de julio de 1792; Robespierre fue nombrado padrino. Según todos los indicios, Camille fue un marido y un padre cariñoso.
En agosto de 1792, los sueños republicanos de Desmoulins se hicieron realidad. Junto con su amigo Danton, ayudó a organizar la insurrección del 10 de agosto que capturó la Comuna de París y condujo al Asalto del Palacio de las Tullerías, que derrocó a la monarquía. Danton se convirtió en ministro de Justicia de la ciudad, y Desmoulins ejerció brevemente como su secretario. Al mes siguiente, se proclamó oficialmente la Primera República Francesa y Desmoulins fue elegido miembro del nuevo gobierno, la Convención Nacional.
Enfrentamiento con Brissot
Desmoulins se vio envuelto en una amarga lucha entre dos facciones jacobinas rivales: los girondinos moderados, liderados por Brissot, y los extremistas montañeses, cada vez más dominados por Robespierre. Desmoulins, que había estado gravitando hacia la Montaña, se puso de todo corazón de su lado tras una agria discusión con Brissot por cosas que Desmoulins había dicho en su periódico. Desmoulins respondió con un panfleto titulado Brissot desenmascarado, en el que acusaba a su antiguo amigo de haber metido a Francia en las Guerras Revolucionarias, que por aquel entonces se desarrollaban de forma desastrosa, y de haber sido un espía de la policía para el antiguo régimen.
Alentado por Robespierre, Desmoulins prosigue sus ataques y en mayo de 1793 lanza otra publicación en la que acusa a todos los girondinos de ser agentes extranjeros que trabajan activamente en la destrucción de la Revolución. Como la mayoría de las obras de Desmoulins, esta fue ampliamente difundida y probablemente contribuyó a la insurrección del 2 de junio de 1793, en la que miles de sans-culottes se agolparon en la Convención Nacional exigiendo la detención de los girondinos traidores. Esto se consiguió, y la caída de los girondinos permitió el dominio de la Montaña y el consiguiente Reinado del Terror.
Durante el Terror, Desmoulins se distanció de la Montaña. Habló con menos frecuencia en su nombre en la Convención, y se convirtió en una de las pocas voces que abogaban por la clemencia para los cientos de miles de "sospechosos" que eran arrestados en toda Francia. El 30 de octubre de 1793, cuando Brissot y los girondinos fueron condenados a muerte, se oyó exclamar a Desmoulins: "¡Dios mío, Dios mío! Soy yo quien los mata!" (Scurr, 299).
Le Vieux Cordelier
Quizás fue esta culpa la que suavizó a Desmoulins y convritió al antiguo radical en un moderado. Junto con Danton, se convirtió en líder del nuevo grupo moderado, los Indulgentes, que abogaban por el fin de la guerra y la reducción del Terror. Los enemigos naturales de los Indulgentes eran los hébertistas, un grupo "ultrarrevolucionario" dirigido por Jacques-René Hébert que quería intensificar el Terror. Los hébertistas habían usurpado el Club de los Cordeliers, que Danton y Desmoulins habían controlado en el pasado.
En respuesta, Desmoulins creó un nuevo periódico el 5 de diciembre, titulado Le Vieux Cordelier ("El Viejo Cordelier") para recordar a sus lectores una época anterior y más esperanzadora de la Revolución. Robespierre, que también tenía un gran interés en la destrucción de los hébertistas, dio su bendición al periódico e inicialmente preaprobó cada número. El periódico, que lanzaba mordaces ataques contra los hébertistas, fue bien recibido y obstaculizó la influencia de los hébertistas durante un tiempo.
Víctima de su propia vanidad, Desmoulins no se detuvo ahí. Los números 3 y 4 del periódico, publicados sin la aprobación de Robespierre, eran ataques contra el régimen de la Montaña. El periódico criticaba la autoridad del Tribunal Revolucionario y pedía el fin del Terror. Naturalmente, esto ofendió a muchos poderosos dirigentes montañeses, que exigieron la expulsión de Desmoulins del Club Jacobino. Los amigos de Desmoulins se dieron cuenta de que se estaba extralimitando, y uno de ellos le advirtió: "Camille, pareces estar muy cerca de la guillotina" (Scurr, 299).
Desmoulins, confiado en la protección que le proporcionaba su amistad con Robespierre, ignoró estas advertencias y selló su propio destino. De hecho, Robespierre intentó proteger a Desmoulins al principio. En una reunión en el Club Jacobino, se encogió de hombros y tachó a Desmoulins de joven irreflexivo que se había dejado llevar por malas compañías. Dijo que Desmoulins podría ser perdonado si se quemaban sus periódicos. Desmoulins, tan testarudo como siempre, no lo toleró, se levantó y, citando a Rousseau, gritó: "¡Quemar no es una respuesta!". Robespierre, enfurecido por este desafío público a su autoridad, acusó a Desmoulins de tener intenciones aristocráticas. Su acalorada discusión continuó hasta que Danton apartó a Desmoulins. Poco después, Desmoulins fue expulsado del Club Jacobino el 10 de enero de 1794.
Caída y ejecución
La disputa pública de Desmoulins con Robespierre anunciaba su fin. A pesar de su amistad con Danton y Desmoulins, Robespierre no tardó en darse cuenta de que los indulgentes eran un obstáculo para sus objetivos. La noche del 29 de marzo, Danton, Desmoulins y 13 de sus aliados fueron arrestados. Fueron acusados en relación con un escándalo de corrupción en torno a la Compañía Francesa de las Indias Orientales, así como de un cargo general de traición.
El juicio duró del 2 al 4 de abril; el propio primo de Desmoulins, el fiscal jefe Antoine Fouquier-Tinville, dirigió la acusación. Desmoulins trató de mantenerse tan desafiante como el confiado Danton; cuando se le pidió que dijera su edad, Desmoulins respondió: "33 años, la misma edad que ese sans-culotte Jesucristo" (Scurr, 314). Cuando el Tribunal Revolucionario negó a los indulgentes el derecho a hablar en su propia defensa, Desmoulins se levantó y rompió dramáticamente el discurso que había preparado.
Sin embargo, cuando se dictó la sentencia de muerte, Desmoulins perdió la calma. Se quedó congelado en su asiento y tuvo que ser levantado por los soldados, que se lo llevaron a la cárcel. Una vez allí, recibió la noticia de que su esposa Lucile también había sido detenida, lo que le provocó un ataque de llanto. "¿Matarán también a mi mujer?", pregunta una y otra vez mientras Danton intenta consolarlo. Se calmó lo suficiente como para escribirle una carta de despedida:
Lucile mía, a pesar de mi tormento creo que hay un Dios, mi sangre borrará mis faltas, volveré a verte un día, oh Lucile mía... ¿es una desgracia la muerte que me librará del espectáculo de tantos crímenes? Adiós, Loulou, adiós mi vida, mi alma, mi divinidad en la tierra... Siento que las orillas de mi vida retroceden ante mí, te veo de nuevo Lucile, veo mis brazos encerrados a tu alrededor, mis manos atadas abrazándote, mi cabeza cortada descansando sobre ti. Voy a morir... (Schama, 820)
Por la mañana, pierde de nuevo la compostura, se rasga las vestiduras y suplica a la multitud mientras el tumbril rueda por las calles, llevando a los condenados a la guillotina. Camille Desmoulins, de apenas 33 años, fue el tercero de su grupo de 15 en ser ejecutado; Danton fue el último en morir, cubierto de la sangre de sus mejores amigos.
Lucile Desmoulins no sobrevivió mucho tiempo a su marido. Cuando fue detenido por primera vez, Lucile había escrito a Robespierre para rogar por la vida de Camille, pidiendo al líder jacobino que pensara en su hijo, que era ahijado de Robespierre. Como Robespierre no respondió, Lucile se reunió con los amigos de Camille y conspiró con ellos para liberar a su marido de la cárcel. Cuando uno de ellos la delató a las autoridades, la propia Lucile fue detenida y guillotinada una semana después que su marido, el 13 de abril de 1794, con solo 24 años. Su última carta a su madre dice así: "Buenas noches, querida mamá. Una lágrima cae de mis ojos; es para ti. Me voy a dormir en la tranquilidad de la inocencia". El hijo de los Desmoulin, Horace, fue criado a partir de entonces por la madre de Lucile. Emigró a Haití en 1817, donde murió en 1824.