La Gran Exposición de 1851 se celebró en el Crystal Palace de Hyde Park, Londres, con el propósito de mostrar los últimos avances en ingeniería, ciencia y arte, así como objetos de significado cultural de Gran Bretaña y del extranjero. La exposición, que se extendió de mayo a octubre, fue un gran éxito con más de 6 millones de visitantes que se maravillaron con las curiosidades expuestas.
La Gran Exposición es el título corto informal; el nombre completo era la Gran Exposición de 1851 de productos de la industria de todas las naciones. También se conocía como La exposición del Crystal Palace en referencia al edificio que la albergaba. El proyecto fue idea de Alberto, Príncipe Consorte (1819-1861), esposo de la reina Victoria (que reinó de 1837-1901). La Sociedad real de las artes (Royal Society of Arts) planeó y organizó la exposición y muchas figuras claves de la época participaron en ella, pero su fuerza motriz fue Alberto, director de esta sociedad.
La idea era mostrar el progreso industrial producido en Gran Bretaña y en otros países como resultado de la Revolución Industrial, así como otros objetos de interés cultural. No se había organizado nunca antes nada parecido. La exposición tuvo un éxito arrollador y recaudó fondos que se utilizaron para fundar diversos museos e instituciones, muchos de los cuales continúan prosperando hoy día.
La visión de Alberto
LA INTENCIÓN ERA DEMOSTRAR QUE LA COMUNICACIÓN, EL ENTENDIMIENTO ENTRE LAS NACIONES Y LA INNOVACIÓN HUMANA PODÍAN LOGRAR UN MUNDO MEJOR.
El príncipe Alberto era un gran creyente en la idea de que la tecnología era capaz de convertir el mundo en un lugar mejor. Era el presidente de la Sociedad Real para la promoción de las artes, la producción y el comercio, y ya tenía experiencia en organizar exposiciones anuales para esta entidad. Estas exposiciones se limitaban a avances en ingeniería y culturales británicos, y Alberto deseaba algo más internacional que reflejara el alcance creciente del Imperio británico. Había quien dudaba de que tal exposición fuera posible logísticamente, pero Alberto estaba decidido a ello. Sobre todo, quería demostrar que la innovación humana, la comunicación y el entendimiento entre naciones podían lograr un mundo mejor. En sus propias palabras:
La exposición de 1851 es para darnos una prueba verdadera y una imagen viva del punto de desarrollo al que toda la humanidad ha llegado en esta inmensa tarea, y un punto nuevo de partida desde el cual todas las naciones podrán dirigir sus próximos esfuerzos.
(Starkey, 461)
Verdaderamente grandes ideales, pero el primer problema práctico era recaudar los fondos necesarios para un proyecto tan ambicioso. Se estableció un comité organizativo. Además de Alberto, otra figura clave del proyecto era el funcionario Sir Henry Cole (1808-1882), un hombre con una energía tremenda, que había reformado el sistema postal y había ayudado a convertir las tarjetas navideñas victorianas en algo imprescindible de esa época festiva. Otros miembros del comité eran figuras importantes de la época, incluidos dos primeros ministros: William Ewart Gladstone (1809-1898) y Robert Peel (1788-1850). Otra figura clave involucrada en el proyecto fue el célebre ingeniero civil Isambard Kingdom Brunel (1806-1859). Finalmente, el dinero se recaudó mediante suscripciones e incluso hubo un fondo de reserva en caso de que la exposición fuera un desastre financiero. El siguiente problema a resolver era en qué lugar concreto se albergaría tamaña exposición.
El Crystal Palace
LA gigantesca ESTRUCTURA PREFABRICADA DEL CRYSTAL PALACE CONSISTÍA DE MEDIO MILLÓN DE LÁMINAS DE CRISTAL Y 4.500 TONELADAS DE HIERRO.
Se propusieron varios emplazamientos ya existentes para la exposición planteada. Finalmente, se decidió que se necesitaba una estructura diseñada expresamente y hubo una convocatoria de propuestas de diseños. La exposición suscitó un gran interés en los arquitectos ya que el comité organizador recibió 245 proyectos a considerar. Había que superar verdaderos problemas como el desafío completamente nuevo de combinar el diseño con su función y el tiempo y las restricciones del coste. Asimismo, incluso los partidarios más optimistas insistieron en que la estructura especialmente diseñada debía ser provisional. Estos tres factores decidieron la elección final del diseño que fue una estructura hecha con láminas de cristal con un armazón de hierro fundido, similar a un invernadero gigante o invernáculo. Así nació el Crystal Palace, cuyo nombre fue acuñado por primera vez por la revista Punch. Fue diseñado por Sir Joseph Paxton (1801-1865), arquitecto y horticultor, que había construido una estructura similar a escala mucho menor en Chatsworth House, la casa del Duque de Devonshire.
El proyecto fue una empresa formidable de ubicar en Hyde Park, Londres. De nuevo, los críticos de la prensa y, en ese momento incluso del Parlamento, predijeron una catástrofe tanto para la construcción como para los viejos olmos de Hyde Park. Tal y como escribió Alberto, “Estoy más muerto que vivo de exceso de trabajo. Los adversarios de la Exposición trabajan a más no poder para que las ancianas entren en pánico y para volverme loco” (Woodham-Smith, 313). El comité siguió adelante y cuando se publicó en la prensa el diseño del Crystal Palace y según iba tomando forma la estructura gigante en Hyde Park, así fue creciendo la expectación y el entusiasmo del público.
La enorme estructura prefabricada del Crystal Palace fue construida por Fox, Henderson & Company. Tanto los muros de cristal como el tejado estaban sostenidos por un armazón de hierro asentado sobre cimientos de hormigón. Se utilizaron medio millón de planchas de cristal y 4.500 toneladas de hierro en la construcción. La estructura tardó exactamente cuatro meses en completarse y creaba un espacio para la exposición de dos niveles que cubría casi cien mil metros cuadrados (un millón de pies cuadrados). La altura del edificio en su punto más alto era de unos impresionantes 33 metros (108 pies), su punto más ancho de 124 metros (408 pies) y tenía 564 metros (1.848 pies) de largo. El interior estaba dividido para proporcionar unos 2,8 kilómetros (1,75 millas) de galerías. Sobre el edificio ondeaban las banderas de todas las naciones, que declaraban con orgullo la naturaleza internacional de la exposición. El edificio en su totalidad, todo de cristal resplandeciente a la luz del sol primaveral y con el herraje pintado de azul claro, era una atracción maravillosa en sí misma e inspiró a autores como William Makepeace Thackeray (1811-1863) a componer poemas sobre él:
Pero ayer de un césped desnudo Los hombres elegantes de Rotten Row hacían burla, Cabalgando sobre él de un lado a otro: ¡Y ver que está formado! Como por la vara de un hechicero Un arco resplandeciente de cristal brillante Asciende desde la hierba como una fuente ¡Para reunirse con el sol!
(May-Day Ode)
Para evitar cortar ningún árbol, varios olmos gigantes de Hyde Park se mantuvieron en el edificio, pero esto también significaba que había pájaros volando por el interior. Los organizadores no estaban seguros de cómo librar al edificio de los pájaros y evitar que alguna sorpresa repugnante cayera sobre los visitantes o las exposiciones. El duque de Wellington resolvió el problema al sugerir que introdujeran gavilanes en el edificio.
La reina Victoria, junto al príncipe Alberto, inauguró oficialmente la Gran Exposición con una ceremonia grandiosa el 1 de mayo de 1851. Se combinó una orquesta completa de 200 músicos, un coro de 600 personas y un órgano tubular para que una interpretación conmovedora del himno nacional y el coro del “Aleluya” del Mesías de George Frideric Handel sonaran a todo volumen. La reina estaba encantada con lo que vió:
Fue el día más grande de nuestra historia y el triunfo de mi querido Alberto… Fue el día más feliz de mi vida y del que me siento más orgullosa, y no puedo pensar en nada más, el querido nombre de Alberto inmortalizado por esta gran idea… El triunfo es inmenso.
(Phillips, 215)
Las entradas para el mundo maravilloso de Crystal Palace eran al principio tremendamente caras, a 1 libra (unas 100 libras o 123 dólares de hoy), pero el éxito inicial significó que los organizadores creyeran conveniente reducir el precio después del primer mes. No obstante, las entradas no eran baratas, a un chelín cada una (alrededor de 5 libras o 6 dólares de hoy), aunque era para pasar un estupendo día y merecía la pena que una familia lo ahorrara. Una de las preocupaciones de los dubitativos más esnob era que se permitiera al público en general, particularmente a las clases trabajadoras, estar tan cerca de tantas cosas preciosas y de valor, pero las multitudes llegaban y eran respetuosas y ordenadas cuando se tomaban su tiempo libre y admiraban el espectáculo.
Los organizadores de la exposición no tuvieron en absoluto escasez de compañías y particulares que deseaban mostrar sus mercancías. Finalmente, el espacio limitó quien podía entrar. Participaron un total de 14.000 expositores en lo que entonces era la mayor muestra de la Tierra. Cerca de la mitad de los expositores provenían de Gran Bretaña, aunque Estados Unidos estaba bien representada con 500 expositores. En total, 34 naciones estuvieron representadas en la exposición. No había tarifa para poder exponer, los expositores solo tenían que cubrir el coste de llevar sus obras al Crystal Palace. Hubo cerca de 100.000 muestras particulares, que iban desde cosas fáciles de pasar por alto hasta gigantescas. Las muestras se dividieron en cuatro secciones generales: materiales brutos, maquinaria e inventos mecánicos, productos y escultura y arte plástico. Debido a que el foco de toda la exposición se centraba en lo nuevo y maravilloso, los objetos de arte se limitaron al arte contemporáneo con una limitación más, que el artista de cualquier pieza particular debía seguir vivo o haber fallecido en los últimos tres años. Para alentar las muestras innovadoras, se otorgaron premios a los mejores expositores.
Entre los objetos expuestos más grandes se encontraban las últimas máquinas a vapor, máquinas de tejer automáticas y bombas de agua. Había modelos a escala de edificios y puentes nuevos, herramientas de vanguardia, instrumentos agrícolas y armas como la nueva pistola Colt fabricada en masa. Había máquinas refrigeradoras, productos fabricados con caucho indio, sedas finas, y muestras de lo último en dentaduras postizas. Había cámaras que utilizaban los nuevos negativos de vidrio. Había telégrafos, que para mucha gente eran aún un invento nuevo. La primera línea de telégrafo se había establecido en Gran Bretaña en 1838 entre las estaciones de Londres de Paddington y West Dayton; hubo que esperar otros diez años para la primera línea transcontinental.
Allí se encontraba lo extraño y lo maravilloso. Un pedazo de carbón de 24 toneladas planteaba la pregunta de cómo llegó hasta allí. Una fuente grande que no salpicaba agua sino perfume. La moda estaba bien representada con todo tipo de materiales y diseños innovadores que incluían pantalones con bolsillos que el fabricante prometía eran inmunes a los carteristas, los grandes pequeños criminales del momento. Había obras de arte en abundancia, desde enormes pinturas al óleo hasta estatuas de mármol a tamaño real, siendo los desnudos los más polémicos y populares. Los visitantes se sentían sobrecogidos ante la mayor perla del mundo y el fabuloso diamante Koh-i-Noor (que la reina Victoria llevó en la gran inauguración y después se colocó en exhibición permanente).
Para los refrigerios de los visitantes había puestos que vendían té, café y bebidas sin alcohol. También se vendían sándwiches, pasteles, helados y gelatinas. Debido a la multitud de personas que descendían hasta Hyde Park, los organizadores habían sido lo suficientemente listos para proporcionarles aseos públicos y para ver una oportunidad comercial. Por primera vez la gente debía gastar un penique para usar un baño público (y 600.000 peniques rodaron a los cofres de la exposición).
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Tanto el público como la prensa estaban realmente impresionados por todo ello. La noticia de que esto era algo digno de ser visto corrió de boca en boca, y pronto se dispusieron trenes especiales para traer visitantes de toda Gran Bretaña. Era la primera vez que se emitieron entradas asequibles para la excursión. Los jefes daban a sus trabajadores un día libre o incluso dos o tres para visitar la exposición. Muchos de los visitantes volvían múltiples veces, la propia reina Victoria fue casi a diario durante los cinco meses y medio que duró la exposición. También hubo muchos visitantes famosos. La novelista Charlotte Brontë (1816-1855) dio la siguiente descripción de la experiencia:
Parece como si solo la magia hubiera podido reunir esta masa de riqueza desde todos los confines de la tierra, como si nadie más que manos sobrenaturales pudieran haberlo organizado de esta manera, con tal resplandor y contraste de colores y poder de efecto tan maravilloso. La multitud que llena los grandes pasillos parece gobernada y subyugada por algún tipo de influencia invisible. De entre las treinta mil almas que la habitaban el día que yo estuve allí, no se escuchó ni un ruido alto, ni se vio un movimiento irregular; la marea humana se mueve en silencio, con un canturreo profundo como cuando se oye el mar en la distancia.
(Dugan, 125)
El éxito y el legado
Cuando el 15 de octubre finalmente se clausuró la Gran Exposición, más 6 millones de visitantes, un impresionante tercio de la población de la época en Gran Bretaña se habían maravillado con sus muestras. La exposición tuvo unas ganancias de 186.000 libras, unos 20 millones de libras actuales (25 millones de dólares). El dinero se utilizó para ayudar a fundar el Museo Victoria y Alberto de Londres (que en aquel entonces se llamó Museo de South Kensington), que en sus comienzos fue un museo de manufacturas, pero más tarde se convirtió en una colección enormemente impresionante de arte fino y decorativo proveniente de todo el mundo. Parte del dinero de la Gran Exposición también fue al Museo de la Ciencia, al Museo de Historia Natural, al Colegio Real de Música, al Colegio Imperial de Ciencia y Tecnología, y a otras tantas instituciones educativas. Debido a que muchos de estos museos nuevos se construyeron en la zona de Kensington de Londres, se comenzó a conocer ese barrio como “Albertopolis” en tributo al logro de Alberto.
El arquitecto Joseph Paxton fue nombrado caballero por su éxito, y la exposición no fue el final de su fantasía en cristal y hierro. El Crystal Palace se vendió al Ferrocarril de Londres Brighton y Costa del Sur en mayo de 1852, se desmontó y reubicó en Sydenham, al sur de Londres, donde continuó usándose como espacio de exposiciones. Desafortunadamente, un incendio destruyó el edificio en 1936, y nunca se reconstruyó. El Crystal Palace tuvo un efecto en la arquitectura de Gran Bretaña de largo alcance ya que después de la Gran Exposición tener un invernadero grande se convirtió en el último hito de moda en las casas más grandiosas.
En último lugar, el legado más perdurable de la Gran Exposición fue que inspiró a muchos sucesores diversamente conocidos como la Feria Mundial, la Exposición Universal, o EXPO, que continúan celebrándose regularmente por todo el mundo. Hoy en día estas exposiciones tienden a enfocarse en temas concretos como el medio ambiente, pero continúan compartiendo la ambición de la Gran Exposición de promocionar los logros colectivos de la humanidad e inspirando lo que podría ser posible a través de la innovación y el entendimiento mutuo entre diferentes culturas.
El propósito de la Gran Exposición era mostrar que la innovación humana, la comunicación y el entendimiento entre las naciones podían lograr un mundo mejor.
¿Qué se mostraba en la Gran Exposición?
La Gran Exposición mostraba las últimas innovaciones tecnológicas de todos los campos, desde agricultura hasta armas. También había objetos de arte contemporáneo y otros de significado cultural.
¿Fue la Gran Exposición un éxito?
La Gran Exposición de 1851 fue un éxito rotundo con 6 millones de visitantes. Tuvo ganancias e inspiró a muchas exposiciones similares a partir de entonces.
Debido a mi gran interés por aprender humanidades, soy traductora voluntaria para WHE, lo que me da la oportunidad de profundizar en las olas del tiempo.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2023, febrero 03). La Gran Exposición [Great Exhibition].
(R. M. Barquin, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-21528/la-gran-exposicion/
Estilo Chicago
Cartwright, Mark. "La Gran Exposición."
Traducido por Rosa Maria Barquin. World History Encyclopedia. Última modificación febrero 03, 2023.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-21528/la-gran-exposicion/.
Estilo MLA
Cartwright, Mark. "La Gran Exposición."
Traducido por Rosa Maria Barquin. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 03 feb 2023. Web. 20 nov 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Mark Cartwright, publicado el 03 febrero 2023. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.