Hebe (cuyo nombre significa «juventud» o «flor de la juventud») es la diosa y personificación de la eterna juventud en la mitología griega. Es hija de Zeus y Hera y esposa del héroe griego Hércules. Hebe desempeña el papel de copera de los dioses en el Olimpo y tiene el poder de devolver la juventud a los mortales.
En el arte, Hebe suele ser representada como una joven virgen, portando una copa y adornada con una corona de flores o de oro. Lleva puesto un vestido multicolor y a menudo se la representa con el cabello oscuro y los ojos brillantes. En algunas versiones, un águila, símbolo de su padre Zeus, la acompaña. El poeta lírico Píndaro (aprox. 518 - c. 448/7 a.C.) la elogia en sus Odas Nemeas como «la más bella de todas las diosas», mientras que Homero, en la Odisea (aprox. 750 a.C.), destaca la belleza de sus «seductores tobillos». En la mitología romana, su equivalente es Juventas.
Nacimiento y familia
En la Teogonía de Hesíodo (aprox. 700 a.C.), Hebe aparece como hija de Zeus y su hermana-esposa Hera, y hermana de Ares (el dios de la guerra) y de Ilitía (la diosa del parto). También era hermanastra de las Gracias, las Parcas y las Horas.
En último lugar tomó por esposa a la floreciente Hera; esta parió a Hebe, Ares e Ilitía en contacto amoroso con el rey de dioses y hombres.
(Teogonía, 921-925)
Tras el nacimiento de Hebe, los dioses lucharon entre sí para otorgarle regalos y honores. Atenea y Poseidón le regalaron juguetes, mientras que Apolo la calmó con su música. Una versión menos conocida de su origen narra que Hera, la madre de Hebe, quedó embarazada tras comer o tocar una lechuga en un banquete en compañía de Apolo.
Copera de los dioses
Aunque Hebe era hija de los soberanos del Olimpo, se le asignó el papel de copera de los inmortales, una función que refleja las costumbres patriarcales de la época. Al igual que las mujeres de los hogares griegos, que se encargaban de servir a los invitados, Hebe ofrecía vino, néctar y ambrosía a los dioses y diosas en copas de oro. En la Ilíada, Homero menciona cómo Hebe sirvió vino a los dioses mientras estos observaban la batalla entre Menelao y Paris.
Sentados en el áureo pavimento junto a Zeus, los dioses celebraban consejo. La venerable Hebe escanciaba néctar, y ellos recibían sucesivamente la copa de oro y contemplaban la ciudad de Troya.
(Ilíada, 4.1-4)
El papel de Hebe como copera de los dioses llegó a su fin cuando, en un desafortunado momento, perdió el equilibrio y resbaló mientras servía a los inmortales. Este incidente llevó a Zeus a destituirla de su puesto y sustituirla por Ganímedes, un joven troyano que Zeus consideraba el mortal más bello. Naturalmente, Hera se enfureció por el despido de su hija y el afecto de su marido por Ganímedes. Molesto por su enfado, Zeus continuó mostrando su amor por el joven y lo colocó entre las estrellas como la constelación de Acuario, el portador de agua.
Otras fuentes afirman que Hebe dejó de ser la copera de los dioses cuando se casó con Hércules. Al principio, Hebe era conocida como Ganímeda, lo que sugiere que esta deidad estaba dividida en dos: el varón Ganímedes, que desempeñaba la labor de copero de los dioses, mientras que Hebe se convertía en esposa de Hércules y madre de sus dos hijos.
Sirvienta de Hera
Como hija de Hera, Hebe también cumplía funciones como su asistente o sirvienta personal, encargándose de tareas como preparar su carro y enjaezar a sus pavos reales siempre que fuera necesario. En el Libro 5 de la Ilíada, Homero describe cómo Hebe ayudaba a su madre en la preparación del carro, colocando las ruedas, ajustándolas a los radios de bronce y asegurándolas a los extremos del eje de hierro. En muchas otras fuentes y representaciones artísticas de la antigua Grecia, Hebe aparece junto a Hera, siempre dispuesta a obedecer sus órdenes.
Además de ayudar a su madre, Hebe también asistió a Ares, el dios de la guerra, después de su enfrentamiento con el rey Diomedes de Argos durante la guerra de Troya. Tras la feroz batalla, Hebe lavó a Ares y lo vistió con ropas limpias antes de que ambos regresaran juntos al Olimpo.
Diosa de la juventud
Como diosa de la juventud, Hebe tenía el poder de devolver la juventud a los mortales. Los antiguos griegos la consideraban valiente y generosa. Filóstrato de Lemnos (190-230 d.C.) escribe que Hebe era la más joven de los dioses y la más amada. Según él, Hebe es la razón por la que los dioses del Olimpo son eternamente jóvenes. El poder de Hebe se menciona en algunos mitos que aparecen en Las Metamorfosis de Ovidio (43 a.C.-17 d.C.).
El héroe griego Jasón rogó a su esposa, la poderosa hechicera Medea, que utilizara su magia para restarle años de vida y dárselos a su anciano y enfermo padre, Esón, de manera que pudiera vivir más tiempo. Medea, sin embargo, se negó a llevar a cabo tal acto, pues no podía soportar la idea de quitarle años de vida a su propio esposo. En lugar de ello, le aseguró a Jasón que buscaría la ayuda de la diosa Hécate. Durante nueve días, Medea y sus dragones surcaron la Tierra en busca de hierbas que tuvieran el poder de renovar la vida. Finalmente, construyó dos altares de césped verde, uno en honor a Hécate y el otro dedicado a Hebe. Con una invocación dirigida a estas dos poderosas figuras, Medea pudo devolver la juventud a Esón.
Hércules, en una muestra de amor y gratitud hacia su querido amigo y sobrino Yolao, suplicó a su esposa Hebe que le concediera el don de la juventud para que pudiera vengarse del rey Euristeo. Este rey había hecho sufrir tanto a Hércules como a Yolao y sus familias durante mucho tiempo. Hebe aceptó y devolvió la juventud a Yolao, pero juró que nunca usaría su don con nadie más. Sin embargo, Temis, la diosa de la justicia y la ley divina, le impidió hacer esa promesa y le recordó la guerra civil tebana que estaba teniendo lugar.
Temis profetizó que Calírroe, hija del dios del río Aqueloo, se presentaría ante Zeus y le rogaría que otorgara a sus hijos pequeños los años que había perdido Yolao para que pudieran vengar a su padre. Así pues, el don de Hebe sería concedido gracias a la intervención de Zeus. Sin embargo, esta situación no fue bien recibida por todos los dioses. Cada uno de ellos, preocupado por la posibilidad de que el don de la juventud se distribuyera entre los mortales, comenzó a proponer a alguien que consideraban digno de recibir el regalo de Hebe.
Hebe y Hércules
Después de que su esposa Deyanira le enviara accidentalmente una túnica envenenada, Hércules se la puso sin saber que había sido impregnada con el veneno de la Hidra. Mientras rezaba a los dioses y ofrecía libaciones, el calor del fuego hizo que el veneno se propagara rápidamente por su cuerpo. Tras matar a su sirviente Licas, que le había entregado la camisa, se construyó a sí mismo una pira funeraria y se tumbó en ella.
Los dioses contemplaron horrorizados desde el Olimpo cómo Hércules ardía. Zeus les aseguró que, como hijo suyo, Hércules no podría ser tocado por la muerte y que sería bienvenido al Olimpo y se le concedería la inmortalidad.
Una vez completada la apoteosis (deificación) de Hércules, Zeus y Hera le permitieron casarse con Hebe, consolidando su nueva posición como dios y uniéndolo para siempre con la juventud inmortal. El matrimonio de Hércules y Hebe fue una señal de que Hera había superado finalmente su odio hacia Hércules (ya que era un recordatorio de la infidelidad de Zeus), o al menos ya no era tan rencorosa con él como antes. Hércules y Hebe tuvieron dos hijos juntos: Alexiares y Aniceto.
A Hebe, hija del poderoso Zeus y de Hera de doradas sandalias, el bravo hijo de Alcmena de bellos tobillos, el fornido Heracles, al término de sus penosos trabajos, la hizo su venerable esposa en el nevado Olimpo. ¡Dichoso él, que, después de realizar una gran hazaña, entre los Inmortales vive sin dolor y exento de vejez por todos los siglos!
(Hesíodo, Teogonía, 950-957)
Culto y legado
Las dos principales áreas de culto a Hebe en Grecia eran Filos y Sición, ubicadas en el Peloponeso. Según Estrabón (63 a.C. a 23 d.C.), el geógrafo griego, la adoraban como Dia. La gente rezaba a Hebe pidiendo perdón, y los prisioneros liberados dejaban sus cadenas en los árboles de los bosques sagrados para honrarla. En Filos, la cabeza de Hebe y las coronas de hiedra aparecían en las monedas.
Según Pausanias (aprox. 115-180 a.C.), en su obra Descripción de Grecia, Hebe tenía un santuario en Corinto, donde se encontraba una estatua de oro y marfil creada por el escultor griego Naucides de Argos, del siglo IV a.C. Esta estatua estaba situada junto a una estatua de Hera, y entre ambas había un pavo real (animal sagrado de Hera). Además, había un altar de plata decorado con escenas de las bodas de Hércules y Hebe. Los santuarios de Hebe y Hércules estaban contiguos, separados únicamente por un flujo de agua. En el santuario de Hebe se guardaban gallinas, mientras que en el de Hércules se mantenían gallos. En los Cinosargos, un centro de culto dedicado a Hércules, había altares que rendían homenaje tanto a Hércules como a Hebe.
La especie floral Hebe recibe su nombre de la diosa de la juventud. Se pueden encontrar más de 70 tipos de arbustos de Hebe en todo el Pacífico Sur, especialmente en Nueva Zelanda y Sudamérica. Sus flores son de diversos colores, incluyendo rojo, rosa, blanco, morado y azul, lo que las convierte en una opción popular para embellecer los jardines.
Además, Hebe es el nombre de un gran asteroide que orbita entre Júpiter y Marte, en el cinturón central de asteroides. Este asteroide no está clasificado como peligroso, ya que su órbita no se aproxima a la Tierra.