Isabel I de Castilla (1451-1504), fue reina de Castilla (de 1474 a 1504) y de Aragón (de 1479 a 1504) junto a su esposo Fernando II de Aragón (1452-1516). Su reinado vio la unificación de España, la reconquista de Granada, el patrocinio a Cristóbal Colón en su viaje para explorar el Caribe y el establecimiento de la Inquisición española.
Primero años
Isabel nació el 22 de abril de 1451 en la localidad castellana de Madrigal de las Altas Torres (actual España), hija de Juan II de Castilla (rey entre 1406 y 1454) y de Isabel de Portugal (1447-1454). A pesar de tener dos hermanos y de pasar mucho tiempo con su madre en Arévalo, donde participaba en actividades más propias de una dama, Isabel pronto se sintió atraída e involucrada en el mundo político castellano. Aunque no había leyes que prohibieran a las mujeres ocupar el trono, Isabel era la tercera en la línea de sucesión porque sus hermanos estaban más arriba. La férrea y decidida joven fue llevada a la corte de Castilla cuando apenas era una adolescente para que sus tutores pudieran vigilarla. Isabel conocía bien el latín y estudió historia y teología, lo que favoreció sus convicciones religiosas, que influirían enormemente en su actuación como reina en el futuro.
El hermano de Isabel, Enrique IV, se convirtió en rey con el nombre de Enrique IV de Castilla (reinó de 1454 a 1474), pero el descontento con su gobierno pronto se hizo patente, ya que el reino estaba descontento con su ineficacia. Enrique tuvo problemas para tener un heredero legítimo, debido a que en su primer matrimonio no tuvo hijos y se creía que su única hija, Juana (1462-1530), era ilegítima. Fue incapaz de recuperar Granada, que había estado bajo control musulmán desde mediados del siglo XII, y contaba con consejeros judíos y musulmanes, lo que dañaba la imagen de Castilla como reino cristiano.
Para aplacar a los nobles, Enrique nombró heredero a su hermano Alfonso (1453-1468), pero este debía casarse con su hija Juana para que ambos pudieran gobernar. Cuando Enrique incumplió este trato y apoyó la pretensión de su hija al trono, los nobles iniciaron su campaña para darle la corona a Alfonso. Cuando Alfonso murió en 1468, presuntamente envenenado, los nobles se dirigieron a Isabel, que también era una candidata legítima. Ella se negó a tomar la corona y deseaba esperar a la partida de su hermano. Al ver esto, Enrique negoció con los nobles y nombró heredera a Isabel.
Matrimonio con Fernando
Uno de los requisitos de Enrique para que Isabel fuera su heredera era que necesitaba el consentimiento de Enrique para casarse. Isabel rechazó a todos los pretendientes que Enrique aprobó y se casó con Fernando II de Aragón (rey de 1479 a 1516). Para Isabel, el matrimonio con Fernando era lo mejor para Castilla, ya que uniría dos reinos de una región similar que tenían costumbres y leyes parecidas. Isabel envió una carta a Enrique pidiéndole permiso, pero él nunca respondió. La princesa no se dejó amilanar y se casó con Fernando en 1469 sin el consentimiento de su hermano.
Enrique y los nobles, que no querían un aragonés en la corte castellana, rechazaron la pretensión de Isabel al trono e intentaron nombrar heredera a la hija de Enrique, Juana. Sin embargo, Isabel y los nobles de su bando vieron en su linaje real un ancla para gobernar Castilla. Como muchos especulaban que Juana era hija ilegítima, su linaje se consideraba inferior al de Isabel, y no se la veía como una candidata fuerte. Esta división condujo a la Guerra de sucesión castellana (1475-1479).
En 1474, dos días después de la muerte de Enrique, Isabel se proclamó reina. Mientras que Juana y sus partidarios contaban con recursos militares de Portugal a través del matrimonio de Juana con Alfonso V de Portugal (1432-1481), Isabel y Fernando tenían poca ayuda. Isabel acabó ganando esta guerra de sucesión debido a la desintegración de la base económica y militar de Portugal y a la inesperada fuerza del ejército castellano.
Tras asegurarse el trono castellano, Isabel y Fernando decidieron unir sus respectivos dominios: en 1479, Aragón y Castilla se unieron, y ambos gobernaron como monarcas conjuntos. Isabel fue percibida como una soberana autónoma, cuyo poder emanaba de la fuerza del trono castellano. Gobernaba Castilla por derecho propio, y Fernando era visto simplemente como su rey consorte. El emblema conjunto de Aragón y Castilla tenía las flechas de Isabel colocadas sobre el yugo de Fernando, una indicación de que Isabel afirmaba su superioridad como gobernante.
Isabel se esforzó por ser una gobernante independiente, y esto se hace evidente en la forma en que se manejaron su matrimonio y su vida familiar: cuando Isabel y Fernando no estaban de acuerdo, ella optaba a menudo por decir lo que pensaba en lugar de quedarse callada y cooperar, como se esperaba de las mujeres de la época. En 1469, Fernando e Isabel firmaron una concesión matrimonial en la que Fernando reconocía que Castilla pertenecía a Isabel, y que ella tenía el control directo y único de sus dominios. También acordó que nunca separaría a los hijos de Isabel y que la residencia principal de la monarquía estaría en Castilla. Con estas concesiones, Castilla y Aragón quedaron unidas, lo que marcó el comienzo de la unificación de España.
Inquisición española y Reconquista
Isabel era una católica piadosa que quería construir un reino cristiano unido, por lo que los no cristianos fueron finalmente expulsados de Castilla. Muchos atribuían los problemas de la región a un lapso en las creencias religiosas cristianas. Para aliviar estos temores, Isabel y Fernando crearon en 1478 el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, más conocido como la Inquisición española. La Inquisición tenía la misión de ser una fuerza policial secreta de la Corona, lo que también garantizaba que el poder permaneciera en manos de la monarquía.
Isabel también inició la extensión de su autoridad y la de Fernando sobre Alcántara, Calatrava y Santiago. Estos territorios eran órdenes militares religiosas y estaban gobernados normalmente por nobles castellanos que se hacían llamar Grandes Maestres. Estas órdenes estaban siendo explotadas por la nobleza castellana y existían rivalidades muy tensas entre los que querían convertirse en Gran Maestre. Por iniciativa de Isabel, Fernando se convirtió en Gran Maestre de Calatrava en 1487 y, en los años siguientes, en Gran Maestre de Alcántara y Santiago, dando así a la Corona de Castilla autoridad sobre las tres órdenes. Esta extensión dio a la Corona mucho control sobre la riqueza de esas zonas y dio más tierras a Castilla.
Isabel impulsó con determinación su misión de consolidar un reino cristiano unido al concluir la Reconquista, una serie de conflictos destinados a recuperar territorios en manos musulmanas. La toma de Granada en 1492 marcó el cierre exitoso de este proceso. Movida por su ferviente respaldo y lealtad a la causa cristiana, Isabel desplegó todos sus esfuerzos para garantizar el triunfo de España. Financió la guerra y permaneció al lado de los ejércitos, brindándoles apoyo tanto económico como moral. Cuando Fernando sugirió que los militares dejaran de intentar conquistar Granada y pusieran más énfasis militar en la debilitada frontera francesa debido a la tensión franco-aragonesa, Isabel tomó las riendas y dijo a Fernando que los ejércitos se quedarían donde estaban para ganar Granada.
Era de los Descubrimientos
En Aragón, la exploración y expansión en el Mediterráneo ya habían comenzado. Para contrarrestar esta situación y elevar el prestigio de Castilla, Isabel brindó su apoyo a Cristóbal Colón (1451-1506). A pesar de que muchos líderes europeos previamente habían rechazado a Colón debido a la percepción de que su plan era descabellado y sus cálculos erróneos, Isabel tomó la decisión audaz de respaldarlo. Utilizó los recursos económicos exclusivamente provenientes de Castilla: «Asumiré la empresa para mi propia Corona de Castilla y estoy dispuesta a empeñar mis joyas para sufragar los gastos de la misma, si los fondos del tesoro resultasen insuficientes.» (Jenkins, 117).
La arriesgada apuesta de Isabel tuvo éxito: una vez que Colón regresó con noticias de sus exploraciones en el Caribe, solo Castilla obtuvo el derecho exclusivo para comerciar en el nuevo continente. El papa Alejandro VI (en el cargo de 1492 a 1503) emitió un decreto que otorgaba a Isabel y sus herederos, independientemente de Fernando, el control sobre el Nuevo Mundo.
Últimos años y legado
Isabel no solo mostró interés en el ámbito religioso, sino que también destacó en el ámbito académico. A diferencia de Fernando, la reina dominaba el latín y era conocida por apoyar a eruditos de renombre. Muchas de las obras literarias más conocidas de la región en aquella época estaban dedicadas a Isabel, como las de Íñigo de Mendoza (1422-1492), que escribió poemas en los que comparaba a Isabel con la Virgen María. también brindó apoyo al poeta y clérigo Ambrosio Montesino, quien se dedicó a la creación de poemas y música religiosa. A lo largo de su vida, Isabel fungió como mecenas de numerosos artistas españoles y flamencos, contribuyendo a la gestación de un estilo artístico hispano-flamenco a través del trabajo de Juan de Flandes (1460-1519).
Hacia el final de su reinado, Isabel sufrió problemas familiares: la mayor de sus cinco hijos, Isabel (1470-1498), murió durante el parto, y su nieto falleció un año después que su madre. Su único hijo y heredero, Juan (1478-1497), murió de una enfermedad. Su hija Juana (1479-1555) fue conocida como Juana la Loca por su carácter irritable y malhumorado. A pesar de las especulaciones sobre la cordura de Juana, tras la muerte de sus hermanos mayores, se convirtió en la heredera de Isabel. Otra hija de Isabel, María (1482-1517), se convertiría en reina de Portugal, y su última hija, Catalina de Aragón (1485-1536), en reina de Inglaterra y primera esposa de Enrique VIII de Inglaterra (reinó de 1509 a 1547).
Isabel de Castilla tuvo un impacto monumental en el mundo: inició la unificación de España y ayudó económicamente a la exploración del Nuevo Mundo. A su muerte, el pueblo de Castilla lloró la pérdida de una gran reina. Hoy en día, en el aniversario de su entierro, las campanas doblan para conmemorar a Isabel de Castilla.