Heródoto (c. 484 - 425/413 AEC) fue un escritor griego que inventó el campo de estudio conocido como "historia". El escritor y orador romano Cicerón lo llamó "el padre de la historia" por su famosa obra Las Historias, pero los críticos también lo han llamado "el padre de las mentiras", diciendo que estas "historias" no son más que cuentos.
Aunque es verdad que Heródoto a veces transmite información inexacta o exagera, en general se ha visto que sus recuentos son más o menos fiables. Las críticas tempranas de su obra se han refutado después con pruebas arqueológicas posteriores que demuestran que sus tan criticadas afirmaciones resultaron ser de hecho exactas o que al menos se basaban en la información aceptada de la época. En la actualidad, la mayoría de los historiadores sigue reconociendo a Heródoto como el padre de la historia y como una fuente de información fiable sobre la antigüedad.
Fiabilidad
Las críticas de la obra de Heródoto parecen haber empezado entre los atenienses que se ofendieron por su narración de la batalla de Maratón (490 AEC) y, específicamente, qué familias se merecían mayor honor por su victoria contra los persas. Las críticas más serias de su obra tienen que ver con la credibilidad de las historias de sus viajes.
Un ejemplo de esto es la afirmación que hizo de la existencia de hormigas del tamaño de un zorro en Persia que esparcían polvo de oro cuando excavaban sus guaridas. Esta historia se rechazó durante siglos hasta que, en 1984 EC, el autor y explorador francés Michel Peissel confirmó que había una marmota del tamaño de un zorro en los Himalayas que realmente esparcía polvo de oro al escarbar y que había historias que demostraban que el animal ya lo hacía en la antigüedad, ya que había una antigua tradición entre los lugareños de recoger este polvo.
Peissel también explica que la palabra persa para "hormiga de montaña" es muy parecida a su palabra para "marmota", con lo que se dijo que Heródoto no se estaba inventando las hormigas gigantes, sino que, dado que no hablaba persa y que tenía que fiarse de traductores, fue víctima de un malentendido en la traducción. Esta misma situación se puede aplicar a otras observaciones y afirmaciones que se encuentran en las historias de Heródoto, aunque, ciertamente, no a todas. Por querer contar una buena historia, a veces Heródoto se dejaba llevar por la especulación, y otras veces repetía historias que había oído como si fueran sus propias experiencias.
Primeros años y viajes
Aunque no se conocen demasiados detalles de su vida, parece seguro que provenía de una familia aristocrática y rica de Asia Menor, que podía permitirse pagar por su educación. Su habilidad como escritor se considera como prueba de un profundo aprendizaje en las mejores escuelas de su época. Escribía en griego jónico y obviamente había leído mucho. Su capacidad para viajar, aparentemente a voluntad, también dan pie a pensar en un hombre con recursos. Se cree que sirvió en el ejército como hoplita, ya que sus descripciones de la batalla son bastante precisas y siempre se cuentan desde el punto de vista de un soldado de infantería.
El experto Robin Waterfield comenta lo siguiente sobre la vida temprana de Heródoto:
Heródoto no era oriundo de Atenas. Nació en Halicarnaso, la actual Bodrum en Turquía, hacia la época de las guerras persas. Halicarnaso era una ciudad dórica con una importante mezcla matrimonial entre las poblaciones griega, caria y persa...Si los informes posteriores de la antigüedad que nos han llegado son ciertos, su familia se exilió en los turbulentos años posteriores a las guerras persas, y de joven Heródoto puede que viviera en la isla de Samos. Sus comentarios esporádicos en las Historias muestran que viajó mucho por el mundo del Mediterráneo oriental. No sabemos cuándo o cómo se escribieron en un primer momento las Historias; sin embargo, es muy probable que aparecieran como recitales o lecturas que dio durante varios años en otras ciudades griegas y en Atenas en el apogeo de su poder imperial.(x)
Si Waterfield está en lo correcto, las primeras experiencias de Heródoto de viaje darían forma a sus preferencias posteriores; no parece que se quedara en ningún sitio durante demasiado tiempo. En su libro se mueve con fluidez de una cultura a otra y lo que más le interesa siempre es contar una buena historia, en vez de comprobar los detalles de los cuentos e historias que ha oído y que repite en sus páginas. Es esa tendencia suya, como se ha señalado, lo que ha dado lugar a siglos de críticas contra él.
Las Historias
Aunque no se puede negar que a veces Heródoto comete errores en su obra, las Historias son en general fiables, y los estudios académicos en todas las disciplinas relativas a su trabajo (arqueología, etnología y demás) han seguido corroborando todas sus principales observaciones.
Heródoto se identifica en el prólogo de su obra como originario de Halicarnaso, en la costa suroeste de Asia Menor, en la actual Turquía, y esta ciudad está aceptada como su lugar de nacimiento, a pesar de que Aristóteles y el Suda digan que era originario de Turios, una colonia griega en la región de la actual Italia. Esta discrepancia en general se entiende como un error cometido por una fuente de la antigüedad, posiblemente una traducción de la obra de Heródoto, ya que es posible que Heródoto viviera en Turios pero no nació allí.
Viajó ampliamente por Egipto, África y Asia menor, y escribió sus experiencias y observaciones, proporcionando así a las generaciones futuras historias detalladas de importantes acontecimientos históricos, tales como la batalla de Maratón en 490 AEC y los enfrentamientos de las Termópilas y Salamina en 480 AEC, de la vida cotidiana de Grecia, Egipto y Asia menor, y de varias "maravillas" que presenció en sus viajes. Su descripción de la ciudad de Babilonia como una de estas maravillas es un ejemplo de por qué se ha criticado a menudo su obra. Heródoto escribe:
Babilonia se encuentra en una gran llanura, y el tamaño es tal que cada cara mide 22.5 km, y su forma completa es la de un cuadrado; por tanto, la circunferencia es de 90 km. Tal es el tamaño de la ciudad de Babilonia, y su magnificencia mayor que la de todas las demás ciudades que conozco. Primero, corre alrededor de ella una zanja profunda y ancha, llena de agua; luego, una muralla de 50 metros de grosor y cien metros de altura [...]. En la parte superior de la muralla a lo largo de los bordes construyeron cámaras de un piso mirando unas a otras, y entre las filas de cámaras hay espacio para pasar con un carro de cuatro caballos. A lo largo de toda la pared hay un centenar de puertas de bronce. (Historias, I.178-179)
Los indicios arqueológicos, además de otras inscripciones de la antigüedad, indican claramente que Babilonia no era tan grande como la describe Heródoto y que no tenía ni de lejos 100 puertas; de hecho, eran solo ocho. Por este motivo se ha establecido que la historia de Heródoto se basaba en lo que había oído en vez de una visita personal, aunque escriba como si realmente hubiera visitado el lugar. Dado su gran aprecio por las obras de Homero (la organización de sus Historias se basa en la forma de Homero), se cree que este pasaje sobre Babilonia imita la descripción del escritor anterior de la Tebas egipcia.
Su afición a la narrativa, y su obvio talento para ella, han alarmado y molestado a los críticos desde la antigüedad, pero también es precisamente esta cualidad de las Historias lo que ha hecho que sea una obra tan admirada. Heródoto es capaz de transportar al lector a los eventos de las historias que cuenta al crear escenas vívidas con personajes interesantes e incluso a veces diálogo.
No era de ninguna manera un observador imparcial del mundo sobre el que escribía, y a menudo da sus opiniones personales en profundidad sobre varias personas, costumbres y acontecimientos. Mientras que su admiración por Homero siempre es evidente, cuestionaba sin miramientos la verdad histórica de La Ilíada, preguntando por qué los aqueos llevarían a cabo tan larga y costosa campaña como fue la guerra de Troya por una mujer. Este es tan solo uno de los muchos ejemplos de cuando la personalidad de Heródoto se presenta en su obra. Waterfield comenta:
Ciertos tipos de narrativa se repiten lo suficiente [en las Historias] como para hacernos sentir que estamos viendo surgir las preferencias idiosincráticas del narrador; que disfruta de un tipo específico de historia, y que, si tiene elección, la incluye siempre que puede. A Heródoto le fascina la interacción entre naturaleza y cultura; los escitas, que vivían en una tierra sin árboles, inventan una manera de cocinar la carne en la que los huesos y la grasa del animal proporcionan el fuego y el estómago sirve de olla en la que cocinar (4.61). También destaca a personas inteligentes y grandes logros; le gusta remarcar al "primer inventor" de algo, o un edificio especialmente llamativo, o un barco, una costumbre u otros logros culturales. (xxxviii)
De hecho, la personalidad de Heródoto aparece bastante a menudo en las páginas de sus obras. El lector entiende que está escuchando a un individuo con ciertos gustos e intereses y que el autor considera que lo que tiene que decir es suficientemente importante como para que no haga falta una explicación, cualificación o disculpa por la inexactitud percibida; si Heródoto quería incluir algo, lo incluía y nunca parece preocuparle si al lector le parecía mal.
Heródoto en las Historias
La gran opinión que tenía de sí mismo queda reflejada en el prólogo de las Historias, que comienza así:
Estas son las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso, que publica con la esperanza de conservar de la decadencia el recuerdo de lo que ha hecho el hombre, y de evitar que las grandes, maravillosas acciones de griegos y bárbaros pierdan su debida gloria, y de, a pesar de ello, dejar constancia de los motivos de sus contiendas. (I.1)
A diferencia de otros escritores de la antigüedad, como Homero antes que él, o Virgilio, después, Heródoto no atribuye su narrativa a fuentes divinas, ni pide tal ayuda, sino que anuncia claramente que su obra es suya y de nadie más. Esta alta opinión de sí mismo también se muestra en lo que se considera como la primera "publicación" de las Historias en los Juegos Olímpicos.
En aquella época, las obras se "publicaban" por medio de una lectura en voz alta, y el escritor griego Luciano de Samósata (125-180 EC) afirma que Heródoto leyó su obra completa para el público de una sola vez y recibió una gran ovación. Sin embargo, otra versión de la publicación de su obra afirma que Heródoto se negó a leer su libro a la multitud hasta que no hubiera suficientes nubes como para darle sombra en la plataforma. Mientras esperaba, el público se marchó y esta anécdota es la que ha dado lugar a la máxima "como Heródoto y su sombra", en alusión a alguien que se pierde una oportunidad esperando a las circunstancias óptimas. Cualquiera que sea el verdadero, si es que alguno de los dos relatos es cierto, ambos reflejan la buena opinión que parece que Heródoto tenía de sí mismo.
Últimos años y muerte
Tras viajar por el mundo de su época, Heródoto fue a vivir a la colonia griega de Turios, donde editó y revisó las Historias en la última etapa de su vida. También había vivido en Atenas, y en algún momento se cree que regresó allí. Los expertos creen que probablemente muriera en Atenas de la misma plaga que mató al estadista ateniense Pericles (495-429 AEC) en algún momento entre 425 y 413 AEC.
Tal era su fama, que muchas ciudades diferentes, entre ellas Atenas y Turios, reclamaron ser el lugar elegido para su funeral y su tumba, y se erigieron monumentos en su honor. La persistente importancia de su obra sigue siendo apreciada hoy en día por millones de personas, y, como ya se ha dicho, se lo sigue considerando como una fuente primaria de información fiable sobre la antigüedad que observó él y sobre la que escribió.