El Putsch de Múnich o el Putsch de la cervecería fue el golpe de estado atentado por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (nazismo) del 8 y 9 de noviembre de 1923. Primero planeaban tomar el control del gobierno bávaro y después, de la República de Weimar. Orquestado por Adolf Hitler (1889-1945), el golpe fracasó porque no obtuvo el apoyo de otros políticos conservadores ni de la policía ni del ejército.
El nazismo y la crisis de 1923
En 1921, Hitler reemplazó a Anton Drexler (1884-1942) como líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, cuya sede se encontraba en Múnich. El partido político no era ni socialista ni tenía ningún interés en los obreros, pero Hitler había elegido ese nombre con el fin de que el grupo ultranacionalista atrajera el mayor número posible de adherentes. Conocido como el Partido Nazi, se trataba de una agrupación marcadamente antisemita y en contra del gobierno establecido en Alemania, al cual consideraba como la raíz de todos los males, desde la firma del humillante Tratado de Versalles, que concluyó la primera Guerra Mundial (1914-1918), hasta la hiperinflación. La República de Weimar, como era conocida Alemania en ese entonces, estaba a merced de coaliciones gubernamentales débiles, que luchaban para superar los complicados desafíos de la posguerra. Para 1923, el Partido Nazi contaba con más de 55.000 miembros, aunque eran muchos menos de los que tenía el Partido Socialdemócrata, por ejemplo, que contaba con más de 1,2 millones de miembros.
En el verano de 1923, el gobierno alemán se enfrentaba a una nueva crisis. Francia había invadido un área altamente industrializada en la región del Ruhr, ubicada en Alemania occidental, con el objeto de forzar al país germano a cumplir con la obligación de pagar a Francia reparaciones de guerra. El gobierno declaró un estado de emergencia y entregó el poder ejecutivo al ejército. En Múnich, el líder del gobierno local, Gustav Ritter von Kahr (1862-1934), el jefe militar y el jefe de la fuerza policial recibieron poderes extraordinarios para que resolvieran la crisis. Los tres hombres compartían una orientación política derechista, y Hitler vio una oportunidad para tomar el poder o, mejor aún, para invitar a que tomaran el poder políticos y figuras del ejército que consideraba compartían los mismos ideales. El objetivo final de Hitler era marchar sobre Berlín, del mismo modo que el dictador fascista italiano, Benito Mussolini (1883-1945), había marchado sobre Roma para hacerse con el poder en octubre de 1922 (contando con la invitación del rey italiano que no tuvo otra alternativa). Antes que nada, Hitler se encargaría de Múnich, usando como arma a sus seguidores paramilitares.
Hitler contaba con que Ludendorff fuera una figura respetable para encabezar el golpe de Estado conducido por los nazis.
Los nazis utilizaban un grupo paramilitar llamado Sturmabteilung o “SA” (en español, sección de asalto) para vapulear a la oposición política y darse aires de importancia. Dirigida por Ernst Röhm (1887-1934), la SA llegó a ser demasiado poderosa para el gusto de Hitler por lo que creó su propia unidad de guardaespaldas denominada las Stosstrupp-Hitler (Tropas de Choque de Hitler). Miembros de esta fuerza incluían a Julius Schreck (1898-1936), Joseph Berchtold (1897-1962), Ulrich Graf (1878-1950), Hermann Göring (1893-1946) y Rudolf Hess (1894-1987). Otro partidario clave de Hitler fue el general Erich Ludendorff (1865-1937), el veterano de la Primera Guerra Mundial que había perdido favor con el gobierno de Weimar desde el armisticio. Hitler contaba con que Ludendorff fuera una figura respetable para encabezar el golpe de Estado conducido por los nazis.
El primer punto de confrontación elegido por Hitler fue una cervecería en Múnich. El 8 de noviembre de 1923, alrededor de las 20:30, él y varios de los miembros de la Stosstrupp-Hitler rodearon el Bürgerbräukeller mientras que, en el interior de la cervecería, von Kahr daba un discurso a una audiencia conformada por importantes funcionarios del gobierno y por empresarios. En realidad, Hitler había pensado que von Kahr iba a azuzar a la audiencia anunciando la revolución, o por lo menos declarar la separación de Bavaria del gobierno federal. Pero el hecho es que von Kahr ya había abandonado esa idea porque resultaba demasiado riesgosa e improbable de que tuviera éxito sin el apoyo del ejército. Hitler irrumpió en la cervecería flanqueado por sus hombres armados con metralletas, disparó un tiro al techo para luego apuntar su arma hacia von Kahr y anunciar con audacia que “¡La revolución nacional ha comenzado!” (Stone, p. 34). Un historiador llamado Müller fue testigo del evento de esa noche:
Herr von Kahr había estado hablando por media hora. Entonces hubo movimiento cerca de la entrada, como si hubiera gente tratando de hacerse camino para entrar. A pesar de las advertencias, los disturbios no se detuvieron.Herr von Kahr había interrumpido su discurso (…) Lo vi [a Hitler] aparecer entre dos soldados con cascos de acero y que llevaban pistolas a la altura de la cabeza, apuntando hacia el techo. Se giraron hacia la plataforma. Hitler se subió a una silla que estaba a mi izquierda (…) En ese momento Hitler anunció… “La revolución nacional ha comenzado. La cervecería está rodeada”. Los caballeros [en el podio] no se movieron (…) Lo escuché [a Hitler] hablar con los caballeros y escuché sus palabras: todo se terminaría en diez minutos si lo acompañaban…
Luego de que von Kahr y Hitler se ausentaran por alrededor de diez minutos en la trastienda, Hitler reapareció en el salón principal. Continúa la historia de Müller:
[Hitler] se dirigió a la plataforma y dio un breve discurso . Fue una obra maestra de la retórica. En solo unas pocas oraciones había transformado el humor de la audiencia por completo. Nunca había visto algo así. (McDonough, pp. 114-115)
La marcha hacia el poder
En el ínterin, Röhm y la SA se habían apoderado de varios edificios gubernamentales, incluido el Ministerio de Guerra. Como declaró Müller, Hitler había hablado en privado con von Kahr y su asociado el coronel Hans von Seisser, jefe de la policía estatal bávara, pero estos habían fracasado en convencer al líder nazi de que sería imposible dar el golpe de Estado sin la cooperación del jefe del ejército en Berlín, el general Hans von Seeckt. Von Kahr y los otros fueron liberados luego de engatusar a Hitler con promesas de que colaborarían en la “revolución” y arengando a la multitud que todavía se encontraba en la cervecería. Seisser y von Kahr no tardaron en ponerse en marcha para asegurarse de que el nazi advenedizo no consiguiera lograr nada con su atentado.
La policía se mantuvo firme cuando le pirieron que se hiciera a un lado para que la marcha continuara.
Puede ser que Hitler ya se hubiera dado cuenta de que el juego había terminado, pero no tenía más opción que continuar si pretendía retener algún vestigio de respetabilidad entre los miembros de su partido. Llegó incluso a decirles a sus seguidores en la cervecería que “si las cosas funcionan, bien; si no, nos colgamos todos” (Range, p. 386). A esta altura ya era de mañana y Hitler, con sus seguidores y Ludendorff a la zaga, salieron de la cervecería y marcharon por las calles hasta el Ministerio de Guerra para unirse a Röhm. Todo empezó a ir colina abajo para los conspiradores a partir de ese momento.
Cuando Hitler y los 2.000 manifestantes llegaron a la plaza de la Odeonsplatz, se hallaron frente a frente con cien policías armados; mientras tanto, el ejército había rodeado el Ministerio de Guerra, aunque todavía nadie había abierto fuego. La policía se mantuvo firme cuando le pidieron que se hiciera a un lado para que la marcha continuara. Entonces se escuchó un disparo. Se disputa qué lado fue el primero en disparar, pero resultó en la muerte de un policía; a continuación, las fuerzas policiales dispararon contra los manifestantes. El hombre que estaba parado al lado de Hitler, y que estaba agarrado del brazo de Hitler, recibió un disparo en el pecho, cayó al suelo y le dislocó el hombro al líder nazi en el proceso. Ulrich Graf se arrojó frente a su líder para bloquear otro tiro. Otros recibieron heridas no fatales, como Göring y Berchtold. Cinco miembros de la Stosstrupp-Hitler, otros once nazis y dos policías murieron en el incidente. La bandera de la Reichskriegflagge (Bandera Imperial de Guerra), acarreada por Heinrich Himmler (1900-1945) durante el atentado, se manchó de sangre en el incidente y, una vez recuperada por la policía, se convirtió en un tipo de reliquia sagrada para los seguidores del nazismo. Tanto así que la bandera recibió un nombre especial: la Blutfahne o “Bandera de sangre”. Ludendorff continuó la marcha por su cuenta, pero Hitler y sus allegados más cercanos se dieron cuenta de que las fuerzas estatales ya tenían la ventaja y se alejaron hacia lo que pensaban que era la seguridad del campo. El atentado resultó en un fracaso absoluto.
El Putsch de Múnich fracasó porque el plan de Hitler era tan ingenuo como en exceso ambicioso. El líder nazi subestimó la fuerza de sus oponentes y sobreestimó la ambición y la valentía de sus aliados, que resultaron no serlo en lo absoluto. Hitler tampoco tomó bien en consideración la lealtad que el ejército tenía hacia el régimen de Weimar, la falta de popularidad de Ludendorff por su asociación con el armisticio y el disgusto general que el pueblo sentía por los nazis y sus métodos violentos, sentimiento que incluso derechistas compartían. En este periodo las ideas de Hitler eran una mezcla entre políticas conservadores y progresistas; las ideas progresistas habían puesto en su contra a figuras como von Kahr, y también se había rehusado a cooperar como otros grupos paramilitares derechistas. En cualquier caso, aunque Hitler hubiera tomado control de Múnich, lograr su cometido de apoderarse del gobierno federal era harina de otro costal, dado que el jefe del ejército, Seeckt, ya había rechazado sin ambages las propuestas de colaboración de Hitler. Por sobre todas las cosas, el frágil gobierno de Weimar desesperaba para no provocar otra revuelta violenta de los radicales que lo forzara a resistir otra huelga general de los sindicatos. Un caso así sucedió en Berlín en 1920 cuando los conservadores tuvieron otro intento fallido de golpe de Estado. En resumen, Hitler eligió un momento pésimo para actuar, como también fue pésima su elección de aliados. Incluso si el golpe hubiera sido exitoso, el Partido Nazi no tenía ninguna estructura, ni ninguna idea para gobernar realmente Alemania, más allá de atacar sistemáticamente a sus opositores e imponer la pena de muerte por cualquier tipo de ofensa menor. Hitler tuvo que esperar otra década para que las estrellas de la política germana se alinearan a su favor.
Las consecuencias del Putsch
Al día siguiente del atentado, se arrestaron por traición a Hitler y a muchos de sus asociados. De los miembros nazis notorios presentes en el Putsch, solo Hess y Göring evitaron ser arrestados porque habían huido a Austria, cada uno por su lado. A Hitler lo declararon culpable en el juicio de febrero de 1924, pero no dejó de aprovechar el proceso como plataforma para dar un largo discurso en el que prometía que llegaría a ser el líder de Alemania. Lo sentenciaron a cinco años en prisión; sin embargo, gracias a que el juez simpatizaba con él, la sentencia que recibió fue la mínima que podría haber recibido por una ofensa tan grave contra el estado. Hitler fue encarcelado en la prisión de Landsberg junto a varios de sus partidarios, entre los cuales se encontraban Himmler, Röhm y Hess. Desbandaron la Stosstrupp-Hitler y prohibieron el Partido Nazi y la SA (aunque solo durante un tiempo). Aumentó considerablemente la cantidad de miembros de la SA, que adoptó por un tiempo el nombre de Frontbann, de unos 2.000 al momento del Putsch a 30.000 un año más tarde. La publicidad del juicio y las habilidades oratorias de Hitler en la corte no habían causado daño alguno a la popularidad de los nazis.
Hitler tuvo un encarcelamiento cómodo, recibía visitas regulares y escribió una biografía que incluía momentos específicos de su vida y en la que explayaba sus sueños excéntricos de un futuro estado germano que dominaría el mundo; el libro se titulaba Mi lucha (en alemán, Mein Kampf). Cuando lo liberaron en diciembre de 1924 por buen comportamiento, Hitler continuó promoviendo el socialismo nacional, excepto que en esta ocasión solo a través de medios pacíficos.Mein Kampf se publicó en 1925.
En las elecciones de 1932, el Partido Nazi gozó de suficiente éxito para que invitaran a Hitler a que asumiera como canciller de Alemania. Preocupado por el creciente poder de Röhm y de la SA, el líder nazi creo un grupo paramilitar que les hiciera rival, la Schutzstaffel o “SS”, leales exclusivamente hacia él. En la noche de los cuchillos largos del verano de 1934, eliminaron a la dirigencia de la SA y asesinaron a Röhm. En la misma purga, Hitler se aseguró de que von Kahr pagara el precio de su traición: la SS ejecutó al concejal retirado.
Desde 1933, recibieron una medalla honorífica, la Blutorden u “Orden de la Sangre”, todos aquellos que habían participado en el Putsch de Múnich, que se había convertido en una aventura legendaria de la historia del nazismo gracias a la constante propaganda. Con el tiempo se recompensó a muchos veteranos del suceso con los mejores puestos de poder: Himmler pasó a liderar la creciente SS, Göring se convirtió en el líder de la Gestapo (policía secreta) y luego de la Luftwaffe (Fuerza aérea alemana) y Goebbels recibió el puesto de ministro de propaganda. Durante el reinado de Hitler, hubo un guardia apostado en la Odeonsplatz en todo momento, y el monumento llamado Feldherrnhalle, que incluía las tumbas de los 16 “mártires” de la causa, era un punto de peregrinaje para los adeptos del nazismo. Cada nueve de noviembre, se realizaba una ceremonia conmemorativa y se convirtió en un feriado oficial del nazismo, en el que Hitler retornaba a la Bürgerbräukeller para dar un discurso. No se olvidaron de la Bandera de sangre, que utilizaron para consagrar banderas del Partido Nazi en importantes ceremonias públicas, como los Congresos de Nuremberg anuales, que eran reuniones multitudinarias que se celebraron cada septiembre (con solo una excepción) desde 1927 a 1938.
El Putsch de Múnich, o Putsch de la cervecería, fue un intento del líder nazi Adolf Hitler de tomar el poder en Múnich por la fuerza en noviembre de 1923.
¿Por qué fracasó el Putsch de Múnich?
El Putsch de Múnich fracasó porque Adolf Hitler no consiguió el apoyo de la policía, el ejército y sus colegas políticos de derechas.
¿Cuál fue la principal consecuencia del Putsch de Múnich?
La principal consecuencia del Putsch de Múnich fue el encarcelamiento de Adolf Hitler y la prohibición del Partido Nazi, lo que supuso la detención de su avance hacia el poder durante una década.
Soy traductor técnico-científico y literario de inglés a español, aficionado a la Historia desde muy pequeño. La posibilidad de combinar las dos disciplinas me parece una oportunidad imperdible e invaluable.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2024, octubre 04). Putsch de Múnich [Beer Hall Putsch].
(N. Cavaliere, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-23588/putsch-de-munich/
Estilo Chicago
Cartwright, Mark. "Putsch de Múnich."
Traducido por Nicolás Cavaliere. World History Encyclopedia. Última modificación octubre 04, 2024.
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Cartwright, Mark. "Putsch de Múnich."
Traducido por Nicolás Cavaliere. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 04 oct 2024. Web. 20 nov 2024.
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Escrito por Mark Cartwright, publicado el 04 octubre 2024. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.