
Britomartis, también conocida como Dictina (del dialecto cretense, Diktynna), era la diosa cretense de la caza y las redes de pesca en la mitología griega. Aunque era considerada una ninfa y venerada a nivel local, tenía al menos dos santuarios importantes y activos, uno en Creta y otro en Egina, donde los fieles le llevaban ofrendas. La consideraban una doncella desaparecida, inmortalizada y divinizada por Artemisa.
Según su mito más popular, Britomartis («dulce doncella» en dialecto cretense) era una cazadora excepcional y una amada compañera de Artemisa. Como tal, había jurado permanecer virgen. Sin embargo, el rey Minos la deseaba y la persiguió sin descanso durante nueve meses. Finalmente, la atrapó en lo alto de una cima e intentó tomarla, pero Britomartis saltó desde el acantilado al mar para escapar. Las redes de los pescadores (diktuon) la sacaron de las aguas y la llevaron a la isla de Egina. Allí, Artemisa la transformó en la diosa de las redes, de nombre Dictina, para que presidiera su propio culto.
A pesar de su claro origen cretense, Britomartis/Dictina fue probablemente una diosa menor reintroducida en el panteón de la Edad de Bronce de la isla por los escritores griegos clásicos. Con el tiempo, Dictina se asoció a genealogías divinas y se la incluyó entre los hijos de Zeus y Leto. Su culto siguió siendo popular durante los periodos helenístico y romano imperial, como demuestran los restos arqueológicos de sus santuarios y las monedas con su imagen.
En la religión minoica
El sistema cretense de creencias y prácticas sagradas se caracteriza por impresionantes procesiones, abundantes sacrificios y ofrendas, símbolos misteriosos como la doble hacha (labrys) y actividades rituales como la taurocatapsia o salto del toro. También presenta imágenes pintadas y esculpidas de personajes femeninos comúnmente interpretados como diosas o sacerdotisas, normalmente con los brazos levantados. Algunas de estas diosas/sacerdotisas sostenían serpientes, lo que llevó a Sir Arthur Evans (1851-1941), figura clave en el descubrimiento de la civilización minoica, a sugerir que podrían representar a una «Gran Diosa Madre» y a sus compañeras.
El descubrimiento de numerosas inscripciones en Cnosos, un yacimiento arqueológico que creía que era el palacio del rey Minos, convenció a Evans de que el desciframiento de estas inscripciones le proporcionaría una comprensión clara de sus descubrimientos materiales y de su importancia en la religión y la cultura minoicas. Dedicó su vida a este esfuerzo, pero descubrió que las inscripciones representaban tres escrituras diferentes: jeroglíficos cretenses, el silabario Lineal A y el silabario Lineal B. Mientras que las dos primeras siguen sin descifrarse, el silabario Lineal B fue finalmente descifrado por Michael Ventris (1922-1956). Dado que casi todas las tablillas leídas desde entonces contienen únicamente documentos administrativos y comerciales, la comprensión de la religión minoica ha seguido dependiendo en gran medida de establecer paralelismos entre los elementos visuales del arte, la arqueología y la arquitectura. En otras palabras, aún no disponemos de pruebas escritas que nos indiquen cómo llamaban los minoicos a su diosa o diosas.
Sin embargo, los estudiosos coinciden en que la religión minoica, como muchos otros aspectos de esta cultura, fue adoptada o adaptada posteriormente por los micénicos y los griegos. Del mismo modo que Michael Ventris ha demostrado que la lengua del silabario Lineal B es una forma temprana del griego clásico, investigadores como Jennifer Larson explican que:
Desde sus inicios en la Edad del Bronce, la religión «griega» fue una síntesis. La fuerte influencia de las ideas y la estética minoicas es claramente perceptible en la cultura material de la religión micénica...
(138)
La idea del persistente protagonismo de varios dioses y diosas como Zeus, Apolo, Dioniso y Atenea desde la época minoica hasta las culturas micénica y grecorromana, encuentra apoyo material en los nombres de estas deidades en unas tablillas escritas en Lineal B. Estas se descubrieron en el Palacio de Néstor, hacia el año 1200 a.C., en la ciudad micénica de Pilos, y enumeran las ofrendas y sacrificios que se dedicaban, o debían dedicarse, a cada deidad. En una tablilla, llamada Tn 316, los destinatarios divinos de las vasijas de oro son Zeus, Hermes, Hera y Potnia. El nombre Potnia, escrito como po-ti-ni-ja en Lineal B, significa «El dios femenino que tiene poder». Varias diosas importantes recibieron este título en la Creta minoica, a veces como epíteto (por ejemplo, Potnia Atenea), otras denotando el atributo geográfico o funcional de la diosa, como en Potnia Hippia (Señora de los Caballos), o únicamente como su nombre o título. Si confiamos en que Potnia debe ser la designación minoica/micénica de las figuras femeninas sagradas en el arte minoico porque ambas son notablemente frecuentes, es probable pues que esta gran diosa minoica/micénica sobreviviera al colapso de la Edad del Bronce y se abriera paso en el panteón griego arcaico en forma de una o más deidades femeninas.
La mayoría de los estudiosos sugieren que Atenea es el renacimiento griego de Potnia, dado que la diosa de la Edad de Bronce aparecía a menudo relacionada con la guerra y la protección. Sin embargo, la diosa cretense, a la que los escritores griegos honraban y alababan constantemente desde el siglo V a.C., era Britomartis/Dictina, expresamente vinculada a Artemisa y, más tarde, a su familia divina.
En la Grecia clásica
Aunque no está clara la relación entre la diosa cretense Potnia y la protectora de cazadores y pescadores Britomartis/Dictina, esta divinidad cretense era conocida y venerada en las épocas clásica, helenística y romana. En la Atenas del siglo V a.C., las comedias de Aristófanes apelan a sus poderes sobre las redes de pesca y la caza:
La mejor manera es roer la red. ¡Oh, Dictina, diosa protectora de las redes, perdóname por hacerle un agujero!
(Avispas, 367)
Oh Artemisa, divina doncella, Dictina, bella cazadora, traed esa jauría de perros, y cazad conmigo por toda la casa. Oh Hécate, de llamas prendidas.
(Ranas, 1358)
El vínculo de Dictina con Artemisa se repite continuamente en la literatura griega antigua, lo que subraya la popularidad de su leyenda en la Grecia clásica. El relato más antiguo de esta leyenda aparece en el Himno 3, dedicado a Artemisa, de Calímaco:
Sobre todas amaste a la ninfa de Gortina [lugar en Creta], Britomartis, temida por los cervatillos, de ojo certero. Por amor a Minos, brillante por sus encantos, la persiguió durante mucho tiempo por las colinas de Creta, pero la ninfa se escondía unas veces bajo los espesos robles, otras en el fondo de los pantanos. Durante nueve meses vagó entre precipicios y acantilados sin dejar de perseguirla. Por fin, estaba a punto de alcanzarla cuando saltó al mar desde lo alto de una roca. Las redes de un pescador la salvaron, y a partir de entonces, la ninfa y la roca desde la que se precipitó recibieron los nombres de Dictina («Señora de las Redes») y Diktaion («de las redes») respectivamente por parte de los cidonios, y allí le erigen altares y le dedican sacrificios.
(188 ff)
El santuario central de Dictina en Creta, el Diktynnaion, estaba situado en el monte Dicte, cerca de Cidonia (la actual La Canea), en la costa noroeste de la isla. Según Heródoto, célebre visitante del lugar en el siglo V a.C., el santuario de Dictina fue construido por los colonos de Samos durante su breve periodo de asentamiento hacia 524-519 a.C. (Historias, 3.59).
Diodoro Sículo (siglo I a.C.), aunque se centra en el culto cretense a Britomartis/Dictina en relación con Artemisa, la presenta como hija de Zeus y Carme, y nieta de Deméter (5.76.3). Pausanias (siglo II d.C.) está de acuerdo con este linaje, pero sustituye a Deméter por Carmánor, que purificó a Apolo tras haber matado a Pitón. Pausanias también añade que Dictina fue inmortalizada por Artemisa y que su culto se extendió a Egina, donde se la veneraba exclusivamente bajo el nombre de Afaya (que significa «sola») (2.20.3). Esto sugiere que, en algunas partes del mundo griego durante el periodo helenístico, Britomartis/Dictina estaba incluida en el grupo de deidades vinculadas a los hijos de Leto, Apolo y Artemisa.
Época romana y posterior
Los hallazgos más antiguos en el emplazamiento del santuario de Diktynnaion se remontan a finales del siglo VII o VI a.C. En la época helenística, el santuario de Britomartis/Dictina estaba probablemente bajo el control de la ciudad de Polirrenia, no lejos de Cidonia. Polirrenia seguramente se fundó durante el periodo arcaico griego y siguió existiendo en la época bizantina. En el periodo helenístico tardío, quizá tras la última conquista romana de Creta en el 66 a.C., el santuario de Dictina fue parcialmente reconstruido. Su máximo apogeo, sin embargo, llegó con la construcción de un nuevo templo bajo el emperador romano Adriano (cuyo gobierno fue del 117 al 138 a.C.). Entonces, el culto a Dictina adquirió especial relevancia. También apareció en las monedas romanas, donde se destacaba su vínculo con Zeus, esta vez como madre divina, y con el mito cretense de su infancia en la cueva del monte Ida.
Dictina y su santuario debieron de ser fascinantes. Su culto y su carisma inspiraron a numerosos escritores antiguos de la época, desde Silius Italicus (hacia el 215 a.C.) hasta Ptolomeo y Apuleyo (siglo II d.C.). Según Filóstrato, Apolonio de Tiana visitó el santuario a mediados del siglo I de nuestra era. La riqueza del santuario era tal que estaba custodiado por perros tan fuertes como osos, o eso afirmaban los cretenses (Filóstrato, Vida de Apolonio 8.30). Adoradores de toda Grecia y el Mediterráneo acudían al lugar con ofrendas. Era costumbre que se acercaran descalzos, portando sus valiosos regalos en contacto directo con la tierra y la naturaleza, encarnadas por la diosa.
El templo de Afaya en Egina, una estructura dórica de piedra caliza de unos 30 por 13 metros, se construyó alrededor del año 500 a.C. para sustituir a un templo de madera anterior que había sido destruido por un incendio. El hallazgo de numerosas figurillas femeninas del siglo XIV a.C. sugiere que en este lugar se seguía rindiendo culto a una diosa madre de origen minoico. El templo arcaico albergaba una importante colección de esculturas, que fueron saqueadas por Luis I de Baviera (rey de 1825 a 1848) y trasladadas a Múnich. Estas esculturas, junto con los restos del templo, se exponen actualmente en la Staatliche Antikensammlungen und Glyptothek (Museo de las Colecciones Estatales de Antigüedades y Gliptoteca).