Al este de los montes Zagros, una meseta alta se extiende hacia India. Mientras Egipto se levantaba contra los hicsos, una ola de tribus pastorales del norte del Mar Caspio estaba a la deriva dentro de esta área y hacia India. Al tiempo que los asirios hubieran construido su nuevo imperio, una segunda oleada había cubierto toda la extensión entre los Zagros y el Hindú Kush. Algunas tribus se asentaron, otras retuvieron su estilo de vida semi-nómada. Estas fueron los pueblos iranios.
Tribus nómadas
Como todos los pueblos nómadas carentes de policía y tribunales de justicia, un código de honor era central para las tribus iranias, y sus creencias religiosas diferían de aquellas de los pueblos sedentarios. Donde los granjeros de Egipto y Mesopotamia habían convertido a los dioses de la naturaleza en guardianes de la ciudad, los iraníes habían empezado a destilarlos en algunos principios universales. Zoroastro, quien vivió alrededor del año 1000 a.C., llevó este proceso. Para él, el único dios era el creador, Ahura Mazda, el portador de asha - luz, orden, verdad; la ley o lógica por la cual el mundo estaba estructurado. Incluso aquellos que no practicaban el zoroastrismo crecieron moldeados por una cultura que valoraba simples ideas éticas como decir la verdad.
En algunas áreas, una tribu lograba juntar una colección de otras tribus bajo su liderazgo. Los medos fueron una de ellas. Construyeron una capital en Ecbatana ("lugar de reunión") en los Zagros orientales desde donde extendieron su poder. En el año 612 a.C., Ciáxares, rey de los medos, asaltó Nínive con los caldeos, después del cual empujó hacia el noroeste. En el año 585 a.C., los medos estaban luchando contra los lidios en el río Halis cuando un eclipse solar aterrorizó a ambos lados en hacer las paces. Poco después, Ciáxares murió dejando un tipo de imperio a su hijo Astiages (585 - 550 a.C.).
Una de las regiones cuyas tribus pagaban tributo a los medos era Persia, que se ubicaba al sureste de Ecbatana, más allá de Elam. Allí habían alrededor de 10 a 15 tribus en Persia, de las cuales una era la pasargada. El líder de los pasargades siempre venía del clan aqueménida, y, en el año 559 a.C., un nuevo líder fue elegido: Ciro II ("el Grande").
Ciro II
Nos han dicho que Ciro fue el nieto de Astiages por vía materna, pero eso no lo detuvo para desear liberarse del yugo medo. Para el año 552 a.C., había convertido a las tribus persas en una federación e inició una serie de levantamientos. Cuando llegó la inevitable confrontación con su abuelo en el año 550 a.C., los medos se amotinaron y se unieron a Ciro en su marcha a Ecbatana.
Ciro tomó el titulo de "Shah ('Rey') de Persia" y construyó una capital en el sitio de su victoria, a la que llamó Pasargada, por su tribu. Sin embargo, ganándose a los medos, otorgó a Ciro con un vago imperio en expansión con innumerables pueblos diferentes. Enfrentó diversidad cultural, sospecha y hostilidad total. Lidia y la Babilonia caldea tenían acuerdos con los medos; ninguno se sentía cómodo con la toma de control persa.
Lidia fue conquistada debido a que Ciro no jugaba con las reglas. Después de una batalla indecisa cerca del río Halis en un otoño, el rey Creso (c. 560 - 546 a.C.) regresó a Sardes, esperando continuar la lucha en la primavera según la costumbre. Pero Ciro lo siguió a su hogar y capturó la propia Sardes, la capital de Lidia y la más rica de las ciudades jónicas. Un siglo atrás, Lidia había acuñado las primeras monedas, haciendo de Jonia un centro de comercio. Ahora todo esto caía a Ciro.
En cuanto a Creso, parece que Ciro pudo haber perdonado su vida, nuevamente contra todo precedente. Ciro desarrolló una reputación de perdonar a gobernantes conquistados para preguntar su consejo en como gobernar mejor sus tierras. Cuanto de esta reputación está garantizada es difícil de saber, pero antes de Ciro ninguno la hubiera querida de cualquier manera, sería una muestra de debilidad
Un imperio de muchas naciones
Ciro, en contraste, vio la cooperación como una fortaleza, particularmente cuando venía a asegurar el premio mayor: Babilonia. En lugar de intentar capturar la mejor ciudad del mundo a la fuerza, Ciro luchó una campaña de propaganda para explotar la impopularidad de su rey Nabonido. Las tradiciones de Babilonia estarían más a salvo con Ciro, fue el mensaje. Las puertas fueron abiertas y hojas de palma fueron puestas delante cuando entraba en la ciudad.
Una vez en Babilonia, Ciro realizó las ceremonias religiosas que Nabonido había descuidado y regresó los íconos confiscados a sus templos alrededor del país. Estos actos permitieron a Ciro reclamar el gobierno legítimo en Babilonia; una regla sancionada por los dioses babilonios. Después explicó que lugar esto tendría en su imperio; el suyo sería un imperio basado, en efecto, en un tipo de contrato entre él mismo y los varios pueblos a su cargo. Ellos pagarían un tributo, y el se aseguraría que todos fueran libres para adorar a sus propios dioses y vivir de acuerdo a sus costumbres.
Los judíos exiliados les fueron permitido regresar a sus hogares y se les otorgó dinero para la construcción de un nuevo templo en Jerusalén. Esto le otorgó a Ciro un escrito favorable en el Antiguo Testamento, así como un estado colchón contra Egipto. El multiculturalismo de Ciro hizo de una paz imperial duradera en una posibilidad real y definió la manera en que los imperios posteriores trataron de lograr un gobierno estable. Fue obvio para Ciro que esta era la única manera en que podría esperar en mantener sus conquistas, pero la suya fue una visión que solo alguien fuera de las civilizaciones de los valles de los ríos, con sus intensos apegos a los dioses locales, pudo haber concebido.
Rey de reyes
El hijo y sucesor de Ciro, Cambises II, anexó Egipto al Imperio persa, pero entonces estalló una rebelión en casa, dirigida, al parecer, por un sacerdote medo posando como el hermano de Cambises, a quien había asesinado en secreto. Cambises se apresuró a regresar, pero murió en el trayecto, dejando a uno de sus generales, un pariente lejano, interviniera. Su nombre era Darío. Darío I ("el Grande") asesinó al pretendiente del trono, pero las sublevaciones estaban surgiendo por todos lados, y se encontró a si mismo teniendo que reestablecer las conquistas de Ciro. Apoyado por el ejército y los clanes nobles de Persia, enriquecidos por el gobierno imperial, Darío recuperó el imperio y lo extendió hasta el valle del Indo, un premio con valor en tributo varias veces más que Babilonia.
Darío se dio cuenta que, si el imperio iba funcionar, necesitaba una organización eficiente. Lo dividió en 20 satrapías, o provincias, cada una pagando un tributo con interés fijo a Persia. Cada satrapía era dirigida por un sátrapa, o gobernador, elegido por el gobierno central, a menudo relacionado con Darío. Para prevenir que el sátrapa construyera una base de poder, Darío nombraba un comandante militar por separado, responsable ante él. Espías imperiales conocidos como "los oídos del rey" mantenían las cuentas con ambos y reportaban de vuelta a Darío a través del servicio postal - el imperio estaba conectado por una red de caminos, en los cuales, los mensajeros podían cambiar caballos en estaciones separadas a un día de camino.
Darío tomó mucho de esta estructura de los asirios, simplemente aplicándolo a una escala más grande, pero su uso de tributo fue algo nuevo. Anteriormente, el tributo había sido esencialmente dinero de protección pagado para evitar problemas, pero Darío lo trató como impuestos. Lo usó para construir una armada y embarcarse en programas masivos de gasto público, bombeando dinero en trabajos de irrigación, exploración mineral, caminos, y un canal entre el Nilo y el Mar Rojo.
También estableció una moneda común, que hizo el trabajar lejos de casa mucho más sencillo. Después, Darío juntó equipos de artesanos de todos lados del imperio para construir, bajo la dirección de arquitectos persas, una capital imperial en Persépolis. Dentro de ella pudo mantener su oro y plata dentro de una bóveda gigante (que pronto quedó demasiado pequeña) y presumir el alcance multiétnico de su imperio. Persépolis se convirtió en el escaparate para los estilos artísticos de casi todas las culturas dentro del imperio, celebradas en un marco de diseño persa. Era la visualización de la idea de imperio de Ciro.
Pero Darío nunca reconoció a Ciro. Parecía tener un chip en su hombro de no pertenecer a la rama de Ciro del clan aqueménida. A medida que superó los logros de Ciro, comenzó a comportarse de una manera cada vez más exaltada, abandonando el título de Shah por el más grande Shahanshah ("Rey de reyes"). Como Persépolis, sin embargo, esto siguió directamente de la visión de Ciro. Él había desempeñado el papel de rey de Babilonia cuando ingresó a la ciudad, pero su concepto de imperio demandaba un gobernante que estuviera encima de todos los reyes vinculados a los intereses de cualquier comunidad. Requería un rey de reyes.
Humillación y decadencia
El gobierno posterior de Darío vio problemas en el Mediterráneo. En el 499 a.C. hubo una rebelión griega en Jonia. Después de aplastarla, la flota de Darío zarpó para castigar a Atenas por apoyar a los rebeldes, solo para encontrarse con una derrota sorpresa. Si la maquinaria administrativa persa no pareciera peligrosamente débil, los griegos hubieran sido enseñados una lección. Pero cuando Darío incrementó los impuestos para financiar un rearmamento, provocó descontento en áreas más importantes como Egipto.
Recayó en el hijo de Darío, Jerjes I (486 - 465 a.C.), el restaurar el orden en Egipto y retomar la cuestión griega. Jerjes se comportó aún más altivo que Darío y, con dos grandes constructores de imperios a seguir, tenía aún más que demostrar. Pero le faltaba su sensibilidad cultural. Cuando el incremento de impuestos provocó disturbios en Babilonia en el 482 a.C., Jerjes saqueó la ciudad, destruyó el templo y fundió la estatua de oro sólido de Marduk, tres veces el tamaño de un hombre. Con ella se fue la grandeza de Babilonia.
El oro de Marduk permitió a Jerjes el comenzar a reunir sus fuerzas para aplastar a los griegos en el 480 a.C.. Forzado a batalla demasiado pronto, sufrió una humillación peor que su padre. Después de ello, Jerjes pareció haberse retirado, en gran medida, al lujo de su corte y harén. Cuando Ciro entró a Babilonia había imitado el comportamiento de un rey mesopotámico para la vista pública, pero ahora, las vidas privadas de los gobernantes persas tomaron forma mesopotámica. Encerrados en un opulento aislamiento, los aquemenidas posteriores participaron en una pantomima, cada vez más llamativa, de intrigas de harén y asesinatos de palacio.
El imperio que Ciro y Darío habían construido fue lo suficientemente fuerte para soportar ese deslizamiento hacia la decadencia por 200 años, pero gradualmente cobró su factura. Los sátrapas forjaron sus propias islas de poder. La inflación empezó a afectar mientras los impuestos seguían subiendo. Incluso el multiculturalismo del imperio, inicialmente su mayor fortaleza, tenía sus inconvenientes; el inmenso ejército era un desconcertante saco de tropas, todas entrenadas y equipadas según sus propias tradiciones, hablando diferentes idiomas.
En el 401 a.C., Ciro el Joven, sátrapa de Lidia, Frigia y Capadocia, organizó un golpe contra su hermano Artajerjes II (404 - 358 a.C.) con la ayuda de 10,000 mercenarios griegos quienes regresaron a sus hogares cuando el golpe falló. La información que trajeron de vuelta allanó el camino para la llegada triunfante de Alejandro Magno en el 334 a.C..
Persia había sido el primer imperio verdadero, un imperio con una estructura organizacional desarrollada desde una idea realista de como gobernar diferentes pueblos. Definió el rol del emperador y estableció una plantilla para futuros imperios desde el romano hasta el británico. Cuando Alejandro llegó para reemplazar el moribundo Imperio persa con una visión propia, mantuvo el ejemplo de Ciro al frente de su mente.