El estandarte romano (en latín: Signum o Signa Romanum) era un gallardete, bandera o pendón, suspendido o atado a una vara o asta que identificaba a una legión romana (infantería) o a los Equites (caballería). El estandarte de una unidad de caballería llevaba el símbolo de la serpiente (Draconarius) mientras que una legión de infantería estaba representada por un animal totémico. El más famoso es el águila (Aquila) pero también había legiones identificadas con el jabalí, el lobo, el caballo y el minotauro.
El estandarte era importante como punto de encuentro, símbolo de orgullo y, en términos más prácticos, como medio de comunicación durante la batalla. Un toque de trompeta llamaría la atención de las tropas hacia el estandarte que luego dictaba la acción a seguir en el campo de batalla. El portaestandarte subiría, bajaría, ondearía o haría algún otro movimiento con el estandarte para indicar cual sería el próximo movimiento de las tropas o para cambiar alguna táctica o formación. Tan importante era el estandarte para los ejércitos de Roma que hubo batallas para recuperarlo. En el tiempo de la República romana, los estandartes estaban inscritos con las letras SPQR, lo cual era una abreviación de Senatus Populusque Romanus (Senado y Pueblo de Roma). El estandarte, entonces, representaba no solo a la legión o cohorte que lo portaba sino a los ciudadanos de Roma y a las políticas que el ejército representaba.
Además de los símbolos de la serpiente y el águila, también estaban el Imago (un estandarte que mostraba la imagen del emperador), el Manus (una mano abierta en el tope del pendón), el Vexillum (un corte de tela rectangular de un cierto color, algunas veces con un número, atado a una vara) y pendones que representaban la jerarquía militar (un pendón rojo, por ejemplo, designaba a un general). El Vexillum designaba el tipo de unidad (legión o cohorte) y la legión. El Manus de la mano abierta simbolizaba la lealtad de los soldados y la confianza que tenían en sus líderes. El Imago recordaba a las tropas el emperador por quien peleaban y representaba simbólicamente la voluntad de Roma entre ellos. Un estandarte tenía más de un pendón en él, con la excepción del Vexillum que se usaba para dirigir los movimientos de las tropas.
La historia de la batalla del bosque o selva de Teutoburgo (9) y la respuesta romana a esa derrota enfatiza la importancia del estandarte para Roma. Bajo el reinado de Augusto, en 12 a. C., las legiones romanas recibieron órdenes de entrar a la región de Germania donde trataron de lograr lo que Julio César había intentado unos 40 años atrás: la subyugación de la tierra. Debido a que los pueblos de Germania eran tribales y no existía un frente unido contra el cual hacer la guerra, los ejércitos de Roma no podían afianzarse en la región. En el año 9 d. C., al general Quintilio Varo se le asignó la gobernación de Germania, aunque no había sido conquistada, y se dedicó a recolectar impuestos y tributos. Esto irritó a muchos en el pueblo, pero especialmente a un joven germano de nombre Arminio, que era miembro de confianza del equipo de Varo. Arminio orquestó un elaborado plan por el cual las legiones romanas tendrían que marchar a través del bosque o selva de Teutoburgo, donde las tácticas y el entrenamiento les serían de poca ayuda, y luego serían emboscadas. Las legiones fueron masacradas al tercer día de su marcha y Roma perdió tres estandartes.
Hacia el año 16 d. C., el general romano Germánico (15 a. C. - 19 d. C.) condujo sus tropas dentro de Germania, desafiando la orden de Augusto de que el Rhin debería ser el límite de Roma, para recuperar los estandartes perdidos por la derrota de Varo. Para ese entonces Augusto ya había fallecido y Tiberio gobernaba Roma, pero todavía se mantenía el mismo límite. Los historiadores han estado de acuerdo en que la campaña de Germánico fue motivada por la venganza, su deseo de reunir a las tropas a su alrededor y, como símbolo de la lealtad de ellas a él y a Roma, la recuperación de los estandartes. Masacró tantos indígenas como pudo en represalia por la derrota romana y recuperó dos de los tres estandartes perdidos en la batalla del bosque o selva de Teutoburgo. Mientras el pueblo aplaudía sus victorias, Tiberio le negó el ascenso por actuar fuera de la política establecida y también, sin duda, por involucrarse en una campaña que habría contribuido a la popularidad de Germánico a expensas de la de Tiberio.
Aunque no tratan directamente de la campaña del bosque de Teutoburgo, en la actualidad películas de Hollywood tales como Centurión (2010) y La legión del águila (2011) han hecho hincapié en el estandarte romano y su importancia para los militares y el pueblo de la antigua Roma. La legión del águila, particularmente, aborda la llamada “masacre de la novena legión” en la Bretaña y la pérdida del estandarte del águila. En realidad, es probable que no haya habido masacre alguna de la novena legión. Se cree que desapareció en el 117 d. C., pero los registros romanos existentes muestran que los miembros de la novena todavía estaban en servicio después de ese año. Si la novena legión se perdió, entonces, fue después del 117 d. C., pero se ha sugerido que la novena fue desmantelada y sus soldados reasignados a otras legiones. No obstante la pérdida del águila de la novena legión, este estandarte permanece como un símbolo del espíritu y la vitalidad de la unidad militar que representaba. Las historias y las películas sobre los intentos de conseguirla celebran los extremos a los que se llegaba para preservar el honor de una persona, la familia, el país y los compañeros de armas y, si esas historias son ciertas, dan cuenta del gran simbolismo del estandarte romano.