Macedonia era un antiguo reino situado en el norte de la península griega, habitado en un principio por la tribu de los macednoi, que, según Heródoto, fueron los primeros en llamarse "helenos" (que después se aplicaría a todos los griegos), apelación que daría su nombre al país.
El reino se fundó en torno al siglo VII a.C. y su fundador fue Cárano, que parece semimítico y que le puso en nombre en honor a Makedon (también Makednos, Macedon), hijo de Zeus. Durante siglos los macednoi no tuvieron mucho que ver con el sur de Grecia, y los griegos los consideraban bárbaros que solo eran útiles por las materias primas de su región, especialmente la madera para la construcción naval. Por su parte, los macednoi sentían el mismo desdén por los griegos.
Durante la invasión persa de 480 a.C., Macedonia estaba bajo el gobierno persa y se vio obligada a aportar tropas al ejército invasor. Sin embargo, no parece que su participación del lado de Persia empeorara las ya de por sí malas relaciones que existían entre Macedonia y la Grecia meridional. Tras la victoria griega y la expulsión de los persas, Macedonia prefirió mantenerse alejada del resto de Grecia y de las peleas y luchas constantes que se sucedieron entre las diferentes ciudades-estado griegas, y los estados del sur hicieron lo propio con Macedonia.
Todo esto cambió bajo el gobierno del rey Filipo II de Macedonia (que reinó de 359-336 a.C.), quien fue poniendo sistemáticamente las ciudades-estado del sur de Grecia bajo su control. Después del asesinato de Filipo en 336 a.C., el trono pasó a su hijo, Alejandro Magno (que reinó de 336-323 a.C.), que difundiría la cultura y la civilización griegas por todo el mundo conocido de la Antigüedad. Macedonia perdió el favor de la Grecia meridional tras la muerte de Alejandro en 323 a.C., y muchos griegos se quedaron resentidos por el gobierno macedonio, expresando un antagonismo violento hacia cualquier cosa que fuera remotamente macedonia. Macedonia siguió siendo un reino autónomo y poderoso hasta que fue anexionado por Roma, junto con el resto de Grecia, en torno a 146 a.C.
Historia temprana y relaciones con Grecia
A principios del siglo VII a.C., los macedonios, bajo el rey Cárano, se asentaron en la parte central de la región y, con el tiempo, fueron colonizando el norte y el sur, echando a los tesalios y los ilirios que habían estado viviendo allí. Antes de su llegada, el país se conocía como Ematía (según Homero, siglo VIII a.C., y posteriormente Estrabón, 63 a.C. - 23 d.C.), pero los recién llegados lo reclamaron y le pusieron el nombre de su dios patrón. Makedon se menciona en el Catálogo de mujeres de Hesíodo en el siglo VIII como parte del panteón griego. El experto Winthrop Lindsay Adams escribe:
Sus leyendas fundacionales afirman que descendían de un hijo de Zeus, Makedon, que a su vez tuvo dos hijos, Pieros y Amathos (que les aportaban una historia religiosa a los términos geográficos y étnicos ya existentes). Hablaban un dialecto llamado makednico, vagamente relacionado con el eólico o con el griego noroccidental, pero lo suficientemente distinto como para que fuera prácticamente ininteligible para los griegos sureños de habla jónica y dórica. (3)
Sin embargo, el idioma no era la única barrera entre las regiones del norte y del sur, ya que Heródoto (en torno a 484-425/413 a.C.) argumenta que los macedonios eran griegos y, al mismo tiempo, intima que eran no griegos que adoraban a los dioses helenos. Heródoto afirma que su primer rey fue Pérdicas, un descendiente de Témeno, a su vez descendiente del héroe griego Heracles (Historias 8:137.1). Aunque Heródoto relaciona a macedonios y griegos a través de Heracles, también deja claro que esa era una afirmación macedonia, no griega, y que los griegos solo reconocían en el caso del rey macedonio Alejandro I (Historias 5:22). Heródoto complica aún más las cosas por el hecho de que Alejandro era conocido como el Filheleno, "amigo de los griegos", un epíteto que se aplicaba a los no griegos. En general, los eruditos concluyen que, fuera cual fuera la nacionalidad de los macedonios, las ciudades-estado del sur no los consideraban griegos. El experto Peter Green comenta:
La actitud de las ciudades-estado griegas hacia este enclave subhomérico era de desdén sofisticado y afable. Consideraban a los macedonios en general como salvajes, toscos en el habla y el dialecto, retrógrados en sus instituciones políticas, insignificantes como luchadores, que faltaban habitualmente a su palabra, que vestían con pieles de oso y eran dados a brebajes profundos y sucios, criados con episodios de asesinato e incesto. (6)
Aunque los macedonios parecen haberse mantenido alejados, hay amplia evidencia de que buscaron la aprobación y aceptación de las ciudades-estado del sur ya desde que Alejandro I (498-454 a.C., el primer rey histórico de Macedonia) el rey se presentara con un pedigrí griego que lo vincula con los reyes argéadas del pasado (ilustres gobernantes griegos de la ciudad de Argos). Los estudiosos siguen debatiendo si Alejandro I poseía realmente tal pedigrí o no, pero las autoridades griegas que le permitieron participar en los juegos olímpicos en torno a 504 a.C. lo aceptaron como verdadero, ya que este honor estaba reservado únicamente a griegos. Además, Alejandro I organizó su corte según el modelo ateniense e invitó a poetas griegos para entretenerlo.
A pesar de ello, parece que los griegos en general consideraban Macedonia como un país bárbaro del que solo cabían destacar sus notables recursos. Macedonia estaba dividida entre tierras altas y bajas; las altas estaban cubiertas de bosques, mientras que las bajas eran llanuras planas y fértiles bañadas por tres ríos. Las cosechas de las tierras bajas, junto con la madera de las tierras altas, se convirtieron en la principal exportación de los primeros colonos y seguiría siéndolo durante toda la historia de Macedonia.
Estas divisiones crearon comunidades pequeñas e independientes que se agruparon bajo una única monarquía que en un principio gobernó desde la ciudad de Aigai (Vergina) y posteriormente desde Pella. El rey supervisaba la administración del reino en su conjunto, pero era responsabilidad de los subordinados tomar decisiones sobre los detalles del comercio, una política que parece haber quedado desde la época en que eran tribus independientes cada una con su rey. Los macedonios se dedicaban al trueque en vez de usar monedas hasta el siglo V a.C. y dependían en gran medida de la agricultura, especialmente en las tierras bajas. A diferencia de sus vecinos del sur, trabajaban la tierra ellos mismos y no tenían esclavos, una política y estilo de vida que alentaba aún más el desprecio del sur de Grecia.
Primeros reyes y cultura
Los primeros reyes anteriores a Alejandro I son semihistóricos y se sabe poco de sus reinados. El padre de Alejandro I, Amintas I (que reinó de 547-498 a.C.), es el primer rey macedonio del que se sabe que firmó tratados y convenios con otras naciones. Fue durante el reinado de Amintas I cuando Macedonia se convirtió en un estado vasallo del Imperio persa en torno a 511 a.C. Alejandro I continuó con las políticas de su padre y su sucesor, Pérdicas II (que reinó de 454-413 a.C.), las expandió y explotó al máximo todos los pactos que hizo. Green escribe:
[Pérdicas enfrentó] Esparta y Atenas a unos contra otros con cinismo, vendiéndoles madera a ambos, creando y destruyendo monopolios como si fueran confeti. También se las arregló para mantener Macedonia fuera de las guerras del Peloponeso, evitando así la ruinosa pérdida de mano de obra que debilitó tanto a los combatientes principales. (8)
A pesar de todo, los griegos seguían considerando la Macedonia de Pérdicas un país atrasado y bárbaro, especialmente los atenienses, y seguía teniendo problemas en la economía y de desunión. Fue Arquelao (que reinó de 413-399 a. C.), el sucesor de Pérdicas, el que elevó el estatus de Macedonia a la par con las ciudades-estado del sur. Revitalizó y reformó el ejército, afianzó los diferentes cantones de la región de manera más segura bajo el poder del trono e instituyó un programa cultural de mayor helenización de su corte y su capital.
En parte, el éxito de Arquelao se debió a las circunstancias: Atenas acababa de perder la guerra del Peloponeso frente a Esparta y necesitaba cantidades masivas de madera para construir barcos nuevos. Sin embargo, si dejamos eso de lado, Arquelao fue capaz de ver lo que había que hacer para elevar a toda Macedonia en conjunto, y específicamente a su rey, y se puso manos a la obra. Invitó a algunos de los poetas y artistas griegos más famosos a su corte, entre ellos Eurípides (en torno a 480 a alrededor de 406 a.C.) y alentó un alto nivel de cultura.
En torno a 399 a.C. Arquelao fue asesinado en una caza por uno de sus compañeros (y posiblemente un antiguo amante) llamado Cratero, quien luego gobernó durante cuatro días antes de ser depuesto y asesinado por el hijo de Arquelao, Orestes (que reinó de 399-398 a.C.), quien fue sucedido por Aéropo II (que reinó en torno a 398-396 a.C.). Los siguientes reyes ascendieron al trono y gobernaron durante uno o más años antes de ser también asesinados hasta que Amintas III (que reinó de 392-370 a.C.) se convirtió en rey.
Amintas III aseguró las fronteras contra las invasiones, aumentó el comercio con las ciudades-estado griegas y continuó el trabajo que había empezado Arquelao I para elevar la categoría de Macedonia. Formó alianzas tanto con Esparta como con Atenas, además de negociar contratos más lucrativos con ellas por la madera de su país. Amintas III se considera el verdadero sucesor de Arquelao I en la medida en que unificó y fortaleció el país de una manera que ninguno de los sucesores inmediatos de Arquelao I logró hacer. Murió de viejo y le dejó su reino a su hijo, Alejandro II (que reinó de 370-368 a.C.), quien no estuvo a la altura de la visión de su padre, así como ninguno de sus sucesores. Su verdadero sucesor sería su hijo menor, Filipo II, que accedió al poder en 359 a.C. y unificaría Grecia bajo el gobierno macedonio.
Filipo II
Alejandro II fue asesinado en 368 a.C. y el trono fue a manos de Ptolomeo de Áloras (368-365 a.C.), su asesino, que reclamó legitimidad a través del matrimonio, o al menos una aventura, con la viuda de Amintas III, Eurídice. La aristocracia de Macedonia veía con malos ojos tanto sus métodos como su gobierno general y fue asesinado por Pérdicas III (que reinó de 365-360 a.C.) quien lo eliminó sin la objeción de nadie. Desde alrededor de 367 a.C., el hermano menor de Pérdicas III, Filipo, había sido rehén de los ilirios y después de Tebas, una de las ciudades más poderosas de Grecia. En Tebas recibió una educación formal en temas militares y diplomáticos y presenció de primera mano la efectividad de la formación de cuña del ejército tebano, así como la fuerza de combate de élite conocida como el Batallón Sagrado.
Pérdicas III consiguió la liberación de Filipo de Tebas en 364 a.C., y este regresó a Macedonia. Después, Pérdicas organizó una campaña contra los ilirios para echarlos de las regiones norteñas y murió en la batalla a finales de 360 a.C. El trono fue entonces a parar a su hijo Amintas IV (que reinó de 359 a.C.), que por entonces no era más que un niño, y Filipo gobernó como regente por un corto tiempo antes de deponer a su sobrino y reclamar el trono para sí mismo. No consideraba que Amintas IV fuera una verdadera amenaza y lo trató bien en vez de deshacerse de él (sin embargo, Alejandro III lo ejecutaría más tarde cuando sucedió a Filipo).
Filipo II empezó inmediatamente un cambio total de las prácticas educativas de su reino y de su ejército. Agrandó este último e introdujo tácticas y formaciones que había aprendido en Tebas. Al mismo tiempo, aumentó la helenización de la región siguiendo las políticas de Arquelao y trajo a Aristóteles (384-322 a.C.) de Grecia para dar clases tanto a su joven hijo, Alejandro, como a sus compañeros.
Entre 356-348 a.C., Filipo II se involucró en los asuntos de sus vecinos sureños al aliarse con algunos de ellos para conquistar a otros, y conquistando después a sus antiguos aliados. El orador ateniense Demóstenes (en torno a 384-322 a.C.) pronunció varios discursos (conocidos como las filípicas) contra el rey macedonio en los que advertía a sus conciudadanos del peligro de confiar en Filipo, pero en general nadie le hizo caso. En 338 a.C. Filipo II y Alejandro III derrotaron las fuerzas combinadas de Atenas y Tebas en la batalla de Queronea y después formaron el Congreso Panhelénico, con él a la cabeza. Había conseguido conquistar las ciudades-estado griegas y las puso bajo el control de Macedonia.
Macedonia se convirtió entonces en un reino poderoso y unificado que también logró riquezas gracias a las nuevas negociaciones y a los tributos del sur. Cuando Filipo II fue asesinado en 336 a.C., por razones que no estaban claras ni siquiera en la Antigüedad, el trono pasó a Alejandro III, que aprovecharía al máximo los recursos que había heredado.
Alejandro Magno
Filipo II había estado planeando una campaña militar contra Persia, que en aquel momefiliponto era el imperio más poderoso del mundo, y Alejandro no perdió tiempo en renovar esos planes. En 334 a.C. cruzó de Grecia a Asia Menor con un ejército de 32.000 soldados de infantería y 5.100 de caballería y tomó la ciudad de Baalbek. En 333 a.C. derrotó hábilmente a los ejércitos de Darío III en la batalla de Issos, pero no logró capturarlo a él. Tomó Siria en 332 a.C. y Egipto en 331 a.C.
Como había heredado un ejército permanente robusto y unas arcas repletas, no le hizo falta formar alianzas con ninguna otra potencia, de manera que tenía libertad para hacer lo que quería, cuando quería y como le parecía. Entre sus objetivos de conquista, si es que no era su objetivo principal, se contaba la unificación y mezcla de culturas, de manera que expandió el pensamiento, la cultura y el idioma helenísticos siempre que pudo, además de documentar las culturas y regiones de las tierras que fue conquistando.
En 331 Alejandro derrotó a Darío en la batalla de Gaugamela y poco después Darío fue asesinado por su propio guardaespaldas. En aquel momento, Alejandro se convirtió en el gobernante de todas las tierras que anteriormente habían pertenecido a Persia, pero siguió adelante en un intento por conquistar India en 327 a.C. El éxito, o no, que podría haber logrado se vio truncado por la amenaza de motín de sus hombres si no daba la vuelta, así que canceló la campaña. Puede que estuviera pensando en renovarla cuando murió, tras diez días de fiebres severas, en 323 a.C.
La macedonia helenística y Roma
Alejandro no nombró un sucesor, por lo que su imperio se dividió entre sus cuatro generales, Lisímaco (que gobernaría Tracia y Asia Menor), Ptolomeo I (que se quedó con Egipto, Palestina, Cilicia, Nabatea y Chipre), Seleuco (que heredó Mesopotamia, el Levante, Persia e India) y Casandro que tomó Macedonia y Grecia. A estos cuatro se los conoció como Diádocos (sucesores), y aunque cada uno de ellos tenía suficientes tierras y riquezas como para satisfacer a cualquiera, todos ellos, con la posible excepción de Ptolomeo I, querían más, motivo por el cual comenzaron las guerras de los Diádocos (322 - alrededor de 275 a.C.).
En estas guerras no solo participaron los cuatro generales, sino también otros que creían que merecían una parte más grande del imperio de Alejandro. Su hermanastra Cinane (en torno a 357-323 a.C.), por ejemplo, logró casar a su hija Adea (conocida como la reina Eurídice) con el hombre elegido como sucesor de Alejandro, su débil hermanastro Arrideo (más tarde conocido como Filipo III, que reinó de 323-317 a.C.). La madre de Alejandro, Olimpia, también se inmiscuyó en las disputas y acabó por ordenar el asesinato de Eurídice y Filipo III. El hijo de Alejandro Magno, Alejandro IV, era la opción más obvia como sucesor, pero nació poco después de la muerte de Alejandro. También acabó siendo asesinado por orden de Casandro en torno a 309 a.C.
Mientras Alejandro estaba de campaña, el general Antípatro (padre de Casandro) gobernó Macedonia como regente (334-323 a.C.), pero en 320 a.C. se autoproclamó regente del imperio entero. Casandro, tras librar varias guerras contra sus antiguos compañeros, regresó a Macedonia y creía que su padre lo nombraría sucesor. Sin embargo, Antípatro eligió a su amigo y antiguo compañero Poliperconte, y Casandro se alió con el general Antígono para hacerse con el trono. Antígono y Casandro consiguieron la victoria y en torno a 305 a.C. Casandro se proclamó rey de Macedonia y fundó la dinastía Antipátrida, que duraría lo que las guerras de los Diádocos.
La historia de Macedonia entre alrededor de 275 a.C. y 205 a.C. se caracteriza por una serie de campañas militares llevadas a cabo por sus reyes, con más o menos éxito, y los asesinatos de esos reyes y de otros miembros de la aristocracia. El más exitoso de estos reyes, al menos al principio, fue Filipo V (que reinó de 221-179 a.C.), quien aseguró sus fronteras contra las tribus invasoras y expandió el poder macedonio en Grecia y por todo el Mediterráneo hasta Asia Menor y Egipto.
Macedonia se vio implicada en los asuntos de Roma durante la segunda guerra púnica (218-201 a.C.) cuando un enviado macedonio en un barco con un diplomático cartaginés fue capturado en 215 a.C. y se descubrió que llevaba un tratado entre Macedonia y el general cartaginés Aníbal Barca. Roma no podía permitirse una alianza entre Cartago y Macedonia, así que comenzó la primera guerra macedónica (214-205 a.C.). Roma salió victoriosa, al igual que en la segunda guerra púnica, y se alzó como la mayor potencia del Mediterráneo.
Sin embargo, Macedonia continuó afirmando su independencia y su autoridad durante las siguientes décadas mientras Roma se iba haciendo cada vez más poderosa. Los romanos no habían olvidado, o perdonado, a Filipo V por su relación anterior con Cartago y exigían una suma exorbitante por daños y perjuicios. Filipo V se negó a pagar y así comenzó la segunda guerra macedónica (200-197 a.C.), en la que Roma volvió a vencer y Macedonia se vio obligada a renunciar a sus posesiones en Grecia. La tercera guerra macedónica (171-168 a.C.) y la cuarta guerra macedónica (150-148 a.C.) acabaron de la misma manera y, con cada una, Macedonia fue perdiendo más y más. Cuando los romanos ganaron la tercera guerra púnica contra Cartago en 146 a.C., Macedonia no tardó en verse absorbida como una provincia romana más.
Conclusión
Las invasiones eslavas de la región empezaron en torno al siglo V d.C. cuando Roma empezó a caer y continuaron hasta el siglo VII d.C. En 681 d.C. las tribus búlgaras formaron en la región el Primer Imperio Búlgaro, que perduraría hasta 1018 d.C., cuando la región fue tomada por el Imperio bizantino. Los bizantinos la mantuvieron hasta 1453 d.C., cuando fueron derrotados por los otomanos, que se establecieron en la zona como parte de su imperio y que la mantendrían hasta el siglo XX.
Con el tiempo, y tras muchos conflictos, la región se dividió en las entidades políticas y étnicas que hoy en día incluyen Grecia, Albania, Bulgaria, Kosovo, Serbia y Yugoslavia. En 1991 d.C. la República de Macedonia se estableció en el área de lo que en un tiempo fue el Imperio macedonio de Alejandro Magno. El legado de la región fue la helenización del mundo antiguo a través de los ejércitos de Alejandro, que aprovechó al máximo todo lo que recibió y tuvo un gran impacto e influencia en los demás durante generaciones; un paradigma que ejemplifica a la gente de la región hasta el presente.