Teseo es un héroe legendario de la mitología griega considerado uno de los primeros reyes de Atenas. Famoso por matar a villanos, amazonas y centauros, su aventura más célebre fue la de matar al temible minotauro del rey cretense Minos.
En la época clásica, Teseo llegó a representar al perfecto ateniense: el justo hombre de acción decidido a servir a su ciudad lo mejor posible y firme defensor de la democracia. Teseo aparece en varias obras de la tragedia griega y su batalla con el minotauro era una de las favoritas de los pintores de jarrones griegos. También es objeto de una de las biografías de las Vidas de Plutarco.
Las primeras aventuras de Teseo: las labores
Según la leyenda, el padre de Teseo era considerado hijo del dios Poseidón o del rey Egeo de Atenas. Su madre era Etra, hija de Piteo, el rey de Trecén, a quien Egeo sedujo. Teseo pasó su infancia en Trecén, en el noreste del Peloponeso, ya que Egeo había advertido a Etra que no le dijera a su hijo quién era su verdadero padre hasta que fuera mayor de edad, lo que quizá explique por qué Teseo fue considerado hijo de Poseidón en su juventud. Cuando fue un joven adulto, el héroe recogió los regalos de sandalias y una espada de su padre que había sido enterrada bajo una pesada roca para cuando fuera lo suficientemente mayor como para levantarla. Con estas muestras, Teseo partió hacia Atenas para reclamar, como hijo único de Egeo, su herencia, el reino de Atenas. Pero antes de llegar a la ciudad, tuvo que enfrentarse a varios villanos y monstruos.
El primer villano al que tuvo que enfrentarse fue Perifetes, que destrozaba las cabezas de todos los que se encontraban con un enorme garrote de hierro. Teseo lo mató sin ceremonias y se llevó su garrote como un arma útil para sus futuras aventuras. Un villano similar era Sinis (también Sines), que merodeaba por la campiña de Corinto y doblaba los pinos para que golpearan y mataran a la gente que pasaba por el istmo. Nuestro héroe mató al molesto Sinis utilizando, por supuesto, un pino doblado. Según Plutarco, Teseo tuvo un hijo, Melanipo, de la hija de Sinis, Perigune.
A continuación vino Quirón, que bloqueó el estrecho paso del mar a través de las rocas de Megara. Este se deleitaba obligando a la gente a lavarse los pies y, cuando se agachaban para hacerlo, los echaba por el acantilado al mar. Tanto si los desafortunados viajeros sobrevivían la caída o no era irrelevante, pues de cualquier manera estos eran devorados por la tortuga gigante que rondaba por aquellas partes. Todo esta espantosa desventura fue puesta a un fin por Teseo, que arrojó a Quirón al mar para que fuera devorado por su propio cómplice o, en otra versión, para que se convirtiera en roca.
El siguiente en la línea fue Cerción, el campeón luchador que aplastaría hasta la muerte a cualquiera que se le cruzara en su camino, pero Teseo lo venció en su propio deporte. El último canalla era Procusto (también Procrustes o Damastes), que asaltaba a los viajeros y los obligaba a subir a una cama; si eran demasiado altos para la cama les cortaba el exceso, si eran demasiado bajos los estiraba con pesas o les martilleaba los miembros para aumentar su longitud. Teseo también se encargó rápidamente de él y lo puso en su propio dispositivo.
Después de ensuciar la campiña griega con villanos muertos, Teseo tuvo que matar a una cerda malhumorada llamada Faya o Fea (también conocida como la Cerda de Cromión) que estaba causando problemas, de nuevo, en la zona de Corinto. Finalmente llegó a Atenas, donde no lo ayudó su celosa madrastra Medea. Ella y los primos de Teseo, los Palentinos, intentaron varias veces acabar con nuestro héroe, pero sus emboscadas y envenenamientos no sirvieron de nada. Medea envió entonces a Teseo a la peligrosa misión de enfrentarse al toro de Maratón, que aterrorizaba el campo. El héroe capturó al animal y lo sacrificó a Apolo. En otras aventuras, Teseo incluso encontró tiempo para ayudar a Meleagro en la caza del jabalí de Caledonia y para acompañar a Jasón y sus argonautas en su búsqueda del vellocino de oro, pero su mayor prueba estaba aún por llegar.
Teseo y el minotauro
Cada año (o cada nueve, según Plutarco) Atenas estaba obligada a enviar siete jóvenes y siete mujeres jóvenes para alimentar a esta horripilante creatura con cuerpo de hombre y cabeza de toro, que habitaba en el misterioso laberinto de Cnosos, construido por el afamado arquitecto Dédalo. El terrible tributo fue, en algunas fuentes, una compensación por la muerte del hijo de Minos, Androgeo, asesinado por competidores celosos después de ganar en los Juegos Atenienses (en otras versiones fue asesinado por el toro de Maratón). El singular minotauro surgió de la unión de la esposa de Minos, Pasífae, y un toro, después de que Zeus enamorara a la reina del animal como venganza por la negativa de Minos a sacrificarlo en honor del dios.
Teseo, tratando de poner fin a esta barbarie, se inscribió como uno de los siete jóvenes y navegó a Creta. En el camino, nuestro héroe, con la ayuda de Anfitrite, la esposa de Poseidón, recuperó un anillo que había sido arrojado al mar por Minos. Al llegar, Teseo se adentró sin miedo en la guarida del minotauro, de la que nadie había salido vivo. Allí, con la ayuda de Ariadna, hija de Minos, el héroe marcó su camino a través de los sinuosos pasajes del laberinto utilizando un ovillo de cuerda. Tras derribar a la bestia con su espada, siguió fácilmente la cuerda hasta la entrada del laberinto y liberó a Atenas de su terrible obligación con Minos.
Navegando de vuelta a Atenas, Teseo abandonó a Ariadna en la isla de Naxos, quizás por consejo de Atenea, pero pronto encontró consuelo en los brazos del dios del vino Dionisos, con quien se casó. En otra versión, es asesinada por Artemisa, siguiendo instrucciones de Dioniso, que había estado prometido a la princesa y estaba disgustado por haberla perdido a manos de Teseo. El héroe se detiene entonces en Delos, ofrece un sacrificio a Apolo y ejecuta lo que se convertiría en una famosa danza, el géranos o danza de la grulla, que imita los movimientos dentro del laberinto.
Teseo volvió a su casa, pero le sobrevino la tragedia cuando olvidó, tal y como había prometido a su padre antes de partir, izar una vela blanca en lugar de la negra habitual (colocada en señal de luto por los jóvenes condenados), lo que indicaría a su padre, que lo esperaba, que todo estaba bien. El padre de Teseo vio la vela negra, pensó que su hijo había sido asesinado por el minotauro y, totalmente angustiado, se arrojó al mar desde el acantilado. A partir de entonces, el mar llevó su nombre, el Egeo. Teseo heredó así el trono y se instaló en el gobierno, unificando los numerosos y pequeños asentamientos de la zona en una sola unidad política (el sinoecismo), y estableciendo un periodo pacífico y próspero para Atenas.
Combatiendo amazonas, centauros y Hades
Este no fue el final de las aventuras de Teseo, ya que también participó en otros mitos. Luchó contra las amazonas junto a Hércules cuando éstas invadieron Ática para recuperar el cinturón de su reina Hipólita, también conocida como Antíope, que Hércules había robado en uno de sus trabajos. Según algunos relatos, Hipólita fue la primera esposa de Teseo y juntos tuvieron un hijo, Hipólito. A continuación, Teseo luchó contra los centauros, criaturas mitad hombre y mitad caballo, que habían interrumpido la boda del buen amigo de Teseo, Pirítoo, de los lápitas.
Teseo intentó entonces secuestrar a Perséfone de Hades en el inframundo para que Pirítoo pudiera casarse con ella. Hades no iba a renunciar a su novia tan fácilmente (sobre todo después de las molestias que le costó llevarla hasta allí) y engañó a la pareja para que se sentara en tronos que los atrapaban. Teseo solo fue rescatado por las hazañas de Hércules, que había venido a capturar a Cerberos en su último trabajo, pero Pirítoo fue, por desgracia, abandonado a su suerte.
La segunda esposa de Teseo fue Fedra, hermana de Ariadna, con la que tuvo dos hijos, Akamas y Demofonte. Por desgracia para la armonía familiar, Fedra se enamoró entonces de su hijastro Hipólito. Sin embargo, sus avances no fueron correspondidos y, despreciada, le dijo a Teseo que su hijo había intentado violarla. Indignado, Teseo pidió a Poseidón que castigara a Hipólito, y el dios del mar respondió enviando un toro desde las profundidades del océano. Esta criatura asustó tanto a los caballos del carro de Hipólito que hicieron caer al joven al mar, donde se ahogó. Fedra, golpeada por el sentimiento de culpa, se ahorcó para completar el típico ciclo de la tragedia griega.
En otro secuestro, pero esta vez más exitoso, Teseo capturó a Helena cuando era una niña y se la entregó a su madre para que la cuidara hasta que llegara a la edad adulta. Sin embargo, la muchacha fue rescatada por sus hermanos, los dioscuros. Estos últimos invadieron el Ática con este fin y Teseo se vio obligado a huir a la isla egea de Skyros. Según la leyenda, el héroe fue asesinado allí por el rey Licomedes, que lo empujó por un acantilado. Sus huesos fueron recuperados por el estadista y almirante ateniense Cimón hacia el año 475 a.C., quien los llevó a Atenas y los colocó en un templo, el Teseion. A partir de entonces, Teseo fue honrado con el festival Theseia, que se celebraba cada año en la ciudad y que se asoció para siempre con el octavo día de cada mes, el día tradicional en que el héroe había llegado por primera vez a Atenas cuando era joven.
¿Cuál es el significado de los mitos sobre Teseo?
Los mitos relacionados con Teseo cobraron importancia en el siglo VI a.C., en un momento en que la ciudad de Atenas entraba en un periodo de dominio en la Grecia más amplia. Teseo pudo ser una alternativa conveniente al otro gran héroe griego, Hércules, y dotó a la ciudad de un patrimonio prestigioso que la diferenciaba de otras ciudades. Teseo también fue promovido por el estadista ateniense Cleístenes, que era archienemigo de los peisistracistas, que consideraban a Hércules como el símbolo de la fuerza de Atenas. La larga lista de villanos a los que se enfrenta Teseo es también de naturaleza muy similar a la historia más antigua de los doce trabajos de Hércules. En su lucha contra las amazonas y los centauros, Teseo era probablemente una metáfora de la resistencia de Atenas contra los ataques extranjeros.
El requisito de pagar un tributo de jóvenes a la Creta minoica puede haberse basado en un pago real de tributo a la potencia comercial dominante del Egeo en la Edad del Bronce media. Los minoicos también adoraban a los toros, como atestiguan los hallazgos arqueológicos, como las decoraciones arquitectónicas con cuernos de toro, los rítones de toro y los frescos, así como otras obras de arte que representan un deporte de salto de toro. Además, el palacio de Cnosos era extremadamente grande para su época y estaba compuesto por múltiples y pequeñas habitaciones contiguas, muchas de ellas con columnas y techos abiertos que actuaban como pozos de luz. No sería en absoluto sorprendente que los visitantes atenienses consideraran esta maravilla arquitectónica un laberinto. En otro posible vínculo, la propia palabra laberinto puede estar relacionada con labrys, un símbolo de doble hacha de importante significado religioso para los minoicos.
¿Cómo se representa a Teseo en el arte y la literatura?
Teseo aparece, en particular luchando contra el minotauro, en el arte griego de la última década del siglo VI a.C. Las escenas de las batallas del héroe en su primer viaje a Atenas estaban presentes en la escultura en relieve del Hefestión de Atenas y del tesoro ateniense de Delfos (ambos edificios datan de alrededor del año 500 a.C.), así como en el templo de Poseidón de Sunio y en el heroon de Trysa, en Licia.
Las batallas del héroe con el toro de Maratón y el minotauro fueron especialmente populares entre los pintores de jarrones con figuras negras, siendo el mejor ejemplo el Vaso François, que muestra muchas escenas de la historia de Teseo. Cabe destacar un magnífico Kylix ático de figuras rojas, actualmente en el Museo Británico, que representa todos los trabajos del héroe. Teseo se distingue de las escenas pintadas similares de Hércules luchando contra un toro y los centauros, ya que el primero suele representarse sin barba.
Teseo aparece en las tragedias de Eurípides (Hipólito y Las suplicantes, donde el criticaba la tiranía y defendía la democracia) y Sófocles (Edipo en Colono). Finalmente, el laberinto aparecía en las monedas cretenses, y el motivo era también un recurso popular en el arte romano, especialmente en los mosaicos del suelo.