Zenón de Elea

Definición

Joshua J. Mark
por , traducido por Edilsa Sofia Monterrey
Publicado el 02 septiembre 2009
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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Zeno of Elea (by Carducci / Tibaldi, Public Domain)
Zenón de Elea muestra las puertas de la Verdad y de la Falsedad. Fresco en el Escorial
Carducci / Tibaldi (Public Domain)

Zenón de Elea (vivió en torno al año 456 a.C.) fue un filósofo griego de la Escuela eleática y un discípulo del filósofo más mayor Parménides (vivió en torno al 485 a.C.), cuya obra influyó en la filosofía de Sócrates (vivió en torno al 470/469 - 399 a.C.). Los estudiosos modernos definen a Zenón y a Parménides como presocráticos ya que sus obras preceden a Sócrates.

Las conclusiones a las que llegaron los filósofos presocráticos y Sócrates serían desarrolladas más tarde por los discípulos de Sócrates, el más conocido por todos es Platón (vivió del 428/427 al 348/347 a.C.) que luego influiría en su discípulo Aristóteles (vivió del 384 al 322 a.C.), y la contribución particular de Zenón a esto fue el establecimiento de la dialéctica, un método de cuestionamiento filosófico y de argumentación mejor conocido por medio de los diálogos de Platón. Las obras de Platón y de Aristóteles formarían más tarde la base de la filosofía occidental e influirían en el desarrollo de los fundamentos de las tres religiones monoteístas del judaísmo, del cristianismo y del islam.

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Poco se sabe de la vida de Zenón fuera de su asociación con la Escuela eleática fundada por Parménides. Parménides argumentaba en contra de la validez de los sentidos y la supuesta verdad que revelan sobre el mundo. Al igual que todos los escritos existentes de los filósofos presocráticos, la obra de Parménides busca establecer la forma subyacente de «lo que es» (la Causa primordial), esa «cosa» esencial de la cual viene toda la vida y el mundo sensible.

Parménides afirmaba que las definiciones previas para esta «cosa» estaban equivocadas ya que proponían elementos individuales tales como el agua (según Tales de Mileto, que vivió en torno al 585 a.C.) o el aire (según Anaxímenes, que vivió en torno al 546 a.C.) cuando, efectivamente, ninguno de estos podía ser la Causa primordial porque eran parte de la realidad observable y experiencial. La Causa primordial tenía que ser la forma subyacente detrás de la realidad, dijo Parménides, y él afirmó que esta forma subyacente era efectivamente la realidad misma (a la que él llamó «lo que es») y toda la realidad y la existencia observable eran una sola. Sus afirmaciones fueron clarificadas por Meliso de Samos (vivió en torno al siglo V a.C.), a quien a menudo se hace referencia como el «tercer eleático» después de Parménides y Zenón por sus desarrollos de la visión monista de la existencia.

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Monismo de Parménides

A Parménides se le conoce como el fundador de la Escuela monista que sostenía que la realidad era uniforme, completa, incólume e indestructible y, que por lo tanto, el cambio era ilusorio. Lo que uno percibe como cambio en la vida, incluidos el tiempo y el movimiento, es sólo una alteración en apariencia, no en esencia. Si uno tuviera que viajar de Atenas a Eleusis, por ejemplo, uno comprendería las diferentes calles, edificios y gente que uno encontrase en Eleusis como si esto significara que esta ciudad fuera diferente de Atenas y que uno había cambiado de localidad. En realidad, decía Parménides, Atenas y Eleusis comparten la uniformidad de la realidad y son, en esencia, exactamente el mismo lugar; sólo la percepción sensorial es la que nos lleva a concluir erróneamente que las dos son diferentes.

Parménides argumentaría que si una persona tuviera que poner un tablón y un martillo y un clavo en una mesa, la percepción sensorial indicaría que hay tres objetos separados sobre esa mesa. Para Parménides, esta sería una conclusión equivocada, dado que el tablón, el martillo y el clavo están compuestos del mismo material básico y participan en la unidad de la existencia y por eso, a pesar de lo que uno pudiera concluir a través de los sentidos, los tres objetos son realmente uno. Debido a que Parménides tuvo muchas críticas que afirmaban que era obvio que un tablón, un martillo y un clavo eran diferentes y que Atenas y Eleusis también lo eran, Zenón escribió 40 paradojas filosóficas famosas (conocidas como sus Argumentos contra el movimiento) que buscaban probar lógicamente la verdad de la afirmación de su maestro.

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Paradojas de Zenón

De las 40 paradojas que se les acreditan a los escritos de Zenón, menos de diez existen en la actualidad, preservadas en la Física de Aristóteles. No se sabe a qué temas se referían las otras, pero aquellas que han sobrevivido se enfocan en la imposibilidad del movimiento. Zenón necesitaba probar que el movimiento era una ilusión porque el movimiento = cambio (uno se mueve de un lugar a otro en un lapso de tiempo) y, si «lo que es» es «uno» e indivisible, el cambio no puede ser parte de él.

Argumentando contra el movimiento, contra la aceptación de la percepción sensorial y la pluralidad sugerida por los sentidos, él escribió las Paradojas contra el movimiento (mejor conocidas como las aporías de Zenón) como un método para demostrar que lógicamente, el cambio y el movimiento no pueden existir. Su argumento filosófico se presenta mediante las paradojas conocidas como la Dicotomía, el Aquiles, la Flecha y el Estadio; todas plantean el mismo punto básico. Las paradojas de Zenón han fascinado a matemáticos y a lógicos por cientos de años y todavía tienen que ser resueltas satisfactoriamente.

LAS PARADOJAS DE ZENÓN HAN FASCINADO A MATEMÁTICOS Y A LÓGICOS POR CIENTOS DE AÑOS Y TODAVÍA TIENEN QUE SER RESUELTAS SATISFACTORIAMENTe.

La paradoja de la dicotomía muestra cómo el movimiento es una mentira de los sentidos y no puede existir lógicamente demostrando que en realidad uno nunca puede llegar a ningún destino. Esta paradoja afirma que, si un corredor tuviera que hacer un esprint de 100 metros, esta persona primero debe recorrer la mitad de la distancia. Para poder recorrer la mitad de esa distancia debe recorrer la mitad de esa distancia y, para hacer esto, primero debe recorrer la mitad de esa distancia. Con esta progresión, Zenón mostró que, sin importar cuán pequeña es la distancia que hace falta por recorrer es imposible, lógicamente, para la persona que corre que logre su meta. No importa cuán cerca o lejos esta sea, siempre habrá una distancia que separe al corredor de la meta debido a la infinita divisibilidad del punto medio. Zenón afirma haber demostrado que debido a que el movimiento es imposible, el cambio es imposible y toda la realidad percibida debe ser una, inmutable, increada y eterna. Los argumentos contra esto, él diría, radican en la ilusión creada por la percepción sensorial.

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La paradoja del Aquiles presenta el mismo argumento, pero usa dos personajes, un corredor rápido (un hombre poderoso tal como Aquiles), que persigue a un corredor lento que tiene una ventaja inicial significativa. Zenón afirma que el corredor lento nunca podrá ser sobrepasado por el corredor rápido porque, en un momento dado, el corredor rápido primero debe alcanzar el punto medio entre ese lugar y el lugar adelantado donde está el corredor lento y debido a que, como en el caso de la paradoja de la dicotomía, hay múltiples puntos medios, el corredor rápido no puede alcanzar al lento y así, el movimiento y el cambio son ilusorios. Zenón arguye que un atleta competente no puede alcanzar al corredor más lento porque ese corredor siempre llevaría la delantera.

En la paradoja de la flecha, Zenón argumenta nuevamente contra la posibilidad de movimiento al establecer primero que cualquier objeto material, por su naturaleza, ocupa espacio. Cuando se dispara una flecha con un arco, esta parece moverse a través del espacio, pero como es un objeto material, esta debe ocupar el espacio en el que está y, momento a momento, está sin movimiento en ese espacio. Puede parecer que la flecha se mueve a través del aire, pero, lógicamente, en realidad no está moviéndose para nada. Su paradoja del estadio presenta el mismo argumento que las otras, pero utiliza a una multitud de personas moviéndose en direcciones diferentes en un campo de juego de un estadio para demostrar lo que dice.

Las afirmaciones de Parménides y las paradojas de Zenón les sonaban absurdas a las audiencias de la Antigüedad (como bien lo serían para una moderna), pero su aseveración era que todas las cosas deben venir de algo (nada viene de la nada), pero «lo que es» no sugiere un punto de origen. «Lo que es» siempre ha existido y siempre ha existido como una sola esencia. La gente percibe diferentes entidades, objetos y animales como «múltiples», pero estos «múltiples» son «uno» en esencia. Las apariencias pueden cambiar (parecería que una flecha esté volando de un punto a otro), pero estas apariencias no pueden, de ninguna manera, afectar la esencia de la realidad inmutable.

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Crítica de Platón

Entre los que criticaban las paradojas estaba Platón. La filosofía de Platón tuvo una influencia importante de Parménides en el desarrollo de su Teoría de las Formas, un reino superior de la Verdad del que el mundo observable era sólo un reflejo. Tal como la esencia inmutable de Parménides, las Formas de Platón eran perfectas, eternas e informaban al mundo de los sentidos que en gran parte era ilusorio. Al mismo tiempo, sin embargo, Platón criticaba las paradojas de Zenón por establecer paradigmas confusos y por pasar por alto la verdad fundamental de la «unidad».

En su diálogo del Parménides, Platón establece la crítica fundamental de las afirmaciones de Parménides y de Zenón cuando hace que Sócrates diga:

Si, en efecto, alguien pudiera mostrar que las cosas que son en sí mismas semejantes se tornan desemejantes, o las desemejantes semejantes, sería —yo creo— un portento. Pero si se muestra que las cosas que participan de ambas, tanto de la semejanza como de la desemejanza, reciben ambas afecciones, eso, Zenón —al menos según yo creo—, no parece absurdo, así como tampoco si se muestra que el conjunto de todas las cosas es uno, por participar de lo uno, y que precisamente esas mismas cosas son, a su vez, múltiples, por participar de la multiplicidad. Pero si pudiera mostrarse que lo que es lo uno, precisamente eso mismo es múltiple, y que, a su vez, lo múltiple es efectivamente uno, ¡eso si que ya me resultaría sorprendente! E, igualmente, respecto de todo lo demás: si pudiese mostrarse que los géneros en sí o las Formas reciben en sí mismos estas afecciones contrarias, eso sería algo bien sorprendente; pero si alguien demostrara que yo soy uno y múltiple, ¿por qué habría de sorprendernos?: bien podría decir, cuando pretendiese mostrar que soy múltiple, que unas son las partes derechas de mi cuerpo y otras las izquierdas, unas las anteriores y otras las posteriores, e, igualmente, unas las superiores y otras la inferiores (yo creo, por cierto, que participo de la multiplicidad); y cuando pretendiese mostrar que soy uno, podría decir que, del grupo de nosotros siete, yo soy un único hombre, porque participo también de lo uno. De ese modo, ambas afirmaciones se muestran verdaderas. Por lo tanto, si alguien se empeña en mostrar, a propósito de cosas tales como piedras, leños, etc., que las mismas cosas son múltiples y unas, diremos que lo que él ha demostrado es que esas cosas son múltiples y unas, no que lo uno es múltiple ni que los múltiples son uno, y que no está afirmando nada que pueda sorprendernos, sino algo que todos estaríamos dispuestos a aceptar. Pero si alguien, a propósito de las cosas de las que estaba yo hablando ahora, primero distinguiera y separara las Formas en sí y por sí, tales como semejanza, desemejanza, multiplicidad, lo uno, reposo, movimiento y todas las de este tipo, y mostrase a continuación que ellas admiten en sí mismas mezclarse y discernirse, ¡tal cosa sí que me admiraría —dijo— y me colmaría de asombro, Zenón! De esta cuestión, yo creo que te has ocupado con enorme celo; pero, sin embargo, mucho más me admiraría, tal como te digo, si alguien pudiera exhibir esta misma dificultad entretejida de mil modos en las Formas mismas, y así como lo habéis hecho en el caso de las cosas visibles, pudiera mostrarla en las que se aprehenden por el razonamiento.

Platón. Diálogos: Parménides. (Trad. M. Santa Cruz et al., páginas 39-41)

En este fragmento, Sócrates se pregunta cómo los «múltiples» pueden ser «uno» en el mundo físico, no sólo en el abstracto. El tablón, el martillo y el clavo puestos sobre la mesa son, claramente, tres objetos que no participan en las propiedades de cada uno. El tablón está hecho de madera, el martillo de madera y metal, el clavo de metal solamente. De ninguna manera estos objetos pueden ser categorizados como «uno», sino que deben, por necesidad, ser considerados como «múltiples». Puesto que, según el argumento de Sócrates expuesto aquí, Zenón nunca se mueve más allá de los fenómenos observables para demostrar su punto, la verdad de la uniformidad de la realidad queda sin comprobarse.

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Respuesta de Zenón

Zenón contrarrestó este argumento al demostrar que los «múltiples» tienen que ser «uno» porque, para que exista la pluralidad, la lógica no podía existir. Debido a que la secuencia lógica y el entendimiento sí existen, no puede haber pluralidad. El profesor J.M Robinson comenta sobre esto:

Como podemos ver en la primera hipótesis del primer argumento del tratado de Zenón, la tesis de que las cosas son múltiples da lugar a consecuencias que son inconsistentes incluso unas con otras; porque si las cosas son múltiples, ellas deben ser «semejantes y desemejantes» y esto es imposible, no porque esto viole la percepción de los sentidos (que, después de todo, es falible), sino porque esto viola la ley de la contradicción, que reside en la base de todo pensamiento. (página 128)

Entonces, no se puede afirmar que un tablón, un martillo y un clavo son «múltiples» ya que los tres objetos comparten la misma sustancia básica de «lo que es». Una persona puede ver los tres objetos y afirmar que hay «múltiples» objetos sobre la mesa, pero eso sólo sería una expresión de confianza en la percepción sensorial, no una comprensión válida de la verdad. Además, la afirmación de que hay una idea de «múltiples» que constituye la realidad, en vez de un «uno», imposibilita la lógica porque entonces estaríamos lidiando con las muchas realidades individuales de cada persona, pero, por la lógica del discurso y argumento filosófico es posible, debe haber algún punto en común que todos compartan; este punto común es «lo que es».

Conclusión

Zenón sostenía que confiar en los sentidos lleva a conclusiones contradictorias, ya que algo que existe y «es» no puede no existir ni no ser y con todo, nuestros sentidos nos dicen que todo está cambiando siempre de lo que «es» a algo que «no es». La percepción de los sentidos apoya la afirmación del filósofo presocrático Heráclito (vivió en torno al 500 a.C.; con quien Parménides y Zenón estaban en desacuerdo) que «la vida fluye» y todo está en constante movimiento y transformación. Para Heráclito, la Causa primordial era el fuego (un elemento transformativo) y esto reflejaba la verdadera naturaleza de la vida que era, de hecho, el cambio constante en sí mismo.

Para Zenón, esta era una conclusión errónea basada sobre la poco fiable percepción sensorial. Eso que es no puede no ser porque entonces contendría dentro de sí misma la contradicción de tener cualidades de «lo que es» y de «lo que no es» y, como esto desafía la lógica, no puede sostenerse como verdad. En esto, Parménides y Zenón estaban en total desacuerdo con la filosofía de Heráclito, pero, al mismo tiempo, parecen haber compartido su creencia de que la mayoría de los seres humanos no podían, o no buscarían comprender la verdad detrás de la realidad aparente que proveen los sentidos. Aunque estos tres filósofos argumentaban contra la aceptación de la percepción de los sentidos como realidad, todos ellos reconocieron que la gente en general se siente más cómoda al llamar «verdad» a sus percepciones y opiniones que al cuestionarlas.

Esta concesión entre ellos sería hasta donde llegarían, sin embargo, en esto la visión filosófica de Heráclito estaba completamente opuesta a la visión monista. El monismo de Parménides y las paradojas de Zenón no podían admitir ninguna verdad de pluralidad y mantenerse coherentes. Desde sus puntos de vista, ellos no tenían que serlo porque uno podía admitir la aparición del cambio sin tener que reconocer ninguna clase de cambio en la esencia de la realidad fundamental.

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Sobre el traductor

Edilsa Sofia Monterrey
Edilsa Sofía es una antigua diplomática y educadora, especialmente interesada en las Artes y los asuntos culturales. Además de otros grados, tiene una maestría en traducción literaria.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2009, septiembre 02). Zenón de Elea [Zeno of Elea]. (E. S. Monterrey, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-448/zenon-de-elea/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Zenón de Elea." Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. Última modificación septiembre 02, 2009. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-448/zenon-de-elea/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "Zenón de Elea." Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 02 sep 2009. Web. 18 nov 2024.

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