Protágoras de Abdera (c. 485-415 a.C.) está considerado el más importante de los sofistas de la Antigua Grecia y el primer filósofo en promover el subjetivismo al sostener que la interpretación de cualquier experiencia, o de cualquier cosa, está condicionada por el individuo. El filósofo relativista chino Teng Shih (c. 500 a.C.) ya había propuesto este mismo punto de vista anteriormente.
Protágoras fue el primero en enseñar filosofía relativista en Grecia desde su posición de sofista. Un sofista era un profesor de retórica, política y lógica que trabajaba como tutor personal de los jóvenes de la clase alta, y Protágoras se encontraba entre los más populares y mejor pagados. Los litigios eran muy habituales en Grecia, y en Atenas particularmente, y a diario se tramitaban innumerables demandas en los tribunales. La capacidad de persuadir al jurado para que aceptara tu versión de los hechos y rechazara las reclamaciones del contrario era muy apreciada y esa era una de las habilidades que los sofistas se ofrecían a enseñar a cambio de dinero.
A Protágoras se lo conoce por la frase que se traduce normalmente como «El hombre es la medida de todas las cosas», con la que quería expresar que todo está condicionado a la interpretación individual. En una habitación hará frío para alguien acostumbrado al calor y hará calor para alguien que viene de un lugar más frío y, según Protágoras, ambas percepciones son correctas. De la misma forma, lo «correcto» y lo «incorrecto» son etiquetas que la gente usa basándose en su propia experiencia e interpretación y, al fin y al cabo, son solo opiniones. No hay nada fundamentalmente correcto o incorrecto, ya que no hay una verdad última que dé valor a esas definiciones.
Platón (428/427-348/347 a.C.) rebatió las afirmaciones de Protágoras y sostenía que debía haber una verdad fundamental que dotara de contenido a las definiciones y valores que la gente consideraba verdaderos. Si, como afirmaba Protágoras, la verdad no existía, cualquier razonamiento sobre lo correcto y lo incorrecto era una mera opinión y, lo que es más, las leyes y las costumbres sociales quedarían desprovistas de significado. Platón dedicó un diálogo entero, el Protágoras, a refutar esta visión relativista, pero se podría sostener que el conjunto de su obra está esencialmente dedicado a demostrar que Protágoras estaba equivocado.
Protágoras, el sofista
Los sofistas enseñaban a la gente, en particular a los hombres jóvenes, los aspectos más refinados de la cultura y a cómo hablar con propiedad (concepto que da origen al término «sofisticado»). Como en Grecia, y en Atenas en particular, los litigios era muy habituales, el dominio de la oratoria como medio para defenderse o acusar a alguien en un tribunal se valoraba mucho. En la Antigua Grecia no había abogados profesionales, así que era el propio implicado en una disputa legal quien debía contratar los servicios de un escritor profesional para que le redactara un discurso y luego él mismo ser capaz de exponerlo elocuentemente.
Según antiguos autores, Protágoras se ganaba la vida principalmente formando a jóvenes adinerados en el arte de la retórica para su uso en los tribunales. Mucho de lo que sabemos sobre la vida y las enseñanzas de Protágoras procede de dos de los diálogos de Platón, el Protágoras y el Teeteto, en los que lo representa de forma poco favorable. Los profesores Forrest E. Baird y Walter Kaufmann comentan:
Platón consideraba que tenía la labor de combatir a estos hombres y, como sus diálogos han sobrevivido, pero la mayoría de los de ellos no, los sumamente polémicos retratos de los sofistas se han aceptado generalmente como fieles y el propio nombre «sofista» se ha convertido en un apelativo negativo. Sin embargo, uno no debería aceptar de forma acrítica la imagen platónica de los sofistas. Aunque muchos discrepan de sus conclusiones, su cuestionamiento de las convenciones, especialmente éticas, y su crítica a los límites del saber representan un hito en la historia del pensamiento. (43-44)
A Protágoras se lo conoce sobre todo por afirmar que «de todas las cosas el hombre es la medida, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son» o, en otras palabras, que todo está condicionado a la experiencia, el criterio y la interpretación individual. Este pensamiento a menudo se expresa como «El hombre es la medida de todas las cosas» o «Todo es relativo». Se piensa que esta máxima era particularmente útil en un juicio donde un fiscal o un abogado defensor podían emplear un razonamiento relativista para ganar un caso.
Por ejemplo, si una persona A aseguraba que una persona B la había perjudicado al llevarse una cabra de su jardín y Protágoras era el instructor de la persona B, o incluso la estaba representando, podría responder a la acusación declarando que, quizás, la persona A creía que la cabra era suya, pero, como la persona B afirmaba lo mismo, y al no haber ninguna prueba física, no había forma de constatar la opinión de la persona A. Si la persona A llamaba a testigos para confirmar su versión, Protágoras los recibiría con escepticismo, puesto que estarían claramente predispuestos a favor de la persona A. El caso se ganaba generando suficientes dudas en los miembros del jurado como para decidir a favor de la persona B. La auténtica verdad acerca de la propiedad de la cabra o de si la persona B realmente la había robado no era importante para Protágoras, ya que no había ninguna verdad más allá de lo que cada persona definiera como tal.
El relativismo de Protágoras
En filosofía, el relativismo es la creencia de que no hay una verdad última y objetiva y Protágoras se podría considerar el primer relativista de la cultura occidental. Evidentemente, Platón creía en una verdad objetiva que todo el mundo debe comprender y reconocer para vivir una vida plena, satisfactoria y productiva. Su filosofía y la de Protágoras, por tanto, estaban claramente reñidas. Los profesores Baird y Kaufmann escriben: «Platón interpreta a Protágoras en el sentido de que cada persona, y no la humanidad en su conjunto, es la medida de todas las cosas y de esta forma ataca el relativismo de Protágoras». (43) Sin embargo, Protágoras podría simplemente haber estado sirviéndose de las ideas que antes el filósofo griego Jenófanes de Colofón (c. 570-478 a.C.) había sido el primero en adoptar, y quien hizo énfasis en las limitaciones del conocimiento humano.
Jenófanes escribe: «Ningún hombre sabe y nunca sabrá la verdad acerca de los dioses y sobre cuantas cosas digo, ya que incluso si uno acertara a decir la verdad completa, en realidad no lo sabe; sobre todas las cosas no hay más que opinión» (DK21B38). Aquí, Jenófanes está diciendo que, debido a la naturaleza subjetiva de la interpretación y el conocimiento humano, incluso si alguien descubriera la verdad acerca de los dioses, él mismo no sería capaz de darse cuenta de esa verdad porque la opinión, nuestro conocimiento subjetivo, nubla y distorsiona esa posibilidad.
Protágoras parece estar diciendo algo muy similar cuando escribe:
Acerca de los dioses, no soy capaz de saber si existen o si no existen, ni qué forma tienen, puesto que muchos factores impiden mi conocimiento: la opacidad del asunto y la brevedad de la vida humana. (Baird & Kaufmann, 44)
Estas palabras también reflejan otro de los pensamientos de Jenófanes con relación al conocimiento de los dioses en el que afirmaba que uno solo podía acercarse a ese conocimiento buscándolo y, aun así, solo conseguiría capturar una sombra.
El famoso relativismo de Protágoras, pues, podría haber sido inicialmente una simple observación empírica sobre la condición humana y en ningún caso un relativismo absoluto, ya que nunca declaró que la verdad o los dioses no existieran, simplemente que no hay una forma objetiva de definir lo que esas cosas son. Según Protágoras, todo el mundo interpretará la verdad de forma personal y esto ha de entenderse de manera que si alguien afirma que Dios no existe, entonces Dios no existe para esa persona. Aunque Platón asegura que eso es lo que Protágoras creía y enseñaba, no se puede afirmar con certeza, puesto que solo nos han llegado algunos fragmentos de la obra de Protágoras. De acuerdo a lo que se ha escrito sobre él y al comportamiento general de los sofistas, es probable que tuviera a jóvenes atenienses bajo su tutela y que fuera diestro en los litigios, pero, aun así, son solo rumores.
Protágoras y el objetivismo de Platón
Cualesquiera que fueran la motivación y la inspiración de Protágoras, sus ideas eran antitéticas a las del objetivismo de Platón y este último hizo mucho para hacerlo parecer insensato. En su diálogo Teeteto, Platón le hace decir a Sócrates:
[Protágoras] dice que lo que una persona cree es así para la persona que lo cree, ¿verdad? (...) Bien, por muy gratificante que sea escuchar que lo que cada uno de nosotros cree es cierto, me sorprende que no empiece su Verdad diciendo que la medida de todas las cosas es el cerdo o el cinocéfalo (...) Si lo que cada hombre por medio de los sentidos cree que es cierto es cierto para él, entonces, mi querido amigo, ¿cómo es Protágoras tan sabio hasta el extremo de creerse con el derecho de enseñar a los demás y por tarifas tan altas? ¿Y por qué nosotros seríamos tan ignorantes que deberíamos asistir a su escuela si cada uno de nosotros es la medida de su propia sabiduría? (161B)
Pese a que parece evidente que Protágoras defendía esta filosofía relativista, no se sabe si se ganaba la vida enseñando estas ideas como verdades filosóficas. Es probable que usara el paradigma de que un individuo por sí solo era capaz de comprender verdades y realidades independientes para enseñar a sus alumnos cómo ganar casos judiciales al «convertir en buena una mala causa», tal y como lo expresa Platón en su diálogo Apología de Sócrates.
El primer librepensador griego
Por sus enseñanzas y sus afirmaciones respecto a la existencia de los dioses, a Protágoras se lo consideraba, como mínimo, agnóstico y, quizás, ateo. Su distanciamiento de la forma convencional de considerar las cuestiones éticas y religiosas fue solo un aspecto en su alejamiento de los anteriores filósofos presocráticos, y su foco en la filosofía natural, hacia otra filosofía que cuestionaba los fundamentos de la percepción y lo que significaba ser un hombre.
Su afirmación «El hombre es la medida» se ha citado a lo largo de la historia como la primera y mejor declaración del relativismo humano y Protágoras ha sido aclamado como un pionero del humanismo y del librepensamiento. Su influencia sobre filósofos posteriores ha sido inmensa, ya que cualquier pensador posterior ha tenido que enfrentarse en algún momento a su sencilla proposición de que nada es verdad si no lo es para una persona en particular y que la verdad objetiva, una que todo el mundo pueda comprender de la misma forma, no existe.
A Platón le preocupaba tanto este relativismo que dedicó una gran cantidad de tiempo y esfuerzo en sus escritos a refutar la idea de que algo pueda ser cierto siempre y cuando una única persona así lo crea. La teoría de las formas de Platón, según la cual lo que vemos y llamamos verdad no es sino un reflejo de una verdad superior, es una respuesta directa al relativismo previo de Protágoras, puesto que Platón estaba intentando demostrar que debía haber un estándar de verdad mediante el cual uno pudiera reconocer objetivamente lo que era correcto o incorrecto, lo que era verdadero o falso. De hecho, la obra de Platón podría leerse como una larga refutación a la famosa afirmación de Protágoras.
Muerte y legado
Protágoras fue acusado de impiedad cuando tenía setenta años (c. 415 a.C.), lo que en la Antigua Grecia estaba castigado con la pena de muerte. Esta es la misma acusación, debida a negar la existencia de los dioses tradicionales griegos y a promover el ateísmo, que posteriormente recibiría Sócrates en 399 a.C. y que llevó a su ejecución. Mucha gente era regularmente acusada de impiedad y podían pagar una multa y evitar los tribunales, pero Protágoras, en cambio, prefirió abandonar Atenas antes de que pudieran llevarlo a juicio. Se ahogó en el mar cuando intentaba llegar a la colonia griega de Sicilia.
Aunque Platón y otros filósofos posteriores han refutado en múltiples ocasiones y de forma brillante su relativismo, los ecos del pensamiento de Protágoras se continúan sintiendo hoy en día y siguen intrigándonos. Pese a todas las críticas racionales y objetivas a la principal afirmación de Protágoras, es imposible refutar completamente la idea de que todo está condicionado a la interpretación individual. Protágoras sentó las bases en Occidente para el cuestionamiento de las ideas más fundamentales sobre la realidad y la percepción al sugerir que el mundo que percibe una persona puede ser radicalmente diferente del que está experimentando la persona a su lado.