Senaquerib (que reinó de 705-681 a.C.) fue el segundo rey de la dinastía sargónida de Asiria (fundada por su padre Sargón II, que reinó de 722-705 a.C.). Es uno de los reyes asirios más famosos debido a la parte que juega en las narrativas del Antiguo Testamento bíblico (II Reyes, II Crónicas, e Isaías).
Hoy en día su fama también se debe al poema The Destruction of Sennacherib (La destrucción de Senaquerib, 1815), del poeta inglés lord Byron, una versión del asedio asirio de Jerusalén de 701 a.C. tal y como se cuenta en la Biblia. También es conocido como el segundo rey asirio en saquear los templos de Babilonia y por ser asesinado por su afrenta a los dioses (el primero fue Tukulti Ninurta I en torno a 1225 a.C.). También es posible que fuera el responsable de los famosos Jardines Colgantes de la Antigüedad.
Senaquerib abandonó la ciudad nueva de su padre, Dur Sharrukin y trasladó la capital a Nínive, la cual restauró ricamente y decoró con parques y jardines lujosos. Hoy en día hay algunos estudiosos que consideran que los Jardines Colgantes, que tradicionalmente se han atribuido a Babilonia, y se contaban entre las siete maravillas de la Antigüedad, en realidad fueron una creación de Senaquerib en Nínive. Su reino estuvo marcado en gran medida por sus campañas contra Babilonia y las revueltas contra el gobierno asirio lideradas por un jefe tribal llamado Merodach-Baladan. Tras saquear Babilonia, fue asesinado por sus hijos y sucedido por su hijo más joven, Asarhaddón (que reinó de 681-669 a.C.).
Primeros años de reinado y primer saqueo de Babilonia
Durante el reinado de Sargón II, Senaquerib se había encargado en la práctica de la administración del imperio mientras su padre estaba ausente en campañas militares. Según las inscripciones y las cartas de la época, Sargón II confiaba en su hijo para encargarse de los asuntos cotidianos de estado, pero no parecía tener una gran opinión de él como hombre o como futuro rey. La erudita Susan Wise Bauer escribe:
Por lo visto, Sargón no ocultaba su opinión de su hijo a quien quisiera oírla. Cuando Senaquerib ascendió al trono, las provincias, convencidas de que el príncipe heredero era débil e inadecuado, celebraron su liberación del yugo asirio. (382)
Parece que Senaquerib, por su parte, sentía el mismo desdén por su padre; no se menciona a Sargón II en ninguna de las inscripciones de Senaquerib y no hay ninguna documentación de cualquier monumento o templo que relacione el reinado y los logros de Senaquerib con los de su padre. La nueva capital de Sargón II en Dur Sharrukin, cuya construcción Senaquerib se vio obligado a supervisar durante diez años, quedó abandonada poco después de la muerte de Sargón II, y la capital se trasladó a Nínive.
Como Senaquerib había tenido que trabajar como funcionario del estado con su padre, es comprensible que el pueblo, tras su ascensión al trono, pudiera considerarlo débil: a diferencia de otros reyes asirios del pasado, nunca había acompañado a su padre en una campaña así que nunca había demostrado su valía en la batalla.
Una de estas campañas, de las últimas que lideró Sargón II, fue contra un jefe tribal llamado Merodach-Baladan, que había tomado la corona de Babilonia y se había hecho con el control de la región meridional de Mesopotamia. Sargón II había derrotado a los aliados de Merodach-Baladan, los elamitas, y había expulsado al jefe de Babilonia, para después tomar la corona para sí mismo.
Sin embargo, cometió el error de perdonarle la vida a Merodach-Baladan, a quien permitió seguir viviendo en su ciudad, Bit-Yakin, en el Golfo Pérsico, y su decisión le causaría a Senaquerib algunos de los problemas más serios de su reinado. Poco después de que Senaquerib ascendiera al trono, Merodach-Baladan regresó a Babilonia a la cabeza de un ejército que contaban con los miembros de su tribu y los guerreros elamitas, asesinó al gobernante de la ciudad y volvió a hacerse con el trono.
Senaquerib no había hecho nada para ganarse la lealtad de los babilonios. Sargón II había ganado la ciudad en la batalla y había sido reconocido como el rey legítimo. Era de esperar que, tras su coronación, Senaquerib viajaría a Babilonia para "tomar la mano de Marduk" y legitimar su propio reinado sobre la ciudad y los territorios del sur. "Tomar la mano de Marduk" significaba reconocer ceremoniosamente a Marduk como dios de Babilonia y mostrar respeto por la ciudad al sostener la mano de la estatua del dios durante el ritual que legitimaba el gobierno. Senaquerib se saltó esta costumbre y se proclamó rey de Babilonia sin molestarse siquiera en visitar la ciudad, insultando así tanto a Babilonia como a su dios principal.
Por tanto, los babilonios recibieron la llegada de Merodach-Baladan con brazos abiertos y sintieron que no tenían nada que temer del nuevo rey asirio. Senaquerib pareció confirmar esta idea en 703 a.C. al enviar un ejército, liderado por su comandante en jefe en vez de él mismo, para expulsar a los invasores de Babilonia y restaurar el gobierno asirio. Este ejército fue derrotado rápidamente por las fuerzas aunadas de elamitas, caldeos y arameos. Después Babilonia organizó sus tropas, por si acaso los asirios decidían intentarlo otra vez, y siguieron con su vida, ignorando al rey asirio. Según Bauer:
Aquello fue la gota que colmó el vaso. El propio Senaquerib descendió sobre ellos como la ira de Assur y rompió la vanguardia aliada, sin casi pararse. Merodach-Baladan huyó del campo de batalla y se escondió en las marismas, que conocía bien; Senaquerib después puso dirección a Babilonia, que, prudentemente, le abrió las puertas en cuanto divisaron al rey asirio en el horizonte. Senaquerib entró por las puertas abiertas, pero decidió darle una lección a Babilonia: saqueó la ciudad, se llevó casi un cuarto de millón de cautivos y destruyó los campos y huertos de cualquier que se hubiera unido a la alianza contra él. (384)
La gente de Babilonia no tardó en darse cuenta de que la mala opinión que habían tenido de Senaquerib estaba totalmente equivocada. En esta temprana campaña el nuevo rey demostró ser un estratega adepto, un buen líder militar y un enemigo despiadado.
Más rebeliones y campañas
Merodach-Baladan había huido a Elam, pero no se quedó de brazos cruzados. Animó a los demás a revolucionarse contra el gobierno asirio. Entre estos estaba el rey Ezequías de Judea, a quien se le dijo que, si se enfrentaba a Asiria, recibiría ayuda de Egipto. Poco después de que Senaquerib tomara Babilonia, las ciudades de Tiro y Sidón, en la costa mediterránea, se sublevaron a la vez que las ciudades filisteas de Ecrón y Laquis en Canaán.
En 701 a.C. Senaquerib dirigió sus ejércitos a la región para aplastar las revueltas. Mientras tanto, el rey de Ecrón, que había sido elegido por los asirios, había sido llevado a Jerusalén, encadenado, donde se lo entregaron a Ezequías, que lo encarceló. Senaquerib estaba ocupado con el asedio de la ciudad de Laquis, así que envió emisarios a Jerusalén para exigir la liberación del rey prisionero y la rendición de la ciudad. Bauer destaca que "no eran simples emisarios, sino el propio general de Senaquerib, su oficial principal y comandante de campo; y llegaron a la cabeza de un gran ejército" (385). Mientras estos oficiales lidiaban con el problema de Jerusalén, Senaquerib se concentró en subyugar Laquis mediante el asedio. El historiador Simon Anglim describe así el asalto asirio:
En Laquis, la ciudad fue rodeada para evitar que nadie escapara. Después, los arqueros avanzaron; bajo la protección de enormes escudos, vaciaron las almenas. El rey usó el método asirio de eficacia comprobada de construir una rampa de tierra cerca de la muralla enemiga, cubrirla con piedra plana y subir una máquina que combinaba una torre de asedio con un ariete. Acto seguido, los asirios llevaron a cabo un ataque a dos bandas. La torre se subió por la rampa y el ariete se impulsó contra la sección central de la muralla enemiga. Los arqueros de la torre vaciaron las almenas mientras que los que estaban en el suelo se acercaron a la muralla para cubrir a la infantería que estaba subiendo con escalas. Parece que la batalla fue intensa, y el asalto probablemente duró varios días, pero al final los asirios entraron en la ciudad. (190)
Tomaron Laquis y masacraron a la población. Aquellos que no murieron fueron deportados a otras regiones de Asiria. Mientras el asedio estaba en curso, los emisarios fuera de las puertas de Jerusalén estaban negociando con los representantes de Ezequías. El general asirio se refirió a Egipto como un "junco partido" que no podía ayudar a nadie y se dirigió a los hombres de Ezequías en voz alta y en hebreo en vez de arameo para que la gente dentro de las murallas también pudiera entenderle.
Cuando los representantes de Ezequías le pidieron que hablara arameo, para que a la gente no le entrara el pánico, el general se negó, diciendo que "También tengo mensajes para ellos. Al igual que vosotros, tienen que comerse sus propios excrementos y beberse su propia orina" (Bauer, 386). Ezequías liberó al rey de Ecrón y le envió once toneladas de plata y una tonelada de oro a Senaquerib en Laquis. El ejército asirio se retiró de Jerusalén para luchar contra los egipcios en Eltequé. Derrotaron a los ejércitos egipcios y después se dirigieron a la región de Levante y aplastaron las rebeliones en Ecrón, Tiro y Sidón.
El asedio de Jerusalén
Una vez restaurado el orden y las poblaciones rebeldes decimadas o deportadas, Senaquerib volvió su atención de nuevo a Jerusalén. Aunque Ezequías le había pagado un generoso tributo, Senaquerib no era alguien que olvidara fácilmente. Marchó a la ciudad con su ejército y, según las inscripciones, la tomó mediante el asedio:
En cuanto a Ezequías, el judío, no se sometió a mi yugo, asedié sus ciudades, sus fuertes amurallados e incontables villas y lo conquisté todo gracias a rampas de tierra bien prensada y arietes situados cerca de las murallas con un ataque de soldados de infantería, sirviéndome de minas así como brechas y zanjas. Expulsé a 200.150 personas, jóvenes y viejas, hombres y mujeres, caballos, mulas, burros, camellos, una interminable cantidad de ganado grande y pequeño y los consideré a todos esclavos. A él lo hice prisionero en Jerusalén, su residencia real, como un pájaro en una jaula. Lo rodeé de terraplenes para acosar a los que eran la puerta de su ciudad. Así sometí a su país, pero también aumenté el tributo y los regalos para mí como señor, y se lo impuse por encima de su antiguo tributo, para que me lo enviara anualmente. El propio Ezequías me mandó después, a Nínive, mi ciudad señorial, junto con 30 talentos de oro, 800 talentos de plata, piedras preciosas, antimonio, grandes piezas de piedra roja, cojines con incrustaciones de marfil, sillas nimedu con incrustaciones de marfil, pieles de elefante, madera de ébano y de boj y toda clase de tesoros valiosos, sus propias hijas y concubinas.
Sin embargo, según el relato de la Biblia de los acontecimientos, el asedio terminó por intervención divina. El libro de II Reyes 18-19, el libro de II Crónicas 32 y el libro de Isaías 37 todos afirman que Senaquerib asedió Jerusalén, pero el profeta Isaías le dijo a Ezequías que no tenía nada que temer porque Dios defendería la ciudad.
Así que esto es lo que dice el Señor en cuanto a rey de Asiria:
"Entrará en esta ciudad
o disparará allí una flecha.
No se acercará a ella con escudo
ni construirá una rampa de asedio contra ella.
Por donde vino se marchará;
no entrará en esta ciudad,
palabra del Señor.
Defenderé esta ciudad y la salvaré
tanto por mi honor como por el honor de David mi siervo".Esa noche el ángel del Señor acudió allí y mató a 185.000 del campamento asirio. Cuando la gente se levantó a la mañana siguiente, ¡ahí estaban todos los cadáveres! Así que Senaquerib, rey de Asiria, desmanteló el campamento y se retiró. Regresó a Nínive y se quedó allí. (II Reyes, 19:31-36)
Fue este acontecimiento el que inspiró el poema de Byron de 1815 The Destruction of Sennacherib (La destrucción de Senaquerib), que hizo conocido el nombre del rey. Repetido una y otra vez, incluso aquellos que no conocían la historia de II Reyes acabaron por entender que el rey asirio había sido derrotado por el dios de los hebreos.
Sin embargo, mucho antes de que Byron escribiera el poema, los cronistas asirios habían escrito sobre las campañas militares de Senaquerib y, en contra de lo que dice la inscripción del rey, ninguno menciona que tomara Jerusalén, así como tampoco lo menciona la Biblia. Mientras que la Biblia sí que recoge que 46 ciudades de Judea cayeron en manos de los asirios (tal y como dice Senaquerib), afirma que Jerusalén no fue una de ellas. Además, aunque el palacio de Senaquerib en Nínive estuviera decorado con relieves que presentaban sus campañas y victorias, incluidas muchas que detallaban el asedio de Laquis, Jerusalén nunca aparece entre ellas.
Los eruditos han citado el relato de Heródoto sobre la mala fortuna de los asirios en la batalla contra Egipto en la ciudad de Pelusio en relación con el asedio de Jerusalén. Heródoto escribe que el líder egipcio, Sethos, le rezó a su dios para pedir ayuda para derrotar a la inmensa fuerza asiria, y el dios envió al campamento asirio "una plaga de ratones [que] royeron sus carcajs y sus arcos, así como los mangos de los escudos, de manera que, al día siguiente, sin armas, lo único que pudieron hacer fue huir, y sufrieron muchas pérdidas" (II.141).
Se cree que ambas historias se refieren a una plaga sufrida por el campamento asirio que devastó el ejército en dos ocasiones diferentes. Pasara lo que pasase fuera de Jerusalén, ya fuera intervención divina, una plaga, o la intervención divina en forma de plaga, la ciudad permaneció intacta y Senaquerib regresó a Nínive.
Proyectos de construcción y la invasión de Elam
De regreso en Nínive, se dedicó a más proyectos arquitectónicos. Ya había encargado la renovación de su ciudad en los primeros años de su reinado y ahora adoptó un papel personalmente al supervisar la construcción de parques, jardines y vergeles. Le gustaban especialmente las flores y las plantas, e importó especímenes de todo el imperio para plantarlos en sus jardines públicos. Le prestó una atención especial a su palacio, al que llamó "el palacio sin rival", la misma frase que había usado su padre para describir el palacio de Dur Sharrukin. El estudioso Christopher Scarre escribe:
El palacio de Senaquerib tenía todas las comodidades de una residencia asiria importante: unas figuras guardianas colosales y unos impresionantes relieves en piedra, más de 2.000 losas esculpidas en 71 habitaciones. Los jardines también eran excepcionales. Las investigaciones recientes de la asirióloga británica Stephanie Dalley sugieren que estos eran los famosos Jardines Colgantes, una de las siete maravillas de la Antigüedad. Los escritores posteriores situarían los Jardines Colgantes en Babilonia, pero a pesar de las extensas investigaciones, no se ha encontrado ni rastro de ellos. La orgullosa descripción que hace Senaquerib sobre los jardines palaciegos que creó en Nínive coincide con la de los Jardines Colgantes en varios puntos importantes. (231)
Sin embargo, mientras estaba ocupado con los proyectos de renovación y reconstrucción en Nínive, en el sur estaban surgiendo los problemas. Tras tomar Babilonia, Senaquerib colocó a un funcionario de confianza llamado Bel-ibni en el trono para que gobernara por él. Bel-ibni había crecido con Senaquerib en la corte asiria y se lo consideraba alguien de fiar.
Sin embargo, resultó que por muy leal que fuera Bel-ibni, era un gobernante incompetente que les permitió a las regiones sureñas que hicieran lo que quisieran. Merodach-Baladan había salido de su escondite y estaba instigando las revueltas por toda la región. Senaquerib volvió a marchar al sur para aplastarlas. Envió a Bel-ibni de vuelta a Nínive y nombró a su propio hijo y heredero, Ashur-nadin-shumi, gobernante de Babilonia.
Salió en busca de Merodach-Baladan con un enorme ejército con órdenes de encontrar y matar al líder rebelde, pero, cuando por fin lo encontraron, había muerto de causas naturales. Senaquerib regresó a Nínive, pero no pasó mucho tiempo antes de tener que volver a salir en campaña. Los elamitas secuestraron a Ashur-nadin-shumi en torno a 695 a.C. y reclamaron para sí la ciudad de Babilonia. Senaquerib derrotó a los babilonios, retomó la ciudad y ejecutó a los rebeldes, pero no supo nada del destino de su hijo ni hubo ninguna nota de rescate.
Esta acción "produjo una guerra total entre Asiria, Babilonia y Elam. La lucha se prolongó durante cuatro años" (Bauer, 388). Senaquerib organizó una expedición tremenda para invadir Elam en la que estaban los barcos fenicios y todo el poderío del ejército asirio. El rey elamita reunió sus ejércitos y marchó para enfrentarse a los asirios en las orillas del Tigris. Las inscripciones de Senaquerib describen el comienzo de la batalla:
El polvo de sus pies cubría los amplios cielos como una poderosa tormenta; formaron para la batalla frente a mí a orillas del Tigris. Me bloquearon el paso y ofrecieron batalla. Me puse mi cota de malla. Mi casco, emblema de la victoria, me lo puse en la cabeza. Mi gran carro de batalla, que abate al enemigo, me monté en él precipitadamente con ira en mi corazón. El poderoso arco que me había otorgado Assur blandí en mis manos; la jabalina, que perfora la vida, empuñé. Detuve su avance, conseguí rodearlos, Decimé al enemigo con flechas y lanzas. Perforé todos sus cuerpos. Les corté el cuello como a corderos, segué sus vidas como quien corta un cordel. Como las aguas de una tormenta hice que el contenido de sus gaznates y sus entrañas corriera libre por la tierra. Mis corceles rampantes, preparados para que los montara, se zambulleron en los vapores de su sangre cual río. Las ruedas de mi carro, que abate a malvados y perversos, estaban salpicadas de sangre y suciedad. Con los cuerpos de los guerreros cubrí la llanura, como hierba. Les corté los testículos y les arranqué sus partes privadas como semillas de pepinos en junio. Y después huyeron. Contuvieron la orina, pero dejaron escapar sus excrementos en los carros. 150.000 de sus guerreros abatí con la espada.
Aunque la batalla fue un éxito, Senaquerib perdió la guerra y regresó a Nínive. No hay ninguna inscripción sobre el destino de su hijo, pero se cree que fue ejecutado en torno a 694 a.C. Babilonia y las regiones del sur permanecieron bajo el control elamita. Senaquerib volvió a centrarse en sus proyectos arquitectónicos y parece que decidió dejar Babilonia tranquila.
El saqueo de Babilonia y la muerte de Senaquerib
Cuando el rey elamita murió al año siguiente, Senaquerib movilizó sus ejércitos y atacó Babilonia por sorpresa. La ciudad cayó y envió al pretendiente al trono encadenado a Nínive. Durante su reinado, había pasado más tiempo lidiando con Babilonia y los elamitas y gastando más hombres y recursos en subyugar esa ciudad que cualquier otra, así que ordenó arrasarla. Sus inscripciones describen la destrucción:
Destruí, devasté, quemé con fuego. El muro y la muralla exterior, los templos de los dioses, las torres-templo de ladrillo y tierra, tantas como había, destruí y arrojé sus escombros al canal de Arahtu. Por mitad de la ciudad excavé canales, inundé el lugar entero... Para que, en los días venideros, el enclave de esa ciudad, y sus templos y dioses, no se pudieran recordar. La borré por completo con inundaciones y la convertí en una pradera. Limpié el polvo de Babilonia de los regalos que enviaría a los pueblos más distantes.
Babilonia fue destruida y la estatua de su dios, Marduk, fue transportada a Nínive. Senaquerib ya no tenía que preocuparse de quién gobernaba en Babilonia o los problemas que le podía causar: la ciudad ya no existía. Puede que Senaquerib pensara que Babilonia ya no le causaría más problemas, pero estaba equivocado. Al igual que en el reinado de Tukulti Ninurta I, el pueblo estaba ultrajado porque Senaquerib hubiera destruido la gran ciudad y, más aún, por el sacrilegio de saquear los templos y llevarse la estatua de Marduk como premio. Bauer comenta:
Convertir Babilonia en un lago, es decir, convertir la tierra civilizada en agua y devolver la ciudad de Marduk al caos primordial, era un insulto al dios. Senaquerib lo empeoró al ordenar que se llevaran la estatua de Marduk de vuelta a Asiria. (389)
Los asirios y los babilonios adoraban a los mismos dioses, aunque a menudo tenían nombres diferentes, y el insulto a Marduk, el dios que había traído el orden del caos, resultó intolerable y condujo al asesinato del rey.
El libro bíblico de II Reyes 19:37 ofrece un relato sobre la muerte de Senaquerib:
Un día, mientras [Senaquerib] estaba celebrando el culto en el templo a su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Saréser lo mataron a espada y después huyeron a la tierra de Ararat. Y su hijo Asarhaddón lo sucedió en el trono.
Las inscripciones asirias también afirman que fue asesinado por sus hijos, pero ambas difieren en si fue apuñalado o aplastado. El estudioso Stephen Bertman escribe que:
Senaquerib fue apuñalado por un asesino (posiblemente uno de sus hijos) o, según otra historia, fue aplastado por el peso monumental de un toro alado bajo el cual se encontraba. (102)
Muriera como muriese, se cree que fue asesinado por el tratamiento que le dio a Babilonia, aunque puede que su elección de heredero también tuviera algo que ver en su muerte. Se sabe que el asesinato de Tukulti Ninurta I, también a manos de sus hijos, fue un resultado directo del saqueo de Babilonia, así que cabe la posibilidad de que los escribas posteriores fusionaran los motivos del asesinato de Senaquerib con los del de Tukulti Ninurta I, pero también es posible que el rey fuera asesinado porque se había saltado a los hijos de su reina en la sucesión y había elegido a su hijo menor, Asarhaddón, que era hijo de Zakutu (en torno a 728 - alrededor de 668 a.C.), una de sus esposas secundarias.
Tras el secuestro de Ashur-nadin-shumi, Senaquerib había decidido elegir otro heredero y en 683 a.C. eligió a Asarhaddón, que no solo era el más joven, sino que tampoco era hijo de la reina de Senaquerib, Tashmetu-sharrat (muerta en 684/681 a.C.). Ciertamente, sus hermanos mayores podrían haber tenido motivos para matar a su padre por tal ofensa para hacerse ellos mismos con el trono, pero habrían necesitado una razón legítima para hacerlo. La destrucción de Babilonia les habría proporcionado tal justificación.
Tras el asesinato de Senaquerib, Asarhaddón ascendió al trono y derrotó a las facciones de su hermano en una guerra civil de seis semanas. A continuación, mandó ejecutar a los familiares y socios de su hermano. Una vez asegurado su gobierno, publicó nuevos decretos y proclamaciones; una de las primeras fue que había que restaurar Babilonia.