Yahvé es el nombre del dios estatal del antiguo reino de Israel y, posteriormente, del reino de Judá. Su nombre se compone de cuatro consonantes hebreas (YHWH, conocidas como el Tetragramatón) las cuales, se dice, fueron reveladas por el profeta Moisés a su pueblo. Como el nombre del ser supremo era considerado demasiado sagrado para ser pronunciado, las consonantes YHWH eran usadas para recordarle a uno leer la palabra ‘adonai’ (mi señor) en lugar del nombre del dios; una práctica común a lo largo del Oriente Próximo, que consistía en usar epítetos para referirse a una deidad.
Todas estas estipulaciones y detalles fueron aplicados después al dios. Sin embargo, es incierto cuándo exactamente fue adorado Yahvé por primera vez, por quiénes, o cómo. Los estudiosos J. Maxwell Miller y John H. Hayes escribieron:
Los orígenes del yahvismo son un misterio oculto. Aun la forma editada final de Génesis – II Reyes [en la Biblia] presenta diversos puntos de vista sobre el asunto. Tal que, Génesis 4:16, texto atribuido a la llamada fuente ‘yahvista’ por los críticos literarios, rastrea el culto a Yahvé hasta los días más tempranos de la raza humana, mientras que otros pasajes rastrean la revelación y adoración de Yahvé a los días de Moisés [en el libro del Éxodo]. (111)
El académico Nissim Amzallag, de la Universidad de Ben-Gurion, discrepa de la afirmación de que los orígenes de Yahvé son obscuros y argumenta que la deidad fue originalmente un dios de la forja y patrón de los metalúrgicos durante la Edad de Bronce (circa. 3500-1200 AEC). Como apoyo a su postulado, Amzallag cita específicamente las antiguas minas de cobre del Valle de Timna (al sur de Israel), pasajes bíblicos y no bíblicos, y similitudes de Yahvé con los dioses de la metalurgia en otras culturas.
Aunque la Biblia, específicamente el libro de Éxodo, presenta a Yahvé como el dios de los israelitas, hay muchos pasajes que dejan claro que esta deidad era adorada también por otros pueblos en Canaán. Amzallag nota que los edomitas, ceneos, moabitas y madianitas rendían culto todos a Yahvé de una manera u otra, y que hay evidencia de que los edomitas que operaron las minas en Timnah convirtieron un antiguo templo egipcio de Hathor al culto de Yahvé.
Pese a que las narrativas bíblicas describen a Yahvé como el único dios creador, señor del universo, y dios de los israelitas en especial, inicialmente parece haber sido de origen cananeo y subordinado al dios supremo El. Las inscripciones cananeas mencionan a un dios menor Yahvé e incluso el libro bíblico del Deuteronomio estipula que “el Altísimo, El, dio a las naciones su herencia” y que “la porción de Yahvé es su pueblo, Jacob y su heredad asignada” (32:8-9). Un pasaje como este refleja las tempranas creencias de los cananeos e israelitas en el politeísmo o, más precisamente, henoteísmo (la creencia en muchos dioses con un foco especial en una sola deidad suprema). La afirmación de que Israel siempre reconoció solamente un dios es una creencia tardía que se remonta a los primeros días del desarrollo de Israel en Canaán.
El significado del nombre “Yahvé” ha sido interpretado como “Aquel que hace aquello que ha sido hecho” o “El que trae a la existencia todo lo que existe”, aunque otras interpretaciones se han postulado por muchos académicos. In la tardía edad media, “Yahvé” vino a ser cambiado por ‘Jehová’ por monjes cristianos; un nombre comúnmente usado hoy día.
El carácter y poder de Yahvé fueron codificados tras el cautiverio en Babilonia del siglo 6 AEC y las escrituras hebreas fueron canonizadas durante el período del segundo templo (c. 515 AEC-70 EC) para incluir el concepto de un mesías a quien Yahvé enviaría al pueblo judío para liderarlos y redimirlos. Yahvé, como el todo poderoso creador, preservador, y redentor del universo fue, posteriormente, desarrollado por los primeros cristianos como su dios que había enviado a su hijo Jesús como el mesías prometido, y el Islam identificó a esta misma deidad como Allah en su sistema de creencias.
Menciones extrabíblicas de Yahvé
Durante largo tiempo, se sostuvo que la mención más antigua de Ya hvéera la Piedra Moabita (También conocida como la Estela de Mesa) erigida por el rey Mesa de Moab para celebrar su victoria sobre Israel en c. 840 AEC. La inscripción menciona cómo Mesa, después de derrotar a los israelitas, “llevó los recipientes de Ya hvéa Quemos” (el dios principal de Moab), refiriéndose a los objetos sagrados para la adoración de Yahvé en el templo, seguramente el templo de Samaria, la capital de Israel (Kerrigan, 78-79).
La piedra moabita fue descubierta en 1868 EC en el moderno Jordán y su hallazgo se publicó en 1870 EC. Siendo la primera inscripción extrabíblica hallada que menciona a Yahvé, mucho se habló del descubrimiento, ya que la estela reportaba el mismo evento del relato bíblico de II Reyes 3, en el cual Mesa, el moabita, se rebela contra Israel (aunque con la gran diferencia de que la estela sostiene la victoria moabita y la Biblia proclama ganador a Israel). La forma en la que la línea de Yahvé fue interpretada apoyó posteriormente la idea de Yahvé como dios solamente de los israelitas, dado que Mesa proclama haber tomado los recipientes del dios de Israel como tributo para el suyo.
En 1844 EC las ruinas de la antigua ciudad de Soleb en Nubia fueron excavadas por el arqueólogo Karl Richard Lepsius, quien documentó el sitio en detalle, pero no excavó. En 1907 EC James Henry Breasted llegó y fotografió el sitio pero, de nuevo, no se involucró en excavación alguna. No fue sino hasta 1957 EC que un equipo bajo la arqueóloga Michela Schiff Giorgini, excavó el sitio y encontró una referencia a un grupo humano descrito como “los Shasu de Yahvé” en la base de una de las columnas del templo en la sala hipóstila. El templo fue construido por Amenhotep III (c. 1386-1353 AEC) y la referencia a Yahvé estableció que este dios ya era adorado antes de la época en que, se considera, tuvieron lugar los eventos de las narrativas bíblicas.
Los Shasu (también escrito Shashu) eran un pueblo semita nómada descrito como forajidos o bandidos por los egipcios y, de hecho, son nombrados en la columna del templo en Soleb entre otros enemigos de Egipto, y aparecen después en una inscripción del reinado de Remeses II (1279-1213 AEC), como unos de los enemigos en la batalla de Kadesh. Como se ha establecido antes, eran un pueblo nómada, y se han hecho intentos de vincularlos con los hebreos y con los habiru, un grupo de renegados in El Levante, pero estas afirmaciones han sido refutadas. Quienquiera que hubieran sido los Shasu, no eran hebreos, y los habiru parecen haber sido cananeos que simplemente se rehusaron a conformarse a las costumbres de esa tierra, pero no eran un grupo étnico aparte.
El descubrimiento de la mención de los Shasu de Yahvé de Amenhotep III situó al dios mucho más atrás en la historia de lo que se había aceptado previamente, pero, también sugirió que Yahvé probablemente no era nativo de Canaán. Esto encaja con la teoría de que Yahvé era un dios del desierto al que los hebreos adoptaron en su éxodo desde Egipto a Canaán. Las descripciones de Yahvé apareciendo como una columna de fuego en las noches y como nube en los días, como también la otra imaginería de fuego del libro del Éxodo fue interpretada por algunos académicos, sugiriendo que se trata de un dios de la tormenta o una deidad del clima y, particularmente, un dios del desierto; ya que Yahvé es capaz de dirigir a Moisés a fuentes de agua (Éxodo 17:6 y Números 20). Es generalmente aceptado en el presente, sin embargo, que Yahvé se originó al sur de Canaán como un dios menor en el panteón cananeo y que los Shasu, como nómadas, muy probablemente adquirieron su culto durante su estadía en El Levante.
La Piedra Moabita también ha sido reinterpretada a la luz de los recientes estudios que demuestran que el pueblo de Moab también rendía culto a Yahvé y la referencia del rey Mesa llevando los recipientes de Yahvé a Kemosh significa, con mayor probabilidad, que él reposeyó lo que sentía que pertenecía a los moabitas y no que conquistó a Israel y al dios en nombre del suyo.
Yahvé en la Biblia
La Biblia sí menciona otras naciones adorando a Yahvé y cómo el dios llegó desde Edom a ayudar a los israelitas en la guerra (Deuteronomio 33:2, Jueces 5:4-5), pero este no es el relato central de los textos. En la Biblia, Yahvé es el único Dios verdadero que crea los cielos y la tierra y que luego escoge a cierto pueblo, los israelitas, como el suyo.
Yahvé crea el mundo y cuelga el sol y la luna en los cielos, como empieza diciendo el libro de Génesis. Él crea a los a los animales y a los seres humanos, destruye a todos en una gran inundación excepto a Noé, la familia de Noé y los animales que este salva, y escoge a Abram (después conocido como Abraham) para liderar a su pueblo a la tierra de Canaán y asentarse allí (Génesis 1-25).
La comunidad primigenia de Abraham fue desarrollada por su hijo Isaac y después por su nieto Jacob (también conocido como Israel). El hijo favorito de Jacob, José, fue vendido por sus hermanos como esclavo y llevado a Egipto, donde, gracias a su habilidad en la interpretación de sueños, alcanzó protagonismo y fue capaz de salvar la región de la hambruna (Génesis 25-50). El libro del Génesis termina con la muerte de José después de decirle a sus hermanos que Yahvé los llevaría de vuelta de Egipto a la tierra prometida a Abraham, Isaac y Jacob.
Muchos años después, cuando los israelitas habían crecido demasiado en número para los egipcios, un faraón no nombrado ordena asesinar a todos los niños varones (Éxodo 1:15-22). Una mujer de la tribu Levita entre los israelitas oculta a su hijo y le envía río abajo en una canasta para ser encontrado por la hija del farón, quien lo adopta; este niño es Moisés (Éxodo 2:1-10). Moisés se entera de su verdadera identidad como israelita y, después de matar a un egipcio, huye a la tierra de Madián, donde, con el tiempo, se encuentra con Yahvé en la forma de una zarza ardiente (Éxodo 3, 4:1-17). El resto del Libro del Éxodo detalla las diez plagas que Yahvé envía sobre Egipto y cómo Moisés guía a su gente a la libertad.
Moisés nunca entra a la tierra prometida de Canaán debido a un malentendido que tiene con Yahvé, en el cual él golpea una roca por agua cuando no debía hacerlo (Números 20), pero delega su liderazgo a su mano derecha, Josué, quien entonces lidera a su pueblo en la conquista de Canaán dirigido por Yahvé. Una vez la tierra es conquistada, Josué la divide entre su pueblo y, con el tiempo, establecen el reino de Israel.
Yahvé en el panteón cananeo
La narrativa bíblica, sin embargo, no es tan claro como puede parecer, ya que también incluye referencias al dios cananeo El, cuyo nombre se referencia directamente en ‘Israel’ (Aquél que lucha con Dios o Aquél que persevera con Dios). El era la deidad principal del panteón cananeo y el dios que, de acuerdo con la Biblia, dio a Yahvé autoridad sobre los israelitas:
Cuando el Altísimo [El] dio a las naciones su herencia, cuando dividió a los hijos de los hombres, estableció los lazos de los pueblos de acuerdo con el número de los Hijos de Dios. Porque la porción de Yahvé es su pueblo, Jacob la herencia que le tocó. (Deuteronomio 32:8-9, Texto Masorético).
Los cananeos, como todas las civilizaciones de la antigüedad, adoraban a varios dioses, pero el mayor entre ellos era el dios del cielo, El. En este pasaje del Deuteronomio, El da a cada dios autoridad sobre un segmento de la gente de la Tierra y Yahvé es asignado a los israelitas, quienes, con el paso del tiempo, lo harían su deidad única y suprema; pero es claro que existió previamente como un dios cananeo menor.
Yahvé como dios de la metalurgia
Sin embargo, de acuerdo con el académico Nissim Amzallag, Yahvé era un dios de la metalurgia. Amzallag escribe:
Una conexión esencial entre Yahvé y el cobre se sugiere en el libro de Zacarías, donde la morada del Dios de Israel es simbolizada por dos montañas de cobre (Zac. 6:1-6). En sus profecías, Ezequiel describe un ser divino como ‘un hombre estaba ahí, cuya aparición brillaba como cobre’ (Ezequiel 40:3), y en otra parte del mismo libro, Yahvé es incluso mencionado explícitamente como un fundidor (Exequiel 22:20). En Isaías 54:16, Yahvé es explícitamente mencionado como el creador tanto del herrero como de su trabajo… Tal involucramiento de Yahvé nunca es mencionado en ninguna otra parte para otras actividades humanas. (394)
Amzallag hace notar, además, las similitudes entre Yahvé y otros dioses de la metalurgia:
El dios de la metalurgia generalmente aparece como una deidad excepcional. Por lo general está involucrado en la creación del mundo y/o en la creación de los humanos. La abrumadora importancia del dios de la metalurgia refleja el papel central que jugaban los trabajadores del cobre en el surgimiento de las civilizaciones a lo largo del mundo antiguo. (397)
Amzallag compara los atributos del dios egipcio Ptah y del mesopotámico Ea/Enki junto con Napir y Elam, todos dioses de la metalurgia (entre sus demás atributos) con Yahvé, y encuentra similitudes muy llamativas. Él asegura, además, que el nombre del dios de los edomitas, Qos, es un epíteto de Yahvé y señala cómo los edomitas, un pueblo estrechamente relacionado con la metalurgia, fueron los primeros trabajadores y administradores de las minas de cobre en Timna y, aún más, que Edom nunca es mencionado en la Biblia desafiando a Israel en el nombre de un dios extranjero; sugiriendo así, que ambos pueblos adoraban a la misma deidad (309-392).
Aunque la teoría de Amzallag ha sido cuestionada, no se ha refutado. Son particularmente convincentes sus argumentos provenientes de pasajes bíblicos y la evidencia arqueológica citada de las ruinas de las minas de Timna.
De dios de la metalurgia a deidad suprema
Yahvé fue transformado, de acuerdo con Amzallag, de un dios entre muchos a una deidad suprema por los israelitas en la Edad del Hierro (c. 1200-930 AEC) cuando el hierro remplazó al bronce y a los fundidores de cobre, cuyo oficio era visto como una forma de magia transformadora, perdieron su estatus único. En esa nueva era, los israelitas en Canaán buscaron distanciarse a sí mismos de sus vecinos para consolidar su fuerza política y militar; así, elevaron a Yahvé sobre El como el ser supremo y lo reclamaron como propio. Su asociación con la fragua, con la imaginería de fuego, el humo y la destrucción, funcionó también describiendo a un dios de la tormenta y la guerra. De esa manera, el carácter de Yahvé cambió de una deidad de la transformación a una de la conquista. Miller y Hayes comentan:
Quizás la característica más notable de Yahvé en la temprana poesía de Israel y su literatura narrativa es su militancia. El llamado “Cántico del Mar” en Éxodo 15:1-18 y la “Canción de Débora” en Jueces 5 son típicas en su alabanza a Yahvé, el guerrero divino con quien se contaba para que interviniera en favor de sus seguidores… Tal, que pudo haber sido inicialmente en relación con las guerras de Israel que Yahvé adquirió estatus de dios nacional. Durante los tiempos de paz, las tribus habrían dependido enormemente de Baal y sus variadas formas locales para asegurar la fertilidad. Pero cuando iban juntos a la guerra contra sus enemigos comunes, se habrían vuelto hacia Yahveh, el dios guerrero que podría otorgarles la victoria (112).
El Yahvé guerrero es evidente a lo largo de las escrituras hebreas, las cuales se convirtieron en el Nuevo Testamento cristiano, y la imaginería guerrera está presente también en pasajes del Nuevo Testamento que se inspiraron en los textos previos (Ej.: Efesios 6:11, Filipenses 2:25, 2 Timoteo 2:3-4, 1 Corintios 9:7, entre otros). Para el tiempo en que estos documentos fueron escritos, el culto a Yahvé había sufrido una dramática transformación respecto a lo que había sido en los primeros días de los israelitas en Canaán.
Práctica y creencia religiosa temprana y tardía
Inicialmente, los pueblos de Canaán, incluyendo a los israelitas, practicaban una forma de culto a los ancestros en el cual veneraban al “dios del padre” o “el dios de la casa”, además de rendir homenaje a sus ancestros terrenales, en un esfuerzo por establecer conexiones de tribus individuales y familiares (van der Toom, 177). Con el tiempo, esta práctica involucró la adoración de deidades tales como El, Asherah, Baal, Utu-Shamash, y Yahvé, entre otras.
Mientras los israelitas desarrollaban su comunidad en Canaán, buscaban distanciarse de sus vecinos y, como se señaló, elevaron a Yahvé por encima del tradicional dios supremo cananeo El. Sin embargo, no adoptaron el monoteísmo en ese entonces. Los israelitas permanecieron como un pueblo henoteista durante el período de los jueces, que precede al ascenso de la monarquía, y a lo largo del período del reino de Israel (c.1080-c-722).
En el 931 AEC, tras la muerte de Salomón, el reino se dividió en dos, y una nueva entidad política, el reino de Judá con su capital en Jerusalén, emergió en el sur. Los reinos de Israel y Judá estaban en conflicto o se aliaban periódicamente hasta el 722 AEC, cuando los asirios destruyeron Israel y, manteniendo sus políticas militares habituales, deportaron a los habitantes y los reemplazaron con otros del imperio. Judá fue capaz de sortear las campañas militares asirias pero solo gracias al pago de tributos a Asiria.
El imperio asirio cayó ante una fuerza invasora de babilonios, medos y otros pueblos en 612 AEC, y los babilonios reclamaron la región de Canaán. En 598 AEC invadieron Judá y saquearon Jerusalén, destruyendo el tempo de Salomón y llevando a los ciudadanos destacados a Babilonia. Este es el tiempo de la historia judía conocida como la cautividad babilonia (c. 598-538 AEC). Babilonia fue conquistada por Ciro el Grande (m.530 AEC) de los persas, quien permitió a los principales judíos retornar a su tierra natal en 538 AEC.
Como con todas las religiones antiguas (también las modernas), la fe de la gente estaba basada en el entendimiento del quid pro quo (esto por aquello) en el cual honrarían y servirían a una deidad y, a cambio, recibirían protección y guía. Cuando el templo fue destruido y el reino raqueado, el clero judío había encontrado una razón de la tragedia y concluyó que había sido porque no habían prestado suficiente atención a Yahvé y lo habían enojado mediante el reconocimiento y veneración de otros dioses.
Durante el período del segundo templo (c.515 AEC-70 EC) el judaísmo fue actualizado, la Torah canonizada, y se estableció una nueva forma de entender lo divino, que hoy día es conocida como monoteísmo -La creencia en una única deidad. En esta época, los académicos han establecido, las viejas obras que, eventualmente, se convirtieron en las escrituras hebreas, se revisaron para que reflejaran un sistema de creencias monoteísta entre los israelitas mucho antes de lo que realmente lo practicaron.
El monoteísmo de las escrituras hebreas sería apropiado posteriormente por los adeptos de la cristiandad, quienes continuarían la veneración a Yahvé, eventualmente conocido como Jehovah y luego, simplemente, como “Dios”; y el Islam desarrollaría también una deidad bajo el nombre de Allah (“el Dios”) comenzando el siglo séptimo EC. Quienquiera que fuera Yahvé originalmente, y como quiera que fuera adorado, hoy conforma la base de las tres grandes religiones monoteístas del mundo.