Aunque se suele describir a los antiguos egipcios como obsesionados con la muerte y adustos, en realidad tenían un gran aprecio por la vida y su cultura reflejaba su creencia en la existencia como un viaje eterno impregnado de magia. La vida era un regalo de los dioses y se esperaba que la gente disfrutara de ese regalo lo más plenamente posible.
Inscripciones, obras de arte y diversos objetos dejan claro que la vida del antiguo Egipto se centraba en disfrutarla y hacer que el tiempo que se pasaba en la tierra fuera digno de vivir eternamente. Una de las formas en que perseguían este objetivo resulta familiar para cualquiera en la actualidad: a través de los deportes y los juegos.
Muchas de estas actividades recreativas son las mismas que en la actualidad y se practicaban más o menos de la misma manera. La forma física era una parte importante de la vida del antiguo egipcio y los deportes ayudaban a mantener la salud y el vigor. Los juegos eran más intelectuales, como el popular Senet, que parece ser su versión de las damas. Estos deportes y juegos reflejaban los valores de la cultura en el sentido de que eran obviamente divertidos, pero también contribuían al bienestar general.
Ocio
Los egipcios de todas las clases sociales pasaban mucho tiempo al aire libre desde pequeños. Las obras de arte y las inscripciones, así como las cartas, proporcionan ejemplos de niños que juegan en el patio o en la calle desde una edad temprana. Tanto los niños como las niñas iban desnudos desde que nacían hasta la pubertad, y las figuras de muchas pinturas se sitúan en este marco temporal.
Los niños también llevaban el pelo en un solo mechón lateral, con el resto de la cabeza afeitada en la juventud, aspecto que también se representa en muchas obras que muestran a personas jugando al aire libre. Se creía que una infancia sana resultaría en un adulto sano y productivo de la comunidad, aunque, en una aparente contradicción de este valor, a menudo se representaba a sacerdotes, escribas y administradores ricos con sobrepeso.
Aun así, el atletismo y la forma física desempeñaban un papel integral en la vida de los egipcios de cualquier época. El deporte formaba parte de la coronación del rey, de las celebraciones de las victorias militares, de las ceremonias religiosas y de los festivales, mientras que los juegos eran evidentemente un pasatiempo popular a juzgar por el número de juegos de mesa encontrados y por la frecuencia con que aparecen en las obras de arte. De hecho, tanto los egipcios como los dioses del mas allá aparecen jugando al senet y se cree que el juego reflejaba el viaje de la vida hacia la eternidad.
Los niños egipcios también jugaban con juguetes, y muchos de sus juegos siguen siendo disfrutados por los jóvenes en la actualidad. Los niños y las niñas no jugaban juntos, y sus diferentes deportes reflejaban los valores que se esperaban de los sexos: a menudo se ve a los niños luchando, remando, boxeando o practicando deportes de equipo competitivos como el hockey sobre hierba, mientras que a las niñas se las representa haciendo malabares o practicando gimnasia y danza gimnástica. A las niñas y a los niños se les enseñaba a nadar a una edad temprana, y ambos son representados en este deporte y en la navegación.
Juguetes
Muchos de los juguetes de los jóvenes egipcios eran similares a las figuras de acción y las muñecas actuales. La egiptóloga Rosalie David señala que "los niños pequeños jugaban con muñecas en cunas; juguetes de animales, incluidos cocodrilos con mandíbulas móviles; marionetas, incluidos enanos bailarines; sonajeros y trompos; y armas en miniatura" (330). También jugaban con figuras de mujeres y hombres, hechas de arcilla o madera. Una pieza especialmente intrincada del Reino Medio (2040-1782 a.C.) es una figura (normalmente interpretada como una mujer) amasando masa (también interpretada como moliendo grano). Se trata de un juguete de tracción con un trozo de cuerda atado a la persona de madera que está anclada a una plataforma e inclinada, sosteniendo un objeto ovalado. Cuando se tiraba de la cuerda, la figura iba de un lado a otro en su trabajo.
Muchos juguetes estaban sujetos a trozos de cuerda o cordel. Había caballos y carros de juguete con jinetes en el Reino Nuevo (hacia 1570-1069 a.C.) después de que los hicsos introdujeran los caballos y carros reales en Egipto durante el Segundo Periodo Intermedio (hacia 1782-1570 a.C.). Los niños también tenían gatos, perros, ratones, ranas y pájaros de juguete. Uno de ellos es el Pájaro de Saqqara, datado en el año 200 a.C., que algunos teóricos señalan como prueba de que los antiguos egipcios entendían la aerodinámica. Sin embargo, las pruebas realizadas con modelos del Pájaro de Saqqara han demostrado que no es aerodinámico y nunca voló. El experto en aviación Martin Gregorie, tras realizar pruebas exhaustivas en un modelo, concluyó que se trataba de un juguete infantil o de una veleta.
Las muñecas de las niñas eran de tela y estaban rellenas de hierba, heno y, más tarde, de pelo de caballo. Los niños tenían figuras de atletas y soldados para jugar, que se hacían de arcilla, madera o tela rellena. Una pieza especialmente interesante, del Reino Nuevo de Egipto, es un perro mecánico con una palanca debajo (que sobresale del pecho) que se mueve cuando se presiona sobre su espalda y avanza al presionar y liberar dicha palanca.
Juegos
Los perros se encuentran entre los juguetes más populares, lo que refleja el valor que tenían para el pueblo, y también figuran en un juego de mesa conocido como Sabuesos y Chacales. Este juego fue muy popular durante el Reino Medio de Egipto, y el mejor conservado lo encontró Howard Carter (famoso por el descubrimiento de la tumba de Tutankamón) en Tebas, y data de la Dinastía XIII. Se jugaba en un tablero de madera decorado de cincuenta y ocho agujeros con piezas de madera puntiaguda con cabezas de perro o chacal. El objetivo del juego podría ser capturar las piezas del bando contrario mientras se avanza con las propias, pero esto es una conjetura.
Uno de los juegos de mesa más antiguos fue el Mehen (también conocido como el Juego de la Serpiente), que data del Período Dinástico Temprano en Egipto (hacia 3150-2613 a.C.) y se jugaba en un tablero de una sola pata grabado con la imagen de una serpiente. Los jugadores utilizaban piezas de juego con forma de leones y leonas, así como objetos redondos, y se cree que el objetivo era ser el primero en encajonar la serpiente en el tablero. No se han encontrado reglas para ninguno de estos juegos, por lo que cualquier interpretación de su objetivo es puramente especulativa.
Rosalie David comenta que "hay cierta dificultad para distinguir los verdaderos juguetes y juegos (destinados a divertir y entretener a sus propietarios) de las "muñecas" u otras figuras utilizadas con fines mágicos o religiosos" (330). Así sucede en el caso de Mehen, ya que podría haber sido una representación ritual del Derribo de Apofis, una ceremonia realizada para evitar que la Gran Serpiente destruyera la barca del dios del sol mientras viajaba por el inframundo durante la noche. Esta posibilidad la sugieren los tableros de Mehen encontrados en los que la serpiente grabada en la parte superior está segmentada en cuadrados, tal y como Apofis había sido cortado en pedazos pero seguía suponiendo una amenaza nocturna para el sol. Aun así, los cuadrados podrían ser simplemente espacios en el tablero para las piezas del juego sin relación con el mito de Apofis.
El juego de mesa más popular era el Senet, el más comúnmente representado como el "típico" juego del antiguo Egipto en la televisión y el cine (aunque Sabuesos y Chacales ha hecho algunas apariciones notables). Data del Período Dinástico Temprano y siguió siendo popular durante toda la historia de Egipto. El Senet era un juego para dos jugadores que se enfrentaban en un tablero de treinta casillas con cinco o siete piezas. El objetivo parece haber sido mover todas las piezas propias hasta el extremo del tablero del adversario, impidiendo que éste hiciera lo mismo. Está representado en obras de arte del Reino Nuevo que muestran a la realeza jugando al Senet, y el mejor ejemplo es la pintura de la tumba de la esposa de Ramsés II, la reina Nefertari (hacia 1255 a.C.).
Se han encontrado tableros de senet en tumbas reales desde el Período Dinástico Temprano hasta el Período Tardío del Antiguo Egipto (525-332 a.C.) y en regiones más allá de las fronteras de Egipto, lo que atestigua su popularidad. A partir del Reino Nuevo, se consideraba una representación del viaje de la vida a la eternidad, como demuestran los textos, las inscripciones y los grabados en tableros de juego reales. En el Libro Egipcio de los Muertos, el Senet se menciona en la primera sección del extenso Hechizo 17, que lo vincula firmemente con el más allá y los dioses.
Deportes
Los dioses también formaban parte de los encuentros deportivos y el atletismo, ya que a menudo se incluían en las ceremonias y festivales religiosos. Los participantes escenificaban simulacros de batallas entre los seguidores de Horus y Set para conmemorar la victoria de Horus y el triunfo del orden sobre el caos. Estas representaciones habrían incorporado muchos de los deportes que los egipcios practicaban habitualmente.
Algunos de los deportes más populares eran la pesca, el remo, el lanzamiento de jabalina, el boxeo, la lucha, la halterofilia y la gimnasia. El deporte de equipo más practicado era el hockey sobre hierba y un juego parecido al tira y afloja jugado con un aro. El tiro con arco también era popular, pero se asociaba principalmente con la nobleza y la realeza. Amenhotep II (1425-1400 a.C.) fue excelente arquero que "aparentemente podía disparar una flecha a través de un blanco de cobre sólido mientras estaba montado en un carro" (Wilkinson, 234). Ramsés II (1279-1213 a.C.) también era conocido como un hábil arquero y cazador que se mantuvo en forma durante toda su larga vida.
La forma física se consideraba tan importante para un faraón que parte del festival Heb-Sed, que se celebraba tras los primeros treinta años de reinado de un rey para rejuvenecerlo, se centraba en su capacidad para la carrera en un recorrido y realizar diferentes tareas a lo largo del mismo (incluida su habilidad en el tiro con arco). Se animaba a los príncipes a hacer ejercicio con regularidad, sobre todo en el Reino Nuevo, porque se esperaba de ellos que lideraran el ejército en la batalla. El egiptólogo Toby Wilkinson señala:
Las actividades físicas y energéticas desempeñaban un papel especialmente importante en la educación de los futuros líderes. Correr, saltar, nadar, remar y luchar formaban parte de la rutina semanal, diseñada para desarrollar la fuerza, la resistencia y el espíritu de equipo. (234)
Aunque el ejercicio físico era importante para la realeza, no era un valor limitado por el estatus social. Las descripciones de los deportes indican que la gente de todos los estratos de la sociedad los disfrutaba y practicaba a menudo. Se representa con frecuencia a los reyes egipcios cazando, al resto de los habitantes se les ve en competiciones de remo, justas acuáticas, carreras, jugando al balonmano y en competiciones de salto de altura, entre otros deportes. Todos ellos se practicaban de la misma manera que en la actualidad.
El hockey sobre hierba se jugaba con dos equipos opuestos utilizando ramas de palmera cortadas y con extremos curvos y una pelota hecha con un centro de papiro cubierto con tela o piel de animal. En las competiciones de malabares se utilizaban el mismo tipo de pelotas, sólo que más pequeñas y a veces teñidas de diferentes colores. Un mural de la tumba 17 de Beni Hasan representa a dos niñas enfrentadas haciendo malabares con seis pelotas negras de forma experta. Este mural es uno de los muchos que se han encontrado en otras tumbas, en palacios y en otros lugares que captan la inmediatez y la vitalidad de los deportes egipcios.
La nobleza no sólo participaba en los deportes, sino que, como todo el mundo, disfrutaba viéndolos. Entre los deportes acuáticos más populares estaba el tiro al blanco, en el que dos personas en una pequeña embarcación desafiaban las aguas del Nilo. Las competiciones de remo y natación, así como la lucha y el lanzamiento de jabalina, eran deportes igualmente populares entre los espectadores.
Los hombres disfrutaban viendo las competiciones de danza gimnástica, los desfiles, la natación y el remo de las mujeres de la misma manera que lo hacen hoy en día. El ejemplo literario más famoso es el Papiro de Westcar (fechado en el Segundo Periodo Intermedio, entre 1782 y 1570 a.C.) y la historia de Sneferu y la joya verde (también conocida como La maravilla que ocurrió bajo el reinado de Sneferu).
En este cuento, el rey se siente abatido y su escriba principal le sugiere que vaya a navegar por el lago, diciendo: "...equipa para ti una barca con todas las bellezas que hay en tu cámara de palacio. El corazón de tu majestad se refrescará al verlas remar hacia arriba y hacia abajo" (Simpson, 16). El rey hace lo sugerido, manda traer "veinte mujeres, las más bellas en forma, con pechos firmes, con el pelo bien trenzado" y, tras pasar la tarde con ellas, "el corazón de su majestad se alegró al verlas remar" (Simpson, 17). Se ha señalado que el placer del rey se incrementó al hacer que todas las mujeres se quitaran la ropa y se adornaran solo con mallas, atuendo aceptable para la actividad, de la misma forma que hoy día podríamos llevar pantalones cortos para ir a navegar.
Cuentacuentos
Además de los juegos y los deportes, los egipcios también disfrutaban de otra forma de ocio: la narración de cuentos. Aunque el cuento de Sneferu y la joya verde destaca cómo se levanta el ánimo del rey al ver a las hermosas mujeres que le reman por el lago, el centro del relato es la joya verde que se cae del pelo de una de las mujeres y se pierde en el lago. Ella se enfada y deja de remar. El escriba principal del rey, que ha venido en el viaje, parte el agua a ambos lados y recupera la joya. La historia relata que "el agua tenía doce codos de profundidad", pero el escriba pronunció su hechizo mágico que dobló el agua sobre sí misma para crear una pared de agua que "ascendía a veinticuatro codos después de doblarla" (Simpson, 18). La historia, por supuesto, recuerda a la escena del libro bíblico del Éxodo en la que Moisés divide el Mar Rojo, y este tipo de cuentos, de magia y maravilla, eran de los que más disfrutaban los egipcios.
Las historias de los dioses, los cuentos de héroes como Sinuhe, el cuento del náufrago y las historias de fantasmas se contaban en reuniones, festivales y fiestas. A menudo estas historias tenían una moraleja, hecho que no le restaba valor de entretenimiento ni disminuía su popularidad. El cuento de Setna y Taboubu, por ejemplo, era una historia muy popular que databa del primer milenio a.C. y relataba cómo un príncipe, deseoso de una hermosa mujer, entregaba todo, incluida su familia, para tenerla. Sin embargo, le engañan y se encuentra desnudo en la calle tras recibir una lección de respeto y prudencia por parte de la diosa Bastet.
Esta historia, como el resto, reflejaba los valores de la cultura, pero también pretendía mejorar el alma de la persona, del mismo modo que los deportes mantenían la forma física y los juegos proporcionaban relajación y distracción. Todas las actividades recreativas de los egipcios perseguían el mismo fin de disfrute y mejora física y espiritual en una vida que, si se vivía bien, se perpetuaría para siempre en el paraíso del otro mundo.