Los fantasmas (obake o yurei) aparecen en el folclore y la literatura japonesa antigua, normalmente en cuentos con una moraleja pensados tanto para advertir como para entretener, pero también eran un elemento importante del culto a los antepasados. Si no se honraba a los miembros fallecidos de una familia, podían causar estragos en la vida cotidiana de quienes los habían olvidado. No había mucho que se pudiera hacer para evitar a los fantasmas, demonios y duendes, y la única salvaguarda contra el daño era rezar o confiar en la protección de los dioses sintoístas o Buda. Sin embargo, estos espíritus no siempre son malignos y sus poderes pueden anularse; a veces incluso pueden convertirse en buenos si se les somete a los hechizos y rituales adecuados.
Orígenes
La creencia en los fantasmas en Japón se remonta a los ainus, pueblo indígena que habitó la parte norte de las islas. Estos consideraban a los espíritus como una manifestación del lado maligno de una persona. Conocidos como takup, podían aparecer en sueños y transmitir mensajes de los muertos o guiar al individuo en un viaje espiritual. Se creía que si el durmiente se despertaba antes de «volver» a su cuerpo, moría.
La creencia en los espíritus o kami, una parte importante de la religión sintoísta, también tiene una larga historia en Japón. Los elementos naturales prominentes o inusuales tales como montañas, manantiales y rocas con formas extrañas, se consideran la manifestación de un kami o incluso de un dios importante. El budismo, con su preocupación por la vida después de la muerte, también trajo a Japón historias de fantasmas y duendes procedentes de China, muchos de los cuales personificaban las tentaciones y los obstáculos para alcanzar la iluminación. Es evidente, pues, que en la cultura japonesa existía, y para muchos sigue existiendo, un mundo completamente distinto del de los vivos, y los fantasmas son el medio por el que estos dos mundos entran ocasionalmente en contacto.
Fantasmas de los antepasados
En el antiguo Japón, se creía que los individuos, tras la muerte, se transformaban en espíritus, y era importante para los vivos honrar a los espíritus de sus antepasados. Esto podía hacerse mediante oraciones y pequeñas ofrendas en un santuario construido a tal efecto en el hogar familiar. Si no se honraba y recordaba a los espíritus de los antepasados, podían convertirse en «espíritus hambrientos» o gaki (también escrito gakki), seres que estaban siempre hambrientos y sedientos, tenían enormes barrigas y atormentaban a los vivos trayéndoles mala suerte y enfermedades. Al mismo tiempo, los antepasados podían ayudar a proteger la suerte de los vivos; eran especialmente comunes las historias de fantasmas de madres muertas que cuidaban de sus hijos vivos.
Tengu
Los bosques se consideraban el hogar de los duendes conocidos como tengu, quienes lanzan hechizos a quienes no vigilan sus pasos. Tienen cuerpo de hombre pero con alas, cara roja y un pico amenazador. Las máscaras de tengu se suelen llevar hoy en día durante los festivales sintoístas, donde las personas interpretan el rol de guardianes del templo. A los tengu les gusta secuestrar niños y acechar a los sacerdotes budistas, tentándoles para que abandonen su fe y se conviertan al sintoísmo.
Kappa
Se pueden encontrar elementos sobrenaturales incluso en las fuentes de agua, con los llamados kappa o duendecillos del agua. A estos seres se los imagina como pequeños duendes de aspecto infantil, cubiertos de escamas verdeazuladas y con manos y pies palmeados. Algo muy particular es que poseen un hueco en la parte superior de sus cabezas en el que guardan agua como sustento para cuando están lejos de un río. Si bien son conocidos por devorar a sus víctimas (y por tener una particular afición por los hígados), a veces pueden, por el contrario, ofrecer ayuda al transeúnte. La mejor manera de evitar que te hagan daño es ofrecer al kappa una reverencia muy pronunciada. Este devolverá la cortesía y así derramará el agua de su cabeza, quedando así demasiado débil para hacer ninguna travesura.
Oni
Los oni, o demonios, son criaturas omnipresentes e inmorales que causan travesuras y desastres, aunque pueden convertirse al buen camino. El número de oni aumentó enormemente tras la introducción del budismo en Japón a partir del siglo VI d. C. Existen dos tipos de oni: los que habitan en el inframundo y los que habitan en los cielos. Los primeros suelen tener el cuerpo rojo o verde, la cabeza de caballo o buey y montan un carro llameante. Su trabajo consiste en llevar las almas al infierno. Otros oni no tienen forma física, pero se les oye hablar, cantar o silbar. Los oni eran famosos por su habilidad con la espada, y ninguno más que su rey Sojobo, que entrenó en este arte al famoso guerrero del siglo XII, Minamoto no Yoshitsune.
Algunos oni estaban asociados a enfermedades específicas, mientras que otros, según se creía, poseían animales que luego podían poseer a las personas (especialmente zorros o mapaches). También se creía que las mujeres dominadas por los celos o sin sentimientos se transformaban en demonios. Los oni y la mayoría de los demás seres sobrenaturales a veces pueden ofrecer dones y enseñar habilidades a las personas, así como también pueden ser desterrados o eliminados mediante hechizos y rituales realizados por quienes saben.
Guerreros caídos
Otro grupo de fantasmas eran guerreros o incluso ejércitos enteros caídos en batalla. Uno de estos episodios es la desastrosa derrota del clan Taira y el joven emperador Antoku en la batalla de Dannoura en el año 1185 d. C. durante la Guerra Genpei. Se dice que el fantasma de un guerrero samurái reapareció en el lugar y pidió a un laudista ciego (biwa) llamado Hoichi que tocara para él el Heike Monogatari, que narra la historia de la batalla. Solo después de varias noches tocando, cuando un abad siguió al laudista, se descubrió que Hoichi, tocando bajo la lluvia junto a una lápida en memoria de los caídos, no tenía público.
Personas maltratadas
Otra categoría de espíritus son aquellos individuos que sufrieron algún tipo de injusticia a lo largo de su vida. Quizá el ejemplo más famoso de estos espíritus «inquietos» sea el erudito Sugawara no Michizane, también conocido como Tenjin (845-903 d. C.), que fue maltratado en la corte y exiliado. Poco después de su muerte, una oleada de devastadores incendios y plagas asoló la capital imperial, lo que muchos interpretaron como una señal de venganza por parte de Tenjin. El impresionante santuario Kitano Temmangu de Kioto se construyó en su honor en el año 905. y Tenjin se convirtió en el dios patrón de la erudición y la educación. Esta historia ilustra el tema común de los fantasmas japoneses, en el sentido de que no son necesariamente malvados de forma injusta y que en la mayoría de los casos pueden apaciguarse si se les rinden los honores apropiados.
Otros tipos de fantasmas
Además de las moradas obvias de los fantasmas, como templos y cementerios, había otros lugares, aparte de bosques y ríos, donde uno podía tener la mala suerte de encontrarse con un fantasma malévolo. Los marineros de todo el mundo son famosos por sus supersticiones, y en Japón había un tipo de fantasma que a veces seguía a los pescadores y a los barcos en alta mar. El fantasma exigía a los marineros un balde o cubo sin fondo y, si no le daban esta ofrenda, inundaba el barco. En tierra, mientras tanto, se creía que los espíritus de los que morían en las montañas rondaban las laderas y atraían a los escaladores a su perdición. Evidentemente, para los antiguos japoneses el mundo era un lugar potencialmente peligroso, con demonios y duendes en cada esquina, y había que estar alerta para asegurarse de no caer en sus trampas para alterar el orden natural de la vida cotidiana.
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