La maldición de la momia: la tumba de Tutankamón y los medios de comunicación modernos
10 días restantes
Invertir en la enseñanza de la Historia
Al apoyar a nuestra fundación benéfica World History Foundation, está invirtiendo en el futuro de la enseñanza de la historia. Tu donación nos ayuda a dotar a la próxima generación de los conocimientos y habilidades que necesitan para comprender el mundo que les rodea. Ayúdanos a empezar el nuevo año dispuestos a publicar más información histórica fiable y gratuita para todos.
El descubrimiento de Howard Carter en 1922 de la tumba de Tutankamón fue una noticia mundial, pero inmediatamente después la historia de la maldición de la momia (también conocida como La maldición del faraón), llegó incluso a ser más popular y sigue siéndolo hoy en día. Anteriormente al descubrimiento de Carter, las tumbas, los faraones y las momias atraían una atención significativa, pero no se acercaba al nivel de interés que el público mostró más tarde. La fascinación mundial por la cultura del antiguo Egipto comenzó con las primeras excavaciones y relatos de viajes que se publicaron en los siglos XVII y XVIII, pero ganó un impulso considerable en el siglo XIX después de que Jean-François Champollion (1790-1832), basándose en la obra de Thomas Young (1773-1829), descifrara los jeroglíficos egipcios por medio de la piedra de Rosetta y publicara sus descubrimientos en 1824.
Champollion dio a conocer el mundo antiguo de Egipto al mundo moderno porque después de su trabajo, los eruditos por fin pudieron leer los textos de los monumentos e inscripciones, escribir sobre sus descubrimientos, y mostrar un interés mayor por esta civilización. Cada vez se iniciaban más expediciones para descubrir artefactos antiguos para los museos y para colecciones privadas. Desde Egipto se enviaban momias y artefactos exóticos a todas partes del mundo. Algunos de ellos encontraban su hogar en museos, mientras que otros se utilizaban como mesas de café y en conversaciones curiosas de los ricos. Este interés por todas las cosas egipcias se propagó a la cultura popular y no pasaría mucho tiempo hasta que la industria cinematográfica se aprovechara de ello.
La primera película que trataba el tema fue La tumba de Cleopatra de 1899, producida y dirigida por Georges Méliès. La película se ha perdido, pero según se cuenta, relataba la historia de la momia de Cleopatra que, después de su descubrimiento accidental, regresa a la vida y aterroriza a los vivos. En 1911 la compañía Thanhouser estrenó La momia, que cuenta la historia de la momia de una princesa egipcia que es revivida por medio de cargas de corriente eléctrica; finalmente, el científico que la devuelve a la vida, la tranquiliza, controla y se casa con ella.
DESPUÉS DE 1922, APENAS HAN EXISTIDO OBRAS POPULARES DE PELÍCULAS O FICCIÓN QUE TRATEN DE MOMIAS EGIPCIAS QUE NO SE BASEN EN EL DISPOSITIVO DE TRAMA DE LA MALDICIÓN EN MAYOR O MENOR GRADO.
Estas primeras películas trataban de Egipto en general y del concepto de momias como un tipo de zombi, un cadáver reanimado, pero que mantenía el carácter y la memoria de la persona. La maldición no estaba implicada en estas primeras películas, pero después de 1922, apenas han existido obras populares de películas o ficción que traten de momias egipcias que no se basen en ese dispositivo de trama en mayor o menor grado.
La primera película sobre el tema que tuvo un éxito rotundo fue La momia (1932) estrenada por Universal Pictures. En la película de 1932, Boris Karloff desempeña el papel de Imhotep, un antiguo sacerdote que fue enterrado vivo, así como del Imhotep resucitado de nombre Ardath Bey. Bey está intentando matar a Helen Grosvenor (interpretada por Zita Johann), que es la reencarnación de Ankesenamun, el interés amoroso de Imhotep. Finalmente, Los planes de Bey de asesinar y luego resucitar a Helen como Ankesenamun se frustran, pero antes de que eso ocurra, la audiencia ya se ha hecho consciente de la maldición que va unida a las momias egipcias y de las serias consecuencias de molestar a los muertos.
El gran éxito de taquilla de esta película garantizó las secuelas que se produjeron a lo largo de la década de 1940 (La mano de la momia, La tumba de la momia, El fantasma de la momia y La maldición de la momia, 1940-1944), que fueron parodiadas en los años 50 (Abbot y Costello se encuentran con la momia, 1955), continuaron en los 60 (La maldición de la tumba de la momia en el 64 y El sudario de la momia en el 67), y hasta el año 1971 con La sangre de la tumba de la momia. El género de terror de la momia se revivió con la nueva versión de La momia en 1999 que era un remake de la película de 1932 y tan popular como esta. Esta película inspiró la secuela El regreso de la momia de 2001 y las películas del rey Escorpión (2002-2012), que en general también fueron bien recibidas. La película Dioses de Egipto (2016) desplazó el foco de las momias a los dioses egipcios, pero según se informa, la última película sobre la momia que apareció en junio de 2017 hace regresar a la audiencia a la trama de la película de Méliès del año 1899.
Sea o no que una maldición concreta sea la trama central de todas estas películas, sí lo es siempre el concepto de las artes oscuras de los egipcios y su habilidad para trascender a la muerte. No hay duda de que los egipcios estaban interesados en el mundo del más allá y se aprovisionaban ampliamente para continuar su viaje allí, pero no estaban interesados en maldecir ni aterrorizar a las generaciones futuras. Los textos de execración que se encuentran inscritos en las tumbas son simples avisos contra los ladrones de tumbas y amenazas sobrenaturales de lo que les ocurrirá a aquellos que molesten a los muertos; la abundante evidencia de tumbas saqueadas en los últimos miles de años, muestran cuán efectivas eran estas amenazas. Ninguna de ellas fue capaz de proteger la tumba de su propietario con tanta efectividad como la que generó y extendió el cuerpo de la prensa en los años 20 del siglo pasado, ni ninguna será igual de famosa.
Carter se hizo famoso de la noche a la mañana cuando descubrió la tumba de Tutankamón y, según el mismo admite, no lo apreció demasiado. Escribe:
La arqueología como foco de atención es una experiencia nueva y desconcertante para la mayoría de nosotros. En el pasado hemos estado suficientemente contentos e intensamente interesados en nuestros trabajos, pero sin esperar que otras personas fueran más que desinteresadamente amables al respecto, y ahora de repente descubrimos que el mundo se interesa en nosotros con un interés tan intenso y tan ávido de detalles que tienen que enviar corresponsales especiales con grandes salarios a entrevistarnos para contar cada movimiento que realizamos y que se esconden por las esquinas para sorprenderse con algún secreto que guardemos. (Carter, 63)
Carter había localizado la tumba a principios de noviembre de 1922, pero tuvo que esperar hasta que su patrocinador y apoyo financiero, Lord Carnavon, llegara desde Inglaterra para abrirla. Carter abrió la tumba en presencia de Carnavon y de su hija Lady Evelyn el 26 de noviembre de 1922 y un mes más tarde el lugar ya atraía visitantes de todo el mundo y estaba incluido en los tours por Egipto más caros.
La prensa bajó a la tumba, y el personal, debido a que esto era de máxima prioridad, no se marchó en una semana. Para complicar aún más el trabajo de la excavación había muchos visitantes con su insistencia de que deberían tener acceso a la tumba además de los tours guiados que causaban interrupciones en el programa diario y comenzaban a interferir seriamente en la identificación y la catalogación de los contenidos que estaban llevando a cabo los eruditos.
A Lord Carnavon se le presentó otra sorpresa inesperada. A pesar de que Carter creía que la tumba de Tutankamón estaba intacta y podría contener grandes riquezas, no había manera de que hubiera podido predecir el increíble alijo de tesoros que contenía. Cuando Carter miró por primera vez a través del agujero que hizo en la puerta, con la única luz de una vela, Carnavon le preguntó si podía ver algo y él contestó con la frase ya famosa, “Sí, cosas maravillosas” y más tarde comentaría que todo brillaba como el oro (Carter, 35). La magnitud del hallazgo y el valor de los artefactos imposibilitaron a las autoridades permitir que se dividiera entre Egipto y Carnavon; el contenido de la tumba pertenecía al gobierno egipcio.
Carnavon, al menos públicamente, no tuvo problema con ello, pero no solo necesitaba el rendimiento de su inversión, sino también los fondos necesarios para seguir pagando a Carter y a su equipo la limpieza y catalogación del contenido de la tumba. Decidió solucionar sus problemas financieros y las dificultades causadas por la prensa con un simple movimiento: vendió los derechos exclusivos de la difusión de la tumba al London Times por 5.000 libras esterlinas por anticipado y el 75 % de los beneficios de las ventas mundiales de sus artículos a otros vendedores.
Esta decisión enfureció al cuerpo de la prensa, pero fue un gran alivio para Carter y su equipo. Carter escribe, “Nosotros en Egipto estuvimos encantados cuando escuchamos la decisión de Carnavon de poner el asunto de la publicidad en manos de el Times” (64). Ahora habría solo un pequeño contingente de prensa en la tumba en cualquier momento dado, en vez de un ejército de ellos, y el equipo pudo continuar con la excavación sin las interrupciones anteriores.
La noticia fue bienvenida por Carter y su equipo, pero no así por el cuerpo de prensa. Muchos se quedaron en Egipto con la esperanza de conseguir una primicia de alguna manera o intentando encontrar otro ángulo sobre el acontecimiento que pudieran explotar para una historia; no tuvieron que esperar mucho. Lord Carnavon murió en El Cairo el 5 de abril de 1923, menos de seis meses después de que se abriera la tumba, y así nació la maldición de la momia.
La maldición de Tutankamón
En marzo de 1923 la novelista de super ventas y escritora de historias cortas Marie Corelli (1855-1924) envió una carta a la revista New York World avisando de las consecuencias directas para cualquiera que perturbara una tumba antigua como la de Tutankamón. Ella “citaba” de un libro oscuro que decía poseer para apoyar su afirmación. Corelli era una celebridad desde la publicación de su primera novela, Romance de dos mundos, en 1866 y su carta se leyó considerablemente. Su antiguo disgusto por la prensa y los críticos (que destrozaban sus libros a pesar de su popularidad) añadieron peso a la carta, pues ella debió haber sentido que su afirmación era lo suficientemente importante como para quebrar su costumbre de ignorar las publicaciones impresas. Nadie sabe por qué envió Corelli la carta; falleció al año siguiente sin ofrecer ninguna explicación.
¿Te gusta la historia?
¡Suscríbete a nuestro boletín electrónico semanal gratuito!
No obstante, esta carta fue oro para los medios de comunicación. Se utilizó para apoyar la afirmación de que Carnavon murió debido a una maldición y la fama de Corelli añadió peso a la imaginación popular; pero ella no fue la única “autoridad” en la materia citada por los medios. En los Estados Unidos, el periódico The Austin American publicó un artículo el 9 de abril de 1923 con el titular “Descubridor de faraón, ¿muerto por una antigua maldición?” que alude a la carta de Corelli, pero se centra en el testimonio de una tal Señorita Leyla Bakarat, la cual a pesar de no tener formación ni en egiptología ni en historia ni en maldiciones, confirmó la verdad detrás de la muerte de Carnavon en base a su herencia egipcia: Tutankamón lo mató con una maldición por medio de la picadura de una araña.
El periódico australiano, The Argus, informó de que la muerte de Carnavon fue causada por “la influencia maligna del faraón fallecido” y citó a Sir Arthur Conan Doyle (famoso como el creador de Sherlock Homes) y a un espiritista francés identificado solo como M. Lancelin para apoyar esta idea. El propio Conan Doyle era espiritista y miembro de la Sociedad Teosófica, como también lo era Marie Corelli, y bajo otras circunstancias sus puntos de vista religiosos habrían sido manejados por la prensa principal con un mayor y considerable escepticismo. Ya que solo el London Times tenía acceso a las noticias de la evolución de los acontecimientos en la tumba, otros vendedores de periódicos debían aprovechar al máximo cualquier cosa que tuvieran, y de esta manera la maldición de la momia floreció en artículos y editoriales de periódicos por todo el mundo y esos periódicos se vendieron en cantidades sin precedentes. El egiptólogo David P. Silverman describe la situación:
Algunos de los periodistas tenían ayuda de egiptólogos descontentos, a los que no solo se había denegado el acceso a la tumba, sino también cualquier información sobre ella. Debido a que no existía aprecio entre Carter y Carnavon y algunos de sus colegas eruditos, siempre había alguien deseoso de proveer información sobre ciertos objetos o inscripciones de la tumba, basadas únicamente en fotografías publicadas. De esta manera, el público podría interpretar muchas inscripciones como maldiciones, especialmente después de que la prensa realizara una “re-traducción”. Por ejemplo, un texto inocuo inscrito en yeso de barro ante el santuario de Anubis en el Tesoro rezaba: “Yo soy el que evita que la arena bloquee la cámara secreta”. En el periódico se metamorfoseó en: “…Mataré a todos aquellos que crucen este umbral a los precintos sagrados del rey que vive para siempre”.
Esta malinterpretación proliferó, y pronto se encontraron maldiciones en todas las inscripciones. Debido a que pocas personas podían leer los textos y, por lo tanto, verificar el original, los periodistas estaban a salvo. Pudieron publicar (y así lo hicieron) una fotografía del gran santuario de oro de la Cámara funeraria junto a una “traducción” de la inscripción que la acompañaba: “Aquellos que entren en esta tumba sagrada serán pronto visitados por las alas de la muerte”. La figura grabada de una diosa alada que acompañaba al santuario reforzaría sin duda la amenaza “traducida”. En realidad, los textos de este santuario provienen del Libro de los muertos, una colección de hechizos con la intención de asegurar la vida eterna, ¡no de acortarla! (Maldición, 3)
Los periódicos contaban acontecimientos misteriosos que rodearon la muerte de Carnavon: las luces se apagaron en El Cairo cuando él falleció, afirmó su hijo, el perro de Carnavon aulló durante mucho tiempo cuando su amo falleció y luego cayó muerto. Con bastante rapidez, cualquiera que moría y tuviera alguna asociación con la tumba se relacionaba con la maldición. George Jay Gould I, que había visitado la tumba, murió solo un mes después de Carnavon. En julio de 1923 el príncipe egipcio Bey fue asesinado por su esposa en Londres y también se atribuyó su muerte a la maldición. El hermanastro de Carnavon murió en septiembre del mismo año y, aunque era anciano y llevaba algún tiempo mal de salud, también él fue víctima de la maldición.
La no maldición y su legado
La verdad es que Carnavon murió de septicemia debido a la picadura de un mosquito que se infectó al cortarse mientras se afeitaba. Aunque su hijo dio un informe detallado de primera mano de la muerte del perro aullador, Carnarvon no estaba en ningún sitio cerca del perro cuando murió, sino en la India. Nunca se ha confirmado si las luces del Cairo realmente se apagaron cuando Carnavon murió, pero si lo hicieron, no habría sido nada inusual ya que era algo que pasaba a menudo en los años 20.
Las otras muertes que se han asociado desde entonces a la maldición también tienen explicaciones bastante lógicas y naturales. La mayoría de aquellos que participaron en la apertura y en la excavación de la tumba de Tutankamón vivieron muchos años. El egiptólogo Arthur Mace, miembro del equipo de Carter, murió en 1928 tras una larga enfermedad, pero la mayoría llevaron vidas saludables, de éxito y productivas. El egiptólogo Percy E. Newberry, que animó a Carter a buscar la tumba y estuvo activo en la identificación y el catálogo de los contenidos, vivió hasta 1949. La hija de Carnavon, que estuvo presente en la apertura de la tumba, vivió hasta 1980. El propio Carter, el hombre que abrió y entró en la tumba por primera vez y, por lo tanto, se consideraría el primer candidato para sufrir la maldición, vivió hasta 1939.
CARTER NO HIZO NADA PARA EVITAR QUE LA PRENSA CONTINUARA DESARROLLANDO LA HISTORIA DE LA MALDICIÓN PORQUE TENÍA EL MARAVILLOSO EFECTO DE MANTENER AL PÚBLICO LEJOS DE LA TUMBA.
Carter nunca menciona la maldición en sus informes del trabajo de la excavación de la tumba, pero en privado lo consideraba un sinsentido. Sin embargo, no hizo nada para evitar que la prensa continuara desarrollando la historia porque tenía el maravilloso efecto de mantener al público lejos de la tumba. Es más, las personas que habían cogido artefactos de Egipto en el pasado para colecciones privadas, ahora las enviaban de vuelta o las donaban a instituciones porque temían la maldición. Silverman señala como “la gente, inquieta, comenzó a limpiar sus sótanos y áticos y a enviar sus reliquias egipcias a museos para evitar ser la siguiente víctima” (Maldición, 3). Carter trabajaría en el contenido de la tumba de Tutankamón durante la siguiente década sin la intrusión del público o de la prensa gracias a la maldición de la momia.
Sea cual fuera el bien que la maldición pudiera haber hecho a Carter, y continúa haciendo a la industria del entretenimiento, ha tenido el efecto desafortunado de oscurecer los logros del faraón Tutankamón (1336 - alrededor de 1327 a.C.) que fueron bastante significativos. El padre de Tutankamón fue el famoso “rey hereje” Akenatón (1353 - alrededor de 1336 a.C.) que abolió las creencias y las prácticas religiosas tradicionales de Egipto e instituyó su propio estilo de monoteísmo. Mientras que muchos hoy en día continúan admirando a Akenatón como un “visionario religioso”, sus acciones probablemente estuvieron impulsadas por el poder creciente, la riqueza y el prestigio del culto a Amón y sus sacerdotes que rivalizaban con el rey; su visión de un “solo dios verdadero” anuló con efectividad el culto y desvió su riqueza y propiedades a la corona.
Tutankamón reinstauró la antigua religión, de unos 2.000 años de antigüedad cuando Akenatón la abolió, y estaba trabajando en otras iniciativas para reparar el daño que su padre había hecho al Egipto sobresaliente entre las naciones extranjeras, a su ejército y su economía cuando murió antes de la edad de 20 años. La tarea reacería en Horemheb (1320-1292 a.C.) que se dedicó a las iniciativas de Tutankamón y reestablecer a Egipto su antigua gloria.
Por muy interesante que sea el concepto de una antigua maldición egipcia, en realidad no existe ninguna base para ello. El relato de la maldición tomó una vida propia de manera que ahora, la gente que no conoce nada del descubrimiento de la tumba de Tutankamón o del origen de la maldición, asocie Egipto con ritos místicos, con la obsesión por la muerte y con las maldiciones. La fascinación del público por la maldición de la momia no ha disminuido en los casi 100 años desde que los medios de comunicación la crearan y, debido a que tales historias y películas siguen funcionando bien, lo más probable es que seguirán viviendo en los siglos venideros; no obstante, difícilmente sea el legado que Tutankamón habría elegido para sí mismo.
Debido a mi gran interés por aprender humanidades, soy traductora voluntaria para WHE, lo que me da la oportunidad de profundizar en las olas del tiempo.
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.
Escrito por Joshua J. Mark, publicado el 08 mayo 2017. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.