En el antiguo Egipto, el pueblo mantenía al gobierno y el gobierno le correspondía. Egipto no tuvo una economía basada en el dinero hasta la llegada de los persas en 525 a.C. El pueblo trabajaba la tierra, el gobierno recolectaba los beneficios y después los volvía a distribuir entre el pueblo según la necesidad y el mérito de cada uno. Aunque había muchos trabajos más glamurosos que la agricultura, los agricultores eran la base de la economía egipcia y mantenían a todos los demás. Los granjeros sabían cómo divertirse y recibían cada día como una nueva oportunidad para hacer que la tierra produjera alimentos, pero esperaban pacientemente los días de relajación durante los festivales porque trabajaban duro y durante muchas horas todos los días; pero, en el antiguo Egipto, todo el mundo lo hacía.
Egipto funcionó con un sistema de trueque hasta la invasión persa de 525 a.C., y la economía estaba basada en la agricultura. La unidad monetaria del antiguo Egipto era el deben, que, según el historiador James C. Thompson, "funcionaba igual que el dólar en Norteamérica hoy en día de manera que los clientes sabían el precio de las cosas, excepto que no existía una moneda de deben. (Economía egipcia, 1). Un deben equivalía "aproximadamente a 90 gramos de cobre; los artículos que eran muy caros también se tasaban en deben de plata u oro con cambios equivalentes de valor" (ibid). Thompson añade:
Dado que setenta y cinco manojos de trigo cuestan un deben y un par de sandalias también cuestan un deben, para los egipcios era totalmente lógico que un par de sandalias se pudieran comprar con una bolsa de trigo tan fácilmente como con un trozo de cobre. Incluso si la zapatera tenía trigo de sobra, podía aceptarlo a modo de pago porque lo podía intercambiar a su vez por otra cosa. Los artículos más comunes para hacer compras eran el trigo, la cebada y el aceite para cocinar y para las lámparas, pero en teoría valía casi cualquier cosa. (1)
A los trabajadores se les solía pagar en pan y cerveza, los alimentos básicos de la dieta egipcia. Si querían otra cosa, tenían que poder ofrecer una habilidad o algún producto de valor, tal y como señala Thompson. Por suerte para la gente, había muchas necesidades que cubrir.
La Sátira de los oficios
Los artículos comunes que hoy en día damos por sentados, tales como cepillos, cuencos o tazas, por ejemplo, había que confeccionarlos a mano. Para poder tener papel en el que escribir, había que cosechar las plantas de papiro, procesarlo y distribuirlo; la colada había que hacerla a mano, remendar la ropa, hacer sandalias... y todos estos trabajos tenían su propia recompensa, pero también sus dificultades. Algo tan sencillo como hacer la colada podía suponer arriesgar la vida. La colada se lavaba en las riberas del Nilo, en el que vivían cocodrilos, serpientes y algún que otro hipopótamo. El cortador de cañas, que cosechaba el papiro del Nilo, también tenía que enfrentarse a estos peligros cada día.
De estos trabajos se encargaban aquellos en el peldaño más bajo de la jerarquía social egipcia y una famosa obra literaria del Imperio Medio (2040-1782 a.C.) conocida como la Sátira de los oficios, los describe con todo lujo de detalles. La obra, también conocida como las Instrucciones de Dua-Jeti es un monólogo en el que un padre que lleva a su hijo al colegio le describe todos los trabajos difíciles o desagradables que tiene que hacer la gente todos los días y los compara con la vida cómoda y gratificante del escriba. Aunque la obra obviamente es satírica con sus descripciones exageradas, la descripción de los trabajos y su dificultad es acertada.
El padre describe la vida del carpintero como "miserable" y cómo los peones de campo en las granjas "siempre se quejan", mientras que el tejedor es "desdichado" (Simpson, 434). El fabricante de flechas se cansa intentando recolectar todas las materias primas necesarias y el mercader tiene que marcharse de casa sin saber si cuando regrese su familia seguirá intacta. El lavandero "lava en las riberas del río cerca de los cocodrilos" y sus hijos no quieren saber nada de él porque está cubierto de la suciedad de los demás. El pescador es "más desdichado que ningún otro" porque tiene que depender de su buena suerte en la captura del día para poder vivir y también tiene que enfrentarse a los peligros del agua, que a menudo lo sorprenden, porque "nadie le dijo que había un cocodrilo ahí" y desaparece rápidamente (Simpson, 435). Todos estos trabajos se describen con muchos detalles para darle a entender al niño que debería entregarse a la vida del escriba, el mejor trabajo que podría tener, ya que le dice al niño:
Es en los escritos donde debes poner la mente. Tú mismo lo puedes ver, te ahorra trabajar. ¡He aquí que no hay nada mejor que la escritura!... No veo ningún oficio que se le compare, a lo que hay que relacionar esta máxima: Haré que quieras los libros más que a tu madre y pondré su excelencia frente a ti. Sin duda, es mejor que cualquier otro oficio. No hay nada igual en la tierra. (Simpson, 432-433)
El escritor de la Sátira, obviamente escriba él también, puede que exagere un poco, pero su argumento tiene sentido: la profesión de escriba era de las más cómodas del antiguo Egipto y ciertamente salía ganando al compararse con la mayoría de trabajos.
Trabajos de la clase alta
Los trabajos de la clase alta son bastante conocidos. El rey gobernaba delegando responsabilidades en su visir, que a su vez elegía a los subordinados más adecuados para cada trabajo. Los burócratas, los arquitectos, los ingenieros y los artistas realizaban proyectos arquitectónicos nacionales e implementaban la política, mientras que los líderes militares se encargaban de la defensa. Los sacerdotes servían a los dioses, no al pueblo, y cuidaban del templo y de las estatuas de los dioses, mientras que los médicos, los dentistas, los astrólogos y los exorcistas trataban directamente con sus clientes y se ocupaban de sus necesidades utilizando sus habilidades específicas (y a menudo caras) con la magia.
Para poder ser miembro de la mayoría de estas profesiones, había que saber leer y escribir y para eso primero había que hacerse escriba. Para realizar este trabajo hacían falta muchos años de formación, aprendizaje y trabajo para memorizar los símbolos jeroglíficos y practicar la caligrafía, pero la mayor parte de las clases bajas no habrían considerado difícil este trabajo.
Al igual que casi todas, si no todas, las civilizaciones desde el comienzo de la historia, las clases bajas proporcionaban los medios para que los que estaban por encima vivieran cómodamente, pero en Egipto la nobleza cuidaba de los que estaban por debajo al proporcionarles trabajo y distribuir comida. Había que trabajar para poder comer, pero a lo largo de la historia de Egipto nunca faltó el trabajo, y este se consideraba noble y digno de respeto.
Trabajos de la clase baja
Los detalles de estos trabajos se conocen gracias a los informes médicos sobre el tratamiento de heridas, a cartas y documentos escritos sobre diferentes profesiones, a obras literarias (como la Sátira de los oficios), las inscripciones funerarias y las representaciones artísticas. Todas estas evidencias presentan una visión exhaustiva del trabajo cotidiano en Egipto, de cómo se realizaban los trabajos y, en ocasiones, qué pensaba la gente del trabajo.
En general, parece que los egipcios sentían orgullo por el trabajo que realizaran, independientemente de su ocupación. Todo el mundo tenía algo que contribuir a la comunidad, y parece que no había ninguna habilidad que no se considerara esencial. El alfarero que producía copas y cuencos era igual de importante para la comunidad que el escriba; el fabricante de amuletos era tan importante como el farmacéutico y a veces, como el médico.
Una parte de ganarse la vida, independientemente de las habilidades específicas de cada uno, consistía en participar en la construcción de los proyectos monumentales del rey. Aunque existe la creencia común de que los grandes monumentos y templos de Egipto se lograron gracias al trabajo de esclavos, específicamente de los esclavos judíos, no hay ninguna evidencia que respalde esta afirmación. Las pirámides y los demás monumentos fueron construidos por trabajadores egipcios que, o bien donaban su tiempo a modo de servicio a la comunidad, o recibían una paga por su trabajo.
También es erróneo pensar que los esclavos en Egipto recibían palizas de manera rutinaria y que solo trabajaban como obreros no cualificados. Los esclavos en el antiguo Egipto provenían de muchas etnias diferentes y servían a sus dueños de muchas maneras diferentes según sus habilidades. Los esclavos no cualificados trabajaban en las minas, en el servicio doméstico y en otros puestos menores, pero no se utilizaban para construir las tumbas y los monumentos como las pirámides.
Los constructores de las pirámides
Se podía convocar a todos los egipcios de cualquier oficio para que trabajaran en los proyectos de construcción del rey. Primero, se extraía la piedra de las minas, para lo que hacían falta esclavos que separaran los bloques de las paredes de roca. Esto se lograba insertando cuñas de madera en la roca, que se hincharían y forzarían a la roca a separarse de la pared. Estos bloques, a menudo enormes, se empujaban sobre trineos y se transportaban a un lugar diferente para cortarlos y darles forma.
La Gran Pirámide está compuesta de 2.300.000 bloques de piedra, y hubo que extraer y tallar todos y cada uno de ellos. Esta tarea la llevaban a cabo los albañiles cualificados que trabajaban con cinceles de bronce y mazos de madera. Como los cinceles se acababan quedando romos, había un especialista que afilaba las herramientas. Este trabajo habría sido constante, ya que los albañiles podían desgastar las herramientas en un solo bloque.
Después, otros trabajadores no cualificados colocaban los bloques en su sitio. En general eran granjeros que no podían hacer nada en sus tierras durante los meses de inundación, en los que el Nilo se desbordaba. Los egiptólogos Bob Brier y Hoyt Hobbs explican:
Durante dos meses, cada año, los obreros se reunían por decenas de miles provenientes de todo el país para transportar los bloques que una plantilla permanente había extraído durante el resto del año. Los supervisores organizaban a los trabajadores en equipos para transportar las piedras sobre superficies rodantes, que eran más útiles que vehículos de ruedas para mover objetos pesados por la arena. (17)
Una vez la pirámide estaba completa, los artistas tenían que decorar las habitaciones interiores. Estos artistas eran escribas que pintaban las elaboradas imágenes conocidas como los Textos de las Pirámides, Textos de los sarcófagos y escenas del Libro de los muertos. Para el trabajo en el interior de las tumbas y templos también hacían falta escultores que cortaban la piedra de manera experta en torno a ciertas figuras o escenas para dejarlas en relieve. Aunque estos artistas estaban muy cualificados, se esperaba que todo el mundo, independientemente de su trabajo el resto del año, contribuyera en los proyectos comunitarios. Esta práctica seguía el valor del ma'at (la armonía y el equilibrio), que era un aspecto central de la cultura egipcia. Se esperaba que cada uno cuidara de los demás, y contribuir al bien común era una expresión de este concepto.
Los trabajos que tenía la gente a lo largo del año eran tan variados como hoy en día. Cuando no había que llevar a cabo trabajos comunitarios o participar en los proyectos del rey, todo el mundo tenía trabajo, y estos eran tan variados como el de cervecero, joyero, zapatero, cestero, armero, herrero, panadero, cortador de juncos, paisajista, fabricante de pelucas, barbero, manicurista, fabricante de ataúdes, excavador de canales, pintor, carpintero, mercader, cocinero, animador, sirviente y muchos otros más. La clase alta dependía en gran medida de los sirvientes, y una persona se podía ganar bien la vida y avanzar profesionalmente en el servicio doméstico.
Sirvientes
Un sirviente o sirvienta de una casa de la clase alta podía ser esclavo, pero por lo general eran hombres y mujeres jóvenes de buen carácter que trabajaban bien. Las chicas servían a las señoras, mientras que los chicos servían a los señores. Una persona joven entraba al servicio en torno a los 13 años y podía ascender a una posición destacada dentro del hogar. Las cartas personales, así como las cartas a los muertos, dejan claro que un buen sirviente se valoraba mucho y se consideraba esencial para el buen funcionamiento de la casa.
Un siervo hacía las veces de mensajero y mayordomo personal del señor, pero también podía ascender a la posición de supervisor de los demás sirvientes de la casa y tener una autoridad considerable. En ocasiones podían acabar trabajando para un señor exigente o desagradable, pero en general se los trataba bien. Hay una historia muy repetida sobre Pepi II (2278-2284 a.C.) que habla de su aversión a las moscas: se dice que embadurnaba a sus sirvientes con miel y los colocaba a cierta distancia de él para que atrajeran a los insectos. Sin embargo, esta historia no es exacta, ya que en realidad Pepi II usaba esclavos como repelentes humanos de insectos, no sirvientes. Maltratar a los sirvientes intencionadamente se habría considerado un comportamiento inaceptable.
Las siervas estaban bajo la supervisión directa de la señora de la casa a menos que esta pudiera permitirse contratar a una supervisora. Normalmente esta posición se solía conceder a una mujer que hubiese demostrado su valía a lo largo de años de servicio dedicado. La supervisora podía llegar a vivir una vida tan cómoda como la de un escriba, y también disfrutaba de la seguridad laboral de ser un miembro valioso del hogar.
Las siervas de los ricos e influyentes tenían vidas más fáciles que las de las que le servían a la reina o a la nobleza, porque en esos casos tenían más responsabilidades. Una sirvienta de la reina tenía que tener especial cuidado del vestuario y las pelucas de su señora, por ejemplo, porque recibían más atención que otras mujeres. En el Período Dinástico Arcaico (en torno a 3150 - alrededor de 2613 a.C.) el trabajo de una sirvienta de la reina era aún más difícil porque, cuando la señora moría, la sirvienta tenía que irse con ella.
Las sirvientas de la reina Merneith fueron todas sacrificadas tras su muerte y enterradas con ella para poder seguir sirviéndola en la otra vida. Esta práctica también la llevaron a cabo otros gobernantes, tanto hombres como mujeres. Los sirvientes posteriores se libraron de este destino gracias al advenimiento de las muñecas shabtis durante el Imperio Antiguo (en torno a 2613-2181 a.C.). Las shabtis (o ushabtis) servían como sustituto de un trabajador en la otra vida, de manera que se enterraban con el difunto en vez de sacrificar a los sirvientes.
El servicio militar, los artistas y los agricultores
Las mujeres formaban parte del servicio doméstico más a menudo que los hombres, que, a partir del Imperio Medio (2040-1782 a.C.) en adelante elegían entrar al ejército con más frecuencia. Aunque un hombre podía ganarse la vida como soldado, era un trabajo difícil y peligroso. Una desventaja importante era no solo la posibilidad de morir en el trabajo, si no de hacerlo más allá de las fronteras de Egipto. Como los egipcios creían que los dioses estaban unidos a la tierra, tenían miedo de morir en otro país porque lo tendrían más difícil para llegar a la otra vida. Aun así, esto no evitaba que se alistaran y durante el Imperio Nuevo (en torno a 1570 a alrededor de 1069 a.C.) Egipto tuvo uno de los ejércitos profesionales más cualificados del mundo.
Las fuerzas armadas también daban trabajo a muchos que no se alistaban para luchar. La fabricación de armas siempre fue un trabajo seguro, y después de que los hicsos introdujeran el caballo y el carro en Egipto durante el Segundo Período Intermedio (en torno a 1782 a alrededor de 1570 a.C.), hacían falta curtidores y peleteros para hacer arreos y trabajadores cualificados para construir carros.
Tanto hombres como mujeres podían convertirse en artistas, principalmente músicos y bailarines. Las bailarinas siempre tenían una gran demanda, al igual que las cantantes y las músicas, que a menudo trabajaban para los templos, donde proporcionaban la música para las ceremonias, los rituales y los festivales. Las mujeres solían trabajar como cantantes, músicas y bailarinas y podían cobrar precios elevados por sus actuaciones, especialmente las bailarinas. La bailarina Isadora de Artemisia (en torno a 200 d.C.) recibió 36 dracmas al día por sus actuaciones en Egipto durante el período romano, y por un espectáculo de seis días cobró 216 dramas (aproximadamente 5.400 dólares). Los artistas actuaban para los trabajadores durante los proyectos de construcción, en las esquinas de las calles, en los bares, en el mercado y, como ya se ha dicho, en los templos. La música y la danza estaban muy bien consideradas en el antiguo Egipto, y se consideraban una parte esencial de la vida cotidiana.
En la base de todos estos trabajos estaba la gente que servía como base de toda la economía: los granjeros. Los agricultores no solían ser dueños de la tierra que trabajaban. Recibían comida, herramientas y un hogar a cambio de su trabajo. El agricultor se levantaba antes de la salida del sol, trabajaba en los campos todo el día y regresaba a casa hacia el atardecer. Las esposas de los agricultores solían tener huertos pequeños para surtir las comidas familiares, o para intercambiar los productos por otros.
Muchas mujeres elegían trabajar en casa y fabricar cerveza, pan, cestas, sandalias, joyas, amuletos u otros objetos que poder intercambiar. Hacían este trabajo además de sus tareas diarias que también empezaban antes del amanecer y continuaban hasta después de la caída del sol. El gobierno egipcio era consciente de cuánto trabajaba el pueblo y, en consecuencia, organizaba festivales a lo largo del año para mostrar su apreciación y darles días libres para relajarse.
Como los dioses habían creado el mundo y todo lo que este contenía, no había ningún trabajo que se considerara pequeño o insignificante, a pesar de las opiniones del autor de la Sátira de los oficios. No cabe duda de que había mucha gente a la que no le gustaba su trabajo todos los días, pero todos se consideraban una contribución importante a la armonía y el equilibrio del país.