El budismo se introdujo en el antiguo Japón a través de Corea en el siglo VI d. C., y varias sectas le siguieron en siglos posteriores a través de China. Fue fácilmente aceptado tanto por la élite como por la población ordinaria, ya que confirmaba el statu quo político y económico, ofrecía una acogedora seguridad ante el misterio de la otra vida y complementaba las creencias sintoístas existentes. Se crearon monasterios budistas por todo el país, que se convirtieron en poderosos actores políticos por derecho propio. El budismo fue también un factor clave en el fomento de la alfabetización, la educación en general y las artes en el antiguo Japón.
Introducción en Japón
El budismo se introdujo en Japón en el año 538 o 552 (fecha tradicional) desde el reino coreano de Baekje (Paekche). Fue adoptado especialmente por el clan Soga, que tenía raíces coreanas y era practicado por la importante población coreana inmigrante en Japón en aquella época. El budismo recibió el apoyo oficial del gobierno en el año 587, durante el reinado del emperador Yomei (585-587), aunque algunos grupos de clanes aristocráticos (especialmente los Monobe y los Nakatomi) se opusieron a él y siguieron adhiriéndose a las creencias puramente sintoístas. El budismo reforzó la idea de una sociedad estratificada con diferentes niveles de estatus social, con el emperador en la cima y protegido por los Cuatro Reyes Guardianes de la ley budista. La aristocracia también podía alegar que disfrutaba de su posición privilegiada en la sociedad porque había acumulado méritos en una vida anterior.
Además del refuerzo que el budismo suponía para el statu quo, se esperaba que la adopción del budismo fuera vista con buenos ojos por las culturas vecinas más avanzadas de Corea y China y que mejorara la reputación de Japón como nación civilizada en ascenso en Asia oriental. Una vez adoptado oficialmente, se enviaban monjes, eruditos y estudiantes a China con regularidad para profundizar en los principios del budismo y traer de vuelta esos conocimientos, junto con el arte e incluso a veces reliquias, en beneficio del pueblo japonés.
El príncipe Shotoku y la difusión del budismo
El hombre al que se le atribuye haber puesto el budismo en la vanguardia de las prácticas religiosas japonesas es el príncipe Shotoku (574-622), que gobernó Japón como regente desde 594 hasta su muerte. Shotoku redactó una nueva constitución (o, quizás más exactamente, un código ético) en el año 604, llamada Constitución de diecisiete artículos (Jushichijo-kenpo). En ella se intentaba justificar la centralización del gobierno y se hacía hincapié en los principios budistas y confucianos, especialmente en la importancia de la armonía (wa). Shotoku hizo especial hincapié en la reverencia del budismo, como se ve en el artículo II de su constitución:
Reverencia sincera a los tres tesoros. Los tres tesoros, Buda, la Ley y el Sacerdocio, son el refugio final de los cuatro seres generados, y son los objetos supremos de la fe en todos los países. ¿Qué hombre en qué época puede dejar de reverenciar esta ley? Pocos hombres son totalmente malos. Se les puede enseñar a seguirla. Pero si no se entregan a los tres tesoros, ¿cómo se enderezará su tortuosidad? (Henshall, 499)
Fiel a su propia declaración, Shotoku construyó muchos templos y monasterios, formó un cuerpo de artistas para crear imágenes budistas, y él mismo fue estudiante de sus enseñanzas, escribió comentarios sobre tres sutras. Durante su reinado, Shotoku construyó 46 monasterios y templos budistas, los más importantes de los cuales fueron el Shitennoji, el Hokoji (596) y el Horyuji.
Favoritismo imperial
La expansión continuó con el apoyo total del emperador Temmu (que reinó del 672 al 686) y la emperatriz Jito (que reinó del 686 al 697), quienes construyeron aún más templos, mandaron a hacer más copias de sutras y utilizaron los monasterios como depósitos de registros oficiales de población e impuestos. El emperador Shomu (que reinó del 724 al 749) fue aún más ambicioso y se propuso construir un templo en cada provincia, cada uno con su propia pagoda de siete pisos, un plan que elevó los impuestos a niveles brutales. También se construyeron grandes templos en la entonces capital, Nara, como el Todaiji, finalmente terminado en el 752 en un proyecto supervisado por el célebre monje Gyogi (668-749). El emperador Shomu también fue importante, ya que inició la estrategia de un emperador que abdicaba en favor de su sucesor elegido y luego se unía a un monasterio, pero seguía manejando los hilos políticos detrás de las pantallas enrejadas en lo que se conoció como "gobierno de clausura".
Al mismo tiempo que aprobaba el budismo, la élite japonesa también desconfiaba de sus poderes y le preocupaba especialmente que un individuo carismático pudiera abusar de la reverencia de la población y formar un grupo de seguidores que pudiera amenazar la estabilidad política del Estado. Por este motivo, en el siglo VIII se aprobó un conjunto de leyes (el Taiho ritsuryo en el 702 y el Yoro ritsuryo en el 757) que prohibían a los monjes tener capillas privadas, practicar la adivinación, hacer cualquier intento de convertir activamente a los creyentes de una fe a otra y utilizar la magia para curar enfermedades. Los monjes o monjas tampoco podían aceptar regalos de esclavos, ganado o armas, poseer tierras, edificios u objetos de valor a su nombre, comerciar, cobrar intereses por préstamos o incluso convertirse en monjes tras el periodo de estudio requerido sin permiso oficial.
En otra precaución, los monasterios y monjes budistas eran cuidadosamente vigilados y sus acciones estaban sujetas a las leyes que se aplicaban a todos los ciudadanos, aunque sus castigos solían ser un poco más indulgentes. En realidad, estas medidas no lograron su objetivo, ya que hay muchos casos de monjes y templos que abusaron de su posición, adquirieron tierras ilegalmente, cometieron fraudes, practicaron una usura exorbitante (que a menudo hacía que el campesinado no pudiera pagar sus impuestos) y se ganaron muy bien la vida como prestamistas cobrando el 180 % anual.
Coexistencia con el sintoísmo
Las creencias autóctonas de los antiguos japoneses incluían el animismo y el sintoísmo, y ninguna de ellas se vio especialmente cuestionada por la llegada del budismo. El sintoísmo, especialmente, con su énfasis en el aquí y el ahora y en esta vida, dejó una importante laguna con respecto a lo que ocurre después de la muerte, y aquí el budismo pudo ofrecer una respuesta religiosa a la mayoría de la gente. Como consecuencia, ambas religiones coexistieron, mucha gente practicó ambas, e incluso existieron templos de ambos credos en el mismo lugar. Muchas deidades y figuras budistas de la mitología india se incorporaron fácilmente al ya vasto panteón sintoísta. Al mismo tiempo, los dioses sintoístas adquirieron nombres budistas (Ryobu Shinto), de modo que, por ejemplo, la diosa del sol Amaterasu se consideraba un avatar de Dainichi; y Hachiman, el dios de la guerra y la cultura, era el avatar del Buda Amida.
Incluso las obras de arte de una religión aparecían en los edificios de la otra y los sacerdotes solían administrar los templos o santuarios de su religión homóloga. Un edicto imperial del año 764 situó oficialmente al budismo por encima del sintoísmo, pero para la mayoría de la población ordinaria, probablemente era lo contrario. Un área en la que el budismo sustituyó casi por completo a las creencias más antiguas fue en los rituales de muerte, ya que la práctica budista de la cremación fue ampliamente adoptada por todos los niveles de la sociedad.
El budismo y la sociedad en general
Los emperadores, deseosos de bendecir su reinado, solían conceder a los monasterios budistas tierras gratuitas y una exención de impuestos, lo que hizo que se volvieran económicamente poderosos y políticamente influyentes. Los monasterios podían pagar sus propios asistentes armados, que eran una precaución necesaria en tiempos turbulentos en los que los señores de la guerra y los bandidos causaban estragos con frecuencia lejos de la capital imperial y, lo que es más importante, eran una fuente útil de fuerza para doblegar a los funcionarios locales a su manera de pensar. Los monasterios llegaron a ser tan poderosos que el emperador Kammu (que gobernó del 781 al 806) llegó a trasladar la capital desde Nara en el año 784 para alejarla de los templos budistas de la ciudad. Esto no impidió que los monasterios, especialmente Kofukuji, Todaiji, Enryakuji y Onjoji, utilizaran la fuerza en numerosas ocasiones a lo largo de los siglos X y XI para ampliar sus dominios y obtener condiciones favorables de los gobernantes y administradores locales. Inevitablemente, surgieron rivalidades entre los monasterios, especialmente entre To-ji y Kyosan.
Desde un punto de vista más pacífico, los monasterios eran una parte importante de la comunidad local, ya que proporcionaban escuelas e instalaciones para estudios superiores, bibliotecas y comida y refugio a los necesitados. Los monjes también ayudaban en proyectos comunales como la construcción de carreteras, puentes e irrigación, aunque esto a veces irritaba a la corte imperial cuando los monjes recibían grandes donaciones de un público agradecido y hacía que algunos emperadores prohibieran a los monjes salir de sus monasterios.
Figuras budistas importantes
El budismo continuó evolucionando como fe tanto en la India como en China con el desarrollo de nuevas sectas, que finalmente llegaron a Japón a través de monjes que estudiaron en el extranjero. Las primeras seis sectas importantes en Japón fueron la Kusha, la Sanron, la Ritsu, la Jojitsu, la Kegon y la Hosso. Dos de los monjes eruditos más destacados fueron Kukai (774-835) y Saicho (767-822), que fundaron otras dos sectas, la Shingon y la Tendai respectivamente, ambas pertenecientes a la rama Mahayana (Gran Vehículo) del budismo.
Budismo Kukai y Shingon
Kukai estudió en China entre el 804 y el 806 y se convirtió en defensor del budismo esotérico o mikkyo, que significaba que solo los iniciados, los que abandonaban su vida mundana y residían en un monasterio, podían conocer a Buda y alcanzar así la iluminación. La secta Shingon (o "Palabra Verdadera") que Kukai estudió en China (allí conocida como Quen-yen) sostenía que las enseñanzas budistas provenían del Buda cósmico Mahavairocana (Dainichi para los japoneses). Kukai llevó estas ideas a Japón y escribió obras como el Shorai Mokuroku ("Memorial que presenta una lista de sutras recién importados"). El budismo Shingon proponía que un individuo podía alcanzar la iluminación en su propia vida y no necesitaba esperar a la muerte. Los rituales incluían la meditación realizada mientras se mantenía el cuerpo en varias posturas, los gestos sagrados con las manos (mudras) y la repetición de fórmulas secretas o mantras. Se daba gran importancia al poder de la oración.
En el año 819, el monje creó un centro para su doctrina esotérica en el monte Koya (en la actual prefectura de Wakayama). En este lugar, los devotos instruidos podían alcanzar la iluminación no mediante el estudio permanente de sutras, sino mediante la visualización de mandalas, la representación visual estilizada de las enseñanzas de Buda. En el año 823, el emperador Saga (que gobernó del 809 al 823) concedió la fundación del templo Toji ("oriental") en Minami-ku, en Kioto, indicando así que el budismo shingon se había convertido en una parte aceptada de la religión oficial del Estado. En el año 921, casi un siglo después de su muerte, Kukai recibió del emperador el título póstumo de Kobo Daishi, que significa "Gran Maestro de la Difusión de la Ley".
Saicho y el budismo Tendai
Saicho fue un monje que decidió vivir como ermitaño ascético en las laderas del monte Hiei, cerca de Kioto, y en el año 788 construyó el primer santuario de lo que más tarde se convertiría en el enorme complejo de templos Enryaku-ji y centro de aprendizaje. Comenzó a estudiar todo lo que pudo sobre todas las variantes del budismo y a atraer seguidores, entre ellos dos de sus discípulos más conocidos: Ensho y Gishin. A continuación, Saicho visitó la China de los Tang en el año 804, donde estudió cuatro ramas del budismo, incluyendo el Zen y el Tiantai. Se inició en los niveles superiores de la fe, estudió los textos del Mikkyo (budismo esotérico) y trajo consigo más de 200 manuscritos y diversos utensilios para utilizar en los rituales esotéricos.
Saicho trató de simplificar las enseñanzas del budismo y, a su regreso, fundó la ecléctica Secta Tendai (Tendaishu), que enseñaba que la mejor y más rápida forma de alcanzar la iluminación era a través de los rituales esotéricos, es decir, ritos a los que solo tenían acceso los sacerdotes y los iniciados. Al mismo tiempo, permitía muchas formas diferentes de alcanzar la iluminación. La rama Tendai del budismo recibió finalmente la aprobación real de Kammu, y Saicho realizó los primeros ritos esotéricos en Japón que recibieron el patrocinio oficial en el año 805. A su muerte, en el año 822, Saicho, que recibió el título honorífico de Dengyo Daishi, fue considerado también un bodhisattva, es decir, alguien que ha alcanzado el nirvana pero que permanece en la tierra para guiar a otros.
Tendai, quizás inevitablemente, dada su amplia gama de creencias eclécticas, engendraría a lo largo de los siglos otras importantes ramificaciones budistas, como las de la Tierra Pura (Jodo), con la figura inmensamente popular de Amida, el Buda universal, a la cabeza, que fue fundada por el monje Honen (1133-1212) y la secta Nichiren. En la época medieval surgieron más sectas, sobre todo relacionadas con el budismo zen, y la fe continuó siendo ampliamente practicada hasta el siglo XV (cuando el sintoísmo volvió a resurgir) y, por supuesto, sigue siendo una religión popular en el Japón actual.
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