Uno de los aspectos más fascinantes del reinado de la faraona Maatkare Hatshepsut (1479 -1458 a.C.) son las obras de arte que dejó. El arte tenía un propósito importante en la sociedad egipcia: cada estatua, mural y motivo tenía un significado importante. Los faraones solían utilizar el arte como medio para difundir información sobre sí mismos, una herramienta de propaganda para justificar su gobierno y enfatizar su naturaleza divina ante el pueblo (en su mayoría analfabeto). Hatshepsut no fue una excepción a esta regla.
Al encargar estatuas en las que se representaba a sí misma en poses faraónicas tradicionalmente masculinas, Maatkare Hatshepsut intentaba explicar al público de forma fácil y accesible su especial situación de mujer que ocupaba un puesto de hombre, aunque su arte también sugiere que el cambio de representarse a sí misma como totalmente femenina a totalmente masculina no se produjo de la noche a la mañana. Los elementos de la feminidad de Hatshepsut siguen siendo evidentes en muchas de sus representaciones artísticas, y la evidencia de su verdadero género es incluso observable en piezas en las que el rey es representado como un hombre.
Biografía
En la larga lista de poderosas reinas y gobernantes del antiguo Egipto, Maatkare Hatshepsut destaca como la más exitosa. Reinó durante más de 20 años, llevando a su pueblo a una era de paz, estabilidad y prosperidad. A diferencia de muchos de sus predecesores y sucesores, hay pocas pruebas de conflictos u operaciones militares importantes durante el gobierno de Hatshepsut. En lugar de hacer la guerra, emprendió una gran campaña de infraestructuras, construyendo templos y erigiendo monumentos por todo el país.
Hija del faraón Tutmosis I, Hatshepsut ocupó una serie de cargos impresionantes antes de proclamarse faraona: primero, la Esposa del dios Amón, y luego, a la muerte de su padre en 1493 a.C., se convirtió en reina de Egipto al casarse con su hermanastro, Tutmosis II, con quien tuvo una hija llamada Neferure.
Cuando Tutmosis II murió en 1479 a.C., Hatshepsut se encontró con un dilema: no había dado a su marido un hijo, y el único heredero masculino, Tutmosis III (hijo de una segunda esposa de Tutmosis), era un niño pequeño. Siguiendo el precedente establecido por varias grandes reinas antes que ella, Hatshepsut asumió el control de Egipto, coronando a Tutmosis III como faraón y sirviendo como reina regente hasta que el niño rey alcanzara la mayoría de edad. Entonces, en 1473 a.C., Hatshepsut dio un paso sorprendente: se proclamó faraona de Egipto y gobernó junto a Tutmosis como su corregente (mayor). Como mujer que ocupaba un papel tradicionalmente masculino, la faraona Hatshepsut necesitaba encontrar una forma de justificar su inusual realeza a los ojos de su corte y sus súbditos. Para ello, Maatkare Hatshepsut recurrió al arte.
Representaciones artísticas
En las representaciones artísticas de Hatshepsut a lo largo de su vida se aprecia una clara progresión de la forma femenina a la masculina, y las piezas más fascinantes e inusuales datan de los primeros años de su reinado. Por ejemplo, la estatuaria del inicio de su mandato junto a Tutmosis III se la representa claramente como una mujer, con el vestido largo y sencillo de una mujer real egipcia. Sin embargo, Hatshepsut lleva el tocado faraónico nemes, que normalmente solo llevan los reyes varones. Esta extraña combinación es evidente en una pieza de granito rojo expuesta en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York: representa a una Hatshepsut sentada con vestimenta femenina que lleva la corona nemes, con su nombre faraónico inscrito y lleva inscrito en el trono, "Maatkare" ("La verdad es el alma del sol"), y versiones feminizadas de sus títulos reales ("Hija de Re", etc.). Otra estatua sedente de este periodo, también en el Met, ofrece una imagen similar. Tallada en diorita negra, muestra a una Hatshepsut femenina con el khat, tocado real de un faraón masculino.
La siguiente fase de la estatuaria de Hatshepsut resulta aún más interesante. Una de las piezas representa a Maatkare Hatshepsut sedente en el trono con rostro y torso claramente femeninos, con la corona de nemes. Sin embargo, ya no lleva el vestido de vaina y en su lugar luce una corta falda masculina y el pecho desnudo. De nuevo, esta pieza lleva inscrito el nombre de su trono y versiones feminizadas de los títulos masculinos tradicionales.
A partir de este momento, Hatshepsut se compromete a representarse a sí misma con forma totalmente masculina. Hay una colección de estatuas, tanto grandes como pequeñas, que muestran a Hatshepsut en posiciones de devoción, en ofrenda a los dioses. En este caso, la faraona vuelve a llevar el pecho descubierto y un kilt, sin que se aprecien senos o rasgos faciales femeninos. Lleva el tocado nemes, adornado con la serpiente real uraeus, así como la tradicional barba postiza de un faraón masculino. En algunos casos, este rey femenino aparece incluso como una esfinge, con cuerpo de león y cabeza masculina coronada.
Del mismo modo, se conservan muchas estatuas osíridas del rey, que representan a una Hatshepsut barbuda y momificada como el dios Osiris. Algunas de estas piezas custodian hasta hoy las salas de su templo mortuorio en Deir el-Bahari. Curiosamente, por los restos de pintura antigua que aún se pueden ver en estas estatuas, parece que Hatshepsut siguió experimentando con sus representaciones artísticas a lo largo de su reinado. Aunque su forma es totalmente masculina, la faraona hizo pintar sus estatuas con un tono de piel único, casi anaranjado, una combinación del ocre rojo intenso típico de un hombre del antiguo Egipto y la tez amarilla más clara de una mujer.
Conclusión
Es muy poco probable que la forma en que Hatshepsut aparece en las piezas artísticas oficiales se corresponda a su verdadera apariencia y forma de vestir. Todo el arte egipcio está muy idealizado, cada pieza pretende transmitir fácilmente un mensaje sobre la persona que representa. Probablemente, Maatkare Hatshepsut no se paseaba por su palacio con el pecho descubierto y una barba postiza: su verdadero sexo no era un secreto, y nunca pretendió que lo fuera. No hay más que ver las inscripciones que se encuentran en gran parte de su estatuaria: "Hija de Re" y "Señora de las Dos Tierras".
Incluso en las piezas en las que se la representa como totalmente masculina, Hatshepsut encontró formas de acentuar su feminidad y su verdadera naturaleza. Se representó a sí misma como un faraón masculino simplemente para legitimar y ayudar a explicar su gobierno. Aunque antes de ella había habido muchas mujeres gobernantes, y no había ninguna ley que prohibiera la presencia de una mujer en el trono de Egipto, el hecho de que una mujer faraona tuviera prioridad sobre un heredero masculino viable (Tutmosis III) seguía siendo una situación inusual y casi inexplicable. Al representarse a sí misma como un rey masculino tradicional, fuerte, joven y piadoso, Hatshepsut explicaba a sus súbditos que era tan dura y apta para el trono como cualquiera de sus homólogos masculinos. Aunque muchas de sus estatuas fueron destruidas y desfiguradas tras su muerte (muy probablemente por Tutmosis III para reforzar los ideales de la realeza y sucesión masculinas), el arte que sobrevive del reinado de Hatshepsut dice mucho de su creatividad, su carácter poco convencional y su astucia política.