Una de las muchas responsabilidades de cualquier monarca egipcio era la construcción de monumentos arquitectónicos en honor a los dioses y para preservar el recuerdo de su reinado por toda la eternidad. Estos proyectos arquitectónicos no eran un simple gesto grandioso por parte del rey para satisfacer su ego, sino que tenían una función central en la fundación y el desarrollo del estado unificado. Estos proyectos garantizaban que los granjeros tuvieran trabajo durante el periodo de inundaciones del Nilo, incentivaban la cohesión por medio de un trabajo colectivo y el orgullo de la contribución de cada uno al proyecto, y servían como una oportunidad para expresar el ma'at, la armonía y el equilibrio que constituía el valor fundamental de la cultura a través de un esfuerzo común y nacional.
Al contrario de lo que se cree a menudo, los grandes monumentos de Egipto no fueron construidos por esclavos hebreos ni por ningún otro esclavo. Fueron obreros egipcios, cualificados y sin cualificar, los que construyeron los palacios, los templos, las pirámides, los monumentos y erigieron los obeliscos como trabajadores remunerados. A partir de la época del Imperio antiguo de Egipto (en torno a 2613-2181 a.C.) y hasta el Imperio Nuevo (en torno a 1570 a en torno a 1069 a.C.) y, en menor medida, desde el Tercer periodo intermedio (en torno a 1069 hasta 525 a.C.) hasta la Dinastía Ptolemaica (323-30 a.C.) los grandes gobernantes de Egipto crearon algunas de las ciudades, templos y monumentos más impresionantes del mundo gracias al esfuerzo colectivo de los egipcios. El egiptólogo Steven Snape comenta lo siguiente sobre estos proyectos:
El movimiento de grandes cantidades de piedra de construcción, por no hablar de los descomunales monolitos, desde las canteras hasta los enclaves de construcción permitieron el surgimiento de Egipto como un estado que encontró su forma de expresión a través de la arquitectura monumental. (97)
Hay muchos ejemplos de estos increíbles monumentos y templos por todo Egipto, desde las pirámides de Guiza en el norte hasta el templo de Karnak en el sur. De entre todos ellos, el templo funerario de la reina Hatshepsut (1479-1458 a.C.) en Deir el-Bahri destaca como uno de los más impresionantes.
El edificio está basado en el templo funerario de Mentuhotep II (en torno a 2061-2010 a.C.), el gran príncipe tebano que fundó la Dinastía XI e inició el Imperio Medio de Egipto (2040-1782 a.C.). Mentuhotep II estaba considerado como "el segundo Menes" por sus coetáneos, una referencia al rey legendario de la Dinastía I de Egipto, y siguió siendo altamente venerado durante el resto de la historia de Egipto. El templo de Mentuhotep II fue construido durante su reinado al otro lado del río desde Tebas en Deir el-Bahri; la primera estructura que se construyó allí. Era un concepto totalmente innovador, ya que servía tanto de templo como de tumba.
El rey no se enterraría en el propio recinto, sino en una tumba excavada en los acantilados de roca detrás del templo. La estructura entera se diseñó para que encajara de manera orgánica con el paisaje y los altos acantilados, y era el recinto funerario más sorprendente construido en el Alto Egipto y el más elaborado desde el Imperio Antiguo.
Hatshepsut, una admiradora del templo de Mentuhotep II diseñó el suyo propio como un reflejo de este, pero a una escala mucho mayor y, en caso de que a alguien se le escapara el parecido, ordenó construirlo junto al templo anterior. Hatshepsut siempre había tenido muy presentes las maneras en las que podía elevar su imagen pública e inmortalizar su nombre. Este templo logró ambos objetivos.
Habría sido un homenaje al "segundo Menes", pero, lo que es más importante, vinculaba a Hatshepsut con la grandeza del pasado además de sobrepasar cualquier otra obra monumental anterior en todos los aspectos. Como mujer en una posición de poder tradicionalmente masculina, Hatshepsut entendía que tenía que establecer su autoridad y la legitimidad de su reinado de maneras mucho más obvias que sus predecesores, y la escala y la elegancia de su templo son prueba de ello.
Reinado de Hatshepsut
Hatshepsut era la hija de Tutmosis I (1520-1492 a.C.) y su Gran esposa Ahmose. Tutmosis I también fue padre de Tutmosis II (1492- 1479 a.C.) con su mujer secundaria, Mutnofret. Siguiendo la tradición real egipcia, Tutmosis II se casó con Hatshepsut en algún momento antes de que ella cumpliera 20 años. Al mismo tiempo, Hatshepsut fue elevada a la posición de Esposa del Dios de Amón, el honor más alto que podía alcanzar una mujer en Egipto tras la posición de reina y que, con el tiempo, se haría cada vez más política e importante.
Hatshepsut y Tutmosis II tuvieron una hija, Neferu-Ra, mientras que Tutmosis tuvo un hijo con su esposa menor, Isis. Este hijo era Tutmosis III (1458- 1425 a.C.), que fue nombrado el sucesor de su padre. Tutmosis II murió mientras Tutmosis III era todavía un niño, así que Hatshepsut se convirtió en regente, controlando así los asuntos de estado hasta que el niño fuera mayor de edad. Pero en el undécimo año de su regencia, rompió con la tradición y se hizo coronar faraón de Egipto.
Su reinado fue uno de los más prósperos y apacibles de la historia de Egipto. Hay indicios de que organizó expediciones militares al principio del reinado, y ciertamente mantuvo al ejército al máximo rendimiento, pero en general su mandato como faraón estuvo caracterizado por el comercio, una economía en auge y muchos proyectos de obras públicas que daban trabajo a obreros de todo el país.
Su expedición a Punt parece haber sido legendaria y sin duda era el logro del que estaba más orgullosa, pero parece que sus demás iniciativas comerciales también fueron rotundos éxitos y pudo dar trabajo a toda una nación construyendo sus monumentos. Estas obras eran tan hermosas y de tal calidad que otros reyes posteriores las reclamarían como propias.
Diseño y disposición del templo
Ordenó construir un templo mortuorio en algún momento poco después de acceder al poder en 1479 a.C. diseñado de manera que contara la historia de su vida y sobrepasara a todos los demás en elegancia y grandiosidad. El templo fue diseñado por Senenmut, el administrador y confidente de la reina, que también fue tutor de Neferu-Ra y posiblemente amante de Hatshepsut. Senenmut se inspiró detalladamente en el templo de Mentuhotep II, pero tomó todos los aspectos del templo anterior y los hizo más grandes, más largos, más elaborados. El templo de Mentuhotep II contaba con una larga rampa de piedra que ascendía del primer patio al segundo nivel; en el de Hatshepsut se llegaba al segundo nivel por una rampa mucho más larga y elaborada a la que se accedía a través de frondosos jardines y un elaborado pilón de entrada flanqueado por imponentes obeliscos.
Atravesando el primer patio, a nivel del suelo, se podía pasar directamente por los arcos de los lados, que conducían a avenidas y rampas pequeñas que llevaban al segundo nivel, o se podía subir por la rampa central, cuya entrada estaba flanqueada por estatuas de leones. En el segundo nivel había dos piscinas reflectantes y esfinges a ambos lados del camino hasta otra rampa que llevaba al tercer nivel.
Todos los tres niveles tenían columnatas y relieves elaborados, murales y estatuas. En el segundo patio se encontraba la tumba de Senenmut a la derecha de la rampa que llevaba al tercer nivel, una tumba apropiadamente opulenta situada bajo el segundo patio sin ninguna característica exterior para conservar la simetría. Todos los niveles son ejemplos del valor tradicional egipcio de la simetría y, como no había ninguna estructura a la izquierda de la rampa, no podía haber una tumba aparente a la derecha.
A la derecha de la rampa que llevaba al tercer nivel estaba la columnata del nacimiento, y a la izquierda la de Punt. La columnata del nacimiento contaba la historia de la creación divina de Hatshepsut, en la que Amón era su verdadero padre. Hatshepsut hizo grabar la noche de su concepción en las paredes, que contaban cómo el dios había ido a encontrarse con su madre:
Él [Amón] en la encarnación de su majestad su esposo, el rey del Alto y Bajo Egipto, [Tutmosis I] la encontró durmiendo en la belleza de su palacio. Ella se despertó con la fragancia divina y se volvió hacia su majestad. Él acudió a ella inmediatamente, se sintió atraído, y le impuso su deseo. Él le permitió que lo viera en su forma divina y ella se regocijó ante la visión de su belleza después de acudir a ella. Su amor pasó al cuerpo de ella. El palacio quedó inundado de la fragancia divina. (van de Mieroop, 173)
Como hija del dios más poderoso y popular de Egipto en aquel momento, Hatshepsut estaba reclamando un privilegio especial para reinar el país como lo habría hecho un hombre. Estableció pronto esta relación especial con Amón, puede que incluso antes de acceder al trono, para neutralizar las críticas de su reinado a causa de su género.
La columnata de Punt contaba su gloriosa expedición al misterioso "país de los dioses", que los egipcios no habían visitado en siglos. Su capacidad para organizar tal expedición es testimonio de la riqueza del país bajo su mandato, así como de su ambición por revivir las tradiciones y la gloria del pasado. Los egipcios conocían Punt desde el periodo arcaico (en torno a 3150 a en torno a 2613 a.C.), pero o bien la ruta había caído en el olvido, o los predecesores recientes de Hatshepsut no creían que la expedición valiera la pena. Hatshepsut describe cómo su gente se puso de camino, la cálida recepción que tuvieron en Punt y una detallada lista de los muchos productos lujosos que llevaron de vuelta a Egipto:
La carga de los barcos abundantemente con maravillas del país de Punt; todas las maderas muy fragantes de la Tierra de Dios, montones de resina de mirra, con árboles de mirra, con ébano y marfil puro, con oro verde de Emu, con madera de canela, madera de Khesyt, con incienso de Ihmut, de sonter, cosméticos para los ojos, con simios, monos, perros y con pieles de la pantera del sur. Nunca se trajo nada como esto para ningún rey que haya habido desde el principio. (Lewis. 116)
A ambos lados de la columnata del segundo nivel había un templo: El Templo de Anubis al norte y el Templo de Hathor al sur. Como mujer en una posición de poder, Hatshepsut tenía una relación con la diosa Hathor, a la que invocaba a menudo. Un templo de Anubis, el guardián y guía de los muertos, era un elemento común en cualquier recinto funerario. Nadie quería hacerle un feo al dios responsable de guiar su alma desde la tumba hasta la otra vida.
La rampa que ascendía al tercer nivel, perfectamente centrada entre las columnatas del Nacimiento y de Punt, llevaba al visitante hasta otra columnata, toda de estatuas, y a las tres estructuras más importantes: la capilla del culto real, la capilla del culto solar y el santuario de Amón. El recinto entero se construyó en los acantilados de Deir el-Bahri y el Santuario de Amón, el área más sagrada del lugar, estaba excavado en la propia pared de roca. Tanto la capilla del culto real como la capilla del culto solar mostraban escenas de la familia real haciendo ofrendas a los dioses. Amón-Ra, el compuesto del dios creador/sol, aparece destacadamente en la capilla del culto solar con Hatshepsut y su familia inmediata arrodillada en honor ante él.
Profanación y eliminación de la historia
A lo largo del reinado de Hatshepsut, Tutmosis III no se mantuvo de brazos cruzados en la corte, sino que estuvo liderando a los ejércitos de Egipto en exitosas campañas de conquista. Hatshepsut le había otorgado el mando de los ejércitos, y este no la defraudó. Tutmosis III está considerado como uno de los mejores líderes militares de la historia del antiguo Egipto y el de mayor éxito durante el Imperio Nuevo.
En 1457 a.C. Tutmosis III llevó a sus ejércitos a la victoria en la batalla de Megiddo, una campaña que posiblemente anticipó y preparó Hatshepsut, y después de eso, su nombre desaparece de la historia. Tutmosis III hizo destruir toda evidencia de su reinado al borrar su nombre y cortar su imagen de todos los monumentos públicos. Después, remontó su reinado a la muerte de su padre y se le adjudicaron los logros de Hatshepsut como faraón. Senenmut y Neferu-Ra ya habían muerto para entonces, y parece que cualquier otra persona que fuera leal a Hatshepsut no tenía el poder, o la intención, de desafiar esta política de Tutmosis III en cuanto a la memoria de su madrastra.
Borrar el nombre de una persona de la tierra suponía condenarla a la no existencia. Según las creencias antiguas egipcias, había que recordar a la persona para que pudiera seguir el viaje eterno en la otra vida. Aunque parece que fue Tutmosis III el que ordenó tales medidas, no hay indicios de ninguna enemistad entre él y su madrastra, y lo que es más importante, dejó relativamente intactas las historias de su nacimiento divino y su expedición a Punt dentro de su templo funerario; tan solo se borraron las menciones públicas. Esto indicaría que no albergaba ninguna mala voluntad personalmente hacia Hatshepsut, sino que lo que quería era erradicar cualquier prueba evidente de la existencia de una faraona fuerte.
El monarca de Egipto era tradicionalmente un hombre, en imitación del legendario primer rey de Egipto, el dios Osiris. Aunque nadie sabe a ciencia cierta por qué decidió Tutmosis III eliminar a su madrastra de la historia, probablemente fuera porque se saltó la tradición de los gobernantes masculinos y no quería que otras mujeres en el futuro emularan a Hatshepsut en ese sentido. El deber más importante del faraón era mantener el ma'at y respetar las tradiciones del pasado era parte de ello porque mantenía el equilibrio y la estabilidad social. Aunque el reinado de Hatshepsut fue bien, no había manera de garantizar que otra mujer, inspirada por su ejemplo, pudiera reinar igual de bien. Permitir sentar este precedente de una mujer faraona capaz podría haber sido algo bastante peligroso según entendía Tutmosis III el ma'at.
Aunque los relieves interiores, las pinturas y las inscripciones de su templo quedaron relativamente intactas, algunas fueron eliminadas por Tutmosis III y otras por el faraón posterior Akenatón (1353-1336 a.C.). Para la época de Akenatón, hacía tiempo que Hatshepsut había caído en el olvido. Tutmosis III había sustituido las imágenes de ella con las suyas propias, había enterrado sus estatuas y había construido su propio templo funerario en Deir el-Bahri, entre los de Hatshepsut y Mentuhotep II. Su templo era mucho más pequeño que el de cualquiera de los otros dos, pero no le preocupó ya que básicamente se hizo con el templo de Hatshepsut como si fuera suyo.
Por lo tanto, Akenatón no tenía ningún problema con que Hatshepsut fuera una mujer faraón; su problema era con su dios. Akenatón es más conocido como el "rey hereje" que abolió las prácticas y creencias religiosas tradicionales de Egipto para sustituirlas con su propia forma de monoteísmo centrado en torno al dios solar Atón. Aunque los monoteístas lo suelen alabar como un visionario por este motivo, lo más probable es que sus acciones estuvieran motivadas por la política más que la teología. El culto de Amón se había hecho tan poderoso para la época de Akenatón que llegó a competir con el trono, un problema al que varios reyes de Egipto tuvieron que enfrentarse a lo largo de su historia. Abolir el culto junto con todos los demás era la manera más rápida y efectiva de volver a restaurar el equilibrio y la riqueza de la monarquía. Aunque Akenatón, que creía que el templo de Hatshepsut era de Tutmosis III, no lo destruyó, sí que se eliminaron las imágenes de Amón de las paredes tanto exteriores como interiores.
Redescubrimiento de Hatshepsut
No volvería a oírse el nombre de Hatshepsut durante el resto de la historia de Egipto, y de hecho no se volvió a descubrir hasta mediados del siglo XIX d.C. Cuando Tutmosis III hizo destruir sus monumentos públicos, arrojó los escombros cerca del templo de Deir el-Bahri. Las excavaciones del siglo XIX sacaron estos monumentos y estatuas a la luz, pero en aquel momento nadie sabía cómo leer jeroglíficos; de hecho, muchos todavía creían que eran simples motivos decorativos, por lo que su nombre se perdió en la historia.
Sin embargo, el polímata y erudito inglés Thomas Young (1773-1829) estaba convencido de que estos antiguos símbolos representaban palabras y que los jeroglíficos estaban estrechamente relacionados con las escrituras demótica y copta. El filólogo y erudito francés Jean-François Champollion (1790-1832) expandió la obra de su a veces amigo y a veces rival. En 1824 a.C. Champollion publicó su traducción de la Piedra de Rosetta, que demostraba que los símbolos eran un lenguaje escrito, abriendo así las puertas del antiguo Egipto al mundo moderno.
Al visitar el templo de Hatshepsut, Champollion se quedó desconcertado por las referencias obvias a una faraona durante el Imperio Nuevo de Egipto, desconocida en la historia. Sus observaciones fueron las primeras en la era moderna en despertar el interés por la reina que, hoy en día, está considerada como una de las mejores monarcas de la antigüedad.
Hasta hace relativamente poco tiempo, no se sabía cómo ni cuándo murió Hatshepsut. No fue enterrada en su templo funerario, sino en una tumba en el cercano Valle de los reyes (KV60). El egiptólogo Zahi Hawass encontró su momia en los almacenes del museo de El Cairo en 2006 d.C. y demostró su identidad al hacerla corresponder con un diente encontrado en una caja de ella. Un examen de la momia mostró que murió cuando tenía alrededor de 50 años por un absceso tras la extracción de este diente.
Aunque los gobernantes egipcios posteriores no conocían su nombre, su templo funerario, entre otros monumentos, preservaron su legado. Su templo en Deir el-Bahri se consideraba tan magnífico que los reyes posteriores hicieron construir los suyos propios en los alrededores y, como ya se ha dicho, estaban tan impresionados con este templo y sus otras obras que los reclamaron como propios. De hecho, no hay ningún otro monarca egipcio, excepto Ramsés II (1279-1213 a.C.), que erigiera tantos monumentos tan impresionantes como Hatshepsut. A pesar de permanecer en el olvido durante la mayor parte de la historia, en los últimos 100 años sus logros han alcanzado fama mundial. Hoy en día es una figura importante en la historia egipcia y mundial y constituye precisamente el modelo a seguir para las mujeres que puede que Tutmosis III intentara tan vehementemente borrar del tiempo y la memoria.