La mujer en la antigua China
En la antigua China la mujer no disfrutaba del estatus social y político que se le deparaba al hombre. Las mujeres se subordinaban primero a sus padres, después a sus esposos y por fin, en caso que quedara viuda, a sus hijos. El sistema se denominaba «las tres obediencias» o sancong. El lugar que ocupaba la mujer no era envidiable: se la solía maltratar físicamente, se la segregaba en lo social y se la forzaba a competir con concubinas por el afecto de sus cónyuges. Aun así, algunas mujeres rompían esas barreras, a pesar de la dura realidad de vivir en una sociedad dominada por el hombre y de permanecer siempre bajo el peso de normas filosóficas y religiosas creadas por él para su beneficio. La práctica de la vida cotidiana llevaba a que muchas mujeres pudieran evadir esas convenciones y de hecho algunas lograban llevar vidas extraordinarias como creadoras de excelente literatura, ser investigadoras e incluso monarcas del propio imperio chino.
Teorías sobre la mujer
Al menos en términos teóricos, la contribución, o mejor dicho la necesidad de la mujer en la sociedad se reconocía en el principio de yin-yang. Pero incluso aquí lo predominante es lo masculino (yang) y sus cualidades asociadas; asimismo, de manera sutil, en los conceptos que se relacionan a lo masculino, considerados superiores a lo femenino (yin): lo duro frente a lo suave, la fortaleza contra la sumisión, lo nivelado frente a lo curvado, la luz en oposición a la oscuridad, la riqueza contra la pobreza y así sucesivamente.
En China todo el mundo sabía que era mejor nacer varón, e incluso a veces los personajes femeninos de la literatura tradicional afirmaban haber sido hombres en alguna vida anterior, para reaparecer como mujeres en esta encarnación como castigo por acciones pasadas. En tales historias otra introducción común al personaje femenino era el comentario: «por desgracia nació mujer». El hijo varón crecería para contribuir con las finanzas de la familia, realizar rituales para venerar a sus ancestros y perpetuar el nombre de su estirpe. En contraste, la mujer no podía ganar dinero y un día abandonaría a la familia para unirse a la de su esposo. Como consecuencia, muchas niñas eran abandonadas poco tiempo después de nacer. A las recién nacidas que llegaban a sobrevivir se les daba el nombre de Castidad, Perla, Frugalidad, o apelativos de flores y pájaros con la esperanza de que la joven hiciera honor al nombre y recibiera atractivas ofertas de matrimonio.
¡Amargo es tener figura de mujer!
Sería difícil nombrar cosa más baja.
Si el nacido llega al hogar y al corazón
viene a la tierra como enviado del cielo,
heroicos su corazón y su voluntad como los cuatro mares,
para enfrentar diez mil leguas de viento y polvo.
Engendrar una niña es algo que nadie desea,
no es un tesoro para su familia.(Poema del siglo III a. C. escrito por Fu Hsuan, en Dawson, 272).
Se esperaba que la mujer se destacara en cuatro áreas: fidelidad, prudencia en el diálogo, laboriosidad y modales elegantes. La virtud de una mujer era un atributo extremadamente valioso en la sociedad china. A veces, a las mujeres consideradas especialmente virtuosas (una viuda casta, por ejemplo), se las honraba dedicándoles un altar, monumento, o tablilla conmemorativa después de fallecer o se publicaba su nombre en obituarios honoríficos. Esta práctica se hizo asaz popular como consecuencia de la obra del académico del neoconfucianismo Zhu Xi, en el siglo XII a. C.
Matrimonio
En la China de la antigüedad era usual que los matrimonios se concertaran entre ambas parejas de padres. No era el amor, sino las consideraciones económicas y sociales las que se priorizaban en el pensamiento de todos. Incluso había casamenteros profesionales dedicados a hallar parejas adecuadas, que también tomaban en cuenta la astrología para guiarse en sus elecciones. Algunos padres ni siquiera esperaban a que sus hijos alcanzaran la edad idónea, pues muchos matrimonios se acordaban cuando la pareja se encontraba aún en la niñez o incluso cuando eran críos. Para los hombres, la edad típica para casarse era el inicio de sus 20 y para las mujeres, el final de la adolescencia; sin embargo, se sabía de novias que apenas eran niñas, a pesar de que dicha práctica estaba prohibida por ley. Si se había acordado el matrimonio pero el novio moría próximo a la ceremonia, el casamiento se podía llevar a cabo igual, en cuyo caso la novia pasaba como viuda a su nueva familia.
La desposada iba a vivir con el novio en la casa de él o en la de los padres y mantenía el apellido de ella. El cambio de residencia se convertía en una gran procesión en la que se la llevaba en un sillón nupcial escarlata, para que sus pies jamás tocaran el suelo entre las dos casas, con el objetivo de mantener alejados a los espíritus malignos. Al llegar se reunía con su esposo, lo que muchas veces constituía el primer encuentro de la pareja. Se celebraba un banquete nupcial e «informaba» a las tablillas ancestrales del nuevo advenimiento. El historiador R. Dawson continúa la historia:
El matrimonio no se registraba frente a las autoridades civiles, ni la familia de la desposada tomaba parte alguna en la ceremonia o los regocijos, aunque la pareja sí efectuaba una visita formal a la casa de la novia unos días más tarde. Los ritos matrimoniales simbolizaban el traspaso del cuerpo, la fertilidad, el quehacer doméstico y la lealtad de la novia de una familia a la otra. También proporcionaban una oportunidad para que la familia del recién casado mostrara su gloria, afluencia y prestigio en la comunidad. El esplendor de estas ocasiones representaba una severa carga para los recursos familiares… Los presentes a la familia de la novia y los regalos del compromiso matrimonial significaban un costo adicional, que era un sutil disfraz del precio pagado por la persona de la nuera y una clara indicación de su total sometimiento a la nueva familia. (143)
La esposa no era mucho más que una pieza material propiedad de su esposo, lo cual queda ampliamente ilustrado por la antigua práctica de vendaje de pies. A partir de los tres años a las niñas se les comprimían los pies mediante vendas, porque existía la creencia que los pies pequeños resultantes de la compresión serían más atractivos para el futuro esposo.
Bajo la ley china, el hombre podía divorciarse de su mujer, pero ella no disponía de ese derecho, excepto si el esposo maltrataba a la familia de la esposa. Entre las causas aceptadas de divorcio estaban no poder tener hijos, la infidelidad comprobada, lafalta de devoción filial hacia los padres del esposo, el robo, sufrir una enfermedad virulenta o infecciosa, los celos y hablar demasiado. Algunas de estas pueden parecer bastante superficiales a los ojos actuales, pero debe recordarse que en la sociedad china el divorcio era algo serio, con repercusiones sociales negativas para ambas partes. Más aún, el esposo no podía divorciarse si la esposa no tenía una familia a la cual retornar, ni si había sufrido un período de tres años de duelo por la muerte de los padres de él. En consecuencia, en la práctica, el divorcio no era tan común como pueden sugerir las causas mencionadas.
Otra convención social era que las viudas no podían volver a casarse. De todos modos, muchas de las mujeres de clases más bajas lo hacían, pero la convicción que las Parcas y las cartas astrológicas decretaban que una pareja específica viviera unida en matrimonio, constituía un valladar difícil de salvar a la hora de efectuar un segundo casamiento. Una barrera aún mayor era la económica, ya que la viuda no heredaba la propiedad de su difunto esposo y por lo tanto no tenía nada que ofrecer al nuevo cónyuge.
La familia y la vida laboral
El curso normal de la vida de un adulto comprendía matrimonio e hijos; solo los hombres que no podían permitirse una esposa dejaban de casarse. Durante la dinastía Han, por ejemplo, la mujer soltera le generaba un impuesto especial a su familia; la mujer con recién nacidos quedaba exonerada de impuestos durante tres años y su esposo por uno. Respecto al sexo de los niños, los hijos eran mucho más deseados que las hijas. Un viejo proverbio rezaba: «El niño nace mirando hacia adentro; la niña nace mirando hacia afuera», lo cual quería decir que a la postre, la muchacha dejaría la familia y rendiría tributo a los ancestros de otra familia. Dar a luz a un varón, por lo tanto, ayudaba a la esposa a ser aceptada en su familia adoptiva.
Las vidas de las mujeres de las clases sociales más altas se controlaban con mayor rigurosidad que las de cualquier otro nivel social. Se esperaba que se quedaran en las recámaras interiores de la casa familiar y su libertad de movimiento era muy limitada. En el hogar las mujeres sí tenían importantes responsabilidades, que incluían la administración de las finanzas caseras y la educación de los niños, lo cual no significaba que constituyeran la cabeza de la familia.
Se esperaba que las mujeres de menor estatus, como las esposas de granjeros, trabajaran en el campo, sobre todo en las regiones donde se cultivaba arroz. Como muchos campesinos no eran propietarios de sus tierras sino arrendatarios, sus mujeres quedaban expuestas al abuso de los terratenientes. A muchas mujeres se las forzaba a la prostitución en tiempos de sequía o de malas cosechas. Las mujeres trabajaban en el hogar, a cargo de tejer seda y cuidar de los gusanos que la producían. En muchos períodos en la antigua China a algunas mujeres y hombres se les exigía, a modo de impuesto, que desempeñaran labores de servicio, aunque solo en circunstancias especiales. En los tiempos de la dinastía Song (960 – 1279 d. C.) las mujeres gozaban de mayor libertad y administraban posadas o ejercían como parteras, entre otras profesiones.
Concubinas y prostitutas
Aunque por lo general los hombres chinos tenían una única esposa, hacían uso abierto de cortesanas e invitaban a concubinas a que vivieran de forma permanente en sus hogares. La prostitución era parte común de la vida de los pueblos y ciudades. Muchos funcionarios y mercaderes, como entretenimiento colectivo, frecuentaban las casas donde las meretrices se dedicaban a su comercio. Por otra parte, las concubinas, además de los placeres que podían generar sus encantos, en ocasiones daban a la familia el heredero indispensable cuando la esposa no producía más que hijas. No gozaban del estatus de una esposa legítima, puesto que se clasificaban como servidumbre, ni a sus hijos se les otorgaba igual jerarquía o derechos hereditarios que a los hijos de la esposa. La cantidad de concubinas que había en el hogar solo quedaba limitado por los medios del esposo. La esposa jamás podía mostrar celos por las concubinas del esposo, lo cual era, como se ha visto, causa de divorcio, pero además se pensaba que en el infierno existía un infame rincón dedicado a las esposas celosas.
Por lo general las concubinas provenían de las clases inferiores y entraban a las casas de las familias más ricas de la sociedad. La hija de una familia rica solo se entregaba como concubina a otra familia que fuera aún más acaudalada, o al palacio real. No era poco común, sin embargo, que una hermana menor acompañara a la desposada y viviera como concubina en el hogar matrimonial de su hermana mayor. Esta estela funeraria de los Han orientales hecha para una concubina presenta una descripción interesante de sus deberes:
Al entrar a la casa
fue diligente en sus cuidados y ordenada con las reglas familiares,
dio trato de excelsos a todos nuestros ancestros.
Buscó la prosperidad sin descarriarse,
sin añadir ni omitir nada con su conducta.
Se mantuvo frugal, hilaba,
plantó lucrativas cosechas en huertos y jardines.
Respetó a la esposa legítima e instruyó a los niños,
rechazó la arrogancia y jamás hizo alarde de su buen corazón.
Los tres varones y las dos niñas
estuvieron tranquilos en los apartamentos de las mujeres.
Hizo que las niñas se sometieran a los rituales,
a la vez que dio poder a los niños.
Su castidad excedió a la de los tiempos de la antigüedad,
y su guía no fue opresiva.
Todos los familiares se allegaban en armonía,
como hojas sujetas al árbol.(Lewis, 170-171)
Mujeres chinas famosas
A pesar de las restricciones impuestas por los hombres y de las convenciones sociales que crearon en aquel tiempo, hubo casos de mujeres chinas (tanto reales como de ficción) que desafiaron lo establecido para convertirse en célebres poetas, actrices, calígrafas, historiadoras e incluso monarcas. Abajo se describen dos mujeres así, una de virtud paradigmática, la otra más ambigua y controvertida.
Ban Zhao (41 - c. 115 d. C.) fue una de las escritoras e intelectuales chinas más famosas de esa época. Escribió comentarios acerca de los clásicos de Confucio y su obra más conocida es Nuje o «Instrucciones para las mujeres», en la que desarrolla las cuatro virtudes que se esperaban de las mujeres (la conversación, la virtud, el comportamiento y el trabajo), esbozadas por primera vez en el texto ritual clásico Liji. Aunque Zhao enfatizó que las mujeres debían permanecer sumisas a sus esposos, expresó su convicción acerca de los beneficios que traería la educación de las mujeres (para ayudar en el trabajo de sus esposos). El texto del Nuje ejerció enorme influencia, fue estudiado por innumerables generaciones de mujeres, e incluso se lo recitaba a los que no podían leer.
Wu Zetian (también conocida como Wu Zhao) vivió desde el 623 o el 625 hasta el 705 d. C. Como concubina de los emperadores Taizong (626-649 d. C.) y Gaozong (reinó desde el 649 al 683 d. C.) de la dinastía Tang, mismo que de manera oficial la nombró emperatriz en el 655 d. C. Al morir Gaozong reinó como regente de su hijo Zhongzong (684 d. C.) y de su hermano mayor Ruizong (reinó desde el 684 al 690 d. C.). En el 690 d. C. Wu Zetian fue un paso más lejos y asumió el trono, se proclamó emperatriz, estableció su corte en Luoyang y promulgó el inicio de una nueva dinastía: la de los Zhou. Su reinado, al menos según la tradición china (que además arroja luz sobre la actitud hacia las mujeres), fue despótico y de terror, signado por asesinatos de familia y plagado de intrigas políticas. Sin embargo, su despiadada estrategia condujo a la expansión de la burocracia estatal y fue una gran patrocinadora del arte budista, lo cual se hace notar en las cuevas de Longmen. Al final de su reino se la forzó a que volviera a aceptar la línea dinástica Tang y optara por Zhongzong como heredero manifiesto.