El comercio era un aspecto fundamental del mundo griego antiguo, y tras la expansión territorial, un aumento de los movimientos de población y las innovaciones en el transporte, productos procedentes de regiones distantes se podían comprar, vender e intercambiar en áreas completamente diferentes del Mediterráneo. La comida, las materias primas y los productos manufacturados no solo estuvieron disponibles para los griegos por primera vez, sino que la exportación de clásicos como el vino, las aceitunas y la alfarería ayudaron a expandir la cultura griega a un mundo más amplio.
Del comercio local al internacional
En Grecia y la zona más amplia del Egeo, el comercio local, regional e internacional existía desde las épocas minoica y micénica en la Edad de Bronce. En particular, la presencia de alfarería y productos valiosos tales como el oro, el cobre y el marfil, que se encontraban lejos de sus áreas de producción, son testamento de la red de intercambio existente entre Egipto, Asia Menor, la Grecia continental e islas tales como Creta, Chipre y las Cícladas. El comercio disminuyó y quizá llegó casi a desaparecer cuando estas civilizaciones entraron en declive, y durante la llamada Edad Oscura de los siglos XI a VIII a.C. el comercio internacional del Mediterráneo lo llevaban principalmente los fenicios.
Las fuentes escritas más antiguas que se conservan de Homero y Hesíodo atestiguan la existencia del comercio (emporia) y de comerciantes (emporoi) a partir del siglo VIII a.C., aunque a menudo lo presentan como una actividad indigna de la clase gobernante y la aristocracia terrateniente. A pesar de ello, el comercio internacional aumentó a partir de 750 a.C. y los contactos se expandieron por todo el Mediterráneo gracias a factores sociopolíticos tales como los movimientos de población, la colonización (en especial de la Magna Grecia), las alianzas interestatales, la difusión de la moneda, la estandarización gradual de las medidas, las guerras, y la mayor seguridad de los mares con la decisión de erradicar la piratería.
A partir de 600 a.C. el comercio se facilitó mucho gracias a la construcción de barcos mercantes especializados y el camino diolkos a través del istmo de Corinto. Surgieron lugares especiales de comercio permanentes (emporia), donde los mercaderes de diferentes nacionalidades se reunían para comerciar, en sitios como por ejemplo Al Mina en el río Orontes (la actual Turquía), Isquia-Pitecusas (frente a las costas de la actual Nápoles), Náucratis en Egipto y Gravisca en Etruria. A partir del siglo V a.C., el Pireo, el puerto de Atenas, se convirtió en el centro de comercio más importante del Mediterráneo y se ganó la reputación de ser el mercado en el que se podía encontrar cualquier cosa.
Bienes de comercio
Dentro de Grecia, los bienes que se comerciaban entre las diferentes ciudades-estado incluían:
- cereales,
- vino,
- aceitunas,
- higos,
- legumbres,
- anguilas,
- queso,
- miel,
- carne (especialmente de oveja y cabra),
- herramientas y utensilios (como cuchillos, por ejemplo),
- perfumes,
- cerámica fina, especialmente del Ática y de Corinto.
La cerámica fina griega también estaba muy demandada en otros lugares, y se han encontrado ejemplos en lugares tan distantes como la costa atlántica de África. Entre las demás exportaciones griegas estaban el vino, especialmente de las islas egeas como Mende y Cos, artefactos de bronce, aceitunas y aceite de oliva (transportado, al igual que el vino, en ánforas), esmeril de Delos, pieles de Eubea, mármol de Atenas y Naxos y materiales de Keos para impermeabilizar los barcos.
Entre los productos disponibles en los mercados (las ágoras) de los centros urbanos principales que se importaban de fuera de Grecia había:
- trigo,
- esclavos de Egipto,
- grano del mar Negro (especialmente a través de Bizancio),
- pescado salado del mar Negro,
- madera (especialmente para construir barcos) de Macedonia y Tracia,
- papiro,
- telas,
- comida de lujo, como especias (por ejemplo, pimienta),
- cristal,
- metales como hierro, cobre, estaño, oro y plata.
Incentivos comerciales y protección
Los préstamos marítimos les permitían a los comerciantes pagar por el cargamento y no había que devolver el préstamo si el barco no llegaba a su destino a salvo. Para compensar el riesgo incurrido por el prestamista, los tipos de interés (nautikos tokos) podían ser de 12,5% a 30% y a menudo el barco era el aval del préstamo.
El estado intervenía de manera relativamente limitada en el comercio: sin embargo, una excepción notable era el grano. Por ejemplo, era tan vital para alimentar a la gran población de Atenas, y especialmente valioso en épocas de sequía, que el comercio de trigo estaba controlado y lo compraba un "comprador de grano" especial (sitones). Desde alrededor de 470 a.C. la obstrucción de la importación de grano estaba prohibida, al igual que la reexportación de este; para los infractores el castigo era la pena de muerte. Los funcionarios del mercado (agoranomoi) garantizaban la calidad de los productos a la venta en los mercados y el grano tenía sus propios supervisores, los sitofilakes, que regulaban que los precios y las cantidades fueran los correctos.
Aparte de los impuestos en el transporte de productos (por ejemplo: impuestos de circulación o, en Calcedón, un recargo de tránsito del 10% en el tráfico del mar Negro a pagar en Atenas) y las tasas sobre las importaciones y exportaciones en los puertos, también se tomaban medidas para proteger el comercio. Por ejemplo, Atenas cobraba impuestos a aquellos ciudadanos que contraían préstamos sobre cargamentos de grano que no se entregaban en el Pireo, o aquellos comerciantes que no descargaban un determinado porcentaje de su carga. Se establecieron juzgados marítimos especiales para tentar a los comerciantes a elegir Atenas como socio de negocios, y los bancos privados podían facilitar el cambio de moneda y salvaguardar los depósitos. En Tasos, un centro de comercio importante y un gran exportador de vino de gran calidad, había incentivos de comercio similares.
Con el declive de las ciudades-estado griegas a finales del período Clásico, el comercio internacional se trasladó a otros lugares; a pesar de todo, muchas ciudades griegas seguirían siendo centros importantes de comercio en las épocas romana y helenística, especialmente en Atenas y los puertos de comercio libre de Delos y Rodas.