Hatshepsut, cuyo nombre significa "La principal de las mujeres nobles" o "Primera entre las mujeres nobles" (su nombre en la realeza, Ma'at-ka-re, se traduce como "espíritu de armonía y verdad") fue la quinta gobernante de la dinastía de XVIII (que gobernó del 1479 al 1458 a. C.). Era hija de Tutmosis I y la reina Ahmosis y, como era común en la casa real egipcia, se casó con su hermanastro Tutmosis II. Tuvieron una hija, Neferu-Ra, y Tutmosis II tuvo un hijo con una esposa menor llamada Isis, Tutmosis III (1458-1425 a. C.), a quien nombró su heredero. Aunque fue nombrada regente hasta que Tutmosis III alcanzara la mayoría de edad, ya mucho antes tenía una posición de poder, y en vez de eso eligió hacerse coronar como faraona de Egipto. Era una mujer en la posición de un hombre y entendía que tenía que tomar medidas para protegerse como gobernante, por lo que eligió presentarse como la hija del dios Amón, la deidad más popular y poderosa de la época.
La monarquía tradicional masculina y la esposa del dios
Hatshepsut reinó durante el periodo conocido como Imperio Nuevo (c. 1570-1069 a. C.), que comenzó con la expulsión de Egipto de los hicsos extranjeros a manos de Ahmosis de Tebas (c. 1570-1544 a. C.). Ahmosis comenzó una política de crear zonas de retención en las fronteras de Egipto para asegurarse de que ningún gobernante extranjero pudiera volver a tomar el control del país como habían hecho los hicsos. Los faraones que precedieron a Hatshepsut expandieron la política de Ahmosis, incluido, por supuesto, su padre Tutmosis I, que comandó campañas en Siria y Nubia.
Hatshepsut continuó con este tipo de campañas a principios de su reinado, pero necesitaba una mayor legitimidad para consolidar su poder. Como faraona mujer de Egipto, estaba rompiendo con una larga tradición. Se creía que el primer gobernante de Egipto era el dios Osiris, que estableció el equilibrio y la armonía entre las gentes del país hasta que fue asesinado por su hermano Set. La mujer de Osiris, Isis, lo devolvió a la vida, pero como estaba incompleto no podía seguir gobernando en la tierra, así que descendió al inframundo donde se convirtió en el señor de los muertos. Su hijo, Horus, ocupó su lugar tras vengar su asesinato.
Siguiendo este paradigma, los monarcas de Egipto siempre eran hombres. El rey modelaba su gobierno siguiendo el ejemplo de Horus, y, cuando el rey moría, se identificaba con el rey de la otra vida, Osiris. En este modelo, no había lugar para una mujer gobernante. Sin embargo, en el Imperio Medio el dios Amón empezó a ganar en popularidad. El príncipe tebano Mentuhotep II (c. 2061-2010 a. C.) había reunificado Egipto a principios del Imperio Medio y asentó su capital en Tebas. Amón, a quien se le adjudicó la victoria, se convirtió en el dios patrón de Tebas. Bajo el reinado de Senusret I (c. 1971-1926 a. C.) se comenzó a construir el Gran Templo de Amón en Karnak, Tebas, y el dios fue ganando cada vez más prestigio y poder.
El título honorífico de esposa del dios de Amón se otorgaba a las mujeres nobles que ayudaban al Sumo Sacerdote de Amón en sus deberes, y normalmente era la hija o la esposa del rey. En la época del Imperio Medio las obligaciones de la esposa del dios de Amón no iban mucho más allá de cantar y ayudar al clero masculino, pero para la época de Hatshepsut, el cargo tenía un peso mayor. Hatshepsut fue nombrada esposa del dios de Amón por su madre y llegó a conocer las complejidades del culto de primera mano, así como el poder de la autoridad.
Hatshepsut faraona
Tutmosis II murió en 1479 a. C. y nombró a Hatshepsut como regente del joven rey. Tutmosis III, a pesar de ser un niño, gobernó oficialmente con Hatshepsut hasta 1473, cuando ella se autoproclamó faraona, hizo que se la representara con el atuendo masculino y asumió los deberes y las obligaciones de los faraones masculinos que la habían precedido. Tal vez para consolidar su posición en el trono, casó a su hija Neferu-Ra con el joven Tutmosis III (un matrimonio que duraría once años hasta la muerte de Neferu-Ra). Sin embargo, el matrimonio de su hija con el heredero aparente no era suficiente, por lo que Hatshepsut se reinventó a sí misma en una imagen que estaba segura de que la corte egipcia y el pueblo no solo aceptarían, sino que admirarían. No solo sería la esposa del dios en nombre, sino que estaría relacionada íntimamente con el dios como su hija. En sus inscripciones relata como Tutmosis I no era realmente su padre, sino el propio dios Amón:
Él [Amón] en la encarnación de su majestad su esposo, el rey del Alto y Bajo Egipto, [Tutmosis I], la encontró durmiendo en la belleza de su palacio. Ella despertó con la fragancia divina y se volvió hacia su majestad. Él acudió a ella inmediatamente, se sintió atraído y le impuso su deseo. Le permitió que lo viera en su forma divina y ella se regocijó ante la visión de su belleza después de acudir a ella. Su amor pasó al cuerpo de ella. El palacio quedó inundado de la fragancia divina (van de Mieroop, 173).
Como esposa del dios de Amón, Hatshepsut había aprendido la lengua del clero y entendía los rituales asociados con el dios. Había bailado y cantado para el dios al principio de los festivales, cuando se suponía que la esposa del dios tenía que despertar a la deidad al acto de la creación. Al identificarse como la hija del dios, ahora elevaba su estatus más allá de la posición semidivina de la esposa del dios del ritual a una hija real del dios. Para afianzar aún más su poder en el trono de Egipto también hizo que se inscribiera un oráculo que dijo haber recibido mucho antes de su nacimiento, según el cual Amón predijo que ella se convertiría en faraona:
Un oráculo ante este buen dios me predijo magníficamente la realeza de las Dos Tierras, en la que el norte y el sur me temerían; y me dio todas las tierras foráneas, iluminando las victorias de mi Majestad. Año 2, segundo mes de la época de crecimiento, día 29, el tercer día del festival del dios Amón... dado que esta predicción de las Dos Tierras fue hecha en el gran salón del Opet del sur (=Templo de Luxor), mientras su Majestad [Amón] entregaba un oráculo en presencia de este buen dios. Mi padre, el dios Amón, Señor de los dioses, apareció en su hermoso festival (van de Mieroop, 173).
Como esposa del dios de Amón, Hatshepsut habría sabido de los oráculos del dios, oráculos que con el tiempo se tomarían tan en serio que Amón era el gobernante de hecho de Tebas y el Alto Egipto, por lo que esta afirmación de que un oráculo había predicho su ascenso al poder y la legitimidad de su gobierno como hija de Amón habría tenido gran peso entre el pueblo egipcio. Tras casar a su hija con su sucesor y establecerse como hija del dios más popular de Egipto, un dios considerado el creador y redentor, el rey de todos los dioses, Hatshepsut se dedicó a gobernar el país y crear su legado.
Obras públicas
Hatshepsut procedió inmediatamente a trabajar en grandes proyectos públicos, encargó la construcción de su exquisito templo en Deir el-Bahari en Tebas. En los relieves tallados en el lugar, Hatshepsut afirma tener un origen divino como hija del dios Amón, por lo que declara firmemente su derecho a gobernar Egipto de manera legítima. También afirmó que su padre, Tutmosis I, la había nombrado corregente y heredera durante su reinado antes de su matrimonio con Tutmosis II. Su principal administrador, Senenmut, que había servido a Tutmosis II y era su fiel compañero, corroboró estas historias y parece ser que ayudaba a la reina con todos los demás asuntos de estado. Los historiadores Bob Grier y Hoyt Hobbs comentan lo siguiente sobre sus proyectos de construcción:
Hatshepsut procedió a feminizar Egipto. Su reinado no incluyó ninguna gran conquista militar; el arte producido bajo su autoridad era suave y delicado; y construyó uno de los templos más elegantes en Egipto contra los acantilados a las afueras del Valle de los reyes. Construido junto al famoso templo mortuorio de Mentuhotep I, la versión de Hatshepsut alargaba el diseño original para producir una estética diferente. Una larga rampa descendía hasta una amplia terraza desde un patio lleno de estanques y árboles. Rodeada por una pared de columnas, la terraza extendía la longitud del templo entero de Mentuhotep, y tenía una rampa que ascendía a una segunda terraza, también rodeada de columnas. En lo alto de estas salas de columnas, cuyas paredes estaban cubiertas de hermosos relieves, se alzaba el templo propiamente dicho, cuyas habitaciones más pequeñas contenían estatuas de la reina. Algunas de las escenas de las paredes mostraban su nacimiento como un acontecimiento divino en el que el dios Amón, disfrazado de su padre Tutmosis I, impregnaba a su madre, indicado así que el dios la había colocado personalmente en el trono (30).
El reinado de la reina Hatshepsut duró 22 años y durante ese tiempo fue responsable de más proyectos de construcción que cualquier otro faraón de la historia, excepto por Ramsés II (también conocido como Ramsés el Grande, 1279-1213 a. C.). A pesar de que los historiadores identifican su reinado como uno de paz y prosperidad, hay pruebas de que, al principio, tras afirmar ser descendiente de Amón, lideró expediciones militares contra los países vecinos de Siria y Nubia. Envió expediciones al país de Punt (la actual Somalia) en barcos de setenta pies de largo, cada uno con una tripulación de 210 marineros y 30 remeros. Estas expediciones trajeron de vuelta, entre otras cosas, árboles del incienso vivos en cestas con la tierra de su país original (la primera vez en la historia en que se logró transportar plantas o árboles de otro país para el trasplante) y los colocó como decoración de su complejo en Deir el-Bahari. Este complejo presume de una simetría perfecta, y resultó tan impresionante para los antiguos que otros faraones posteriores eligieron los alrededores de su templo para instalar sus propias tumbas, una zona que hoy en día se conoce como el Valle de los Reyes.
Además, Hatshepsut amplió significativamente el templo de Karnak, restauró el Templo de Mut, usó el ingenio del arquitecto Ineni (que ya había trabajado para su padre) para diseñar más templos y monumentos e hizo construir los obeliscos gemelos (en su momento los más altos del mundo) a la entrada del templo de Mut en Karnak. Sus construcciones eran tan bonitas que algunos faraones posteriores las reclamaron como propias, y sus monumentos y proyectos de templos eran tan numerosos que hoy en día hay pocos museos en el mundo que no contengan alguna obra encargada por ella.
Borrada de la historia
En 1457 a. C., Tutmosis III, a quien Hatshepsut había elevado a general de sus ejércitos, lideró una campaña para suprimir una revuelta en Megido y, después de este momento, Hatshepsut desaparece de la historia. Sus santuarios fueron profanados y sus obeliscos y monumentos destruidos, muy probablemente por orden de Tutmosis III. Tutmosis III fue tan minucioso que el nombre de Hatshepsut quedó olvidado y su reinado prácticamente desconocido hasta principios del siglo XIX. No fue hasta que el orientalista Jean-François Champollion (1790-1832 d. C.) descifró la Piedra de Rosetta y leyó las inscripciones en el interior de su templo en Deir el-Bahari, que nadie supo que había existido tal faraona.
Se desconoce el motivo de la profanación y la destrucción de las obras de Hatshepsut, así como la desaparición de su nombre en la historia. Durante muchos años se especuló que Tutmosis III se ofendió de que una mujer básicamente le usurpara el trono, pero no hay ninguna prueba que demuestre esto. En el antiguo Egipto, eliminar la imagen o el nombre de una persona de un templo o estatua tras la muerte básicamente suponía matar el espíritu en la otra vida y no hay ninguna prueba de que Tutmosis III sintiera tal animosidad por Hatshepsut. Otra teoría es simplemente que Tutmosis III quería dejar escrita en la historia la idea de una línea ininterrumpida entre su padre y él, pero esta teoría tampoco funciona, porque Tutmosis III solo borró las imágenes públicas de Hatshepsut y dejó intactas las estatuas, los murales y los relieves en el interior de los templos.
Puede que la mejor teoría propuesta para explicar las acciones de Tutmosis III sea que estaba intentando restaurar el equilibrio en Egipto y temía que el ilustre reinado de una mujer inspirase a otras mujeres a buscar puestos de poder que los dioses reservaban a los hombres. Como ya se ha dicho, se suponía que los faraones tenían que seguir el paradigma de Osiris y Horus, manteniendo el equilibrio del país; no de Isis ni de ninguna otra deidad femenina, a pesar de que estas diosas eran muy apreciadas. El concepto de ma'at (el equilibrio y la armonía universales) era de la mayor importancia para los egipcios y, como hijo del rey a quien una mujer había alejado del trono durante tanto tiempo, puede que Tutmosis III sintiera que simplemente estaba llevando a cabo sus deberes como faraón al eliminar las pruebas de una gobernante femenina. El resultado de todo este trabajo fue que, hasta finales del siglo XIX, la gobernante más famosa de Egipto fue la última faraona, Cleopatra VII (c. 69-39 a. C.), que ni siquiera era egipcia, sino griega.
El legado de Hatshepsut
Se considera que el cuerpo de Hatshepsut se ocultó de Tutmosis III y se enterró en secreto por miedo a que este lo profanara. Durante muchos años se creyó que no quedó nada de su cuerpo excepto por algunos fragmentos encontrados en un vaso canope junto a la enfermera de Hatshepsut, Sitire-Ra. Sin embargo, en 2006 d. C. el egiptólogo Zahi Hawass afirmó haber encontrado la momia de Hatshepsut en el tercer piso del Museo del Cairo. Los investigadores identificaron la momia al hacer coincidir un diente que se sabía que era de Hatshepsut con el hueco en la mandíbula de la momia y haciendo una prueba de ADN de la abuela de Hatshepsut.
Un examen de la momia muestra que murió en la cincuentena debido a un absceso tras una extracción dental. La teoría de que Tutmosis III sentía gran desprecio por su madrastra hace tiempo que se ha desacreditado, a pesar de que algunos estudiosos todavía hablan de ella. El intento de eliminar a Hatshepsut de la historia sin duda se debió al entendimiento de su hijastro de su cultura y del papel tradicional de las mujeres, que, aunque disfrutaban de un estatus más elevado que sus hermanas en otras culturas de la antigüedad, seguían estando consideradas como de menos valor que los hombres.
Hatshepsut no fue la primera mujer en gobernar Egipto. Niethotep, la reina del rey Narmer, puede que gobernara tras su muerte en la Dinastía I, y se cree que poco después gobernó la reina Merneith, aunque solo fuera como regente; Nimaethap actuó como regente para su hijo Zóser en la Dinastía III y la reina Sobekneferu gobernó en la Dinastía XII. Tampoco fue la última, ya que Twosret gobernaría brevemente en la Dinastía XIX después de ella. Aun así, Hatshepsut gobernó durante más tiempo que cualquiera de ellas, y lo que es más, gobernó una nación increíblemente próspera y poderosa.
Es un mérito de su comprensión de su pueblo y su cultura el haber entendido la importancia de presentarse como la hija de Amón, la imagen viva de la divinidad. Mediante esta meticulosa manipulación de las creencias religiosas, pudo legitimar su gobierno, pero el éxito de su increíble reinado se debe por completo a sus habilidades personales como líder, que vio lo que se debía hacer y fue capaz de hacerlo bien.
Su legado es importante no solo para las mujeres que compiten con hombres por los puestos de poder, sino también para cualquiera que se siente marginado e impotente en la sociedad. No hay duda de que Hatshepsut empezó con ventajas en la vida, siendo hija del rey, pero rechazó el papel tradicional que se asignaba a las mujeres e incluso se deshizo de su parentesco para poder convertirse en quien sabía que era realmente: hija de Amón y faraona de Egipto.