El personal doméstico de un castillo medieval inglés
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Al menos en los castillos más grandes, el personal doméstico podía llegar a sumar 50 personas, entre las que había todo tipo de trabajadores especializados y cualificados como cocineros, mozos de cuadra, carpinteros, albañiles, halconeros y músicos, así como un equipo de caballeros, arqueros y ballesteros. La mayoría de los empleados cobraba por jornada y la seguridad en el empleo era a menudo precaria, sobre todo para los sirvientes más modestos, que eran despedidos cuando el señor del castillo se ausentaba. Los trabajadores más cualificados, como el capellán del castillo, el intendente o director general y el mariscal que supervisaba a los soldados y los establos, cobraban por año y podían recibir dinero y tierras a cambio de su lealtad. Microcosmos del mundo medieval, el personal doméstico trabajaba en equipo para satisfacer las necesidades del castillo, a menudo considerables, en materia de alimentación, defensa y entretenimiento.
Caballeros y soldados
El personal de un castillo puede dividirse en dos grandes grupos: los soldados y los sirvientes. Los primeros, a veces denominados mesnadas, estaban dirigidos por el mariscal y se encargaban de la defensa del castillo. También podían participar en ataques fuera de sus muros, actuar como guardaespaldas del señor local y, en general, vigilar las tierras del señor para recordar a los campesinos la necesidad de cumplir las normas, pagar impuestos o multas.
Los caballeros de un castillo podían estar destinados de forma permanente, y su paga corría a cargo del señor del castillo. También era posible que los barones locales estuvieran obligados a proporcionar caballeros a un castillo concreto durante un periodo de servicio determinado, sobre todo si este era importante para la defensa nacional, como por ejemplo el castillo de Dover. En aquella época, había soldados entrenados en el uso del arco largo y las ballestas, como las que se podían montar en las torres de los castillos. Otros soldados se encargaban de la vigilancia. Los escuderos o caballeros aprendían su oficio en el castillo, que puede que dispusiera de una zona de entrenamiento para justas y esgrima.
El intendente
Gracias a su buena remuneración y a que a veces vivía cerca del castillo, el intendente llevaba un registro preciso de las cuentas de la finca.
La gestión diaria y el aprovisionamiento del castillo recaían en la señora, pero, naturalmente, las tareas cotidianas de logística y gestión del personal se confiaban generalmente al intendente o senescal. En un gran castillo, el personal doméstico podía superar fácilmente el medio centenar, lo que dificultaba la función. El intendente también era responsable de todos los asuntos financieros y jurídicos relacionados con los bienes del castillo. Tal era la importancia de su función y el peso de sus obligaciones que, en el siglo XIII, un gran castillo podía tener dos intendentes, uno para los asuntos internos y otro para sus propiedades. Este último solía ser un caballero y supervisaba el tribunal local (hallmote), que se ocupaba de aplicar la ley en todos los asuntos locales, excepto en delitos graves como el asesinato. El intendente no actuaba como juez, papel que desempeñaba un jurado o un grupo de litigantes (hombres de rango local), pero su presencia daba peso a la decisión final.
El intendente supervisaba el círculo interno de nobles del señor y, en ocasiones, lo representaba en el extranjero, por ejemplo, en la corte real. Si un señor se ausentaba de su castillo durante un periodo de tiempo, por ejemplo durante una guerra, el intendente podía hacerse cargo del mismo. En el caso de los castillos reales en los que el rey no estaba presente, ni podía estarlo, un guardia, que también podía ser el sheriff local, dirigía el castillo en nombre del soberano.
El intendente representaba al señor del castillo, por lo que no es de extrañar que luciera un aspecto adecuado y que vistiera a menudo ropas finas con adornos de piel. Gracias a su buena remuneración y a que a veces vivía cerca del castillo, llevaba un registro preciso de las cuentas de la finca y de los ingresos regulares de los arrendatarios, así como de los impuestos y multas pagados a los tribunales del castillo.
La aristocracia medieval inglesa solía leer manuales sobre todo tipo de temas, desde modales en la mesa hasta cetrería, por lo que también existían guías útiles sobre cómo elegir y dirigir al personal del castillo, incluido el intendente. El siguiente extracto pertenece a uno de estos manuales, titulado Stewardship (conocido originalmente como Seneschaucie, un documento anónimo de finales del siglo XIII que describe el papel de todos los oficiales y criados señoriales en una finca):
El senescal de tierras debe ser prudente, fiel y provechoso, y debe conocer la ley del reino, para proteger los negocios de su señor e instruir y dar garantías a los alguaciles que están por debajo de él en rango. Debe hacer sus rondas y visitar los señoríos de su administración dos o tres veces al año para informarse sobre las rentas, servicios y costumbres, así como las franquicias de cortes, tierras, bosques, prados, pastos, aguas, molinos y otros menesteres del feudo... (Gies, 97-8)
Tales eran las exigencias del oficio de intendente que, en el siglo XIII, incluso existían escuelas de formación para ellos, como la de Oxford. Tras un curso de entre 6 y 12 meses, podían adquirir las habilidades necesarias en contabilidad, redacción de cartas y conocimiento de legislación.
El mariscal
Un castillo siempre tenía establos, ya que los caballos eran esenciales para los caballeros: para la comunicación a través de mensajeros, las partidas de caza y los viajes en general. Los carros de dos o cuatro ruedas eran necesarios para transportar mercancías desde y hacia el castillo, y estaban bajo la jurisdicción del mariscal, figura responsable de todas las caballerizas y la fuerza acuartelada del castillo, si la había. Varios empleados ayudaban al mariscal en sus tareas de control. En los edificios del patio también se encontraban el herrero y el carpintero, que podían reparar los carros y todo lo demás del castillo. El herrero fabricaba artículos de primera necesidad, como herraduras, y afilaba cuchillos, tijeras y otros aperos de labranza, mientras que el carpintero se ocupaba de la fabricación de muebles y la construcción de pequeños edificios en el interior del castillo. También podía haber un maestro albañil encargado de reparar la mampostería del castillo.
Los mozos de cuadra barrían los establos y cuidaban no solo de los caballos del castillo, sino también de los de los invitados y sus criados, que podían ser frecuentes y numerosos. Entre los mozos de cuadra y los soldados se encontraban los mensajeros encargados de repartir cartas, recibos y mercancías por las posesiones del castillo y fuera de él. Aunque los mensajeros gozaban de ciertas ventajas, como vestimenta especial y un par de zapatos gratis cada año, también corrían riesgos, como verse obligados a comerse la carta, sellos incluidos, que habían entregado a un destinatario disgustado, e incluso ser golpeados o encarcelados.
Como la caza y la cetrería eran pasatiempos muy populares, era habitual que un castillo tuviera su propia jauría de perros de caza y varios halcones. Los cazadores, los cetreros y los adiestradores cuidaban de estos animales, cuyo adiestramiento podía durar años. El cazador, que solía ser un caballero, se encargaba de seguir a la presa durante la cacería y supervisaba al personal, como los batidores, los adiestradores de perros y los arqueros, para asegurarse de que el señor y sus acompañantes tuvieran un blanco fácil para su lanza o arco y no se produjeran incidentes.
El capellán
Otro miembro del séquito del capellán era el limosnero, encargado de distribuir limosnas diariamente a los pobres, sobre todo las sobras de las comidas.
La mayoría de los castillos tenían su propia capilla y un capellán permanente para uso privado del señor y su familia. En los castillos más grandes, el capellán era conocido como canciller. Presidía los oficios religiosos diarios pero, gracias a su educación en latín o francés, también desempeñaba otras funciones importantes al margen de las eclesiásticas, como redactar la correspondencia profesional y personal del señor del castillo y utilizar su sello. El capellán tenía empleados propios, que actuaban como secretaría del castillo, y viajaba con frecuencia cuando lo hacía el señor, llevando consigo un altar portátil. Otro miembro del séquito del capellán era el limosnero, encargado de distribuir limosnas diariamente a los pobres, sobre todo las sobras de las comidas y la ropa desechada. Por último, el capellán solía encargarse de la educación de los hijos nobles del castillo.
Un chambelán se ocupaba de la cámara del señor y de los armarios del castillo, incluida la librea de los caballeros, que solía llevar el escudo o la insignia del señor. En algunos castillos había un guardarropa que se encargaba de las vestimentas, normalmente guardadas en cofres de madera. El chambelán también se ocupaba del Gran Salón, mientras que el acomodador controlaba las entradas y salidas. Sin embargo, la principal preocupación del chambelán era el bienestar del señor. Una vez más, se redactaron manuales para este importante cargo. En el siguiente pasaje se dan consejos sobre la forma adecuada de acostar al señor:
Quítale la bata y tráele un manto para protegerlo del frío. Luego llévalo al fuego, quítale los zapatos y las calzas, péinale, extiende la cama, pon la sábana de la cabecera y las almohadas, y cuando tu soberano esté acostado, corre las cortinas. Después ahuyenta al perro o al gato, y asegúrate de que haya una palangana y un orinal cerca de tu soberano. Por último, despídete educadamente para que tu soberano pueda descansar felizmente. (Gies, 123-4)
En un castillo, una lavandera y su equipo de subordinadas se encargaban de que toda la ropa, las sábanas, las toallas y los manteles estuvieran tan limpios como fuera necesario. Estos artículos se lavaban en una artesa de madera que contenía ceniza de madera y sosa cáustica, y después se golpeaban. Otras tareas incluían lavar el pelo de la señora del castillo.
Las criadas se ocupaban de ordenar y preparar las habitaciones, encender el fuego y vaciar los orinales. En los castillos más grandes, había un barbero, un médico y un dentista. La mayoría de los sirvientes dormían en habitaciones comunes situadas en los sótanos o desvanes de los castillos. Es posible que también hubiera edificios sencillos fuera del castillo para pastores, molineros, leñadores y artesanos como cordeleros, fabricantes de velas, alfareros, cesteros e hilanderos. Estas personas trabajaban y vivían en estos edificios exteriores y solo se retiraban al castillo en caso de ataque.
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Las cocinas
El cocinero, asistido por un equipo de ayudantes, criados y coperos, se encargaba de cocinar y preparar la comida del castillo. Los jóvenes se encargaban de las tareas serviles de lavar, buscar y llevar la vajilla, y de dar la vuelta a la carne en un espetón mientras se asaba, los llamados spit-boys (espeteros). También estaban el mayordomo y su reserva de bebidas alcohólicas, el despensero encargado de la despensa y el suministro de pan, el panadero y todo tipo de especialistas en función del tamaño del castillo, como un cocinero de salsas, un cocinero de postres, un fabricante de gofres, un cervecero, un matarife, un pollero y un frutero. Incluso había miembros del personal responsables de temas específicos de la experiencia gastronómica medieval, como los manteles, las velas y el servicio de plata.
Animadores
En la Inglaterra medieval había muchos tipos de artistas profesionales, como trovadores, actores, acróbatas y bufones, que hacían giras y se ganaban la vida como podían. Los juglares, por su parte, eran empleados permanentes de los castillos. Cantaban y tocaban el laúd, la flauta dulce, la chirimía (el oboe medieval), la viola de arco (el violín medieval) e instrumentos de percusión como tambores y campanas. Interpretaban chansons de gestes (cantares de gesta) y chansons d'amour, poemas épicos en francés antiguo que narraban historias familiares de hazañas caballerescas y aventuras amorosas imposibles, respectivamente.
Funciones domésticas honoríficas
Con el paso del tiempo, muchas de las funciones domésticas dentro de un castillo cambiaron, por supuesto, y algunos cargos importantes se convirtieron en un título totalmente honorífico sin apenas relación con su función original. En la corte real, los cargos de mayordomo, canciller (capellán), chambelán y mariscal adquirieron un significado mucho más amplio y eran puestos de verdadero poder. El chambelán controlaba la hacienda real y el mariscal estaba al mando del ejército. Incluso las tareas más sencillas en la corte, como organizar un banquete o llevar la copa del rey a la cena, se convirtieron en un gran privilegio y un signo de rango, que a veces era hereditario.
Nativa española licenciada en Filología Inglesa (Estudios Ingleses) y Máster en Traducción Especializada con experiencia en la traducción de artículos divulgativos del inglés al español europeo en un entorno virtual (medios digitales). Interesada en las antiguas civilizaciones, la edad media y la historia de Gran Bretaña y Estados Unidos. Su lema es «La traducción es un puente hacia la comunicación y el entendimiento global».
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, Mark. "El personal doméstico de un castillo medieval inglés."
Traducido por Silvia Campos. World History Encyclopedia. Última modificación junio 01, 2018.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1234/el-personal-domestico-de-un-castillo-medieval-ingl/.
Escrito por Mark Cartwright, publicado el 01 junio 2018. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.