La Vía Licia recorre más de 540 km (335 millas) de antiguas calzadas, caminos de herradura y senderos de pastores a lo largo de una de las costas más remotas y vírgenes de Turquía. Theresa Thompson descubre el placer de seguir la ruta y al mismo tiempo descubrir a los antiguos licios.
Fue Licia lo que me convenció. O mejor dicho, los licios: un enigmático pueblo de Anatolia que dejó tras de sí una miríada de enormes tumbas exentas y excavadas en la roca, y poco más. Aunado a ello, la idea de caminar cada día por el espectacular paisaje rocoso del suroeste de Turquía para descubrir antiguas ciudades que hoy sólo permanecen como yacimientos arqueológicos poco visitados, en su mayoría sin excavar, y llenos de misterio.
Y luego estaba la tentadora idea de un barco, una goleta o gulet, un hermoso velero tradicional turco de dos mástiles. Algunos amigos me habían hablado de unas vacaciones maravillosas navegando por las costas turquesas del Mediterráneo, pero yo, propensa al mareo y poco convencida de la idea de vivir en un barco pequeño, me había encogido de hombros. No era para mí: Me quedaba con las aventuras en tierra. Pero entonces, algo me hizo decidir que la única forma de saberlo era intentarlo, así que reservé unas vacaciones con un título que prometía: Caminar y navegar por la costa de Licia.
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La orilla de Licia: su magia se había filtrado en mi conciencia años atrás al leer el libro de Freya Stark de ese nombre. Conocida sobre todo por sus viajes por Medio Oriente y Afganistán, y nombrada por el escritor Lawrence Durrell "la poeta de los viajes", Stark (1893-1993) describía su travesía de 1950 en el Elfin, hablaba de nadar en bahías solitarias en aguas que mantenían la luz "como la estrella en un zafiro", y meditaba sobre las historias y los misterios de las antiguas ciudadelas y santuarios que atravesaban en una ruta que "seguía entrecruzándose con... antiguos dramas".
"Aquí está la fuente de todo lo que nos ha conformado", dijo de Asia Menor.
Fue cautivador. Y ahora este viaje prometía algo parecido: arqueología, historia, misterio, paisajes soberbios, mares salpicados de luz y color, ejercicio y relajación.
Licia es una hermosa región costera montañosa del suroeste de Anatolia (actual Turquía). En la antigüedad, Licia aparece en la mitología griega; como las Tierras de Lukka, en textos hititas y del antiguo Egipto; y como pueblo originario de Creta, en los escritos de Heródoto. En las guerras persas, los licios lucharon a favor de los persas y más tarde cayeron bajo su dominio. En la guerra de Troya fueron aliados de los troyanos, y la Ilíada de Homero menciona a dos de sus líderes guerreros, Glauco y Sarpedón, supuestamente un hijo de Zeus.
Se dice que los licios eran un pueblo ferozmente independiente y renombrados asaltantes navales.
Se dice que los licios eran un pueblo ferozmente independiente y renombrados asaltantes navales. Los textos egipcios los incluyen en una confederación de "pueblos del mar". También eran culturalmente distintos. Cualquiera que fuera su gobernante ostesible, conservaban una identidad propia con su propia lengua y escritura. Además, según Heródoto, observaban una descendencia matrilineal, a diferencia de los griegos, que descendían por vía paterna. Como muestra de su individualidad, los licios fueron el último pueblo de Asia Menor en formar parte del Imperio romano.
Nuestro primer paseo nos llevó hasta los alrededores de una ciudad fantasma que estuvo ocupada en época bizantina y otomana y posiblemente construida sobre o cerca del emplazamiento de una antigua ciudad licia. Antiguamente llamada Levissi y conocida hoy como Kayaköy, en su historia más reciente, entre 1922 y 1923, en un intercambio de poblaciones entre Turquía y Grecia, los cristianos que vivían allí fueron obligados a marcharse a corto plazo a una nueva vida en Grecia.
Fue una caminata corta, que nos introdujo amablemente en el terreno rocoso de piedra caliza y bosques de pinos, cedros y cipreses que cruzaríamos en este viaje (el folleto califica la caminata de "intensa", y a veces es más dura) y llegamos a la bahía donde nos esperaba nuestra goleta con tiempo suficiente para el primero de los muchos deliciosos chapuzones posteriores a la caminata.
Las tumbas, esas magníficas y casi innumerables ruinas de estilos y tamaños variados que jalonan los yacimientos licios, fueron el centro de atención de nuestro segundo día de caminata. Aunque los licios ya no existen como tales y dejaron pocos testimonios históricos, sus tumbas nos dicen mucho sobre ellos, desde la forma en que trataban a sus muertos hasta su habilidad como canteros.
Subiendo por encima del valle de Janto, llegamos a una pequeña meseta que incluye el aislado pueblo agrícola de Dodurga, situado dentro de la antigua ciudad de Sidyma. Su necrópolis fue nuestra introducción a las tumbas de Licia, aunque la mayoría eran de época romana. Resulta que la mayoría de los edificios antiguos que íbamos a ver en este viaje, desde templos hasta teatros, se modificaron más tarde en su historia para incorporar adornos helenísticos y romanos.
Paseando por el pueblo, quedó claro que muchos de sus edificios se construyeron con piedras recicladas de la antigua ciudad, y vimos inmensos portales de piedra aún en pie en jardines y dependencias, y ocasionalmente segmentos con antiguas inscripciones griegas, de las cuales una construida en una esquina de la mezquita del pueblo enumeraba los principales dioses y diosas de la mitología griega. Algunos aldeanos habían reutilizado antiguas tumbas e iglesias bizantinas para almacenar mercancías o dar cobijo a los animales.
Los licios cuidaban el diseño de sus tumbas. Tenían varios tipos y las tumbas muestran con frecuencia influencias griegas, y a veces persas. Quizá las más llamativas sean las excavadas en la roca viva, como las de Pinara, en el valle de Janto.
Pinara fue, en un momento dado, una de las seis ciudades principales de Licia, y sin duda se asentó al menos en el siglo V a.C., quizás como sugiere un escritor antiguo a modo de extensión de la superpoblada ciudad de Janto, la cercana capital de la región. No hay ningún yacimiento licio que se le parezca. Apartada en su magnífico entorno montañoso, rodeada de bosques de pinos y olivos centenarios, Pinara nunca ha sido objeto de excavaciones sistemáticas y, para nosotros, una de sus glorias era que parecía estar poco visitada. Como muchos de los yacimientos arqueológicos que exploramos, lo tuvimos prácticamente para nosotros solos.
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Una imponente acrópolis de cima plana, una auténtica montaña, se eleva sobre la antigua ciudad, con su acantilado de color rojo óxido repleto de cientos de sencillas tumbas rectangulares. Es un espectáculo asombroso. Una teoría que leí sugería que los licios creían que una mítica criatura alada los llevaría al más allá. Los que hayan visto la Tumba de las Arpías en el Museo Británico recordarán los relieves de "sirenas" aladas (que antes se creía que eran arpías) tallados en las esquinas de la tumba, que llevaban en brazos pequeñas figuras femeninas supuestamente sin vida.
Primero seguimos un camino que nos llevó a la llamada "Tumba Real", excavada en la ladera de la montaña. Con su espléndido frontón y friso, tiene que haber sido construida para un gobernante importante. También tiene relieves asombrosamente detallados (aunque muy desgastados) en el pórtico que representan escenas de ciudades amuralladas. Es posible que muestren Pinara en su apogeo, pero aunque sean genéricos ilustran detalles arquitectónicos de casas, tumbas y fortificaciones licias.
Ascendiendo por la ciudad en ruinas, junto con más tumbas rupestres, nos topamos con un edificio, quizá un templo dedicado a Afrodita que tiene unas inusuales columnas en forma de corazón (y un enorme falo en relieve), también un odeón y un ágora (mercado). En la parte baja de la acrópolis, nos abrimos paso por lo que fue una calle comercial entre columnas caídas y dinteles de puertas de tiendas derrumbadas por los terremotos, frecuentes por aquí, hasta llegar a los restos de una iglesia bizantina colgada al borde de un barranco. Luego, serpenteando cuesta abajo a través de los pinos de olor dulce, tuvimos nuestra primera vista del vasto teatro de estilo griego en la base de la ciudad. Es impresionante.
Desde las filas más altas del teatro, un lugar que en su día albergó a miles de espectadores, tuvimos unas vistas impresionantes de la montaña, la ciudad y los alrededores. Era increíblemente encantador y tranquilo.
El paisaje licio está salpicado de tumbas exentas. Algunas aparecen en lugares extraños, como en medio de una carretera de una ciudad a modo de isleta; las tapas puntiagudas de algunos sarcófagos tienen aspecto de barcas volcadas, y otras son como pequeñas casas de piedra. Estas "tumbas estilo casa" están talladas con vigas salientes y a veces tienen una o dos plantas. Siguen el modelo de las casas licias, y nuestro guía, Peter Sommer, señaló construciones similares de edificios de madera en los pueblos por los que pasamos.
El interior de las tumbas suele ser sencillo y puede tener varias repisas. La gran cantidad y variedad de tumbas licias sugiere algún tipo de culto a los muertos. No construían necrópolis separadas; sus tumbas formaban parte de sus vidas. Los agujeros abiertos en muchas cámaras sepulcrales hablan de asaltos en la Antigüedad, quizá poco después de su construcción (algunas tienen inscripciones y cabezas de Medusa que advierten a posibles ladrones), pero hay pruebas de que los licios enterraban a sus muertos con algunos objetos cotidianos y joyas.
La tumba de las Arpías mencionada anteriormente (no es que hayamos visitado Janto en esta visita) es un ejemplo de tumba de pilares: la cámara de mármol que se ve en el museo se asentaba sobre un alto pilar. Se trata de la forma más antigua y menos común de tumbas en Licia y, debido a su ostentación, es casi seguro que fueron utilizadas por dinastías importantes. Habíamos visto la base de una tumba de pilares en Sidyma, que aún permanecía centinela sobre un antiguo camino que conducía dentro y fuera de la ciudad antigua.
Las columnas derribadas, los dinteles o frontones de piedra y los sarcófagos se convirtieron en imágenes familiares de nuestros paseos. A veces, un sarcófago podía tener tallas, como por ejemplo una cabeza de león, una cuadriga o carro de cuatro caballos, o figuras humanas sentadas, o una piedra con una inscripción muy desgastada que los eruditos clásicos, entre nosotros, intentaban traducir (la escritura licia no es sencilla, adaptada del alfabeto griego pero con letras añadidas para los sonidos).
Otros días subimos a ciudadelas, una vez para contemplar el emplazamiento pantanoso del templo y oráculo piscícola de Apolo (en Sura), una tarde a la antigua ciudad de Simena, hoy coronada por un castillo medieval, y en otra ocasión en una excursión de 16 kilómetros a través de bosques de robles y madroños desde Fellos (el "lugar pedregoso"), una alta ciudadela con vistas al Mediterráneo, con increíbles tumbas excavadas en la roca. Lo inesperado se convirtió en norma. Una gigantesca escultura de un toro, tan indistinta que era necesario que le dijeran dónde y cómo mirar, y después de pasar por encima de grandes rocas y arbustos erizados, la recompensa fue encontrar un mosaico romano descubierto recientemente.
La Vía Licia, el primer sendero nacional de larga distancia de Turquía, tiene 540 km y está considerado uno de los mejores del mundo.
Algunos días recorrimos partes de la Vía Licia, el primer sendero nacional de larga distancia de Turquía. Con 540 km de longitud, está considerado uno de los mejores senderos del mundo, pero este año está muy infrautilizado debido a la caída en picada del número de turistas en Turquía. En algunos tramos estaba cubierto de maleza, por no decir intransitable, pero a lo largo de todo el día fuimos serpenteando por él.
Muchas veces tuvimos que agacharnos y bucear entre la vegetación para seguir a Peter hasta templos e iglesias ocultos y abandonados, todo muy a lo Indiana Jones, pero, impertérritos, estamos de acuerdo en que así hicimos más ejercicio.
Sin un guía experto, nos habríamos perdido muchas de estas ruinas y, desde luego, su importancia. Algunas apenas eran visibles entre las piedras caídas y los matorrales, hasta que Peter nos señaló los restos curvados del muro de una nave o de alguna otra estructura construida por el hombre. De vez en cuando nos quedábamos parados mientras él nos convertía en arqueólogos y nos preguntaba qué habíamos observado en esas ruinas, piedras o muros. ¿Qué pistas nos daba el arco de una ventana? O quién podría haber construido este muro, ¿fue romano o anterior?
Fue divertido e interesante, aunque el viaje no fue en absoluto todo arqueología. Navegar por esa hermosa costa era razón suficiente para ir. Y el mareo nunca hizo acto de presencia, aunque permanecí en cubierta todo lo que pude. Incluso cuando amenazaba tormenta no hubo problema, ya que nos refugiamos en una bahía junto con otros barcos que también se refugiaban y fue la única vez que nuestras paradas nocturnas estuvieron ocupadas, aparte de en el puerto. Lo que aprendimos de arqueología lo aprendimos en charlas sencillas y distendidas, ya fuera durante un descanso en un paseo o en un yacimiento, o casualmente en cubierta cuando pasábamos junto a algo interesante, como cuando navegamos junto al yacimiento del pecio de Uluburun, datado a finales del siglo XIV a.C. y descubierto en 1982 durante una excavación arqueológica submarina que cambió nuestra comprensión de lo que ocurría en la Edad de Bronce Tardía.
En general, fue una experiencia magnífica. La navegación, nadar en aguas resplandecientes, ver pasar una tortuga laúd remando, caminar por senderos de rocas y hierbas, la gente, desde los cuatro tripulantes de nuestro barco hasta los acogedores aldeanos que compartían deliciosos panes calientes recién salidos del horno, ¡y miel de pino!, y la propia Turquía, su historia, antigua y moderna, mitológica y arqueológica, localizada en un breve y esclarecedor encuentro con la antigua Licia.
"El pasado es nuestro tesoro", había escrito Stark. ¿Quién no está de acuerdo? Si necesita una excusa para un viaje como este o como el suyo, aquí la tiene.
Las imágenes de este artículo han sido facilitadas por Peter Sommer Travels. Para más información sobre el viaje a pie y en crucero por la costa licia de Peter Sommer Travels, visite: https://www.petersommer.com
Escritora y traductora independiente. Respeto el conocimiento y las formas que cada región y país tiene para narrar su historia. La historia tiene la característica de ser una disciplina que conecta todas las áreas del conocimiento de forma interrelacionada.
Thompson, Theresa. "Viajando por los caminos de Licia."
Traducido por Gilda Macedo. World History Encyclopedia. Última modificación enero 11, 2019.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1314/viajando-por-los-caminos-de-licia/.
Estilo MLA
Thompson, Theresa. "Viajando por los caminos de Licia."
Traducido por Gilda Macedo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 11 ene 2019. Web. 02 dic 2024.
Licencia y derechos de autor
Artículo original por Theresa Thompson. Escrito por Jan van der Crabben, publicado el 11 enero 2019. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.