Se dice que los primeros colonos nórdicos de Islandia de la era vikinga (en torno a 790-1100 d.C.) creyeron que era el hogar de los dioses por la historia de la creación del mundo en la religión nórdica. En el tiempo antes del tiempo, dice la historia, no existía más que el gran vacío brumoso de Ginnungagap y el árbol del mundo Yggdrasil. A ambos lados del vacío surgieron el reino ardiente de Muspelheim y el mundo helado de Niflheim. Con el tiempo, las llamas de Muspelheim derritieron el hielo de Niflheim y surgieron el gigante Ymir y la vaca sagrada Audhumla y, más tarde, los dioses. Como Islandia tenía un paisaje marcado tanto por el hielo como por el fuego (en forma de volcanes), creyeron que era, o se parecía, a los reinos primordiales de los que surgió toda la vida.
No sabemos si los primeros colonos creían realmente en esto o si es una inserción posterior en la historia de los escribas de los siglos XII y XIII, gracias a los cuales conocemos la historia, pero sigue siendo un aspecto esencial de la cultura islandesa incluso en la época moderna. El vínculo entre Islandia y los dioses nórdicos forma la base de la historia de la serie de televisión Vikings: el personaje de Floki lo afirma al llevar a los colonos a Islandia después de que los dioses le concedan una visión. Al igual que muchos otros de los personajes de Vikings, basados en las leyendas, Floki está basado en el pionero legendario Flóki Vilgerðarson (también conocido como Hrafna-Flóki), que fue uno de los primeros en visitar Islandia. La historicidad de estos primeros aventureros no se puede confirmar, pero las sagas posteriores en nórdico antiguo los han hecho famosos a través de los siglos, así como a las tierras que descubrieron.
Además, las historias que contaban los poetas sobre los dioses nórdicos, los elfos, los espíritus, los enanos y otras entidades que habitaban la tierra, alentaron un respeto por el mundo natural que, aunque en un principio se ignoró en pos del desarrollo, finalmente se convirtió en una parte integral de la cultura islandesa. La base de este respeto descansaba no solo en la belleza del paisaje sino también en las historias de los grandes héroes del pasado que caminaron por él y las entidades invisibles que los ayudaban u obstaculizaban.
Estas historias se transmitieron oralmente hasta los siglos XII y XIII d.C., cuando se pusieron por escrito, e incluyen relatos de grandes héroes y hechos documentados en obras como La saga de Grettir, La saga de los volsungos, La saga de Ragnar Lothbrok, La Edda prosaica y La Edda poética y los cuentos del asentamiento de Islandia. Aunque algunos expertos creen que siempre hay algún hecho histórico detrás de estas historias, en general se consideran obras de leyendas y mitos.
Las fuentes más antiguas sobre la colonización de Islandia son el Íslendingabók (el "libro de los islandeses", en torno al siglo XII d.C.) y el Landnámabók (el "libro de los asentamientos", en torno al siglo XIII d.C.), Se cree que Landnámabók se escribió o recopiló en algún momento en el siglo IX d.C. y las copias del siglo XIII d.C. que se conservan hoy en día son revisiones del original. El Íslendingabók en su forma actual definitiva es obra del gran historiador islandés Ari Thorgilsson (en torno a 1068-1148 d.C.) que se basó en fuentes anteriores, sobre todo en una obra ahora perdida de Saemund Sigfusson (en torno a 1056-1133 d.C.). Hay aspectos de ambas obras que se cree que fueron transmitidos de manera oral en un principio, especialmente las historias sobre los primeros exploradores y colonos, y ambas contienen relatos semilegendarios sobre la primera época de Islandia.
Los primeros pioneros
La primera gente que se dice que exploró Islandia provenía de Noruega. Según el Landnámabók, el primer colono de Islandia fue Naddodd el vikingo (en torno a 830 d.C.), que estaba navegando de Noruega a las islas Feroe y el viento le hizo perder el rumbo. Exploró la tierra, en busca de alguna comunidad, y no encontró ningún indicio de ocupación humana. Así que estableció un asentamiento en la costa oriental en el lugar actual de Reyðarfjörður, pero un año después se volvió a marchar para regresar a Noruega. Se dice que Naddodd le dio a la isla su primer nombre: Tierra de nieves.
A Naddodd lo seguiría Gardar el Sueco (también conocido como Garðarr Svavarsson, en torno a la década de 860 d.C.) que puede que también hubiera perdido el rumbo cuando descubrió el país. Navegó en torno a la masa de tierra y estableció que era una isla. También estableció un pequeño asentamiento, esta vez en la costa de la bahía de Skjálfandi (actual ciudad de Húsavík), en el norte. Gardar le cambió el nombre al país por "Isla de Gardar" y regresó a casa. Pero uno de sus tripulantes, un hombre llamado Nattfari, se quedó con un par de esclavas y estos fueron los primeros colonos permanentes de Islandia.
El tercer explorador escandinavo en llegar a Islandia fue Flóki Vilgerðarson (en torno a 868 d.C.). Gardar ya había establecido que había una gran isla que valía la pena explorar y Flóki se dispuso a establecer un asentamiento permanente. Sin embargo, no estaba seguro de la situación exacta así que llevó consigo tres cuervos para que lo ayudaran, con lo que adquirió el nombre por el que es más conocido: Hrafna-Flóki (“Floki de los cuervos”). Soltó al primero pero este no se alejaba del barco, y el segundo se marchó volando y regresó poco después. Pero el tercer cuervo salió volando y los guio hacia tierra segura.
El erudito Raymond Ian Page escribe sobre esta historia: "no es probable que el parecido entre esta historia y la de Noé al final del diluvio sea una mera coincidencia y, por lo menos en esta forma, hay que tomarla con cuidado". (61) Este suceso, al igual que otros iguales en ambas obras, les otorgan su cualidad mítica y los distancian de las historias auténticas.
Fuera como fuese, se dice que Flóki fue el que más tiempo se quedó de entre los primeros exploradores y que estableció una comunidad en Borgarfjord (Borgarfjörður, donde se encuentra hoy en día la ciudad de Borgarnes), en la costa occidental. Flóki y su tripulación encontraron un suministro abundante de alimentos gracias a la pesca, con lo que se olvidaron de plantar la cosecha para alimentar al ganado que habían traído consigo, así que todos los animales perecieron. Page apunta que este motivo de la muerte del ganado se suele repetir en los relatos de las primeras exploraciones nórdicas, y habría que mostrar cautela a la hora de interpretarlos como historia verídica (61).
Flóki se vio obligado a quedarse mucho más tiempo del planeado a causa del hielo que bloqueaba el fiordo por el que tenía que salir, y en su frustración por verse atrapado, nombró al lugar "Islandia" (tierra del hielo). Cuando regresó a Noruega no tenía nada bueno que decir sobre dónde había estado, pero dos de sus marineros, Herjolf y Thorolf, alabaron el lugar. Esto despertó el interés por realizar más migraciones porque la tierra cultivable escaseaba en Noruega en aquella época y los elevados impuestos hacían que la idea de trasladarse fuera bastante atractiva. Aunque Thorolf había descrito el país como un lugar tan hermoso que la mantequilla goteaba de la hierba, y muchos estaban interesados en ir allí, el nombre de “Islandia” perduró.
Los primeros colonos
El Landnámabók entra en detalle en la expedición del hombre considerado el primer colono histórico de Islandia, Ingólfr Arnarson (en torno a 874 d.C.). Ingólfr y su hermano adoptivo Hjörleifr habían iniciado una pelea de sangre en Noruega y se marcharon a Islandia. Les gustó el país pero se dieron cuenta de que no tenían suficientes provisiones para establecer una colonia, así que regresaron a casa. Después, Ingólfr recaudó fondos y reunió voluntarios para regresar, mientras que Hjörleifr recurrió al método tradicional vikingo de recaudar capital saqueando Irlanda, de donde sacó una cantidad importante de tesoros y diez esclavos.
Ingólfr se describe como un hombre devoto que respetaba a los dioses, los consultaba a diario y les dedicaba sacrificios mientras que Hjörleifr los ignoraba y prefería depender de su propio razonamiento y de sus habilidades para moverse por la vida. En consecuencia, Ingólfr les preguntó a los dioses si era su voluntad que regresara a Islandia, y recibió una señal afirmativa. Ingólfr y Hjôrleifr se hicieron a la mar en barcos diferentes y viajaron juntos hasta que se separaron, o decidieron separarse, frente a las costas de Islandia.
Siguiendo las tradiciones, Ingólfr arrojó sus pilares altos (pilares de madera) al mar porque sabía que, allá donde los depositara la marea sería el lugar favorecido por los dioses para levantar un asentamiento. Hjörleifr no se molestó en seguir esta tradición y navegó costa arriba hasta encontrar una zona que le pareciera adecuada, donde decidió desembarcar. Él y sus hombres establecieron un asentamiento en la punta de Hjörleifr, el actual promontorio Hjörleifshöfði. Mientras tanto, Ingólfr desembarcó, construyó un refugio temporal y mandó a sus esclavos a buscar los pilares.
En el asentamiento de Hjörleifr, Dufthak, uno de los esclavos que se había traído de Irlanda, les sugirió a los demás matar el buey de la comunidad y decirle a Hjörleifr que lo había matado un oso para que cuando salieran a cazar al oso los esclavos pudieran matarlos uno a uno. Los demás estuvieron de acuerdo con el plan y, cuando Hjörleifr y sus hombres se dispersaron por los bosques para dar caza al oso, los mataron a todos uno a uno. Después los esclavos reunieron a todas las mujeres y todos los suministros del campamento y se dirigieron a las islas occidentales cerca de la costa.
Los esclavos de Ingólfr todavía estaban buscando los pilares cuando se toparon con el asentamiento de Hjörleifr y se encontraron con todos los hombres muertos y las mujeres y los esclavos desaparecidos. Regresaron para informar a Ingólfr, que preparó el enterramiento de su hermanastro y después dio caza a los esclavos y los mató a todos: los que no murieron a manos suyas, murieron huyendo de él o cayéndose por un acantilado. Ingólfr interpretó el destino de Hjörleifr como el resultado natural de una vida entera faltándoles el respeto a los dioses. Una vez hubo vengado a su hermanastro, Ingólfr regresó a su asentamiento y se enteró de que los esclavos habían encontrado los pilares, así que fundó su comunidad permanente en aquel lugar, la actual Reikiavik, en 874 d.C.
A pesar de que esta historia contiene elementos semilegendarios, como por ejemplo la diferencia de devoción entre los dos personajes principales y sus destinos, en general se considera histórica por los indicios que la corroboran. El Landnámabók enumera detalladamente todos los primeros asentamientos de Islandia desde la expedición de Ingólfr, y las pruebas arqueológicas y genealógicas corroboran la historicidad de estos asentamientos a partir de 874 d.C. Para alrededor de 930 d.C. la mayor parte de la tierra cultivable ya se había colonizado.
La población indígena
Aunque no había gente en Islandia cuando llegaron los primeros pioneros (aunque se dice que había monjes irlandeses cuando llegaron Ingolfr y su compañía), las leyendas afirman que la isla estaba habitada. Creían que los enanos, los elfos, las hadas, los trols, los duendes y los espíritus de la tierra vivían por todo el país y que tenían que tener cuidado de no hacerlos enfadar ni molestarlos. La tradición oral mantuvo vivos estos cuentos de seres sobrenaturales, tal y como ya se ha dicho, hasta los siglos XII-XIII d.C. cuando escritores como el mitógrafo islandés Snorri Sturluson (1179-1241 d.C.) los pusieron por escrito para una audiencia nueva.
En los nueve reinos de la cosmología nórdica, los enanos vivían en Nidavellir/Svartalfheim, bajo la tierra. Eran los seres mágicos responsables de la creación de Mjölnir, el martillo de Thor, y de Gungnir, la lanza de Odín. Creían que los enanos se habían formado como los gusanos del cadáver del gigante Ymir al principio del mundo y, aunque cumplían una función importante para los dioses al crear objetos mágicos, estaban asociados principalmente con el mal comportamiento y era mejor evitarlos. Los enanos representaban las fuerzas invisibles de la creación con las que había que tener cuidado.
Lo mismo ocurría con los elfos, que en Islandia se conocían como huldufólk, "el pueblo escondido", pero de una manera algo diferente. Se decía que los elfos vivían originalmente en el reino de Alfheim en las raíces de Yggdrasil, el árbol del mundo, pero que en la tierra vivían en las rocas y los acantilados. Aunque también simbolizan los aspectos misteriosos e invisibles del mundo, se consideran mucho más benevolentes que los enanos y lo único que piden es que se los trate con el mismo respeto que ofrecen ellos.
La creencia en los elfos sigue siendo tan prevalente en Islandia hoy en día que se ha llegado a modificar planes para construir edificios y carreteras para tenerlos en cuenta. Por citar un ejemplo, la proposición de una carretera que habría dañado o destruido una formación de roca de 70 toneladas se paró en 2014 d.C. porque se dijo que la roca era una capilla élfica. Solo pudieron proseguir con el proyecto después de reubicar la formación rocosa, intacta, a otra zona que agradó a los elfos (Kirby, 2).
La creencia en los pueblos escondidos, así como en otras entidades invisibles, tiene una larga historia en Islandia porque el propio paisaje la alienta y por el respeto que la cultura escandinava tiene por las historias y los mitos. Como ya se ha dicho, los colonos originales creían que Islandia era la tierra de los dioses y que estaba imbuida de espíritus. En cuanto a esto, la profesora Aðalheiður Guðmundsdóttir apunta que "no puedes vivir en este entorno y no creer que hay una fuerza superior a ti". (Kirby, 3).
Sin embargo, el paisaje lleva unido desde antaño a las fuerzas numinosas mediante el poder de las leyendas, el folklore y los mitos que forman parte de la cultura de Islandia gracias a los skalds (poetas) que llegaron con los primeros colonos. El poeta tenía una posición respetada en la cultura nórdica, ya que estaba estrechamente asociado con el conocimiento y sus historias les dotaban a los nórdicos de su manera de entender el mundo. El experto Robert Carlson apunta:
En un principio las sagas las contaban ancianos de la comunidad o los skalds profesionales mientras viajaban por el país. El escenario de estos cuentos podía ser el calor del hogar familiar en una larga y fría noche de invierno o la esplendorosa sala de banquetes de un gran rey. Esta práctica de contar cuentos se tomaba muy en serio ya que conmemoraba y extendía la historia de las diferentes tribus, además de transmitir la fe necesaria y los objetivos adecuados por los que debía esforzarse la juventud. (26)
Los elfos y los demás seres naturalmente cobraron vida a través de estas historias que los primeros colonos entretejieron en el paisaje prístino que se encontraron al llegar.
Conclusión
Las descripciones de la Islandia primitiva en las sagas presentan una versión del paraíso con caza y pesca abundantes, bosques que cubrían las laderas y los valles que, además de ser el hogar de la fauna salvaje, también estaban habitados por elfos y otros espíritus. El paisaje cambió rápidamente a medida que fueron cortando los árboles para utilizar la madera y hacer sitio para casas y pastos. El experto Sveinbjörn Rafnsson cita la obra del siglo XII de Ari Thorgilsson cuando dice que "el comentario de Ari de que cuando los primeros colonos llegaron a Islandia 'los bosques iban desde los montes hasta las costas' insinúa que en su propia época estos bosques ya se habían reducido de manera importante". (Sawyer, 120).
La fauna salvaje también fue desapareciendo poco a poco a manos de los cazadores. Se cree que el alca gigante, una clase de pingüino extinto, en algún tiempo pobló la isla, y por las pruebas literarias y arqueológicas queda claro que cazaron hasta el borde de la extinción varias clases de aves, renos, focas, ballenas y leones marinos
Una vez limpiada la tierra, no quedaba nada que la protegiera de los vientos cortantes que aumentaron la erosión natural, especialmente tierra adentro. Así que Islandia siguió el mismo patrón, evidente en otras culturas, por el cual los habitantes tuvieron que adaptarse al entorno que habían creado. En algunas civilizaciones, como la maya o la de las grandes ciudades de Mesopotamia, este reto demostró ser demasiado grande y las tierras o las ciudades se abandonaron. En Islandia la gente fue capaz de adaptarse y la creencia moderna en los elfos, independientemente del porcentaje de creyentes, es prueba de ello. Los islandeses aprendieron de los errores de sus antepasados y hoy en día respetan y conservan el entorno porque lo respetan como un hábitat vivo de fuerzas invisibles.