La sal del Sáhara fue uno de los bienes de intercambio más importantes en la antigua África Occidental, donde se dan pocos depósitos naturales de ese mineral. Transportada mediante caravanas de camellos y barcos por ríos como el Níger y el Senegal, la sal llegaba a los centros de intercambios de Koumbi Saleh, Niani y Tombuctú, donde seguía su camino hacia el sur o se intercambiaba por otros bienes, por ejemplo: marfil, pieles, cobre, hierro y cereales. Lo más común era intercambiar la sal por polvo de oro que provenía de las minas del suroeste africano. No cabe duda de que la sal era un bien tan preciado que literalmente valía su peso en oro en algunas partes de África Occidental.
Las minas de sal del Sáhara
La necesidad de la sal en la antigua África Occidental se sintetiza en este extracto sacado de La historia general de África de la UNESCO:
La sal es un mineral que tenía una gran demanda en particular cuando comenzó el estilo de vida basado en la agricultura. Es probable que los cazadores y recolectores de alimentos obtuvieran la mayor parte de su ingesta de sal por medio de los animales que cazaban y de alimentos vegetales frescos. La sal solo se volvió un aditivo esencial donde no se podía obtener alimentos frescos en áreas desérticas, y la traspiración corporal también suele ser excesiva. Sin embargo, la sal se vuelve más que deseable en las sociedades con dietas relativamente restrictivas, como es el caso de la agricultora.
Además, la sal siempre estuvo muy solicitada para lograr preservar mejor la carne seca y potenciar el sabor de la comida. La sabana ubicada al sur del lado occidental del Sahara (conocida como la región del Sudán) y los bosques del sur de África occidental carecían de sal, aunque las áreas cerca del atlántico tenían la posibilidad de obtener el mineral evaporando agua de mar; pero la sal marina no se conservaba bien. Una tercera alternativa era obtener sal de las cenizas de plantas quemadas, como el mijo o la palmera, sin embargo, esas tampoco contenían mucho cloruro de sodio. En consecuencia, para la mayor parte de la región del Sudán, la sal tenía que llegar del norte. El desierto inhóspito del Sáhara era la fuente principal de la sal de roca. Estas rocas se pueden encontrar en depósitos sobre la superficie causados por el proceso de desecación que se da en el lecho de lagos antiguos o extraída de minas no muy profundas donde se forman naturalmente bloques de sal. Esa sal de color grisáceo era muy superior a la obtenida del mar o de las plantas.
No se sabe con exactitud cuándo comenzó la sal a ser un bien comercial, pero el intercambio de sal por cereales se remonta a tiempos prehistóricos cuando los pueblos de la sabana y del desierto buscaban obtener aquello que no podían producir. Desde los primeros siglos del primer milenio d.C, es probable que comenzaran las caravanas de camellos a cruzar el Sahara en grandes cantidades. Las caravanas atravesarían los territorios de los bereberes, que actuaban como intermediarios entre los estados africanos del norte y los del oeste. La sal era el bien más preciado que tenían, pero también acarreaban productos lujosos, como cristalería, textiles y bienes manufacturados. Además, el comercio permitió la entrada de la religión islámica, nuevas ideas del arte y de la arquitectura, y prácticas culturales.
Quienquiera que controlase el comercio de la sal también controlaba el comercio del oro y ambos eran los principales pilares económicos de los imperios africanos occidentales.
A lo largo del segundo milenio d.C., la producción y el comercio de la sal dominaron las economías de los estados de África Occidental; los centros de comercio y las fuentes de donde se obtenía el mineral cambiaban de manos constantemente con el auge y la caída de los Imperios. Por ejemplo: durante el periodo del Imperio de Ghana (siglos VI al XIII), las minas de sal de Idjil (ubicadas en Uadane) en el Sahara fueron una conocida fuente del valioso mineral y seguían siéndolo en el siglo XV. En el siglo X, los bereberes de la confederación de Sanhaya, que controlaban las minas de sal en Awlil y Taghaza, y el movimiento de bienes que pasaban por ciudades, como Audagost, comenzaron a desafiar el monopolio de la sal del Imperio de Ghana. En el siglo XI, las minas en Awlil estaban en manos del estado de Takrur, pero sería el Imperio de Malí (1240-1645), con capital en Niani, el que dominaría el comercio de sal subsahariano luego del colapso del Imperio de Ghana. Sin embargo, ubicados en el extremo occidental del Imperio, puertos fluviales semi independientes, como Tombuctú, comenzaron a robar oportunidades de comercio a los reyes malíes. El siguiente reino en dominar la región y el movimiento de la sal fue el Imperio Songhai (siglos XV y XVI), cuya importante capital comercial era Gao.
Puede ser que la sal haya sido un bien poco común en la sabana, pero en pueblos mineros desérticos, como Taghaza (la fuente principal de sal en Sudán hasta el siglo XVI) y Taoudeni, la sal abundaba tanto que se utilizaban bloques para construir viviendas. Como cabía esperar, un producto que movía tanto dinero, como era el caso de las minas de sal, promovía la competencia por el control de las minas; por ejemplo, el líder marroquí, Muhammad al-Mahdi, intentó apropiarse del mercado organizando el asesinato de varios destacados comerciantes tuareg de sal en Taghaza a mediados del siglo XVI. No cabe duda de quienquiera que controlase el comercio de sal, también controlaba el comercio del oro, y ambos bienes fueron los principales pilares económicos de los distintos Imperios de la historia de África Occidental.
Ibn Battuta, viajero musulmán del siglo XIV, que visitó África Occidental alrededor del año 1352, provee una detallada descripción de la vida en Taoudeni, asentamiento minero de la sal:
Es un pueblo sin atracciones; lo raro es que se construyen las casas y las mezquitas con bloques de sal y están techadas con pieles de camellos. No hay árboles, solo arena, donde se halla una mina de sal. Cavan el suelo y encuentran gruesos bloques apilados uno sobre el otro, como si hubieran sido cortados y apilados bajo la superficie. Un camello carga con dos bloques; los únicos que viven allí son los esclavos de los masufa, quienes excavan en busca de la sal (citado en de Villiers, pp. 121-122).
Transporte
Los bloques de sal eran duraderos, pero poco manejables; se los cargaba sobre camellos, cada animal llevaba dos bloques que pesaban hasta 90kg (200 libras) cada uno. En su época de esplendor, cada caravana de camellos estaba compuesta por entre 500 hasta varios miles de camellos. Se calcula que la primera caravana en cruzar el Sáhara Occidental fue alrededor del siglo III d.C., quizás antes, pero la práctica no se popularizó hasta entre los siglos IX y XII. Al llegar a un centro comercial o asentamiento importante de la región del Sudán, se intercambiaba la sal por bienes que se acarreaban de vuelta al otro lado del desierto; por lo general, entre los bienes transportados había oro, cuero, pieles de animales y marfil. La sal se utilizaba en las comunidades aledañas de los centros de comercio o seguían su camino en bote por los ríos, como el Níger y el Senegal, y sus afluentes. Finalmente, la sal se cortaba en porciones más pequeñas que se llevaban a pie a su destino final: los pueblos del interior de África Occidental.
Vale su peso en oro
La sal era un bien valioso no solo porque no había forma de obtenerla en la región subsahariana, sino también porque se consumía constantemente, y el suministro nunca alcanzaba a satisfacer la demanda total. El otro problema era que transportar un producto tan voluminoso en cantidades significativas resultaba más costoso, lo que agregaba al precio que ya era elevado de por sí. En consecuencia, a menudo se intercambiaba la sal por polvo de oro, a veces incluso un kilo de sal por un kilo de polvo de oro en áreas remotas, donde se encargaban mercaderes especializados en esos bienes. En efecto, tal era la estabilidad del valor del mineral que en algunas áreas rurales se usaban pequeños trozos de sal como moneda en transacciones comerciales, y el rey de Ghana acumulaba sal a la par de las pepitas de oro que colmaban el impresionante tesoro real. El paso de un mercader a otro de un bien tan valioso también agregaba valor al producto cuanto más se iba alejando de su lugar de origen en el Sáhara.
Un viajero árabe anónimo del siglo X detalló la delicada operación del comercio a gran escala entre mercaderes de sal y de oro, que a veces se denominaba como “el intercambio silencioso” porque las partes involucradas no llegaban a encontrarse cara a cara:
Una gran cantidad de gente del Sudán vivía en Ghana. Trazaron un límite que nadie que vaya a buscarlos cruza. Cuando los mercaderes alcanzaban ese límite, colocan su mercancía sobre el suelo y se marchan. Entonces llega la gente del Sudán cargando oro, que dejan junto a la mercancía, y se retiran. Después, regresan los propietarios de la mercancía y si están satisfechos con lo que se encuentran, se lo llevan. De lo contrario, se alejan de nuevo; la gente del Sudán vuelve y agrega oro hasta que se cierra el trato.
(citado en Spielvogel, p. 229)
Incluso el peaje de la sal resultaba una fuente lucrativa de ingresos para los gobernantes. Por ejemplo: el viajante árabe Al-Bakri, de visita en la región del Sudán en el 1076, describió que, a diferencia de otros bienes, como el cobre, los impuestos sobre la sal se gravaban dos veces en el Imperio de Ghana: “Por cada cargamento de sal, el rey de Ghana recauda un dinar de oro cuando ingresa en el país, y cobra dos dinares cuando sale” (citado en Fage, 670). En otro ejemplo, Tombuctú operaba como intermediario en el intercambio entre recursos del norte y del oeste de África; un bloque de sal de 90kg, que se transportaba por río desde Tombuctú hasta Djenné (también conocida como Yenné) en el sur, podía duplicar su valor y valer alrededor de 450 gramos de oro. Compilada alrededor del 1656, la crónica conocida como Tarikh al-Sudan apunta lo siguiente:
Yenné es uno de los mercados musulmanes más importantes, donde los mercaderes que acarrean sal de las minas de Taghaza se encuentran con comerciantes que tienen oro de Bitou… Es gracias a esta ciudad bendita que llegan caravanas a Tombuctú desde los cuatro puntos cardinales (citado en Oliver, p. 374).
Incluso hoy el comercio de sal continua, a pesar de que los depósitos se están agotando y los mercaderes de sal ya no obtienen polvo de oro en intercambio. Las caravanas tuareg de camellos todavía transportan sal desde Taoudeni, los mismos bloques de 90kg cuyo destino final es ahora las refinerías de Bamako, en Malí.
McDougall, E.A. "Salts of the Western Sahara: Myths, Mysteries, and Historical Significance." The International Journal of African Historical Studies, Vol. 23, No. 2 (1990), pp. 231-257.
McDougall, E.A. "The Sahara Reconsidered: Pastoralism, Politics and Salt from the Ninth through the Twelfth Centuries." African Economic History, No. 12, Business Empires in Equatorial Africa (1983), pp. 263-286.
Soy traductor técnico-científico y literario de inglés a español, aficionado a la Historia desde muy pequeño. La posibilidad de combinar las dos disciplinas me parece una oportunidad imperdible e invaluable.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, Mark. "El comercio de la sal en la antigua África Occidental."
Traducido por Nicolás Cavaliere. World History Encyclopedia. Última modificación marzo 06, 2019.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1342/el-comercio-de-la-sal-en-la-antigua-africa-occiden/.
Escrito por Mark Cartwright, publicado el 06 marzo 2019. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.