Las invasiones mongolas de Japón tuvieron lugar en 1274 y 1281 cuando Kublai Khan (que reinó de 1260 a 1294) envió dos grandes flotas desde Corea y China. En ambas ocasiones, los japoneses, y especialmente los guerreros samuráis, defendieron enérgicamente sus costas, pero fueron los tifones y los llamados kamikazes o "vientos divinos" los que hundieron innumerables barcos y ahogaron a sus hombres, y evitaron que Japón fuera conquistado. Todo este glorioso episodio, en que se mezclaron la intervención divina con el heroísmo marcial, ganaría y mantendría para siempre un estatus mítico en la cultura japonesa.
Apertura diplomática
Los mongoles ya habían agregado la mitad de China y Corea a su enorme imperio, y su líder Kublai Khan puso entonces su mirada en Japón. Kublai era nieto de Genghis Khan y había fundado la dinastía Yuan de China (1271-1368) con su capital en Dadu (Beijing), pero no está claro por qué quiso después incluir a Japón en su imperio. Es posible que haya buscado conquistar Japón por sus recursos. El país tenía una antigua reputación en el este de Asia como una tierra de oro, un hecho que había sido contado en el oeste por el viajero veneciano Marco Polo (1254-1324). Kublai Khan pudo también haber pensado incrementar su prestigio o eliminar el comercio entre ese país y su gran enemigo en el sur de China, la dinastía Song del Sur (1125-1279). La conquista de Japón también habría puesto en manos del Khan un ejército nuevo y bien equipado, susceptible de ser usado con buenos resultados contra los problemáticos Song. Las invasiones pueden incluso haber sido una especie de represalia por los daños que los wako (piratas japoneses) habían estado causando en las costas y los barcos comerciales de Asia oriental. Cualesquiera que fueran sus razones, el enfoque era claro: la diplomacia primero, la guerra en segundo lugar.
El Gran Khan envió una carta a Japón en 1268 reconociendo a su líder como el "rey de Japón" y expresando el deseo de propiciar relaciones amistosas, pero también exigiendo que se rindiera tributo a la corte mongola con la inquietante amenaza velada de que el uso de las armas era, esperaba el Khan, evitable. Un embajador chino, Zhao Liangbi, también fue enviado a Japón en 1270, y permaneció allí durante un año para impulsar algún tipo de entendimiento entre las dos naciones. El Khan envió más cartas y embajadores hasta 1274, pero todos fueron ignorados descaradamente, como si los japoneses no hubieran sabido cómo responder y, por lo tanto, habían decidido mantenerse en silencio en la línea diplomática.
El shogunato de Kamakura había gobernado Japón desde 1192, y el shogun regente Hojo Tokimune (que gobernó de 1268 a 1284) confiaba en ser capaz de enfrentar cualquier amenaza de Asia continental. Las tropas se pusieron en alerta en la fortaleza y base militar de Dazaifu en el noroeste de Kyushu, donde parecía más probable que desembarcara una invasión, pero la aproximación diplomática del Khan fue rechazada tanto por el emperador japonés como por el shogunato. La falta de sutileza de la respuesta japonesa a las propuestas de Khan puede deberse a su falta de experiencia en las relaciones internacionales después de un largo período de aislamiento, al sesgo aportado por su principal contacto con Asia continental, los Song del Sur, y la baja opinión que los monjes budistas zen chinos exiliados tenían de sus conquistadores mongoles.
La primera invasión (Campaña de Bun'ei)
El Khan armó una flota de unos 800 a 900 barcos y los envió desde Corea a Japón a principios de noviembre de 1274. Los barcos transportaban un ejército de unos 16.600 a 40.000 hombres, formado por reclutas mongoles, chinos y coreanos. El primer territorio japonés en recibir a estos invasores fueron las islas Tsushima e Iki el 5 y 13 de noviembre respectivamente, que luego fueron saqueadas. Los ataques mongoles encontraron una fuerte resistencia en Tsushima, donde los defensores estaban dirigidos por So Sukekuni, pero al final vencieron en gran parte gracias a la superioridad numérica. La fuerza defensiva en Iki, dirigida por Taira Kagetaka, fue igualmente valerosa, pero fue eventualmente obligada a refugiarse y oponer resistencia en el castillo de Hinotsume. Al no llegar refuerzos del continente, el castillo cayó.
Después de una breve detención en la isla de Takashima y la península de Matsuura, la flota de invasión se dirigió a la bahía de Hakata y desembarcó el 19 de noviembre. Las aguas poco profundas y protegidas de la gran bahía habían sugerido a los japoneses que este sería el lugar exacto que elegirían los comandantes mongoles. Es posible que estuvieran preparados, pero la fuerza de defensa japonesa total aún era pequeña, entre 4000 y 6000 hombres.
Los mongoles ganaron los primeros enfrentamientos gracias a su superioridad numérica y armamentística (el poderoso arco compuesto y las granadas de pólvora disparadas por catapultas) y sus estrategias más dinámicas en el campo de batalla, con una caballería disciplinada y hábil que respondía a las órdenes transmitidas por gongs y tambores. Los mongoles también tenían otras armas efectivas, como ballestas con flechas perforantes y flechas envenenadas. Además, los japoneses no estaban acostumbrados a combatir con movimientos masivos de tropas, ya que preferían permitir que los guerreros eligieran sus propios objetivos individualmente. Más bien, los guerreros japoneses operaban en pequeños grupos dirigidos por un samurái montado experto en tiro con arco y protegidos por un número de infantería armada con naginata o arma de asta larga terminada en una hoja curva. Otra desventaja era que los japoneses tendían a usar escudos solo como muros protectores para los arqueros, mientras que los mongoles y la infantería coreana solían llevar un escudo propio cuando maniobraban en el campo de batalla. Los samuráis tenían ciertas ventajas sobre el enemigo, ya que usaban armaduras de cuero y placas de hierro (solo la caballería pesada mongola usaba armadura) y sus espadas largas y afiladas eran más eficaces que la espada corta mongola.
Curiosamente, 18 días después de desembarcar por primera vez en suelo japonés y a pesar de haber creado una cabeza de puente en la bahía de Hakata, los invasores no se adentraron más en territorio japonés. Quizás esto se debió a problemas de abastecimiento o a la pérdida del general mongol Liu Fuxiang, muerto por la flecha de un samurái. También puede ser cierto que toda la "invasión" fuera en realidad una misión de reconocimiento para una segunda invasión más grande que tendría que venir y que nunca se pretendió conquistar Japón en 1274. Cualquiera que sea el motivo, los invasores permanecieron junto a sus barcos durante la noche y se retiraron a la bahía por seguridad el 20 de noviembre. Esta fue una decisión fatídica porque, según algunos relatos, se desató una terrible tormenta que mató a un tercio del ejército mongol y dañó gravemente a la flota. En consecuencia, los atacantes se vieron obligados a retirarse a Corea.
Intervalo diplomático
Kublai Khan retomó la diplomacia y envió otra embajada a Japón en 1275 exigiendo, una vez más, que se pagara tributo. Esta vez, el shogunato fue aún más desdeñoso en su respuesta y decapitó a los embajadores mongoles en una playa cerca de Kamakura. El Khan no se dejó intimidar y envió una segunda embajada en 1279. Los mensajeros corrieron la misma suerte que sus predecesores, y el Khan se dio cuenta de que solo por la fuerza podría incorporar a Japón en el Imperio mongol. Sin embargo, Kublai Khan estaba ocupado en las campañas del sur de China contra los Song, y pasarían dos años más antes de que volviera a centrar su atención en Japón.
Mientras tanto, los japoneses consideraban inminente una invasión desde 1274, y este período de gran suspenso causó un gran daño a la tesorería del gobierno. Además de mantener al ejército sobre las armas, se construyeron fortificaciones y se erigieron en 1275 unos enormes muros de piedra alrededor de la bahía de Hakata, con unos 19 kilómetros de largo y hasta 2,8 metros de alto en algunos lugares. Con la intención de permitir la acción de los arqueros a caballo, los lados interiores de las paredes de Hakata estaban inclinados mientras que los del exterior eran verticales. De llegar una segunda invasión, Japón estaba ahora mucho mejor preparado.
La segunda invasión (Campaña de Kōan)
La segunda flota de invasión de Kublai Khan era mucho más grande que la primera. Esta vez, gracias a la reciente derrota de los Song y la adquisición de su armada, había 4400 barcos y alrededor de 100.000 hombres, nuevamente una mezcla de guerreros mongoles, chinos y coreanos.
Una vez más, los invasores atacaron Tsushima (9 de junio) e Iki (14 de junio) antes de atacar la bahía de Hakata en Kyushu el 23 de junio de 1281. Esta vez, sin embargo, dividieron las fuerzas y una flota atacó Honshu, que fue repelida en Nagato. Mientras tanto, en Hakata, los japoneses hicieron un buen uso de sus defensas y presentaron una dura resistencia. Los muros de fortificación hicieron su trabajo, y esta vez los atacantes no pudieron establecerse permanentemente en la playa, lo que hizo que muchos de los combates tuvieran lugar en los barcos. Finalmente, después de grandes pérdidas, los mongoles se retiraron primero a las islas Shiga y Noki y luego a la isla Iki. Allí fueron hostigados por barcos japoneses que realizaban constantes incursiones sobre la flota mongola utilizando embarcaciones pequeñas y mucho coraje. Muchas de las historias posteriores relativas a los actos heroicos de los samuráis provienen de este episodio de la invasión.
Luego, el Khan envió refuerzos desde el sur de China, quizás otros 40.000 hombres (algunas fuentes los aumentan a 100.000), y los dos ejércitos se reunieron para realizar un avance combinado sobre el territorio japonés, esta vez seleccionando a Hirado como objetivo a principios de agosto. Las flotas combinadas se movieron luego hacia el este y atacaron Takashima, donde tuvo lugar una batalla el 12 de agosto.
La lucha feroz se prolongó durante varias semanas y los invasores probablemente se enfrentaron a la escasez de suministros. Luego, una vez más, el clima intervino y causó estragos. El 14 de agosto, un tifón destruyó la mayor parte de la flota mongola, destrozando los barcos que habían sido amarrados juntos por seguridad contra las incursiones japonesas y aplastando los ahora inmanejables barcos contra la costa. Murió de la mitad a dos tercios de la fuerza mongola. Otros miles de los hombres del Khan fueron arrastrados o depositados en las playas de la bahía de Imari, y fueron ejecutados sumariamente, aunque algunos chinos Song, antiguos aliados de Japón, se salvaron. Los barcos que sobrevivieron navegaron de regreso a China.
Los vientos tempestuosos que hundieron o alejaron a los barcos mongoles de las costas japonesas recibieron el nombre de kamikaze o "vientos divinos". ya que fueron vistos como una respuesta al llamado japonés a Hachiman, el dios sintoísta de la guerra, para proteger al país contra un enemigo numéricamente superior. El nombre kamikaze sería resucitado para nombrar a los pilotos suicidas japoneses de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), ya que ellos también fueron vistos como el último recurso para salvar una vez más a Japón de una invasión.
También parece que los barcos mongoles no estaban muy bien construidos y, por lo tanto, demostraron ser mucho menos aptos para navegar de lo que se necesitaba. La arqueología marina moderna ha revelado que muchos de los barcos tenían las bases de mástil especialmente débiles, algo que es crítico en caso de tormenta. La mala calidad de la construcción puede deberse a que Kublai Khan reunió la flota de invasión de manera apresurada, puesto que muchos de los barcos de la flota eran de una variedad sin quilla y muy inadecuados para navegar por el mar. Los barcos chinos de la época eran famosos por su navegabilidad, por lo que parece que la demanda de una gran flota en un corto espacio de tiempo fue lo que resultó en un riesgo que cobró su precio. Sin embargo, el factor crítico en la pérdida de la flota fue que los ataques japoneses habían obligado a los comandantes mongoles a amarrar con cadenas sus barcos grandes y difíciles de manejar. Llegado el tifón, esta medida defensiva resultó ser fatal.
Lo que vino después
Los mongoles también fracasaron en sus intentos de conquistar Vietnam y Java, pero después de 1281, establecieron una paz duradera sobre la mayor parte de Asia, la Pax Mongólica, que perduraría hasta el surgimiento de la dinastía Ming (1368-1644). Kublai Khan nunca abandonó la vía diplomática y continuó enviando infructuosas misiones para persuadir a Japón de que se uniera al sistema tributario chino.
Mientras tanto, los japoneses, que habían rechazado las dos invasiones que llamaron Moko Shurai, esperaban que llegara una tercera en cualquier momento y, por lo tanto, mantuvieron un ejército en constante preparación durante los próximos 30 años. Afortunadamente, para ellos, los mongoles tenían otros desafíos que enfrentar a lo largo de las fronteras de su enorme imperio y no intentarían conquistar Japón por tercera vez. La importancia de las invasiones para el pueblo japonés la resume así el historiador M. Ashkenazi:
Para los japoneses del siglo XIII, la amenaza de invasión mongola fue, histórica y políticamente, un hito importante. Era la primera vez que todo el poderío militar de Japón tenía que ser movilizado para la defensa de la nación. Hasta entonces, incluso las guerras en el extranjero eran poco más que disputas que involucraban a una u otra facción dentro de Japón, es decir, una extensión de los problemas domésticos. Con la invasión mongola, Japón quedó expuesto a la política internacional a nivel personal y nacional como nunca había sucedido antes. (188-9)
Los monjes budistas y los sacerdotes sintoístas, que durante mucho tiempo habían prometido la intervención divina, probaron estar en lo cierto cuando las tormentas destruyeron las flotas mongolas, y esto aumentó la popularidad de ambas religiones. Curiosamente, las invasiones están ausentes en la literatura medieval japonesa, pero existe la pintura, en dos famosos rollos, que representa la invasión. Encargada por Takezaki Suenaga, un guerrero samurái que luchó durante la invasión se conoce como los Rollos mongoles (Moko Shurai Ekotoba) y fue realizada en 1293 para destacar el papel de Takezaki en la batalla.
Sin embargo, y desafortunadamente para el gobierno japonés, los costos económicos de las invasiones tendrían graves consecuencias. Había que mantener un ejército en constante preparación (Hakata se mantuvo en alerta con un ejército permanente hasta 1312) y el pago a los soldados se convirtió en un problema grave que provocó un descontento generalizado. Esta fue una guerra de defensa, no de conquista, y no había botín de guerra y tierras para recompensar a los combatientes. El sector agrícola también se vio gravemente afectado por los preparativos de defensa. Los rivales del clan Hojo, que gobernaba el shogunato de Kamakura, comenzaron a preparar su desafío al statu quo político. El emperador Go-Daigo (que gobernó de 1318 a 1339), deseoso de que los emperadores recuperaran parte de su poder político perdido hace mucho tiempo, incitó a una rebelión que resultó en la eventual caída del shogunato Kamakura en 1333 y la instalación del shogunato Ashikaga (1338-1573) siendo su primer shogun Ashikaga Takauji (que gobernó de 1338 a 1358).
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