La cerámica hecha con ladrillos vidriados azules o azulejos está por doquier en Portugal. Los azulejos decoran las serpenteantes calles de la capital, Lisboa. Cubren las paredes de las estaciones de tren, de los restaurantes, de los bares, de los murales públicos y las fuentes, las iglesias y los altares. Los azulejos se pueden ver en las bancas de los parques y en las aceras pavimentadas o adornando las fachadas de los edificios y de las casas en los pueblos y municipalidades a través de todo el país.
El arte tradicional de la azulejería cuenta con orgullo la historia marítima de Portugal al representar a los navegantes y a las famosas naves llamadas carabelas. Es posible que la azulejería del arte moderno muestre animales tales como tigres y elefantes (composiciones inspiradas de los diseños orientales del siglo XVII) o las expresiones geométricas contemporáneas de la artista portuguesa Maria Keil (1914-2012), quien en la década de los años cincuenta produjo una impresionante azulejería para las estaciones del metro de Lisboa.
El azul distintivo de los azulejos podría llevarnos a creer que la palabra deriva del color azul. Sin embargo, "azulejo" tiene su origen en el vocablo árabe utilizado para designar una pequeña piedra pulida (aljulej o azulej) y esto se transformó en azulejo (que en portugués se pronuncia ɐ.zu.lˈɐ.ʒu).
El arte de la azulejería no es solamente decorativo; forma un registro visual histórico de Portugal. Así que demos una vuelta por el Museo Nacional del Azulejo y descubramos la historia de las baldosas de cerámica.
Visita al Museu Nacional do Azulejo
Para apreciar realmente el arte de la azulejería de Portugal, vale la pena tomarse el tiempo de hacer una visita al Museo Nacional del Azulejo (Museu Nacional do Azulejo) en Lisboa. El museo preserva el arte de la cerámica de Portugal desde el siglo XV y los visitantes aprenderán cómo el lenguaje decorativo de los azulejos traza no solo la identidad cultural del país sino también la evolución de las técnicas que se utilizaron para crear azulejos.
El museo se sitúa en el distrito de Xabregas de Lisboa y cubre tres pisos en el convento de la Madre de Deus (Madre de Dios), fundado en 1509 por doña Leonor de Viseu (1458-1525), viuda del rey João II (que reinó entre 1481-1495). El interior dorado y recubierto de oro se debe a la renovación que fue realizada después del Gran Terremoto de Lisboa, que tuvo lugar en 1755 y que destruyó parcialmente el convento.
Reseña histórica
El uso de las baldosas vidriadas y decorativas no se originó en Portugal sino que se remonta a la Antigüedad asiria y de Babilonia, lo que nos muestra que el mundo antiguo estaba lleno de color. Se han encontrado baldosas y ladrillos decorados en las paredes de los palacios asirios antiguos. La puerta de Ishtar, que fue construida en la entrada de Babilonia, es quizás el ejemplo más famoso del arte de la azulejería antigua. Alrededor de 575 a.C., el rey babilonio Nabucodonosor II (que reinó del 605/604 al 562 a.C.) ordenó que se construyese la puerta y representa leones, novillos (uros) y dragones (sirrush) sobre un fondo vidriado de color azul cobalto intenso.
En el Egipto antiguo, el faraón Djoser (también escrito Zoser), (en torno a 2670 a.C.), quien fue el primer rey de la Dinastía III de Egipto, hizo que se cubriera su cámara funeraria en la pirámide escalonada en Saqqara con baldosas de fayenza azules con líneas amarillas para representar los tallos de los papiros.
El vidriado de plomo se conocía desde los romanos, quienes usaron la técnica por primera vez en el siglo I a.C. Sin embargo, el mundo grecorromano privilegiaba la técnica del mosaico que se creaba fijando las teselas (del latín tessela), pequeñas piezas de piedra o vidrio, de manera a crear diseños elaborados en los pisos y las paredes de edificios públicos, casas privadas y templos. También decoraban superficies pintando sobre enlucido de cal húmedo (lo que se llama la técnica del fresco) o aplicando el yeso por encima o por debajo para crear efectos de relieve (el llamado trabajo de estuco).
En los países donde florecía la cultura islámica, las paredes azulejadas en las que se usaban diseños geométricos se convirtieron en un aspecto importante del arte de la baldosa, así como una expresión religiosa. Los alfareros islámicos desarrollaron los azulejos lustrados para su utilización en los palacios, las mezquitas y los lugares sagrados, lo que les daba a estos edificios un acabado iridiscente distintivo.
Quizás el primer ejemplo de decoración de azulejería islámica puede verse en la mezquita de la Cúpula de la Roca (Qubbat al-Sakhra) situada en el Monte del Templo de Jerusalén. Este templo musulmán fue erigido por el califa Abd el‑Malik entre los años 688-691, pero Solimán el Magnífico (1520-1566) fue el responsable de la renovación de la mezquita y del reemplazo de los mosaicos exteriores con azulejos relucientes.
La mezquita del sultán Ahmed en Estambul, Turquía, se conoce como la Mezquita azul porque su interior está recubierto de más de 20.000 azulejos impresionantes en azul y blanco. A finales del siglo XV, Iznik fue un centro turco para la producción de baldosas y cerámica para el Imperio otomano.
Se estarán preguntando ¿por qué el mundo antiguo parece haber estado saturado de azul? Y la respuesta es que la piedra semipreciosa lapislázuli (que significa «piedra del cielo») era muy preciada en la Antigüedad por su tono azul real y se creía que estaba conectada con el conocimiento, la intuición y los poderes mágicos.
Influencias islámicas e italianas
En el siglo VIII, los árabes trajeron los mosaicos y el arte de la azulejería islámica a la Península ibérica.
El rey Manuel I de Portugal (que reinó de 1495 a 1521) visitó Sevilla y el palacio de la Alhambra en Granada y quedó deslumbrado al ver los diseños geométricos musulmanes de la cerámica vidriada. El rey Manuel era uno de los monarcas más ricos del mundo cristiano gracias a la era portuguesa de los descubrimientos (principios del siglo XV hasta la mitad del siglo XVII). Él hizo que se importaran azulejos de Sevilla para decorar la Sala dos Árabes en su palacio de Sintra (Palácio Nacional de Sintra). Los diseños geométricos hispanomusulmanes utilizados en esta sala árabe están hechos al estilo mudéjar y a este período de la decoración de la azulejería se le conoce como hispanomorisco.
El palacio de Sintra se mantuvo casi intacto después del terremoto que en 1755 destruyó la mayor parte de la ciudad. Cuando visite el Museo Nacional del Azulejo, también debería darse una vuelta por el palacio de Sintra (aproximadamente a 25 kilómetros o 15 millas al norte de Lisboa).
La pieza más destacada del Museu Nacional do Azulejo es un panel grandioso hecho con los colores azul y blanco tradicionales llamado el Gran Panorama de Lisboa. Está situado en el último piso; mide 23 metros (75 pies) de largo y fue hecho en el año 1700 por el pintor de azulejos Gabriel del Barco (en torno a 1649-1701), nacido en España. Este es uno de los pocos registros visuales todavía existentes del paisaje urbano antes del devastador terremoto.
Aunque quizás, el ejemplo más fascinante del arte portugués de la azulejería sea el panel polícromo Nossa Senhora da Vida (Nuestra señora de la vida) que se encuentra en el primer piso del museo. Es el azulejo más antiguo de Portugal, además de una pieza importante de la producción de azulejos del siglo XVI.
Después de la Reconquista (cuando los territorios españoles y portugueses fueron recuperados del control de los musulmanes), los portugueses tuvieron la libertad de desarrollar su propio estilo de azulejos pintados a mano. Los pintores de azulejos ya no estaban regidos por la ley islámica que prohíbe la representación de figuras humanas, así que pudieron pintar animales y personas, eventos históricos y culturales, imaginería religiosa, flores y aves.
A mediados del siglo XVI, los artesanos italianos y flamencos empezaron a instalarse en Lisboa, atraídos por el floreciente arte de la azulejería y por las posibilidades de trabajar con nuevas técnicas. Una de estas técnicas fue la majolica italiana, que hizo posible que se pintara directamente sobre los azulejos y que se representara una variedad más compleja de diseños tales como temas figurativos y relatos históricos. Nossa Senhora da Vida es un magnífico ejemplo de la influencia de la mayólica y del Renacimiento (la transición de la Edad Media a la modernidad que tuvo lugar entre los siglos XIV y XVII).
El panel, que data de 1580, está compuesto de 1.498 azulejos pintados en trompe l’oeil (el trampantojo es un estilo de pintura cuya intención es dar una ilusión convincente de la realidad). Es un ejemplo antiguo y excepcional de la iconografía religiosa portuguesa e incluye imágenes de la adoración de los pastores y de san Juan el Evangelista (en torno a 15 - en torno a 100). Los cuadrados azules y blancos crean una ilusión de profundidad, mientras que las figuras pintadas de verde, amarillo y azul, así como los motivos, imitan una pintura sobre tabla enmarcada en dorado. El rectángulo del luneto en la parte superior indica que ahí donde se colocó el azulejo antes había una ventana (originalmente era un retablo en la pared de la iglesia de Santo André de Lisboa).
Estilo portugués
El primer marqués de Pombal, Sebastião José de Carvalho e Melo, (1699-1782), presidió la reconstrucción de Lisboa y se comenzó a producir la azulejería arquitectónica que seguía el llamado estilo pombalino. Conocidos como azulejos pombalinos, la azulejería se movió del interior de la iglesias y de los edificios al exterior para azulejar monumentos públicos y religiosos, palacios, las paredes de escaleras, casas, restaurantes y jardines. También se consideraba que los azulejos pombalinos eran una solución eficaz y de bajo costo en la construcción.
Hasta ese momento, los miembros de la Iglesia y de la nobleza eran quienes hacían los encargos de las cerámicas decorativas, pero se empieza a ver una democratización de la azulejería por su extenso uso en la construcción residencial urbana durante la reconstrucción de la ciudad. Para hacer frente a la demanda, la Real Fábrica de Louça empezó a producir azulejos en el distrito de Rato en Lisboa y en el año 1715 se importaron por última vez los azulejos extranjeros.
La expansión portuguesa en ultramar, que comenzó en los primeros años del siglo XIV, resultó en el encuentro de muchas culturas y los azulejos reflejaron un sentido de lo exótico al incluir elefantes, monos y pueblos indígenas de las colonias y territorios tales como Brasil. Entre 1650 y 1680, los textiles de la India que mostraban símbolos hindúes y de la naturaleza se pusieron de moda, en particular la composición llamada aves e ramagens (aves con diseños florales de ramos, hojas y flores).
La Caça ao Leopardo (1650-1675), que está en exposición en el museo, incorpora los temas de las conquistas portuguesas en ultramar a las tradiciones culturales europeas. El panel policromado de fayenza, Caza del leopardo, proviene de la Quinta de Santo António da Cadriceira en Torres Vedras (unos 50 kilómetros o 30 millas al norte de Lisboa) y muestra la caza de una leoparda; los cazadores son indígenas y llevan coronas de plumas.
El panel O Casamento da Galinha (1660-1667) demuestra la vena creativa de los artesanos portugueses en el siglo XVII, pero también muestra la manera en que los azulejos que se encargaban muchas veces transmitían mensajes de sátira social o mensajes políticos. En este panel de gran tamaño, una gallina se presenta dentro de un carruaje escoltado por un cortejo de monos que tocan instrumentos musicales. Singerie (del francés, que significa monería) es el nombre dado a una imagen visual en la que los monos visten espléndidos vestidos de época y muestran comportamientos humanos; apareció en el siglo XVI como un género pictórico distintivo.
El panel está en el museo y un guía turístico les diría que los monos a menudo se vinculan con la sátira y que la Boda de la gallina se podría interpretar como un comentario político sobre España y sus seguidores durante la Guerra de Restauración (1640-1668), que dio término a los 60 años de doble monarquía en Portugal y España bajo los Habsburgo de España y que estableció la nueva dinastía reinante: la Casa de Bragança.
En los primeros años del siglo XVIII, los artesanos de la azulejería portuguesa cayeron bajo la influencia de los diseños de la porcelana china de la dinastía Ming (1368-1644 d.C.) y también de la cerámica holandesa de Delft; ambas contribuyeron a que apareciera el azul cobalto y el blanco de los azulejos, colores que hoy se ven por todas partes en Portugal.
Los movimientos del Barroco (en torno a 1600 a 1750) y del Rococó (en torno a 1700 a 1800) dieron como resultado unos azulejos que son únicos de Portugal: las «figuras de convite», asociadas al verbo convidar. Estas eran figuras ornamentales de tamaño natural, generalmente mujeres y hombres de la nobleza elegantemente vestidos, que estaban fijadas a las paredes de las escaleras y entradas de los palacios para darles la bienvenida a los visitantes. Las figuras hacían contacto visual con la gente y solo podemos imaginar la sorpresa que sentían los huéspedes al estar frente a una de ellas. Las figuras de convite fueron un diseño innovativo para los portugueses porque eran contornos o recortes que sobresalían de la pared en vez de ser la composición cuadrada del azulejo tradicional.
Después del flirteo con las florituras ornamentales y con los frecuentes temas macabros durante los siglos XVII y XVIII, el diseño de los azulejos en el siglo XIX satisfacía los gustos de la nueva y emergente burguesía (un orden social dominado por la llamada clase media). La burguesía quería que los azulejos reflejaran su éxito social y estatus; los emigrantes, «nuevos ricos» que regresaban de Brasil, trajeron la tendencia de decorar las fachadas de sus casas con cerámica vidriada que mantenía fresco el interior y reducía el ruido del exterior. Como resultado, el arte se movió de los paneles grandes de antes hacia azulejos más pequeños ejecutados con más delicadeza.
La industrialización introdujo nuevas técnicas tales como el método de transferir el diseño sobre azulejos azules y blancos o polícromos, aunque los pintados a mano seguían siendo populares. La producción a gran escala o masiva significó que los azulejos podían producirse a un costo más bajo y con una mayor variedad de diseños y estilos; se ofrecían desde los motivos tradicionales hasta las adaptaciones extranjeras.
En el período del Art Nouveau (en torno a 1890-1910) comenzaron a verse las fachadas decoradas con líneas fluidas y curvas de flores, plantas, enredaderas, hojas, insectos y animales que eran típicos del movimiento del Art Nouveau. Sin embargo, la élite cultural empezó a ver la azulejería como un arte anticuado y la descartaron por ser popular entre las masas.
A principios del siglo XX, el arte de la azulejería pasó de moda y estuvo a punto de convertirse en un arte perdido, pero gracias a artistas contemporáneos, tales como Maria Kell, renació en la década de 1950 cuando se construyeron las estaciones del metro y los azulejos se utilizaron como obras de arte modernistas.
Arte público
Uno puede pasar horas en el museo yendo sala por sala a través de la historia visual de Portugal, pero también se puede pasear por cualquier calle de Lisboa y ver los azulejos que han soportado la lluvia y el sol por cientos de años. Es frecuente ver a la gente en la calle limpiando y puliendo los azulejos de su casa.
Al llegar al museo, ¡siéntese en el café, bébase un galão (el café portugués que es una variedad de café con leche)! Verá un espectacular panel de azulejos del siglo XVIII que muestra cerdos y peces colgados a la espera de ser preparados para la comida.
¿Cómo se llega allí?
El Museu Nacional do Azulejo está situado en el número 4 de la Rua da Madre de Deus, en Lisboa. Se puede tomar el bus 794 desde la plaza Comercio, que lo dejará en la entrada del museo. También puede disfrutar de un paseo de 20 minutos desde la estación de metro Santa Apolonia y pararse a ver los azulejos sobre la ruta. Hay un mapa muy útil en el sitio web del museo.
El museo está abierto de martes a domingo, de las 10:00 h a las 18:00 h; la última entrada es a las 17:30 h.
Antes de visitarlo, se puede descargar la aplicación que ofrece la posibilidad de hacer una visita guiada a través de los azulejos más significativos en exposición.
Y si quiere comenzar su propia colección, puede inscribirse en un taller en el museo para crear sus propios azulejos de fayenza. ¿Qué diseño haría?