Los polinesios comenzaron a navegar y colonizar el océano Pacífico hace miles de años. Los habitantes de las islas del Pacífico surcaban las vastas extensiones de agua del océano en canoas dobles y de balancines, sin más guía que sus conocimientos sobre las estrellas y sus observaciones acerca del comportamiento del mar y los vientos.
El océano Pacífico abarca una tercera parte de la superficie de la tierra, y sus remotas islas fueron las últimas en ser pobladas por los humanos. Las islas están dispersas por todo el océano, que cubre 162,25 millones de kilómetros cuadrados, unos 63,8 millones de millas cuadradas. Los pueblos lapita, antecesores de los polinesios, partieron de Taiwán y colonizaron la Oceanía Lejana entre los años 1100 y 900 a.C., aunque se han descubierto asentamientos de fechas tan tempranas como el 2000 a.C. en el archipiélago de Bismarck. Los lapita y sus predecesores eran hombres de mar muy habilidosos que memorizaron y transmitieron sus conocimientos de navegación a través del folclore, de sus héroes culturales, y de sencillas narraciones orales.
El elevado nivel de desarrollo del sistema de navegación polinesio impresionó a los exploradores europeos del Pacífico. Desde entonces los investigadores debaten las siguientes cuestiones:
¿Las migraciones hacia las islas del Pacífico y de la Oceanía Lejana y su colonización se produjeron de manera accidental, o intencional?
¿Qué habilidades específicas de marinería y de navegación, poseían estos antiguos marineros?
¿Por qué se ha perdido un volumen tan enorme de los conocimientos indígenas sobre navegación, y qué se puede hacer para preservar lo que aún existe?
¿Qué tipos de embarcaciones y clases de velas se empleaban para cruzar el océano abierto?
Las travesías de la Antigüedad y la colonización del Pacífico
Hace al menos diez mil años los seres humanos habían migrado hacia la mayoría de las tierras habitables que podían alcanzarse a pie. Restaba la última frontera, pero para poblar la miríada de islas del océano Pacífico era necesario realizar largas travesías marítimas que requerían del desarrollo de tecnología naval y de métodos de navegación. La Oceanía Cercana, integrada por las tierras de Nueva Guinea e islas adyacentes, el archipiélago de Bismarck, las islas del Almirantazgo y las islas Salomón, se colonizó por migraciones originadas en África durante el período Pleistoceno, hace alrededor de 50000 años. Estos pioneros del Pacífico fueron los antecesores de los melanesios y de los aborígenes australianos. Las cortas distancias entre las islas de la Oceanía Cercana permitieron que las gentes brincaran de una isla a la siguiente mediante el empleo de embarcaciones rudimentarias capaces de atravesar los mares.
La denominada segunda ola de migraciones hacia la Oceanía Lejana ha constituido un tópico debatido con gran intensidad por los académicos. El grupo de islas comprendidas en esa área incluye las ubicadas al este del archipiélago de las Salomón, entre las cuales se encuentran Vanuatu, Fiji, Tonga, Aotearoa (o Nueva Zelanda), las islas de la Sociedad, la isla de Pascua, y las Marquesas. Si bien aún se discute la proveniencia de las primeras gentes que se asentaron en la región entre 1500 y 1300 a.C., existe un consenso generalizado acerca de que eran oriundos de Taiwán. En contraposición a ese criterio el aventurero noruego Thor Heyerdahl (1914-2002), sostenía que los pobladores de las islas del Pacífico procedían de América del Sur, por lo que con la esperanza de demostrarlo zarpó en 1947 en una balsa nombrada Kon-Tiki. Sin embargo, las evidencias arqueológicas y de ADN indican con firmeza que eran pueblos navegantes originarios de Asia suroriental que alcanzaron Fiji en 1300 a.C. y Samoa en 1100 a.C., cuyas hablas pertenecían a un grupo de lenguas interrelacionadas conocidas como austronesias. Todas las lenguas polinesias de la actualidad pertenecen a la familia de los idiomas austronesios.
El conjunto de pueblos en cuestión recibe el nombre de lapitas, y se consideran antepasados de los polinesios, entre los cuales se incluye a los maoríes. Los arqueólogos designan a este colectivo humano con el nombre de «complejo cultural lapita» debido a que no constituían un grupo homogéneo. Sin embargo, eran marineros muy capaces que introdujeron las canoas dobles y las de balancín o batanga, cuyo empleo hizo posible la realización de largos viajes a través del Pacífico. Así, en fecha tan temprana como el 2000 a.C., en el archipiélago de Bismarck, aparecen sus característicos utensilios de barro conocidos como alfarería lapita, que incluyen platos y vasijas grabados con complejas figuras geométricas estampadas en la arcilla por medio de pequeños troqueles dentados.
En el entorno de los años 1100 al 900 a.C. se produjo una rápida expansión de la cultura lapita en dirección sureste hacia el interior del Pacífico, de donde surge la pregunta de si la migración fue deliberada.
¿Migración accidental o intencionada?
en el centro de la cuestión de si los asentamientos humanos del pacífico se realizaron de manera intencionada se encuentra el tema de la capacidad de orientación de los pueblos polinesios.
El área geográfica de Oceanía Lejana conocida como triángulo polinesio cuenta con Aotearoa, Hawaii y la isla de Pascua a modo de esquinas y abarca más de 1.000 islas. Entre algunas de las islas de este triángulo hay distancias de más de 1.000 kilómetros (621 millas). Por ejemplo, del norte de Vanuatu a Fiji, hay más de 800 kilómetros (497 millas), y habría hecho falta tanto una tremenda habilidad como una gran coraje para zarpar en una canoa durante cinco o seis semanas en dirección a un destino tan solo esperado.
Entre los europeos prevalecía la opinión que las migraciones se produjeron de manera accidental, causadas por tormentas y corrientes que desviaron las embarcaciones indígenas, y no como consecuencia de un propósito de estas gentes de lanzarse a la navegación. Pedro Fernández de Queirós, (1563-1614), por ejemplo, expresó por escrito al virrey del Perú en 1595 su incredulidad acerca de la posibilidad de que los habitantes de las islas, tras hacerse a la vela y perder contacto con tierra, sin mapas ni conocimiento de la brújula, pudieran completar con éxito largas travesías oceánicas.
Sin embargo, el capitán James Cook (1728-1779) albergaba muy pocas dudas acerca del alto nivel de ingenio que mostraba la navegación indígena. En el diario de su primer viaje por el sur del océano Pacífico, realizado entre 1768 y 1771, escribió:
… estas gentes navegan por esos mares de isla en isla, a lo largo de varios cientos de leguas, con el sol sirviéndoles de brújula por el día, y la luna y las estrellas durante la noche. Cuando esto llegue a demostrarse dejaremos de hallarnos sin palabras para explicar cómo se poblaron las islas que yacen en esos mares. (Diario de Cook)
El arqueólogo Patrick Kirch destaca que el escenario más probable es el de una migración intencional (Kirch, 137). Los pueblos lapita pudieron haber sido capaces de sobrevivir durante largos meses en las remotas islas del Pacífico a base de una dieta de pájaros salvajes y especies marinas, pero el éxito a largo plazo de cualquier asentamiento habría exigido la transportación de plantas cosechables como la malanga o taro (Colocasia esculenta) y el ñame (Dioscorea alata), así como de animales domésticos. El camote o boniato (Ipomea batatas) se introdujo en el sistema horticultural de los polinesios alrededor del 1000 a.C., lo cual constituye una sólida prueba de la existencia de contactos polinesios con América del Sur, pero en sentido inverso al propuesto por Thor Heyerdahl.
Los viajes en réplicas de canoas polinesias realizados en fechas recientes, de conjunto con simulaciones efectuadas en computadoras, han demostrado que la probabilidad de una migración fortuita ocasionada por las corrientes es despreciable, la cual además habría dado lugar a viajes unidireccionales. El físico y aventurero neozelandés de origen británico David Lewis (1917-2002), en su libro Nosotros, los navegantes (We, The Navigators), describe en detalle los métodos tradicionales de navegación aborigen que empleó en su travesía desde Tahití hasta Aotearoa en waka katea o catamarán, una canoa doble. En 1965, Lewis bogó 3.603 kilómetros, unas 2.239 millas, sin utilizar instrumentos modernos como la brújula, el cronómetro, el sextante, o el radio, y tocó tierra con un error relativo de apenas 41 kilómetros, unas 26 millas.
El tema de la capacidad de orientación de los pueblos polinesios reúne una importancia crucial respecto a la cuestión de la intencionalidad del establecimiento de asentamientos humanos en el Pacífico, puesto que sus técnicas de navegación habrían sido las que les permitieron cruzar un vasto océano con el empleo casi exclusivo de la memoria.
Técnicas de navegación indígenas
Por desdicha, varias razones han conducido a la pérdida de la mayor parte de los conocimientos de navegación polinesios, entre las cuales se encuentran:
El escepticismo hacia las habilidades de navegación indígenas mostrado por gran parte de los exploradores europeos, opinión que tenía sus raíces en el sentimiento de superioridad tecnológica de Occidente imperante en las narraciones de la época.
La ausencia de registros sobre los conocimientos de navegación indígenas. La sabiduría aborigen estaba contenida en tradiciones orales que se consideraban secretas, y eran atesoradas con energía por las familias que las poseían.
El predominio de las técnicas de navegación europeas.
Sin embargo, el folklore polinesio, los héroes culturales y los sencillos relatos orales conocidos como aruruwow preservaron algunas informaciones sobre la navegación en aguas profundas, así como ciertos conocimientos ancestrales. La leyenda de Kupe y su descubrimiento de Aotearoa constituye un ejemplo demostrativo de que los aruruwow, un conjunto de ayudas nemotécnicas, contenían instrucciones para alcanzar destinos específicos.
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la orientación mediante las estrellas constituía una técnica muy precisa debido a que los puntos del horizonte por donde se levantan estos astros permanecen inalterables durante todo el año.
En la historia oral de las tradiciones maoríes, Kupe, Te Moana-nui-a-Kiwa, figura legendaria exploradora del océano Pacífico, zarpa alrededor del 1300 a.C. de Hawaiiki en una canoa waka,con el propósito de descubrir qué se encontraba más allá del horizonte. Hawaiiki era la tierra de origen de los maoríes, localizada, según se piensa, en las islas de la Polinesia Oriental. El navegante de Kupe, Reti, siguió el camino indicado por varias estrellas para mantener el curso de la waka hasta recalar en Whangaroa, sitio ubicado en la isla Norte de Aotearoa. Existen diferentes versiones de la leyenda de Kupe, una de las cuales relata la persecución de un pulpo, Te-Wheke-o-Muturangi hasta las costas de Aotearoa. La realidad es que este aruruwow hace referencia a las estrellas y al comportamiento de los vientos y corrientes, que fueron memorizando las sucesivas generaciones de navegantes.
Estrellas, mares, vientos, aves
Los polinesios conocían el lenguaje de las estrellas. Disponían de un sistema de navegación muy desarrollado que no solo involucraba la observación de la salida y recorrido de las estrellas a su paso por el cielo nocturno, sino también la memorización de mapas celestes completos. Generación tras generación, por todo el Pacífico, los marineros transmitían a los jóvenes los conocimientos que habían adquirido en sus viajes de isla en isla. Las familias que dominaban el arte de navegar guardaban con celo su sabiduría, y la educación comenzaba a edad temprana. En Kiribati, por ejemplo, se impartían lecciones en la maneaba, una casa de reuniones cuyas vigas y cabrios estaban seccionados de forma tal que se correspondieran con segmentos del cielo nocturno. La posición de las estrellas al amanecer y al anochecer y los derroteros que varias de ellas marcaban entre las islas se grababan en la memoria; sobre la arena o esterillas se colocaban piedras y conchas para transmitir saberes relacionados con estos astros. Las oraciones, o karakia, y los relatos orales contenían instrucciones para la navegación.Te Ika-roa, por ejemplo, significaba Vía Láctea; Atua-tahi la estrella Canopus; Tawera, Venus, el lucero del alba; Meremere, Venus en su aparición vespertina. A continuación se citan instrucciones para la navegación extraídas de Kupe:
Al partir, pon la proa de la canoa hacia el Pilar de Nubes que yace por el suroeste. A la caída de la noche enrumba hacia la estrella Atua-tahi. Mantente por la izquierda de Mangaroa y prosigue el viaje. Al romper el día, de nuevo navega hacia el Pilar de Nubes y sigue adelante. (Citado en Evans, 49)
La técnica de orientación por las estrellas era en extremo precisa, debido a que los puntos del horizonte por donde ascienden las estrellas se mantienen inalterables durante todo el año, con independencia de que cada noche aparezcan más temprano. El sendero dibujado por la sucesiva aparición de diez o doce estrellas era suficiente para guiar al navegante. Por ejemplo, la senda de estrellas para viajar desde Tikopia, una isla del grupo de las Salomón, hasta Anuta, la más oriental de ese archipiélago, incluye nueve estrellas.
Los navegantes indígenas requerían tener un profundo conocimiento de las estrellas que recorren el cielo nocturno. El punto por donde se levanta una estrella se encuentra muy bajo en el horizonte, y solo puede utilizarse como referencia para la orientación durante cierto tiempo, antes que el astro se eleve demasiado; en ese momento, se emplea la estrella que sale a continuación para mantener la embarcación en el curso correcto. Durante el día o en las noches nubladas se empleaba una combinación de técnicas para orientar las canoas. El navegante se sentaba en el lado izquierdo, hacia la parte trasera, y en ocasiones se acostaba para sentir las olas y el movimiento del océano. En las cercanías de tierra las olas son más cortas y empinadas, con crestas espumosas, mientras mar afuera se sienten como lentas ondulaciones. Los pilotos también se auxiliaban de la inspección visual de la superficie del océano para calcular la deriva lateral de la waka. En altamar evaluaban la fuerza de las corrientes por la aparición de espuma en las crestas de las olas. Por ejemplo, si las olas se desplazaban en la misma dirección que el viento, pero en sentido contrario al de la corriente, sus pendientes serían más pronunciadas. Pilotar mediante la observación de las olas solucionaba los problemas que planteaba navegar entre corrientes fuertes y cambiantes.
Otras técnicas se fundamentaban en la observación de:
El color y la formación de las nubes. En ocasiones se observaban nubes en forma de V encima de las islas, y los navegantes indígenas sabían que la existencia de vegetación producía un reflejo de color oscuro en su parte inferior; por el contrario, una tonalidad blanquecina, indicaba la presencia de arena y arrecifes de coral.
Los patrones de migración de las aves y las bandadas que formaban. Un caso es el de los gaviotines elegantes (Sternula nereis), que no se alejan distancias mayores de entre 35 a 55 kilómetros de la tierra, unas 20 o 30 millas náuticas.
La bioluminiscencia. Ciertos organismos marinos emiten luz que se presenta en forma de estelas y destellos. Los marineros de la isla de Santa Cruz aplican el nombre te lapa, iluminación submarina, a la bioluminiscencia, la cual actúa como brújula que apunta hacia tierra. En las cercanías de las islas el movimiento de los chispazos se hace rápido, lo cual por lo general significa que la canoa dista entre 128 y 160 kilómetros de tierra, o sea, entre 80 y 100 millas.
Canoas de travesía y velas empleadas en la navegación
Los marineros polinesios desarrollaron la canoa de dos cascos, también conocida como catamarán. Algunas de sus canoas de travesía eran más largas que el Endeavour de Cook, que tenía unos 30 metros de eslora, cerca de 98 pies. No obstante, la longitud promedio de este tipo de embarcaciones era de entre unos 15 a 22 metros, alrededor de 50 a 70 pies. En Micronesia, región occidental del Pacífico, se preferían las canoas de batanga o estabilizador o balancín lateral. Sus capacidades de carga eran considerables; una canoa doble de Tonga podía acomodar entre 80 y 100 personas, mientras en las islas Marquesas las naves de batanga habilitadas para la pesca o para el combate, transportaban entre 40 y 50 individuos.
Cook observó que el pahi tahitiano singlaba más rápido que el Endeavour. «… sus grandes canoas navegan mucho más rápido que este buque; todo lo cual creo cierto y por lo tanto con facilidad pueden viajar 40 leguas en un día, o más». (Cook, Un diario de los acontecimientos…).
Las embarcaciones para travesías largas estaban construidas con recias planchas trincadas entre sí con hojas de palma trenzadas o fibra de coco torcida. Para calafatearlas y garantizar sus condiciones marineras se empleaban materiales como la resina del árbol del pan. En Polinesia y Micronesia se utilizaban distintas clases de canoas, pero los tres tipos principales se identificaban con los nombres de pahi, tongiaki, y ndrua. El pahi era un barco de dos cascos y dos mástiles; la tongiaki, de Tonga, era una canoa doble con velas triangulares, que el capitán holandés William Schoeten (vivió alrededor de 1567-1625) confundió con una barca; y la ndrua era la canoa de dos cascos de diferentes longitudes que se empleaba en Fiji. Las velas polinesias eran triangulares con ápice hacia abajo, o en forma de garra o mariposa, o latinas o triangulares, aseguradas a dos largos palos. Por lo general las velas se fabricaban de hojas de palmera trenzadas.
Preservación del conocimiento indígena
Desde hace algún tiempo se trabaja para lograr mejor comprensión y preservación de los notables logros marineros que posibilitaron a los polinesios guiar sus naves con precisión a través de las vastas extensiones del Pacífico. En 1985 se construyó una waka de 22 metros (72 pies) para navegación de altura, que se bautizó con el nombre de Hawaikinui. Sus dos cascos se fabricaron con árboles neozelandeses de totara, resistente a los insectos. La waka navegó con éxito desde Tahití hasta Aotearoa con el empleo exclusivo de técnicas de navegación descritas en las tradiciones polinesias.
En 2018 una joven tripulación de una waka de dos cascos realizó un viaje desde Aotearoa hasta la isla de Norfolk, ubicada frente a la costa este de Australia. El viaje, en el que enfrentaron grandes olas y vientos desfavorables, tenía el propósito de que los jóvenes aprendieran el arte de navegar por las estrellas y se reconectaran con las tradiciones ancestrales. La educación y la reconexión con los conocimientos de antaño producirán el renacimiento de la navegación polinesia en los tiempos actuales.
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Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.
Kim es una escritora independiente que reside en Nueva Zelanda. Es licenciada (con honores) en Historia y tiene una maestría en la Ciencia del Caos y la Complejidad. Le interesan especialmente las fábulas y la mitología, así como la exploración del mundo antiguo.
Martins, Kim. "La navegación polinesia y la colonización del Pacífico."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación agosto 07, 2020.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1586/la-navegacion-polinesia-y-la-colonizacion-del-paci/.
Escrito por Kim Martins, publicado el 07 agosto 2020. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.