En la antigua Mesopotamia la familia era la unidad básica de la sociedad y se regía por reglas patriarcales específicas. La monogamia era la norma general, aunque la nobleza podía tener concubinas. Comprar esposas a sus padres era común, aunque esto se hizo menos común después de 3000 EC.
La mujer podía hacer todo lo que quisiera e ir a cualquier parte, incluido hacer negocios, siempre y cuando su marido lo permitiera y si era viuda. En caso de divorcio, ambas partes tenían que pagar una multa. Aun así, el marido tenía ventaja: era fácil divorciarse de una mujer sin hijos, y una esposa que abandonara a su marido se enfrentaría a penas severas. El propósito principal del matrimonio era concebir hijos. Tal y como sigue ocurriendo en la actualidad en muchas sociedades, se preferían hijos varones.
Los hijos tenían que respetar a los padres, ya que la falta de respeto se veía como un pecado grave. La unidad familiar era algo fundamental, cosa que se refleja en la manera en que creían que los dioses estaban relacionados entre sí y se respetaban unos a otros. La venta de los hijos solo se hacía cuando había graves dificultades económicas, y a menudo se veía como un mal augurio.
Dentro de la familia completa también se incluía a los esclavos de la casa y la familia del clan, y los clanes se entendían como sistemas de apoyo, tanto económica como moralmente. Los miembros de una misma familia se veían como responsables los unos de los otros ante los dioses.