En 1508, el Papa encargó al célebre escultor y pintor florentino Miguel Ángel (1475-1564) que pintara escenas en el techo de la Capilla Sixtina del Vaticano. Las paredes de la capilla ya habían sido decoradas por algunos de los más grandes artistas del Renacimiento, pero en cuatro años de trabajo, Miguel Ángel los eclipsó a todos con su ambición y habilidad técnica, produciendo una de las obras que definen el arte occidental de cualquier siglo. El techo de múltiples paneles muestra la historia del génesis, desde la creación hasta Noé y el diluvio universal. Las escenas suponen una muestra de la creación de la humanidad, su desgracia y la redención final.
La Comisión
La Capilla Sixtina del Palacio Vaticano fue encargada por el Papa Sixto IV (papado entre 1474-1481). El edificio no se terminó hasta 1481, pero la aparición de una enorme grieta en el techo en 1504 exigió una reparación que también ofrecía la oportunidad de añadir más obras de arte a un interior ya de por sí repleto. Se necesitaba una obra que igualara la excelencia de los frescos con escenas de las vidas de Jesucristo y Moisés, creados por maestros como Sandro Botticelli (1445-1510) y Pietro Perugino (hacia 1450-1523). Un hombre sobresalía por encima de todos los demás en el mundo del arte, un artista ya célebre por sus pinturas y esculturas, especialmente por su enorme estatua del David de 1504, que ahora se erigía al aire libre en su ciudad natal, Florencia: Miguel Ángel de Lodovico Buonarroti. El Papa Julio II (papado entre 1503 -1513) estaba decidido a encargarle el trabajo.
Diseño y técnica
Julio II y Miguel Ángel ya habían unido sus fuerzas cuando el artista recibió el encargo de realizar la tumba del Papa. El proyecto, iniciado en marzo de 1505, no fue sencillo. El mecenas y el artista se habían peleado por el ambicioso diseño que incluía 40 estatuas de mármol. Los contratos se modificaron varias veces, el diseño se hizo cada vez menos opulento y las obras se alargaron mucho más de lo previsto. En un momento dado, Miguel Ángel describió el proyecto como "la tragedia de la tumba" y acabó por marcharse de Roma y sus discípulos acabaron terminando la obra.
En este contexto, es fácil entender por qué Miguel Ángel no estaba muy interesado en otro proyecto con el Papa, pero acabó por aceptar el encargo más desafiante de su ilustre carrera. El contrato se firmó en mayo de 1508 y el encargo consistía en sustituir el techo de la Capilla Sixtina, que tenía un cielo azul pintado y estrellas, por las figuras de los doce apóstoles pintadas a los lados del techo y rellenar el interior con motivos arquitectónicos. Miguel Ángel, sin embargo, pronto desechó estos planes y apostó por algo mucho más ambicioso: cubrir por completo un techo que mide 39 x 13,7 metros con una superficie de casi 800 metros cuadrados.
Durante los cuatro años siguientes, el maestro trabajó casi siempre solo y muy a menudo en una posición incómoda encima de un andamio a modo de puente que él mismo había diseñado para plasmar su visión en pintura. A medida que avanzaba, se desplazaba por el andamio desde la entrada hasta su destino final, el muro del altar. Mientras duraba la obra, no permitió ver su progreso a nadie, ni siquiera al Papa, impaciente por ver el trabajo terminado.
En comparación con otras obras similares de la época, el techo se terminó con notable rapidez. Los frescos están pintados con colores muy vivos, a veces en grandes manchas. Además, para ayudar al espectador que debe situarse varios metros por debajo, Miguel Ángel utilizó la técnica del contraste de colores uno al lado del otro, lo que hace que algunos colores parezcan aún más brillantes de lo que son y crea un efecto de sombra, reduciendo la necesidad de tonos más oscuros y más claros del mismo color, una técnica que no se apreciaba vista desde el suelo de la capilla. También utiliza el escorzo y la perspectiva, plenamente consciente de que el público al que iba dirigida su obra contemplaba las escenas desde muy abajo.
La historia del Génesis
El techo es un conjunto casi abrumador de imágenes cristianas. A los lados del techo hay siete profetas alternados con cinco sibilas. Según la tradición cristiana, estos dos grupos predijeron la venida de Jesucristo. Las cinco sibilas son representaciones de las de Delfos, Cumas, Libia, Persia y Eritrea. Los siete profetas son Jonás, Daniel, Isaías, Zacarías, Joel, Jeremías y Ezequiel. Merece una mención especial la figura de Jonás, que aparece sobre el altar y con el gran pez que se lo ha tragado. Miguel Ángel ha mostrado la figura cayendo hacia atrás, un efecto acentuado por el hecho de que esta zona del techo sobresale hacia delante. Tales trucos de perspectiva pueden verse en múltiples figuras a lo largo del techo.
También alrededor de los bordes, sobre las ventanas de los lunetos semicirculares, hay representaciones de los antepasados tradicionales de Cristo. Los cuatro grandes paneles de las esquinas contienen escenas que muestran a David y Goliat, y a Judit y Holofernes en el extremo de la entrada, con la Muerte de Amán, y Moisés y la Serpiente de Bronce en el extremo del altar. Los bordes exteriores del techo tienen delgadas secciones de cielo pintado para crear la ilusión de que el techo contiene aberturas al exterior.
Hay nueve paneles centrales a lo largo del techo, formados por un marco arquitectónico y alternados en dos tamaños, con un ciclo de episodios del libro bíblico del génesis, que narra desde la creación hasta la época de Noé. Curiosamente, la creación de Eva es el panel central, y no la de Adán, aunque esto puede deberse simplemente a que las escenas son cronológicas, empezando por la pared del altar. Sin embargo, un argumento más convincente para la presencia de Eva en el centro en una obra tan obviamente bien pensada por el creador es que Eva está siendo presentada como el equivalente o arquetipo de la Virgen María, a quien está dedicada la Capilla Sixtina.
Aunque la cronología de la historia bíblica comienza en la pared del altar, para ver las escenas del modo correcto hay que mirar hacia el altar, con lo que, al entrar en la sala y caminar hacia el altar, en realidad estamos viendo la historia suceder al revés, un efecto de rebobinado intencionado que devuelve al espectador al punto de la creación. En las esquinas de cada uno de los paneles principales hay cuatro figuras ignudas, desnudos que no tienen nada que ver con la narración religiosa, pero que muestran el amor de Miguel Ángel por las figuras audazmente representadas en poses dramáticas. En orden, vistos primero desde la entrada de la capilla, los paneles son:
- La embriaguez de Noé.
- El diluvio universal.
- El sacrificio de Noé.
- La tentación de Adán y Eva y su expulsión del Paraíso.
- La creación de Eva.
- La creación de Adán.
- Dios separa la tierra del agua.
- La creación del Sol, la Luna y los planetas.
- Dios separa la luz de las tinieblas.
Los expertos siguen discutiendo sobre la identificación de algunas figuras. Por ejemplo, el sacrificio de Noé puede ser el sacrificio de Abel. Esta última interpretación se ajustaría mejor a la cronología del conjunto del techo y coincidiría con los comentarios de los primeros biógrafos de Miguel Ángel. Al mismo tiempo, el artista reconoce y refuerza la relación entre Noé y Adán. Ambos poseen historias paralelas como progenitores de la humanidad y caídos en desgracia. Esta duplicidad de acontecimientos se refleja en la elección de Miguel Ángel de representar a Adán y Noé con poses reclinadas sorprendentemente similares en los paneles la Creación de Adán y la Embriaguez de Noé.
La energía de los paneles de la creación es impresionante. El rostro resuelto de Dios, sus rodillas flexionadas y sus túnicas arremolinadas dan amplia muestra de la fuerza necesaria para crear el Sol y los planetas, que parece lanzar a sus órbitas con los brazos extendidos. Al verlo de cerca, el Sol resulta en un interesante detalle que bien podría estar en un cuadro impresionista. El panel de la creación de Adán muestra de nuevo a Dios como una figura vibrante y poderosa, a gusto en su elemento, mientras que Adán, por el contrario, aparece en una pose lánguida a la espera de la energía vital de su creador. El momento crucial en el que los dos dedos se tocan, a punto de producirse a continuación en la escena, adquiere aún más fuerza por la ausencia total de rasgos de fondo, un abismo entre dos mundos.
La escala aumenta y las figuras ganan espacio en el panel a medida que se pasa de Noé a los paneles en los que sólo está Dios, lo que da otra sensación de crecimiento y energía a la experiencia del espectador. Cuando llegamos al último panel, que es el primero, Dios está representado con mucha menos precisión y, casi sin rasgos, se ha convertido en una figura retorcida de pura energía.
Recepción
La obra tuvo un éxito inmediato entre casi todos los que la vieron, pero hubo algunas voces descontentas. La principal objeción fue la cantidad de desnudos y, en particular, la representación de los genitales en unas cuantas figuras. Esto no impidió que Miguel Ángel recibiera más tarde el encargo de pintar toda una pared de la capilla con su versión del Juicio Final. Realizado entre 1536 y 1541, este fresco fue aún más controvertido que el techo. Algunos miembros del clero montaron en cólera ente un Jesús sin su convencional barba, pareciendo algo más joven de lo habitual, y la aparición de más desnudos.
En términos de técnica artística, la obra de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina supuso un importante avance en el desarrollo del arte occidental y fue estudiada por artistas de todo el siglo XVI. A lo largo de los siglos posteriores, su obra ha sido apreciada como lo que es: la obra maestra de un gran artista en la cumbre de sus facultades. La visión central del techo de Dios entre las nubes extendiéndose para tocar el dedo de Adán se ha convertido en una de las imágenes más reproducidas de todos los tiempos, y la capilla sigue siendo una de las atracciones más visitadas de Italia.
A finales del siglo XX, el techo fue sometido a una limpieza a fondo para eliminar siglos de residuos de humo y polvo, que habían oscurecido el fresco tras una espesa niebla negra. Se aplicó delicadamente una solución con bastoncillos de algodón y, poco a poco, el antaño vibrante colorido de Miguel Ángel recuperó su antiguo esplendor.