Aunque se ha escrito muy poco acerca de las relaciones entre los partos y los escitas, ambos comparten, no sólo su origen, sino numerosas empresas militares e interacciones sociales, culturales y comerciales. Ambos pueblos vivían como tribus nómadas, montando a caballo, criando ganado y albergándose en carros cubiertos. Las tribus escitas son mencionadas con frecuencia en las fuentes antiguas. Dominaron el Asia Central entre los siglos VII y III a.C., en la zona alrededor del Mar Negro y el Mar Caspio, extendiendo su territorio desde Tracia, al oeste, hasta los montes Altái, en Mongolia, atravesando la estepa central asiática. Pero hacia el 330 a.C., coincidiendo con su declive, los partos tomaron el relevo. Llamados parni, o también escitas, se desplazaron hacia el sur, por el este del Mar Caspio, hasta invadir la provincia de Partia en el Imperio seléucida. Empleando tácticas militares escitas conquistaron Partia y, finalmente, todo el Imperio seléucida. A partir de entonces fueron conocidos como partos.
Alianzas bélicas, conflictos e influencias
Teniendo los mismos orígenes culturales y siendo vecinos, la cooperación militar entre Escitia y Partia se dio como algo natural. Incluso cuando guerreaban, el motivo de disputa era el apoyo escita. Los partos aceptaron pagar a una tropa de escitas para asegurarse el dominio sobre Siria ante el rey seléucida Antíoco VII (138-129 a.C.), pero, impacientes por la espera, se lanzaron al combate y vencieron sin su ayuda. Cuando los escitas, más tarde, reclamaron su paga, los partos rehusaron. Fue el detonante que encendió la chispa de una revuelta escita contra el rey parto Fraates II (132-127 a.C.). El rey perdió la vida, y esto animó a las tribus escitas del este a derrotar y matar a Artabano I (127-124 a.C.). Sin embargo, los escitas acudieron en ayuda de Partia cuando el rey Sinatruces I (75-69 a.C.) ascendió al trono tras un conflicto dinástico. Además, según Dion Casio, los escitas jugaron un papel crucial en el siglo I ayudando al rey Artabano II (12-38/41 d.C.), que era medio escita, a asegurar el reino de Armenia para Partia (57, 26). En suma, como adversarios o como aliados, los partos aprendieron mucho de los escitas.
Los escitas empleaban una gran variedad de armamento. Utilizaban hachas de combate, mazas, lanzas, espadas, escudos y, para protegerse, corazas de escamas y yelmos. Las tácticas escitas combinaban el uso de infantería con su formidable caballería. Su estrategia solía ser de desgaste: permitían que el enemigo se adentrara en territorio amigo, alargando sus líneas de aprovisionamiento, y después tendían emboscadas, con tácticas de ataque-huida. Terminaban aplastando al enemigo con su mejor activo: los arqueros montados a caballo. Así lo hicieron cuando derrotaron a Darío el Grande (552-486 a.C.), ganando con ello la reputación de ser invencibles. Sin embargo, tras su derrota a manos de Filipo II de Macedonia en el año 339 a.C., y después de sucumbir atrapados en el río Jaraxes por su hijo, Alejandro Magno, en el 329 a.C., los escitas perdieron para siempre su reputación.
El declive escita coincidió con el apogeo parto, pero los partos aprendieron valiosas lecciones de los éxitos y fracasos escitas. Empleando las mismas tácticas que los escitas habían usado contra Darío, los partos ganaron una impresionante victoria en la batalla de Carras, contra Roma, en el año 53 a.C. El armamento escita también simplificaba la estrategia. Rara vez confiaban en la infantería y, cuando lo hacían, eran sus aliados quienes aportaban las tropas a pie. Parece que los partos redujeron la variedad de armas escitas, confiando tan sólo en las espadas cortas y largas, la lanza y sus arcos, siempre con caballería.
Los partos también introdujeron mejoras en su principal fuerza de combate: una caballería ágil y el uso eficaz del arco. Aunque los jinetes escitas eran incomparables en su tiempo, Estrabón comenta que sus caballos eran «pequeños y de difícil manejo» (7, 4. 8). Parece ser que los partos criaron mejores razas. Los medos ya eran famosos por sus grandes corceles y por sus pastos, «especialmente aptos para la crianza de caballos» (Estrabón, 11, 13. 7). Cuando Mitrídates I (171-132 a.C.) anexionó Media a sus conquistas en el año 147 a.C., los partos pudieron acceder a estos pastos y a las técnicas de crianza medas.
Una de las innovaciones más significativas de los partos fue el desarrollo del catafracto. Los guerreros a caballo empleaban largas picas para lancear las líneas enemigas; era una táctica que se había empleado esporádicamente, pero el uso de un enorme y veloz caballo, cubierto con una armadura integral, montado por un guerrero armado con lanza y espada larga, era algo completamente nuevo. La caballería pesada, en combinación con la caballería ligera, que iba acosando a los combatientes o persiguiendo a los que huían, se lanzaba contra las filas enemigas a todo galope. Su peso y su ímpetu abrían brechas por donde la caballería ligera hacía llover sus flechas. Finalmente, los partos mejoraron el arco escita. Comparando las evidencias pictográficas, se ve claramente que los arcos partos, en relación con el cuerpo y el caballo, son más largos. Plutarco alude a esta innovación cuando describe los arcos de los partos en la batalla de Carras: «grandes y poderosos, capaces de descargar sus proyectiles con enorme fuerza, de tal manera que desgarran cualquier superficie, dura o blanda» (Craso, 24, 4-5).
Contraste entre gobiernos
La organización comunitaria era vital, tanto para los partos como para los escitas, aunque no se ha subrayado lo bastante su importancia. Una jarra de oro fabricada en el siglo IV a.C., procedente del kurgán de Kul-Oba, en Crimea, muestra a varios soldados haciendo vivac. Dos de ellos, armados con arco y jabalina, parecen conversar acerca de sus futuras hazañas; otro está tensando su arco; otro le saca la muela a un compañero y un tercero está vendando la pierna herida de un amigo. Otro relieve en oro, del mismo kurgán, representa un ritual que debía ser común: dos guerreros beben juntos del mismo cuerno. Según Renate Rolle:
«los dos hermanos de sangre mezclan el vino con su sangre, juntos, y beben la mezcla, alzando el vaso hasta sus labios. Beber juntos era obviamente algo importante; sellaba el vínculo de ambos hasta la muerte, y quizás incluso más allá, en el otro mundo» (El mundo de los escitas, 62).
Estas representaciones nos revelan un estilo de vida que fomentaba la misión compartida y la camaradería entre soldados, donde cada individuo luchaba por sus amigos contra el enemigo común. Esto creaba una tropa unida a toda prueba. Parece ser que los partos llevaron este concepto un paso más allá. Aunque la lealtad entre los soldados escitas era fuerte, la lealtad del grupo se debía a su jefe y a su clan. Del mismo modo, la lealtad de los nobles partos se debía a un único rey. Sin embargo, y para contrarrestar la posible tiranía del rey, los nobles tenían voz y voto a la hora de decidir, y podían decantar la balanza del poder para deponer a un rey a quien considerasen irresponsable o ambicioso en exceso.
Herodoto se refiere a los «reyes» escitas y nombra a algunos de ellos. Pero los escitas, como la mayoría de pueblos tribales, formaban una confederación de jefes y tribus. Aunque un rey supremo pudiera representar a la nación escita ante los nobles, otros subjefes podían emitir su opinión y tenían capacidad decisoria a la hora de emprender acciones.
Militarmente, la desventaja de un gobierno tribal supone una falta de cohesión política y lealtad a una sola causa e identidad nacional. La ventaja para los partos es que no hubo un desmembramiento de tribus entre ellos. Aunque los gobernadores locales y los reyes vasallos gozaban de un grado de autonomía bajo el gobierno parto, existía una única clase dirigente. Sin duda, había conflictos y disputas por ocupar el trono, pero la meta de Partia fue siempre nombrar un rey con el apoyo de los nobles.
Nomadismo escita, arquitectura parta
Quizás la divergencia más notable entre los partos y los escitas se dio en la arquitectura. Esto no significa que los escitas carecieran de formas arquitectónicas que respondieran a sus necesidades. Se cree que eran totalmente nómadas, sin embargo Herodoto menciona dos tipos de escitas: los «reales» y los «rurales». Más allá de practicar una agricultura de subsistencia, algunos, de hecho, vendían o exportaban sus productos. No sólo poseían hogares permanentes, sino que, al funcionar de forma cooperativa, construyeron asentamientos estables. Al norte del Mar Negro, cerca del río Dniéper, Herodoto menciona que había campesinos viviendo en una tierra cuya amplitud tardaba tres días en recorrerse, mientras que su longitud abarcaba once días de camino (Historias, 4, 17-20). La extensión de esta comarca refleja una demanda significativa de productos derivados del cereal. Desde el punto de vista arquitectónico, las estructuras debían requerir de un sistema de almacenes y caminos para transportar el grano.
En cuanto a los escitas reales, además de los túmulos funerarios, llamados kurganes, excavados bajo tierra cuidadosamente apisonada, parece que también contaban con una serie de asentamientos fortificados donde pasaban temporadas relativamente largas. Las dimensiones del terraplén en la fortaleza de Bel’sk, en el valle del río Dniéper en Ucrania, no sólo reflejan el desafío que suponía esta notable superestructura (33 km de circunferencia), sino que indican que este lugar debía ser un próspero centro artesanal y comercial que recibía mercancías desde muy lejos.
Con todo, las fuentes antiguas afirman que los escitas eran mayoritariamente nómadas. Más de una fuente menciona sus casas rodantes. Estos carromatos cubiertos, empujados por parejas de bueyes, podían tener dos o tres habitaciones. Según el rango de sus habitantes, los suelos y paredes podían estar suntuosamente adornados. Agrupados, todos los carromatos de una tribu debían tener la apariencia de una ciudad.
Pero, a medida que los partos abandonaban la estepa, se encontraron con las sociedades urbanizadas, como los griegos y los persas, que alcanzaron grandes logros arquitectónicos. Si tenían que conquistar un imperio de gran riqueza e infraestructuras, tenían que subirse al carro. En Ctesifonte, cerca de Seleucia, a orillas del Tigris, los partos construyeron viviendas para sus tropas, «capaces de alojar a una multitud» (Estrabón 16, 1-16). También erigieron grandes edificios públicos, promoviendo las artes y el comercio. Además de un palacio, que convirtieron en la residencia de invierno del rey, para residir en verano reconstruyeron las murallas y la ciudad de Ecbatana.
En Hatra, los partos protegieron la ciudad con una muralla fortificada de tres millas de longitud. La defensa fue tan efectiva que repelió el ataque del emperador romano Trajano, en el año 171 d.C., y el de Séptimo Severo en los años 193 y 197 d.C. En la ciudad, los partos construyeron un único templo de dimensiones colosales, de 240 m de largo y 210 de ancho. Encontramos una obra de envergadura similar en la fortaleza de última generación en Merv (Antioquía seléucida) con almenas escalonados y torres a intervalos. En Siria, Partia convirtió Dura Europas en su capital provincial y centro administrativo, rodeándola de murallas fortificadas, un palacio, un templo a Mitra, un bazar y una sinagoga judía, algo típico en su propensión a la tolerancia multicultural.
Otros proyectos incluyeron la restauración de antiguas ciudades, como Asur, Uruk y Nemrod, erigiendo mansiones fabulosas y templos con bóvedas de cañón, e incorporando una innovación arquitectónica parta: el pórtico de acceso abovedado y abierto al exterior, llamado iwán. La influencia del iwán parto en la arquitectura de Oriente Medio resuena hasta el día de hoy. Las superficies de los muros de Asur fueron embellecidas con estuco, recubriéndose de diseños florales y geométricos que serían un notable precursor de los diseños adoptados por los artistas musulmanes.
Orígenes culturales: arte, música y atuendo
Mucho de lo que sabemos sobre la cultura escita proviene de los hallazgos en los kurganes, al norte del Mar Negro. Las fuentes antiguas se centran en su carácter nómada y belicoso, pero los ajuares funerarios escitas nos han permitido conocer más acerca de su sofisticada cultura y su vibrante vida social. Aparte de la pericia de los orfebres trabajando el oro, muchas piezas nos cuentan una historia. Un peine es más que un peine: nos muestra una escena de guerreros en combate. Un pectoral o gorguera, hallado en el kurgán de Tolstaya, muestra con exquisito detalle escenas de la vida cotidiana. En su parte superior vemos cómo se ordeña una oveja, dos hombres cosiendo una camisa, otros alimentando terneros y potros. En contraste, la parte inferior representa dramáticas escenas predadoras: felinos atrapando a un ciervo, grifos mordiendo y clavando sus zarpas a un caballo. En la zona alrededor del cuello encontramos imágenes en miniatura de cabras, conejos, perros, saltamontes y pájaros.
Los artefactos hallados en torno al Mar Negro ofrecen instantáneas únicas, y a veces dramáticas, de la moda escita, sus intereses, creencias, hábitos y costumbres. Muchos, al igual que el pectoral de Tolstaya, muestran escenas de predadores; felinos y ciervos recostados son temas recurrentes. El arte escita oscila entre el realismo de una escena en plena acción y la representación abstracta de la realidad, algo afín a nuestros gustos modernos. Un ciervo o un felino podían ser representados con todo detalle o bien estilizados de forma singular.
Los hallazgos del Mar Negro revelan que el atuendo preferido para un pueblo que se desplazaba a caballo en un clima frío eran los pantalones y una túnica. Pero los escitas también eran amantes de la música y la danza. Algunos objetos muestran bailarinas eróticas (captadas en plena acción), balanceándose al son de la música. En el kurgán de Sachnovka, una diadema de oro muestra a un hombre tocando la lira. En el kurgán 5 de Skatovka se encontraron flautas de pan fabricadas con hueso de pájaro. En varias tumbas de Pazyryk se desenterraron tambores de cuerno de buey, y en el kurgán 2 se encontró un sorprendente instrumento parecido a un arpa, con al menos cuatro cuerdas. Barry Cunliffe lo describe como «fabricado con una sola pieza hueca de madera, la parte media cubierta por una caja de resonancia de madera, mientras que las cuerdas se tensaban sobre la parte abierta». Los tonos que debía emitir este instrumento en manos de un hábil músico debían ser impactantes.
Aunque instrumentos como estos debieron distraer a los partos, su divergencia respecto a los estilos artísticos de los escitas tuvo que ver con la influencia de los motivos griegos. A medida que iban conquistando el Imperio seléucida, lo único que recuperaron fue su atuendo de pantalones y túnica, pero con una distinción exagerada. Vestimentas exclusivas de los nobles, los ropajes amplios con múltiples pliegues horizontales hacían furor entre ambos sexos. Para acentuar su rango, los hombres plisaban sus pantalones y los abombaban alrededor de las piernas. Además, acrecentaban el volumen del cabello sujetándolo con una diadema y se recortaban las barbas y el mostacho. Los vestidos representados en algunas estatuas revelan una profusión de bordados con motivos florales y de hojas, cruzados con bandas verticales de botones o monedas de cobre y otros metales preciosos.
Finalmente, un rasgo único que identifica el arte escita es la abundancia de motivos animales comparados con las representaciones humanas. En contraste, los griegos pusieron gran énfasis en el tema humano. Los partos imitaron este énfasis en la figura humana pero, aunque los motivos frontales, donde el sujeto busca comunicarse con el espectador, eran innovadores, su pericia a la hora de conseguir una imagen realista se quedó corta. En cambio, el grado de sofisticación en la manufactura, imaginería, estilo y vibración que alcanzó el arte escita es incomparable.
Orígenes religiosos, raíces escitas
Al igual que todas las culturas antiguas, el culto y el simbolismo de los elementos debió ser parte integral del sistema de creencias escita. En la vasta amplitud de la estepa extendiéndose bajo sus pies, la visión de la tierra fundiéndose con el cielo en el horizonte debió ser un rasgo notable en su día a día. Otro elemento ineludible en la estepa euroasiática es la presencia del sol. Y el fuego. Como arma, protección ante las fieras salvajes, indispensable para la cocina y la metalurgia, el fuego en la antigüedad era esencial y poseía un enorme valor simbólico. Para los escitas y los partos el cielo, la tierra, el sol y el fuego tenían un especial valor religioso.
Herodoto enumera ocho deidades que adoraban los escitas. Además de Hestia y Zeus, conocidos por los escitas como Tabitha y Papeo, estaban Api (la madre tierra), Goetosiro (Apolo) y Argimpasa (Afrodita). Aunque Herodoto omite los nombres escitas, también menciona a Hércules, Ares y Poseidón. Herodoto interpretó las creencias escitas desde la perspectiva del panteón griego. Sin embargo, los escitas no poseían imágenes, altares ni templos. Y los kurganes revelan muy pocos dioses, a veces sólo Argimpasa, la diosa madre. Tal como dice Cunliffe, «Las deidades de rango superior en el panteón no parecen ser antropomorfas; al menos ignoramos si existen representaciones de las mismas» (276). Inicialmente, la religión parta debió consistir en un culto a los elementos del fuego, la tierra, el cielo y el sol. Aunque las doctrinas con las que interactuaron más tarde conservaron la veneración hacia estos elementos, se vieron imbuidas definitivamente de rasgos humanos.
Aparte del panteón griego, los dos sistemas de creencias más ampliamente extendidos en tiempos de los partos eran el zoroastrismo del Imperio persa y el culto a Mitra, que aúna los atributos de muchos dioses en una sola persona. Como la cooperación entre persas y griegos era esencial para el éxito de Partia, los partos coquetearon con las costumbres de ambas naciones, pero una vez alcanzaron su autonomía, empezaron a identificarse con Mitra, que les otorgó una identidad distinta a la de los griegos y persas, aunque facilitando un terreno común entre ambos. Eligiendo a Mitra, los partos pudieron regresar a sus raíces escitas. Finalmente, Mitra era un dios de los elementos, tan importantes para escitas y partos. Además, al igual que ellos, era un dios guerrero a caballo.
En conclusión, como primos y vecinos con raíces culturales comunes, Partia mantuvo la influencia escita, pero al conquistar un imperio tuvo que adoptar cambios. Como cultura, ambos pueblos disfrutaban de una música y danza similares, y aunque los partos adoptaron la vestimenta escita hasta la exageración. Su modesta imitación del arte griego se quedó corta comparada con su exquisito talento en la orfebrería. Pero, en el campo arquitectónico, cuando conquistaron las zonas urbanas y tuvieron que construir a gran escala, la creatividad parta brilló con luz propia mediante un empleo innovador de los motivos circulares, la decoración geométrica y el diseño del iwán. Finalmente, aunque gobernaban de forma diferente (los escitas conservaron sus costumbres tribales, mientras que los partos gobernaron mediante un sistema de rey único y nobles leales), a la hora del combate luchaban de forma similar. A medida que los partos fueron mejorando su caballería y sus armas, todo cuanto habían aprendido de los escitas les permitió conquistar y conservar un imperio durante casi 500 años.