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Según los Hechos de los apóstoles escritos por Lucas, lo último que Jesús hizo antes de ascender corporalmente al cielo fue encargarles a los discípulos que "testimoniaran" acerca de sus enseñanzas. "Discípulo" significa "alumno" y el término derivaba de las diferentes escuelas de filosofía en el mundo antiguo. Había un maestro y sus alumnos recopilaban las enseñanzas y las transmitían. Sin embargo, desde este punto del texto en adelante, el término "discípulo" suele reemplazarse con el de "apóstol". Un "apóstol" (del griego "apostellein" que significa "uno que es enviado") era un heraldo. El término en latín para "apóstol" era "missio", del cual deriva nuestra palabra "misionero".
Los apóstoles fueron enviados con buenas nuevas (evangelion en griego). Esto fue la base para el posterior término anglosajón para "buenas nuevas", gospel, que significa evangelio en español. En términos de la función narrativa, aunque al principio fueron designados como los discípulos de Jesús, cuando la historia los lleva de Jerusalén a otras áreas del Imperio de Oriente, se convierten en apóstoles. Anuncian las buenas nuevas de que la intervención final de Dios en la historia era inminente, la enseñanza fundamental de Jesús.
Los evangelios informan que Jesús llamó a sus discípulos en la manera en que Dios llama a los profetas tradicionales de Israel para sus misiones. Los primeros seguidores eran pescadores de la región del mar de Galilea y solían ser llamados en grupos de dos. La lista tradicional de los 12 discípulos de Jesús incluye a:
Pedro,
Andrés (hermano de Pedro),
Juan (hijo de Zebedeo),
Santiago el Mayor (también llamado Jacobo, hijo de Zebedeo),
Sin embargo, la lista no siempre concuerda. Lucas informa sobre 70 discípulos en parejas y Juan tiene a Nicodemo y a José de Arimatea como seguidores. No obstante, consistentemente se mencionaba a este grupo como "los doce", independientemente de los números y de los diferentes nombres. El número simbolizaba las doce tribus restauradas de Israel. Los profetas habían proclamado que la intervención de Dios restauraría las tribus de Israel (ahora dispersas entre las naciones) y las llevaría de vuelta a la tierra.
TENEMOS EVIDENCIA DE QUE EN LOS 20 AÑOS DESPUÉS DE LA MUERTE DE JESÚS, UN GRUPO QUE INCLUÍA A SANTIAGO, A PEDRO, a juan Y A OTROS ESTABA ASENTADO EN JERUSALÉN.
Marcos, Mateo y Lucas informaron que durante el arresto, los juicios y la crucifixión, todos los discípulos abandonaron a Jesús. Juan fue el único que afirmó que el «discípulo amado» se quedó con Jesús al pie de la cruz. Cristianos posteriores identificaron al «discípulo amado» como Juan. Los evangelios y los Hechos informan que durante las apariciones pos‑Resurrección de Jesús, los discípulos fueron perdonados por su falta de comprensión y abandono. Tenemos evidencia de que en los 20 años después de la muerte de Jesús, un grupo que incluía a Santiago, a Pedro, a Juan y a otros (como se informa en Gálatas 2 y Hechos 15) estaba asentado en Jerusalén.
Tanto en los evangelios según Marcos como en Mateo, el ángel en la tumba vacía les dijo a las mujeres que Jesús se encontraría con los discípulos en Galilea. Lucas y Juan tienen apariciones del resucitado en Jerusalén y en sus alrededores. El final del evangelio de Mateo contiene lo que se considera como la gran comisión:
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:16-20)
Esta no es una forma primitiva de la Trinidad y pudo haber sido añadida a los manuscritos de Mateo sólo después de que el concepto fuera inventado en el siglo IV d.C.
Otra fuente para el motivo de los discípulos se encuentra en Hechos 2. Lucas relata que durante las festividades de Pentecostés, el espíritu de Dios se les apareció a los discípulos como fuego. Los discípulos estaban hablando en arameo, su propio dialecto, pero los judíos de todas partes del mundo conocido los oyeron en su propia lengua. Fue el poder de este espíritu el que les permitió a los discípulos tener éxito en sus enseñanzas, al igual que en la habilidad de hacer milagros.
Nuestras fuentes para las reconstrucciones de la actividad de los misioneros se encuentran en las cartas de Pablo (escritas en torno a las décadas de los 50 y 60 d.C.), los Hechos de los apóstoles (escritos en torno al 95 d.C.) y algunas de las otras cartas del siglo I d.C. Más allá de los escritos cristianos, no tenemos literatura contemporánea de otros judíos ni de personas que no eran cristianas en este período.
La narrativa de los Hechos sigue los parámetros de apertura en este orden: los apóstoles predican en Jerusalén, en toda Judea (en la ciudades de Joppa y Haifa), en Samaria y terminan en los confines del mundo. Los Hechos relatan los viajes de Pablo en la Provincia de Asia (actual Turquía), Siria y Grecia. El libro termina con Pablo en Roma, no era precisamente «los confines del mundo», pero sí el centro absoluto del Imperio romano. Desafortunadamente, si alguno de los discípulos originales escribió algo, esto no ha sobrevivido. El consenso entiende que es muy probable que los pescadores de Galilea no tenían la educación para leer y escribir en griego. Lucas proporciona muchos discursos detallados, de Pedro en particular. Por otro lado, algunos estudiosos sostienen que los discursos lucanos reflejan lo que hubieran sido los típicos discursos de los apóstoles.
Pedro «la Roca»
Sólo en el evangelio según Mateo encontramos la base para tradiciones posteriores que conciernen a Pedro:
Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. (Mateo 16:13-20)
El texto hace un juego de palabras con el nombre Pedro, petra que significa "roca" en griego. Tener el poder sobre «las llaves del reino de los cielos» significaba que Pedro era la fuente suprema de decisión de quién entra en el cielo. La Iglesia católica utiliza este pasaje para reivindicar la descendencia espiritual directa de Pedro al papa. El símbolo de las llaves cruzadas en la tiara papal aparece en esculturas a través de la Ciudad del Vaticano.
Para reconstruir las primeras comunidades cristianas, el consenso de estudiosos está de acuerdo en que este era un mensaje judío y así, los seguidores de Jesús llevaron sus enseñanzas a las sinagogas primero. Durante siglos, los judíos habían establecido comunidades a través del Imperio romano y las sinagogas estaban en el centro de sus vidas religiosas y de comunidad. Sin embargo, los que no eran judíos, también conocidos como gentiles, mostraron un mayor índice de interés que los judíos.
LOS GENTILES PODÍAN UNIRSE A LOS SEGUIDORES DE CRISTO, PERO SoLO SI SEGUÍAN LAS LEYES JUDÍAS DE LA PROHIBICIÓN DEL INCESTO, EVITABAN COMER CARNE CON SANGRE Y CESABAN DE ADORAR A TODOS LOS demás DIOSES.
El interés de los gentiles vino de un grupo que Lucas denominó los que le temen a Dios, personas no judías que estaban atraídas por los valores judíos, la caridad, la ética y las historias. Las sinagogas no eran lugares sagrados (esto sólo se encontraba en el complejo del Templo en Jerusalén) y por eso, su participación no estaba prohibida. Este interés de los gentiles sorprendió a muchos y comenzó el debate sobre cómo incluirlos a ellos. Aquellos que creían que estas personas deberían primero convertirse por completo al judaísmo (observando la circuncisión, las leyes alimentarias y las reglas del Shabat) son catalogados por los estudiosos como judíos‑cristianos. Aquellos que aceptaban a los gentiles como gentiles son catalogados como gentiles‑cristianos.
Gálatas 2 y Hechos 15 describen una reunión que tuvo lugar en Jerusalén para decidir sobre el asunto. Se tomó la decisión de que ellos podían unirse a las asambleas de los seguidores de Cristo, pero sólo si seguían las leyes judías de la prohibición del incesto, evitaban comer carne con sangre y cesaban de adorar a todos los demás dioses (idolatría). Esto llegó a conocerse como Concilio de Jerusalén.
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Pablo, apóstol de los gentiles
El apóstol del que más sabemos es Pablo, un fariseo que se había opuesto a este nuevo grupo. Tuvo una visión de Jesús (en el cielo), que le dijo que fuera «el apóstol de los gentiles».Pablo el Apóstol nunca se encontró con Jesús mientras que estuvo en la tierra, pero afirmó que esta visión lo autorizaba para tener la misma posición que los discípulos originales (como un apóstol). Pablo viajó a muchas ciudades del Imperio romano de Oriente, donde estableció comunidades de creyentes.
Para Pablo, los gentiles entran como gentiles. Los profetas de Israel habían dicho que en los últimos días de la restauración de Dios, algunos gentiles se convertirían y adorarían al Dios de Israel. Esta conversión, afirmó, era una demostración de su arrepentimiento apartándose del gran pecado de idolatría. Las cartas de Pablo indican que él era un judío educado, no solamente estaba muy bien versado en las escrituras, sino también muy bien versado en los conceptos de la enseñanza superior en el Imperio romano impartida por las escuelas de filosofía. Él combinaba ambos saberes en sus argumentos. Debido a la ausencia de cualquier tipo de escritos por parte de los discípulos originales, no podemos establecer si enseñaban utilizando los mismos métodos y argumentos que Pablo.
Aunque en Jerusalén se había tomado una decisión en lo que concierne a los gentiles, aparentemente el debate continuó durante varias décadas. Es uno de los temas principales de las cartas de Pablo, donde suele acusar a falsos profetas que tratan de deshacer lo que él predicaba. No menciona quiénes son estos falsos apóstoles y los estudiosos asumen que este grupo representaba a aquellos que habían formado la primera comunidad en Jerusalén: Pedro, Santiago y Juan (judíos‑cristianos). Según lo admitió el propio Pablo, no por eso se perdió el amor entre este grupo y él. Sarcásticamente él se refería a ellos como los «considerados pilares» de la comunidad (Gálatas 2). Con respecto a la cuestión de la inclusión de los gentiles sigue sin saberse exactamente qué fue lo que cada uno de los apóstoles originales enseñó en sus viajes. Sabemos que para finales del siglo I d.C., los gentiles comenzaron a sobrepasar el número de judíos y sin evidencia escrita tenemos que asumir que los discípulos originales acomodaron su inclusión.
Las cartas de Pablo también revelan los debates y tensiones, internos y externos, en las primeras comunidades. Desde hacía mucho tiempo, los judíos en las ciudades del Imperio habían encontrado un acomodo con sus vecinos. La nueva enseñanza que condenaba la idolatría tenía el potencial de cambiar drásticamente las relaciones con Roma y para finales del siglo I d.C., esto condujo a la persecución oficial de los cristianos. Algunas de las cartas de Pablo están escritas en la cárcel y los Hechos relatan varios momentos en que Pablo estuvo encarcelado por disturbios civiles. En los Hechos, sin embargo, un magistrado romano compasivo siempre pone a Pablo en libertad.
Los sufrimientos de los apóstoles
Todos los evangelios tienen a Jesús prediciendo que sus seguidores sufrirían la persecución por parte de los judíos, así como de las autoridades gobernantes. En los Hechos de los apóstoles tenemos historias de que ellos eran objeto de constantes acosos y arrestos. Lucas afirma que Pedro y Juan fueron arrestados varias veces por el Sanedrín (el Concejo municipal judío) y fueron encarcelados. A esto le seguían sus escapes milagrosos.
Lucas también relató la historia de cómo Herodes Agripa I (reinó del 41 al 44 d.C. como rey de los judíos) decapitó a Santiago, el hermano de Juan. Más tarde, Herodes fue fulminado por un rayo de Dios a causa de su arrogancia al creerse divino. Esta historia de Herodes Agripa también se encuentra en los escritos de Josefo, un historiador judío del Siglo I d.C. Sin embargo, Josefo no menciona la muerte de ningún cristiano. Josefo también relató la muerte de Santiago, el hermano de Jesús, por orden del Sanedrín (62 d.C.), una historia que no aparece en los Hechos de los apóstoles.
Con el tiempo, algunas cartas se hicieron parte del canon bíblico en el Nuevo Testamento y afirman haber sido escritas por los primeros discípulos, 1 y 2 Pedro y 1, 2 y 3 Juan. Las cartas petrinas son presentadas por Pedro el Apóstol y están dirigidas a las comunidades de la Provincia de Asia. Las cartas protestaban en contra de los falsos profetas y exhortaban a la perseverancia en vista de la persecución en el área. Cabe destacar la amonestación de «honrar al emperador» y no causar problemas (1 Pedro 2:17).
Muchos estudiosos cuestionan la autoría y la fecha de las cartas petrinas. El escritor utiliza un nivel de retórica avanzado y filosofía en sus argumentos, lo que no puede acreditársele a un pescador galileo. Igualmente problemático es el hecho de que lo más probable es que la persecución oficial de los cristianos por parte de Roma comenzara bajo el gobierno del emperador Domiciano (reinó del 83 al 95 d.C.) y no durante el tiempo en que vivió Pablo.
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES SIGUEN EL ESTILO Y LA ESTRUCTURA DE LO QUE SE CONOCE COMO LITERATURA GRIEGA ROMÁNTICA.
Hay tres cartas asignadas a Juan, pero la autoría sigue siendo un tema de debate. La tradición sostiene que fueron escritas en Éfeso hacia finales del siglo I d.C. por Juan el Apóstol. Se entiende que este individuo era el «discípulo amado» del cuarto evangelio (y el autor de ese texto), Juan, el hermano de Santiago.
En el siglo II d.C. comenzó a aparecer literatura que completaba los detalles de la actividad de los apóstoles. Muchos de estos textos se titulan Actus apostolorum, lo que significa hechos de los apóstoles. Estos narraban sus viajes, sus enseñanzas, sus milagros y al final, sus muertes. Los hechos siguen el estilo y la estructura de lo que se conoce como literatura griega romántica. Estas novelas eran populares y solían relatar historias de amantes que pasaban por momentos de separación y aventuras, pero que se reconciliaban al final.
Uno de los más elaborados es el Libro de los Hechos de Pedro. La historia sigue sus viajes a través del Imperio romano y sus últimos años en Roma. Da detalles de las supuestas persecuciones de los cristianos por parte de Nerón (reinó del 54 al 68 d.C.) después del incendio en Roma (64 d.C.), una historia que en un primer momento había sido atestiguada solamente por Tácito (en torno a 110-115 d.C.). Los cristianos de Roma exhortaron a Pedro a que huyera y salvara su vida dada su importancia como testigo. Pedro se fue de Roma por la vía Apia, donde vio una visión de Jesús que se le acercaba. Él le preguntó: «Quo vadis, domine?» («¿A dónde vas, señor?») y Jesús le dijo que iba camino a Roma para morir de nuevo. Entonces Pedro supo lo que tenía que hacer, como una expiación por haber negado antes a Jesús. Se dio la vuelta, lo arrestaron y murió en el anfiteatro que Nerón utilizó esa noche para ejecutar a los cristianos. Esta es la fuente de la historia en la que Pedro le pidió a sus verdugos que lo crucificaran con la cabeza hacia abajo, porque él no merecía morir de la misma manera. Así, el arte del Renacimiento representa la muerte de Pedro de este modo. El lugar donde Pedro tuvo su visión está marcado en la vía Apia como una parada de peregrinación.
Durante el siglo II d.C., autores cristianos trataron de definir y explicarle el cristianismo a las autoridades romanas. Sus enseñanzas fueron validadas bajo la premisa de que la información fue transmitida por los apóstoles originales a estos sucesores (obispos) en las ciudades. En el siglo XVII d.C., los escritos de esta segunda generación fueron llamados colectivamente los escritos de los "Padres apostólicos". Estas epístolas o tratados llegaron a ser importantes en la determinación final de lo que se convirtió en la ortodoxia en el siglo IV d.C.
La muerte de los apóstoles
Históricamente no podemos confirmar cómo los apóstoles encontraron sus muertes. Pero en el siglo II d.C., la tradición afirma que todos ellos murieron como mártires. Este concepto está tomado directamente del judaísmo, de la historia de la Revuelta de los macabeos contra el gobierno griego (167 a.C.). Siguiendo las historias de los hermanos en el Libro 1 Macabeos, los cristianos aplicaron la misma lógica a cualquiera que muriera por su fe. La recompensa era ser llevado instantáneamente al cielo.
Para el siglo IV d.C., los cristianos hacían su peregrinación a los lugares tradicionales y a las tumbas de los apóstoles. Se sobrentendía que los apóstoles, ahora en el cielo, podían servir como mediadores entre Dios y los cristianos y se les podían hacer oraciones de petición. Esto llegó a ser conocido como el culto a los santos, donde se afirmaba que todos los apóstoles originales estaban ahora en el cielo. Se crearon historias conocidas como martirologios que daban detalles del arresto, condena y sufrimiento de estos individuos, y muchas de ellas utilizan el patrón del sufrimiento y de la muerte de Jesús, así que se sobrentiende que los discípulos murieron a imitación de Cristo.
Edilsa Sofía es una antigua diplomática y educadora, especialmente interesada en las Artes y los asuntos culturales. Además de otros grados, tiene una maestría en traducción literaria.
Rebecca I. Denova, Ph D. es catedrática emérita de Cristianismo Primitivo en el Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Pittsburgh. En julio de 2021 se publicó su libro de texto titulado «The Origins of Christianity and the New Testament» (Wiley-Blackwell).
Denova, Rebecca. "Los primeros misioneros cristianos."
Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. Última modificación enero 19, 2021.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1658/los-primeros-misioneros-cristianos/.
Estilo MLA
Denova, Rebecca. "Los primeros misioneros cristianos."
Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 19 ene 2021. Web. 24 dic 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Rebecca Denova, publicado el 19 enero 2021. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.