La religión en la América colonial estaba dominada por el cristianismo, aunque también se practicaba el judaísmo en pequeñas comunidades a partir de 1654. Las denominaciones cristianas incluían a anglicanos, bautistas, católicos, congregacionalistas, pietistas alemanes, luteranos, metodistas y cuáqueros, entre otros. La religión estaba plenamente integrada en la vida de los colonos y conformaba su visión del mundo.
Las colonias de Nueva Inglaterra habían sido fundadas por separatistas (anglicanos que abogaban por la separación de la Iglesia anglicana) y puritanos (aquellos que buscaban purificar el anglicanismo de las influencias y prácticas católicas), mientras que las colonias del centro y del sur fueron fundadas por anglicanos, cuáqueros o, en el caso de Maryland, católicos y protestantes no conformistas.
Aunque por lo general existía cierta unidad de visión dentro de las congregaciones y comunidades, las interpretaciones de la Biblia y las prácticas diferían entre un asentamiento o colonia y otro, incluso si ambos afirmaban seguir los preceptos de una determinada denominación. Los puritanos de Boston, por ejemplo, diferían de los separatistas puritanos de la colonia de Plymouth y de los puritanos de Salem, que se comportaban de forma diferente a los de Connecticut, y lo mismo ocurría con los anglicanos de Virginia y los de las Carolinas.
Los judíos y los católicos eran la minoría y se los solía perseguir por su fe, se los acosaba de brujería y culpaba de las malas cosechas y la mala suerte en general. Hacia 1700, las prácticas religiosas de los nativos americanos habían sido condenadas como satánicas y se observaban en secreto o, al menos, no eran ampliamente publicitadas por sus participantes. El ateísmo no se toleraba, y los sistemas de creencias como el deísmo no se desarrollaron hasta el siglo XVIII. El cristianismo protestante entendido como "religión revelada" (basada en las escrituras) fue la fuerza religiosa dominante, que configuró la cultura colonial y, junto con el racionalismo protestante del siglo XVIII, fue parte integrante de la fundación y diversificación de los Estados Unidos de América.
Las colonias de Nueva Inglaterra
Las primeras colonias de Nueva Inglaterra fueron fundadas entre 1620 y 1638 por separatistas y puritanos que buscaban establecer comunidades religiosas en las que pudieran practicar su culto libremente. Ambas sectas habían sido perseguidas en Inglaterra y, una vez establecidas firmemente en Norteamérica, persiguieron a otras. Su pretensión de haber fundado comunidades basadas en la libertad religiosa solo se aplicaba a sus propias creencias, con la excepción de los asentamientos de Rhode Island, que hacían hincapié en la tolerancia religiosa. Las colonias de Nueva Inglaterra hicieron de la religión la prioridad y la vida de sus habitantes giraba en torno a ella. Todas las actividades laborales y de ocio se detenían el sábado por la tarde, cuando los pensamientos se debían dirigir exclusivamente a Dios, y no se reanudaban hasta el domingo por la tarde; el domingo, día de descanso, se pasaba en la iglesia.
Los servicios de la iglesia duraban todo el día con un breve intervalo para el almuerzo, que se ofrecía en una casa de Sabba (también conocida como "casa del mediodía"), una especie de taberna o posada construida cerca de la casa de reuniones específicamente para este fin. La gente no podía volver a sus casas hasta que terminaban los servicios dominicales. Los sermones solían durar entre tres y cinco horas y estaban precedidos por lecturas de la Biblia e himnos cantados sin el acompañamiento de un órgano o cualquier otro instrumento musical. Como mucha gente era analfabeta, un diácono cantaba una línea del himno que la congregación repetía después, por lo que el canto de los himnos ocupaba un tiempo considerable, al igual que la oración.
A lo largo de la semana, los ciudadanos podían usar ropa colorida, y de hecho lo hacían, pero el domingo vestían de negro o de forma sombría, lo que se creía que significaba arrepentimiento y pensamiento santificado. La asistencia a la iglesia era obligatoria, y una vez que se tocaba el tambor (o la trompeta o la caracola o la campana) para los servicios dominicales, se esperaba que todo el mundo acudiera a la casa de reuniones y ocupara los asientos asignados (un diácono o sacristán iba de un lado a otro e inspeccionaba las casas para asegurarse de que todo el mundo, excepto los enfermos, había ido a la iglesia). Los asientos se asignaban según la clase social: los ciudadanos más importantes se sentaban delante y los demás detrás. Ocupar el asiento de otra persona se consideraba una ofensa grave, y se multaba a los infractores, a veces de manera severa. Los hombres y las mujeres se sentaban por separado en algunas iglesias, juntos en otras, y los niños y las niñas estaban separados en la mayoría de los casos. Los niños, considerados más revoltosos, se sentaban en la parte delantera de la iglesia, donde se los podía vigilar de cerca. A los niños que se portaban mal durante la iglesia se los golpeaba públicamente o disciplinaba de alguna manera después.
Colonias Centrales y del Sur
Las Colonias Centrales estuvieron bajo control holandés hasta 1664 y siguieron la política holandesa de tolerancia religiosa y apreciación de la diversidad. Las comunidades judías se establecieron por primera vez en Nueva Ámsterdam (más tarde Nueva York) en 1654 y la vivienda judía más antigua que se conserva en Norteamérica, la Gomez Mill House en Newburgh, Nueva York, data de alrededor de 1714. Aunque ciertamente hubo conflictos religiosos entre las distintas comunidades cristianas de la región, no fueron tan marcados como en Nueva Inglaterra, donde los disidentes eran exiliados y colgados con mucha más frecuencia.
En 1681, el acaudalado cuáquero William Penn (1644-1718) fundó Pensilvania, que acogió a personas de diversas confesiones, así como a nativos americanos de diferentes tribus. A diferencia de otras colonias, Pennsylvania no impuso leyes religiosas estrictas, pero la interpretación cuáquera del cristianismo sí que informaba su código legal, y se esperaba que la gente asistiera a los servicios religiosos semanalmente. Pensilvania fue la primera colonia en condenar la esclavitud y el maltrato a los nativos americanos, y también fue la primera en aprobar una ley que ordenaba la tolerancia religiosa y el respeto mutuo entre los de diferentes creencias.
Las casas de reunión de los cuáqueros, al igual que las de otras confesiones, también se utilizaban para las reuniones del pueblo y la publicación de avisos públicos.
El cepo y la picota (dispositivos de sujeción para el castigo) solían estar situados fuera de la casa de reunión en la plaza del pueblo. Las casas de reunión de Nueva York, Delaware, Nueva Jersey y Pensilvania no se pintaban porque se consideraba una muestra de vanidad. Eran de madera o piedra con papel aceitado en las ventanas y, posteriormente, con cristales clavados en los alféizares. El interior de la casa de reuniones era oscuro, con bancos en el centro y a lo largo de las paredes y, si la comunidad se lo podía permitir, una galería en la parte de atrás, a la que se accedía por una escalera fija o móvil, debajo de donde se sentaban las clases más bajas: los esclavos africanos y los nativos americanos.
Las iglesias reformadas holandesas de Nueva York tenían una campana suspendida de un árbol delante o encima de la puerta que se hacía sonar para atraer a la gente a los servicios, mientras que otras religiones disparaban un arma, tenían una persona designada para soplar una caracola o hacían sonar un tambor. Una vez que se daba la señal, como en las iglesias de Nueva Inglaterra, se esperaba que la gente acudiera sin importar la estación o el estado del tiempo. La académica Alice Morse Earle comenta:
Las iglesias no tenían calefacción. Pocas tenían estufas hasta mediados del siglo [XIX]. El frío de los edificios húmedos, sin calefacción desde el otoño hasta la primavera, cerrados y oscuros durante toda la semana, era difícil de soportar para todos. En algunas de las primeras casas de reunión construidas con troncos, se clavaban bolsas de pieles de lobo en los asientos donde los que asistían en invierno a la iglesia metían los pies. También se permitía que los perros entraran a la casa de reuniones y se tumbaran a los pies de su amo. Se designaban azotadores o peladores de perros para controlarlos y expulsarlos cuando se volvían revoltosos o insoportables. (347)
También se clavaban pieles de lobo en las paredes de las casas de reunión o de las iglesias para aislarlas, y tanto los hombres como las mujeres llevaban manguitos a la iglesia para mantener las manos calientes. Las mujeres también llevaban cocinas de pie (pequeños recipientes de metal sobre plataformas de madera llenas de carbón del fuego familiar) para calentarse los pies.
Estas consideraciones sobre el calor y la comodidad también se observaban en las colonias del sur, aunque no en la misma medida. La colonia de Jamestown, en Virginia, fundada en 1607, celebró sus primeras reuniones eclesiásticas en el fuerte antes de poder permitirse construir una casa de reuniones. La asistencia a la iglesia se imponía de forma tan estricta en Virginia como en Nueva Inglaterra.
Los Cavaliers de Virginia eran un grupo de "guardianes del domingo" autoproclamados que hacían cumplir las normas relativas a la conducta de la gente los domingos. No se debía trabajar, ni realizar ningún tipo de comercio, ni actividades de ocio, y se debía permanecer en la iglesia todo el día (salvo por la pausa permitida para comer). Cuando Sir Thomas Dale (c. 1560-1619) llegó en 1611 y estableció sus estrictas leyes de disciplina y gobierno para la colonia, también declaró que la falta de asistencia a la iglesia se debía castigar con la muerte, aunque esta política nunca se aplicó. La Iglesia anglicana dominaba en Virginia y a menudo se perseguía a las sectas disidentes. Después de 1750, cuando una gran cantidad de bautistas emigró a la región, con frecuencia se los arrestó, acosó, golpeó e invitó a irse a otro lugar.
Maryland se fundó inicialmente como un refugio para los católicos romanos que iban la misa los domingos, pero no durante todo el día. Los colonos protestantes que emigraron desde Nueva Inglaterra y las Colonias Centrales acabaron por destituir a los magistrados católicos, deportar a los jesuitas y otros sacerdotes católicos y rehacer la colonia a su imagen y semejanza entre 1644 y 1646, tras lo cual dominó el protestantismo anglicano.
Las colonias de Carolina, y más tarde Georgia, eran más diversas desde el punto de vista religioso, con una gran comunidad bautista en Georgia. Aunque los anglicanos no eran mayoría, a menudo eran el credo que ocupaba puestos de poder. Al igual que en las otras colonias, la religión orientaban la vida cotidiana, pero los rituales que hoy se asocian a la práctica religiosa (como las bodas y los funerales) no estaban inicialmente vinculados a una iglesia determinada, sino que podían ser asuntos civiles.
Matrimonios y funerales
Los matrimonios, como cualquier otro aspecto de la vida, se realizaban de forma diferente según la región o la colonia. El erudito David Freeman Hawke señala:
El matrimonio, que en Inglaterra era una ceremonia estandarizada y controlada por la Iglesia anglicana, adoptó una gran variedad de formas en América. Los pasos que conducían a él seguían siendo bastante constantes (negociaciones entre los padres o tutores sobre la dote, seguidas de un compromiso, como se llamaría más tarde), pero la ceremonia en sí difería mucho. Los holandeses y los alemanes de Pensilvania la celebraban en su lengua materna. Los cuáqueros la celebraban en sus casas de reunión, donde, para asombro de los extraños, una pareja sin el beneficio del clero o de cualquier autoridad secular se casaba con votos a menudo de su propia invención. En el Sur, el rito anglicano incluido en el Libro de Oración Común permaneció intacto, pero el gobierno local se interpuso en lo que antes había sido dominio exclusivo de la iglesia. (92)
Los matrimonios en Nueva Inglaterra podían ser oficiados por cualquier varón mayor de 21 años que estuviera en regla con la comunidad, mientras que en las Colonias Centrales una pareja podía ser casada por una autoridad civil o religiosa y, como en Nueva Inglaterra, el matrimonio no se consideraba un acontecimiento importante. Se consideraba natural que la gente se casara y, en algunos casos, las parejas vivían juntas sin celebrar ningún tipo de ceremonia formal, aunque esto se consideraba un comportamiento escandaloso.
Los funerales estaban más estandarizados y siempre eran presididos por un clérigo religioso de la confesión a la que perteneciera el difunto. Las mujeres de la familia preparaban el cadáver para enterrarlo en el hogar y luego lo enterraban en una parcela de la propiedad familiar, en el cementerio del pueblo o, eventualmente, en el cementerio de la iglesia o casa de reuniones. Las primeras lápidas eran simples losas de piedra colocadas al pie de la tumba para evitar que el espíritu del difunto (o el propio cadáver) saliera. Esto se basaba en la creencia cristiana de que Dios resucitaría a los muertos en el Juicio Final y el espíritu de uno podría reanimar un cadáver; se temía que algunos espíritus no quisieran esperar y se levantaran antes y quisieran volver a casa. Con el tiempo, las lápidas evolucionaron, conservaron para el mismo propósito, pero ahora eran monumentos con inscripciones ornamentales que honraban al difunto y se colocaban en la cabecera, donde el espíritu podría verlo y apreciarlo y descansar fácilmente.
Los funerales siguieron esta misma progresión de lo simple a lo complejo. Al principio, un funeral era un asunto semiprivado de la familia y los amigos cercanos, pero con el tiempo se convirtió en un evento social al que se invitaba a los vecinos a presentar sus últimos respetos y luego a unirse a una comida comunitaria. Hawke comenta:
La comida que antes era modesta, después del servicio, se convirtió en un festín. Los acomodados, e incluso los que no podían permitírselo, repartían costosos regalos a los asistentes: bufandas, guantes e incluso anillos de oro. Como señala John C. Miller, "los funerales tendían a convertirse en una oportunidad para la exhibición conspicua de la riqueza, incluso más que el dolor". (93-94)
El funeral era uno de los pocos rituales fuera del servicio dominical fomentados por los puritanos de Nueva Inglaterra, que seguían este mismo modelo de fiestas comunales, a menudo bastante fastuosas, tras el entierro. El servicio fúnebre, que antes era sencillo y en el que un ministro podía decir unas palabras sobre la tumba, también evolucionó hasta convertirse en un asunto elaborado en el que la familia pagaba a un ministro para que diera un sermón completo y un panegírico por el difunto. Esto se consideraba un aspecto necesario del entierro para garantizar que el difunto descansara en paz y no volviera a atormentar a los vivos.
Supersticiones y esclavitud
Las creencias que hoy se consideran supersticiones eran entendidas por los colonos como simples hechos de la vida. Los fantasmas eran una parte aceptada del mundo natural, al igual que las brujas, los demonios, los ángeles y otros espíritus. Como la Biblia se consideraba la palabra inerrante de Dios, y dejaba claro que tales entidades existían, negar su existencia implicaba cuestionar la autoridad de la Biblia. Se pensaba que Dios proporcionaba señales y presagios para ayudar a las personas a comprender mejor el mundo visible e invisible que les rodeaba.
Los truenos en los funerales, por ejemplo, se consideraban un buen augurio solo si sonaban después de concluido el ritual; se interpretaban como una señal de que el espíritu del difunto había llegado al cielo. Sin embargo, si el trueno sonaba durante el funeral, se pensaba que el espíritu había sido enviado al infierno. En este caso, el juicio se había hecho de acuerdo con la justicia y la misericordia divinas, y no había nada que hacer, pero se podía alejar la mala suerte de forma habitual en otras circunstancias llevando amuletos, talismanes, recitando el Padre Nuestro con regularidad y tomando otras precauciones para complacer a Dios y evitar la atención del diablo.
Entre ellas, se aceptaba la esclavitud como parte del plan de Dios. Además de fomentar la creencia en entidades sobrenaturales, la Biblia también apoyaba la esclavitud a través de las narraciones del Antiguo Testamento y las epístolas del Nuevo Testamento, especialmente la conocida frase "Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenales" de Efesios 6:5 y la historia del esclavo Onésimo en el Libro de Filemón, que regresa a su amo de buena gana.
Los que se oponían a la práctica de la esclavitud eran considerados de la misma manera que los disidentes religiosos minoritarios: alborotadores que carecían de una verdadera comprensión de la palabra de Dios y de la visión cristiana. A excepción de la provincia de Pensilvania, que condenaba la práctica, la esclavitud era un aspecto aceptado de la vida en todas las colonias y se toleraba, y a veces se abrazaba, incluso en Pensilvania. Los colonos blancos esclavizaron regularmente a los africanos y a los nativos americanos desde aproximadamente 1640 en Virginia hasta el final de la Guerra de Secesión en 1865.
Enseñar a un esclavo a leer (incluso a leer la Biblia) iba en contra de la ley en muchas colonias, especialmente en el sur, ya que se pensaba que iba en contra del plan de Dios. Se consideraba que un esclavo educado era peligroso porque podía provocar una insurrección, pero también se pensaba que ponía en peligro su propia alma al seguir un camino (como la educación) que Dios le había negado.
Conclusión
Independientemente de las diferencias que los colonos y sus diversas congregaciones tenían entre sí, estaban de acuerdo con la frase del Eclesiastés 5:2: "Dios está en el cielo y vosotros en la tierra; por tanto, que vuestras palabras sean pocas", en el sentido de que Dios era una realidad, los seres humanos estaban sujetos a la voluntad de Dios revelada en la Biblia, y el individuo no tenía derecho a cuestionar la autoridad y la inerrancia de la Biblia. Esa autoridad, sin embargo, estaba definida por la denominación cristiana mayoritaria y, a menos que uno fuera ahorcado o ejecutado por disentir, podía abandonar la colonia y formar la suya propia basada en una interpretación diferente de la Biblia.
La Colonia de la Bahía de Massachusetts inspiró la colonización de las actuales Rhode Island, Connecticut y New Hampshire al exiliar a los disidentes, pero entre 1659 y 1661, ahorcó a los cuáqueros (conocidos como los Mártires de Boston) por difundir creencias disidentes. Los habitantes de las colonias centrales que se oponían a la diversidad religiosa solían emigrar a las colonias del sur, especialmente a Maryland y Virginia, donde el anglicanismo estaba firmemente establecido hacia 1700.
La diversidad religiosa en América y los conflictos que la acompañan continuaron a lo largo del siglo XVIII, pero tras el Gran Despertar de las décadas de 1730 y 1740 (un movimiento de avivamiento espiritual que fomentaba una relación personal con Dios), el racionalismo protestante se impuso entre las clases altas, lo que acabó influyendo en las inferiores. Los Padres Fundadores adoptaron el concepto de religión natural (la existencia de Dios puesta de manifiesto a través del mundo natural) frente al de religión revelada (la voluntad de Dios revelada a través de las Escrituras).
Los filósofos racionalistas empezaron a ejercer una mayor influencia sobre la cultura colonial, lo que condujo al rechazo de creencias firmemente arraigadas en el pasado, como el derecho divino de los reyes y otras formas de autoridad ordenada por Dios. Aunque la religión revelada siguió siendo una constante en la cultura estadounidense, la religión natural y el racionalismo protestante fomentaron el movimiento que finalmente condujo a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783) y al establecimiento de los Estados Unidos de América.