El filósofo estoico Epicteto (hacia el año 50-130 d.C.), siguiendo el ejemplo de Sócrates, no dejó por escrito ninguna de sus enseñanzas, prefirió impartir su sabiduría a sus alumnos a través de debates en clase. Su alumno Arriano recopiló y editó las conferencias y debates a los que asistía en ocho libros, de los que se conservan cuatro, y destiló el pensamiento de su maestro en el Enchiridion ("Libro de instrucciones"), donde afirma que la filosofía es una forma de vida y no una mera disciplina académica, concepto que amplía en su otra obra, los Discursos. Aunque nació esclavo, Epicteto obtuvo la libertad y enseñó tanto en Roma como en Grecia. Aprendió la filosofía estóica primero de su maestro y desarrolló las ideas fundamentales en una filosofía que, según él, podía liberar a uno de la esclavitud de las circunstancias.
Epicteto se centraba en la responsabilidad del individuo para vivir la mejor vida posible mediante el autocontrol y el reconocimiento de una fuerza en el universo que denominaba logos. Insistía en que los seres humanos siempre tienen libertad de elección, aunque esa elección pueda estar limitada por el funcionamiento natural de este logos. El logos (en griego, "palabra", pero también con un significado más amplio de "transmitir el pensamiento") era una fuerza eterna que se movía a través de todas las cosas y las personas, que creaba y guiaba el funcionamiento del universo y que siempre había existido.
En muchas traducciones de las obras de Epicteto, el logos suele aparecer como Dios. El investigador Gregory Hays señala:
El logos se da tanto en los individuos como en el universo en su conjunto. En los individuos es la facultad de la razón. En el plano cósmico es el principio racional que rige la organización del universo. En este sentido es sinónimo de "naturaleza", "Providencia" o "Dios" (cuando el autor del Evangelio de Juan nos dice que "el Verbo" (logos) estaba con Dios y debe identificarse con Dios, está tomando prestada la terminología estoica. (xix)
Este logos , entonces, llegó a ser sinónimo de la comprensión monoteísta judeocristiana de Dios, aunque Epicteto jamás consideró los trabajos aparentemente "misteriosos" de la Mente Universal como tales. El logos era la fuerza natural, siempre presente, de la vida que podía ser aprehendida y comprendida a través de la razón, no a través de la fe en las buenas intenciones subyacentes e invisibles de una deidad benévola.
Debido al funcionamiento natural de este logos, el individuo tenía una elección limitada (no podía "elegir" desafiar las leyes inmutables de la existencia), pero seguía teniendo poder sobre cómo interpretar las circunstancias externas y cómo responder a ellas. Como dice el Enchiridion:
Los hombres se perturban no por las cosas que suceden, sino por las opiniones sobre las cosas: por ejemplo, la muerte no es nada terrible, pues si lo fuera se lo habría parecido a Sócrates; pues lo terrible es la opinión sobre la muerte, que es terrible. (V)
La forma en que elegimos interpretar las circunstancias externas, y no las circunstancias en sí mismas, es lo que nos lleva a disfrutar de una buena vida o a sufrir una mala. El inmenso poder, y la responsabilidad, de la elección personal y el libre albedrío estaban en el corazón del estoicismo de Epicteto, al tiempo que reconocía que había muchas cosas en la vida que simplemente estaban fuera de nuestro control. Hays señala:
Los estoicos [definieron] el libre albedrío como una acomodación voluntaria a lo que es en todo caso inevitable. Según esta teoría, el hombre es como un perro atado a un carro en movimiento: si el perro se niega a correr con el carro, le arrastrará, pero la elección sigue siendo suya: correr o ser arrastrado. Del mismo modo, el ser humano es responsable de sus elecciones y acciones, aunque éstas hayan sido anticipadas por el logos y formen parte de su plan. (xix-xx)
Aunque puede ser tentador para un lector moderno interpretar este "plan" como sinónimo de una comprensión religiosa moderna del "Plan de Dios" que debe ser aceptado por fe (no necesariamente entendido), ese no era el significado de Epicteto.
El `plan' del logos era el mantenimiento racional, natural, del mundo que incluye, para los seres humanos, el envejecimiento, la enfermedad, la decepción y la muerte. Estas cosas, que los humanos definen como "malas" o "trágicas", son, para el logos, simplemente una parte de la experiencia humana. El logos no envía "pruebas" a las personas ni, según Epicteto, ninguno de los aspectos de la vida humana que se consideran negativos es otra cosa que natural y normal.
Debido a la constitución biológica del ser humano, éste estará sujeto a la edad, la enfermedad y la muerte y, debido a la constitución psicológica, el ser humano experimentará decepción cuando no se cumplan las expectativas. Un aspecto importante del fundamento del estoicismo es la afirmación de Heráclito de que "la vida es un flujo", todo está en constante cambo, y por eso la decepción que se experimenta hoy no puede durar hasta mañana, a menos que la persona que se ha decepcionado elija que así sea. El ser humano crea sus propias realidades cuando pierde de vista el funcionamiento racional del logos.
Epicteto afirma que el camino para liberarse del sufrimiento pasa por aceptar el orden natural de la vida y reconocer que, siendo las cosas como son, los seres humanos experimentarán a menudo circunstancias que les resultarán desagradables. Por tanto, según el logos, la aceptación de la condición humana es el primer paso para liberarse de la expectativa de que la vida sea diferente de lo que debe ser. El segundo paso en la liberación es el autocontrol de las impresiones e interpretaciones que hacemos a diario.
Nuestras vidas pueden estar sujetas a cambios constantes, pero en última instancia somos responsables de cómo interpretamos y respondemos a esos cambios. Al aceptar la responsabilidad de la forma en que vemos el mundo, y cómo esa visión afecta a nuestro comportamiento, nos liberamos de las circunstancias externas para convertirnos en nuestros propios dueños y dejar de ser esclavos del tiempo y el azar.