El dinero puede adoptar muchas formas, desde el código digital de la criptomoneda hasta las cabelleras de pájaros carpinteros que se utilizaban en la California primitiva. También se ha utilizado el ganado, las semillas de cacao, las conchas de cauri, la goma de mascar, el grano y las piedras gigantes como dinero. Las primeras culturas se aficionaron especialmente a los metales, sobre todo a la plata, el oro y el electro (una aleación de los dos). Estos mantenían su valor (a diferencia de una vaca muerta), eran fáciles de transportar (a diferencia de una piedra gigante) y se podían pesar en cantidades exactas y en fracciones (a diferencia de una cabellera de pájaro carpintero). El único problema con los metales es el peso, ya que agrega tiempo a cada transacción, lo que lo hace menos conveniente y aumenta los costos de hacer negocios con lingote. Tenía que haber una mejor manera y los antiguos lidios la inventaron.
Los lidios inventan la acuñación
Aproximadamente en el año 630 a. C., alguien en el reino anatolio de Lidia estampó una pieza de metal precioso con algo parecido a un anillo de sello. Uno de los resultados de este sencillo acto era que aumentaba la confianza en el peso y la pureza de la pieza cuando se la usaba luego en el mercado. Este procedimiento no modificaba en absoluto el valor intrínseco de la mercancía, pero simplificaba el intercambio del lingote para cualquiera dispuesto a aceptar la garantía del sello prima facie en lugar de volver a pesar y probar la pieza cada vez que se la comercializaba. Los comerciantes podían dejar de lado las engorrosas balanzas, pesas y piedras de toque y acelerar las transacciones contando, y no pesando, esta nueva forma de moneda. Los griegos rápidamente adoptaron esta tecnología lidia y llamaron nomismata a las monedas porque funcionaban como dinero en virtud de una convención aceptada (nomos).
Es probable que la aceptación creciera gradualmente. Es posible que la primera vez que un sujeto apareció en un mercado lidio con piezas de electro estampadas, muchos de sus vecinos no las hayan notado o no les hayan prestado atención. El metal iba al platillo de la balanza con otros lingotes para pagar una deuda o comprar un cordero. Nada diferenciaba las piezas estampadas de las no estampadas hasta que la gente pudo acordar, a través de la costumbre (nomos), que el mensaje troquelado en el metal tenía un significado especial. En ese momento, el objeto reunió los tres elementos esenciales de una moneda, según estableció posteriormente Isidoro de Sevilla en el siglo VII d. C.: metal, peso y diseño aceptables. En un principio las estampas eran algo rudimentario, con mensajes en griego o lidio que decían «Yo soy el sello de Phanes» o «Yo soy [el sello] de Kukas».
Sin embargo, se debe tener presente que los pueblos de la antigüedad atribuían mayor formalidad a un sello que nosotros a una firma; el sello encarnaba todo el poder y el prestigio de la persona asociada con él. Podríamos comparar esto con un documento cuyas firmas tienen certificación notarial y no las meras firmas. Estas leyendas acompañaban diversas imágenes que iban desde un león a un ciervo, labradas en el metal con un troquel endurecido. Personas tales como Phanes y Kukas (quizás uno haya sido un comandante militar y el otro un rey) avalaron la calidad y la cantidad de sus lingotes estampados. Su relación previa con el metal facilitó la realización de transacciones comerciales con él. Para hacer esta innovación aún más conveniente, las monedas fueron acuñadas en siete denominaciones llegando hasta una fracción mínima (1/192) de un estatero, con un peso de menos de un décimo de un gramo (0,004 oz). Este hecho sugiere un alto grado de monetización basada en monedas que se ajustaba a pagos grandes y pequeños en toda la economía lidia.
La acuñación a cargo del Estado y el rey Creso
Lo que pudo haber comenzado como una serie de actos privados asumió mayor y mayor trascendencia pública hasta convertirse en un monopolio del Estado. Los gobernantes lidios acuñaron más y más monedas y, lo que es igual de importante, impusieron su uso mediante decretos reales. Los expertos suelen denominar a estas primeras monedas reales «creseidas» en honor al rey Creso, que gobernó Lidia entre aproximadamente 561 y 546 a. C. La innovación se propagó rápidamente, probablemente fomentada por las demandas de los mercenarios griegos de un pago en dinero que se pudiera gastar o almacenar fácil y rápidamente sin perder su valor. Esto explica por qué los persas adoptaron la acuñación de monedas en aquellas zonas del imperio donde reclutaban y colocaban soldados mercenarios.
La acuñación de monedas se afianzó más lentamente en otras regiones del Mediterráneo, aun en aquellas que tenían actividad comercial tales como Egipto, Fenicia, Cartago y Etruria. Los romanos no emitieron una moneda de plata estable sino hasta finales del siglo III a. C. El comercio no creó las monedas, ni las monedas crearon el comercio: hicieron camino juntos. Asimismo, las monedas no fueron la causa de guerras, tiranías, imperios ni esclavitud; pero al igual que el arte, la poesía y la historia, la acuñación de monedas siempre estuvo presente.
Mensajes en las monedas
Los antiguos pronto se percataron que el mensaje de validación impreso en un lado de una moneda (el anverso) se podía aumentar con troquelado de un diseño adicional sobre el otro lado (el reverso). Este primer paso duplicó el poder comunicativo de la acuñación de monedas mediante la colocación de mensajes salientes en ambas caras. En el cuento clásico de Mark Twain Un yanqui en la corte del rey Arturo se puede encontrar una analogía: los caballeros errantes usan su armadura como vallas publicitarias multiuso para divulgar mensajes de servicio público por todas partes. Esa noción aparece de manera doble en un dólar estadounidense de plata que muestra a uno de los caballeros de Twain en el reverso. Hoy podríamos pensar, en cambio, en los camiones de reparto modernos que realizan sus tareas diarias en el mercado. Ya que viajan de todos modos, transportando leche o cuadrillas de plomeros, ¿por qué no emplearlos también como anuncios móviles?
El mensaje sobre el metal hizo de las monedas algo radicalmente nuevo: historia en el exterior con dinero en el medio. Una vez que los estados asumieron la responsabilidad de acuñar monedas, cada uno experimentó con este nuevo medio. En general, los griegos colocaron la imagen de una deidad patrona, héroe, animal o criatura mitológica en sus monedas, por ejemplo, a Hércules estrangulando a un león para las acuñaciones de Heraclea, una ciudad nombrada en su honor. También se podían publicitar productos regionales significativos y leyendas, tales como la planta medicinal silfio de Cirene, o el héroe epónimo de Tarento, Taras, montando un delfín. Las monedas podían portar con orgullo el nombre del rey o de la ciudad emisora, frecuentemente abreviado y algunas veces con las iniciales o el monograma de un funcionario de la casa de moneda local. Era poco usual que el artista que tallaba los troqueles firmara su trabajo; el talentoso Euainetos, responsable de las exquisitas monedas de carrera de carruajes de Sicilia, era una excepción. Algunos diseños famosos dieron sus nombres a las monedas mismas, tales como los «búhos» de Atenas y los «arqueros»de la Persia aqueménida, del mismo modo que hoy en día hablamos de los «benjamines» en Estados Unidos de América, los «loonies» en Canadá y los «kiwis» en Nueva Zelanda. Plutarco, el escritor del siglo II d. C., todavía sabía que todos, incluso ya en el siglo V a. C., los espartanos llamaban «búhos» a las monedas atenienses.
La mayor parte de la moneda griega se hacía más bonita de lo necesario para uso comercial. En lenguaje moderno, se empaquetaba de forma creativa para complacer al consumidor y promocionar el producto. Esto llevó a los mercados de todo el mundo antiguo una muestra constante de habilidades artísticas. Los trozos medidos del metal negociado se transformaban en obras maestras en miniatura. Cada troquel se tallaba a mano y cada moneda se acuñaba a mano; la fabricación de moneda con maquinaria no surgiría hasta el siglo XVII. El altorrelieve de las monedas griegas antiguas, a diferencia de la planitud característica de muchas monedas modernas, les dio una extraordinaria calidad escultórica que los grandes artistas podían explotar. Las monedas modernas (con raras excepciones), aunque se pueden apilar con facilidad, no se pueden comparar con sus predecesoras griegas como arte tridimensional.
El espíritu competitivo de los griegos se expresa mejor lo atlético, lo militar, lo político y lo arquitectónico, pero la fabricación de monedas sobresale también por la calidad y el mensaje. Por ejemplo, muchas ciudades compitieron para ser reconocidas como la cuna de Homero mediante la representación del poeta en sus monedas.
Otras buscaron establecer su conexión con uno de los héroes homéricos. La ciudad macedonia de Enea usaba las monedas para ilustrar la fuga de Eneas y su familia de Troya. El diseño luego se retomó en las monedas de propaganda de Julio César, que promocionaba su ascendencia del héroe troyano Eneas, hijo de Venus y de Anquises, para ennoblecer los orígenes de su familia. La pequeña ciudad de Maronea era famosa porque su héroe epónimo, Marón, le había dado a Odiseo el vino que embriagó al peligroso cíclope Polifemo, por lo que las monedas de sus ciudadanos portaban con orgullo un racimo de uvas.