Los practicantes actuales del judaísmo y el cristianismo acuden a la Biblia para buscar historias acerca de las mujeres y sus roles en la religión y la sociedad antiguas. Es importante tener en cuenta que esas historias fueron escritas por hombres. La perspectiva masculina ofrece poca información acerca de los pensamientos y sentimientos reales de las mujeres.
Muchas de esas historias incluyen antiguos prejuicios en contra de las mujeres. Sin embargo, existe un rango amplio de puntos de vista, positivos y negativos. Cada historia tiene un contexto, tanto histórico como literario, que influye en la interpretación. En su mayor parte, las historias de mujeres se contraponen para criticar el comportamiento de los hombres de maneras algo sorprendentes.
La construcción social del género
El sexo físico de las personas está definido por las diferencias biológicas notadas al nacer. El género es una construcción social, determinada por los códigos de comportamiento. Todas las sociedades antiguas tenían sus códigos legales al respecto, que se decía que habían sido establecidos por los dioses. El tema dominante en la construcción del género era la fertilidad; sin la fertilidad de los rebaños, los cultivos, y especialmente la gente, el grupo no sobrevive. En consecuencia, los poderes divinos se representaban por parejas en las que cada dios tenía una diosa como consorte. En imitación de los cielos, la unidad social básica en el mundo antiguo era la familia. Cada miembro de la familia tenía deberes religiosos y sociales que contribuían a la supervivencia.
Los historiadores describen las culturas antiguas como patriarcales o matriarcales. El patriarcado es un sistema regido por hombres y la descendencia se traza a través de la progenie masculina. Un matriarcado postula un sistema que sigue el linaje de la madre. Sin embargo, no son categorías definidas, puesto que había superposición entre los sistemas. Por ejemplo, los hombres también rendían culto a las diosas de la fertilidad.
La mujer como propiedad
La manera más simple de entender los roles sociales de mujeres y hombres en las Escrituras Judías es a través de las analogías de la propiedad o las leyes contractuales. A su nacimiento, una mujer era propiedad de su padre, a quien correspondía gestionar un contrato de matrimonio para ella. Después se la entregaba a su marido, con el detalle de los bienes transferidos como dote. También había contratos de compromiso. La pubertad se entendía como la edad en que los niños y las niñas estaban listos para pasar al mundo adulto y criar hijos. Las mujeres se casaban a una edad de entre 12 y 16 años, mientras que los niños recibían entrenamiento militar en su adolescencia. La edad del matrimonio para los varones variaba según la cultura, y podía estar entre los 18 y los 30 años de edad. Esta diferencia de edad explica la abundancia de historias sobre viudas en la Biblia.
Al igual que hoy en día, algunos matrimonios no resultaban. En ese caso, se necesitaba un nuevo contrato para deshacer en contrato original, uno de divorcio. Entre las razones para el divorcio estaban la infertilidad y la renegociación de la pareja matrimonial en vista de cambios en la política dinástica. La mayoría de las culturas antiguas establecían duros castigos para el adulterio. El adulterio significaba una vulneración de la propiedad de otro hombre. En una época en que no existía la prueba de ADN, había que estar seguro de la paternidad para mantener el linaje legítimo. Esto obligaba a defender y proteger a las mujeres de la acción de otros hombres. En consecuencia, las mujeres tenían que llevar velo en público para disuadir las miradas de otros hombres.
En gran parte las escrituras judías incorporaron los roles del género dominantes en la sociedad antigua, inlcuidos los detalles concernientes al matrimonio y el divorcio en la Ley Mosaica. Entre los fundadores de la nación de Israel se nombran tanto matriarcas como patriarcas. Así, con frecuencia aparecen por parejas: Adán y Eva, Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob y Lea y Raquel (sus dos esposas) . El primer mandamiento de Dios en el Génesis fue "Creced y multiplicaos" (Génesis 1:22).
Tipología de las mujeres bíblicas
La tipología se refiere a las clasificaciones, ya sea de gente o de eventos, que a menudo sirven como tropos, o uso figurativo o metafórico de una palabra o expresión. Un tipo popular es el de la mujer estéril. Muchas de las mujeres de la Biblia tienen ese problema, ya sea por su edad (Sara) o por infertilidad (Raquel). La esterilidad no era un pecado. A todas estas historias les sigue el recurso del antitipo, una inversión de las expectativas estereotipadas. La reversión comienza con la historia de la anunciación, cuando Dios o un ángel revela que la mujer quedará embarazada gracias a la intervención divina. El anuncio sigue un patrón: nacerá un hijo (siempre es un hijo), a quien Dios levantará sobre el pueblo para ayudar a cumplir con las promesas divinas hechas por Dios. La narrativa usa conflictos y resoluciones que mantienen la tensión del argumento. Cuando Dios le promete a Abraham que será el padre de una gran nación (“Y haré de ti una nación grande” [Génesis 12:2]) Abraham es viejo y Sara es estéril. El cumplimiento de esta promesa ocupa la mayor parte de la trama en la primera mitad del Génesis.
En el caso de una esposa anciana o infértil, la ley judía de ese momento permitía tomar una segunda esposa. Las traducciones antiguas usaban a menudo la palabra "concubina", pero un segundo matrimonio legal. Este era el equivalente antiguo de la moderna madre de alquiler. Por ley, el fruto de esta unión pertenecía al padre y a la primera esposa. Sara le dijo a Abraham "ve y acuéstate con mi esclava Agar" (Génesis 16:2). Esto no era adulterio; las esclavas eran propiedad de sus amos. Agar quedó embarazada de Ismael. A todo esto, Dios les recordó que éste no era el hijo de la promesa, pero Ismael fue también el padre de una gran nación, los árabes.
Cuando Dios llamó a Abraham y le ordenó trasladarse a la tierra de Canaán, le dijo que no se mezclara con la población local, porque eran idólatras. Existía la antigua convicción de las mujeres podían utilizar su sexo para controlar a los hombres y de esa manera las mujeres locales podían conducir a la gente de Abraham a la idolatría. Después del nacimiento de Isaac, Abraham envió a un sirviente al pueblo de Harán (en el norte de Irak) donde tenía parientes, para buscar una esposa para su hijo. Comenzando con la sierva de Abraham, varias de las mujeres que aparecen seguidamente en el Génesis y más adelante en la Biblia se encuentran en el pozo del poblado. El pozo (de agua) era un símbolo de vida, y es ahí donde suceden a menudo las historias de anunciación. El sirviente de Abraham encuentra a Rebeca en un pozo, Jacob conoce a Raquel en un pozo, y Moisés encuentra a su mujer, Séfora, en un pozo.
Rebeca no es estéril, pero sus hijos, Jacob y Esaú, pelearon en su vientre. Este es otro recurso tipológico, el hijo menor que usurpa al mayor. Muchas culturas antiguas seguían el principio de la primogenitura, es decir que el hijo heredaba la propiedad del padre. Durante el nacimiento, Jacob tenía tomado el tobillo de su hermano, intentando nacer primero. Esaú fue el mayor, pero Rebeca ayudó a Jacob a robar la primogenitura de su hermano. A Rebeca se le atribuye haber tenido la suficiente vista como para asegurarse de que la descendencia prometida pase por Jacob. Después del engaño, Jacob tuvo que escapar de la ira de su hermano a Harán. Al ver a Raquel en el pozo, le pidió la mano a su padre. Labán estuvo de acuerdo, pero solo después de que Jacob trabajara para él durante siete años. En la boda, descubrió que la hermana mayor, Lea, le había sido entregada en su lugar. Labán le dijo a Jacob que podía tener a ambas, pero después de trabajar otros siete años.
Después el Génesis relata lo que se convirtió en los linajes oficiales, o las estirpes de esta familia. Tanto Raquel como Lea pasan por períodos de esterilidad cuando ofrecen sus siervas a Jacob. La historia de Raquel es conmovedora. Cuando ella clama a Jacob "¡Dame hijos, o moriré!" (Génesis 30:1), demuestra que la identidad de una mujer estaba ligada a su capacidad de tener hijos. "Moriré" significaba que, sin descendencia, Israel no la recordaría. Las primeras ideas de una vida después de la muerte se basaban en la supervivencia del nombre de la persona. En las historias de mujeres que no se nombran, eso significa que no tuvieron hijos y por lo tanto no son recordadas.
Cuatro mujeres engendran los hijos que se convirtieron en las doce tribus de Israel. El texto entra en detalles, dando la imagen de la distribución posterior del territorio tribal en Canaán. Esta se coordina según la identidad de sus madres, Lea y Raquel, o de sus dos sirvientas.
Prostitutas virtuosas y los Cananeos
Sorprendentemente, las Escrituras cuentan varias historias de mujeres antitipo, o de mujeres que no encajan en el estereotipo. La prostitución no era un pecado; sin contrato de matrimonio, no había vulneración de la propiedad de otro hombre. Sin embargo, estaban en lo más bajo de la escala social porque los antiguos no sabían que el semen se regenera. Un hombre no debería desperdiciar su semilla en una prostituta, porque debe engendrar hijos en su linaje.
En el libro de Josué, los israelitas enviaron espías a Jericó para estudiar las defensas de la ciudad. Primero fueron a un burdel donde la madama, Rajab, una cananea, accedió a esconderlos porque creía en el Dios de Israel, quien sería victorioso. Tales historias son amonestaciones argumentativas contra los hombres israelitas; se usan como ejemplos de cuando los hombres flaquean en su lealtad a Dios.
En el libro de Jueces aparece Débora, profetisa y juez de Israel. Encontramos la misma inversión de estereotipos en su historia. El general israelita, Barac, dudaba de liderar una batalla sin llevar a Débora en su carro. Débora se subió, pero amonestó a Barac por su falta de fe en Dios: "la honra no será tuya, porque el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer" (Jueces 4:9). Yael (en textos posteriores, Judith), una seguidora local del campamento, mató al general cananeo. Atrayéndolo a su tienda, le clavó una estaca en la cabeza cuando se quedó dormido.
La elevación de algunas mujeres a roles de liderazgo enfatizaba las fallas del liderazgo masculino. La reina Ester ganó un concurso de belleza para convertirse en la esposa del rey persa Asuero (un Jerjes I ficticio). Frustró el plan de Amán, el consejero del rey, y detuvo la persecución de los judíos (lo que llevaría después a la celebración del Purim).
La impureza de las mujeres
Los puntos de vista modernos acerca de la vida de las mujeres judías de la antigüedad a menudo la estiman negativamente como opresiva para las mujeres debido a los códigos de pureza en el libro de Levítico. Todas las sociedades antiguas tenían rituales de pureza. La pureza no estaba necesariamente relacionada con la higiene, sino que era un estado del ser. El concepto separaba las cosas sagradas de las cosas mundanas (de la vida cotidiana). Al acercarse al altar, la persona tenía que estar en un estado de pureza ritual para no violar el espacio sagrado. Las dos fuentes de vida, la sangre y el semen, pertenecían a Dios, por lo que había que dejar de lado cualquier participación de esos fluidos, suspendiendo las rutinas diarias. Las relaciones sexuales no eran un pecado, pero un hombre quedaba impuro por un día y una noche. Los ciclos menstruales de las mujeres y el parto involucraban sangre, por lo que debía realizarse una separación necesaria durante un cierto número de días (Levítico 12).
Dos historias de mujeres se han vuelto infames y se aplican como metáforas en nuestra cultura: Jezabel y Dalila. El libro de Jueces relata la historia de Sansón y sus luchas contra los filisteos. Sansón, el hijo de otra pareja anciana y estéril, sería nazareno desde su nacimiento en respuesta a sus oraciones. Los votos nazarenos consistían en evitar las actividades normales y dedicar la vida a Dios. Esto incluía no cortarse el cabello, una convención social. Sin contar con que se dejó crecer el cabello, Sansón rara vez respetó sus votos.
Jueces 16 relata la historia de Dalila, una mujer filistea que se había convertido en el interés amoroso de Sansón. Los filisteos le ordenaron que descubriera la fuente de la fuerza de Sansón. Después de tres intentos (de engatusarlo), Sansón le reveló que la fuente de su fuerza estaba en su cabello. En cuanto se quedó dormido, Dalila le cortó el cabello, permitiendo así que los filisteos lo capturaran. Las imágenes modernas de Dalila la asocian con la seducción, como una tentadora estereotipada. Sin embargo, no hay nada en esta historia que sugiera que ella fuera una mujer fácil. Su condenación se debe a lo que es en lo personal, una idólatra que trabaja para el mayor enemigo de Israel, los filisteos.
La historia de Jezabel (una princesa fenicia) se encuentra en 1 Reyes 16. Ella era la esposa de uno de los reyes malvados de Israel, Ajab. Jezabel era seguidora de Baal y Astarté, deidades cananeas de la fertilidad. Se opuso violentamente a los Profetas de Israel y los desterró, y convenció a Ajab de que aceptara levantar altares a sus dioses. El profeta Elías la desafió a una batalla de profetas para determinar qué dios era el más poderoso. Elías ganó.
Después de la muerte de Acab, al enterarse de que Jehú (el próximo rey) estaba en camino, ella se vistió con una peluca y joyas para burlarse de él. Jehú ordenó a sus sirvientes que la arrojaran por la ventana. Su cuerpo fue devorado por perros, cumpliendo una profecía. Nuevamente, aunque "Jezabel" se ha convertido en sinónimo de "seductora", su caída no tuvo nada que ver con su sexo. Se la condena por su persecución de los profetas y por su idolatría.
Los profetas de Israel servían como oráculos, o la forma en que Dios se comunicaba con los humanos. Al igual que en las otras historias en las Escrituras, las mujeres se usan como modelos de comportamiento ideal o negativo. En la condenación de la idolatría por parte de los Profetas, se aplican metáforas sexuales a este pecado de Israel. Ambos profetas Elías y Eliseo realizaron milagros y pasaron tiempo con las viudas cananeas para demostrar que su fe era mayor que la de los hombres israelitas. Debido a todas estas metáforas sexuales, los ardides de las mujeres quedaron incrustados en la tradición occidental y los líderes cristianos los aplicarían después en sus tratados sobre la mujer.
Otras mujeres notables en las Escrituras Judías
Eva
En la creación de la primera mujer en el Génesis, Eva se designa como "la madre de todo lo viviente" (Génesis 3:20) y es el centro de la historia de la expulsión del Edén. Convenció a Adán de comer del fruto prohibido, con lo que la mortalidad entra en la vida de los humanos. Tanto los textos rabínicos posteriores como las enseñanzas cristinas afirman que sedujo a Adán. Agustín de Hipona (siglo V d.C.) hace de esto el foco de la innovadora doctrina cristiana del pecado original. La seducción de Eva todavía repercute en la literatura occidental, su arte y su visión de la naturaleza femenina.
Rut y Noemí
El libro de Rut transcurre en la época de Jueces. Cuenta la historia de Noemí, quien dejó su tierra natal en Belén y se casó con un hombre en Moab (una tribu que era enemiga de Israel). Tuvo dos hijos que se casaron con mujeres locales. Cuando murieron sus hijos y ella enviudó, quiso volver a Belén. Noemí les dijo a sus nueras que se quedaran.
Rut le dijo:
“A dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que solo la muerte hará separación entre nosotras dos.” (Rut 1:16-17)
Mucha gente sigue utilizando este pasaje en los votos matrimoniales.
Siendo viudas, espigaban en los campos del terrateniente local en Belén, Noemí le aconsejó a Rut que se reuniera con el dueño, Booz, esa noche en la era. Ruth debía descubrir sus pies, un eufemismo para las relaciones sexuales. Booz tomó a ambas mujeres bajo su cuidado. Ruth se convirtió en la abuela del rey David. El propósito principal del libro es doble: una explicación del concepto de hesed ("lealtad") y una demostración de que los matrimonios mixtos con no judíos no siempre conducen a la corrupción.
Betsabé
En Samuel 1, el rey David vio a una mujer bañándose en su terraza y mandó que se la trajeran. Betsabé estaba casada con Urías el hitita, quien estaba peleando en la guerra de David contra los filisteos. Después de que ella quedara embarazada, David intentó ocultar el adulterio llamando a Urías para que le diera un informe de batalla y luego le dijo que se fuera a casa y viera a su esposa. Urías pensó que no merecía esto mientras los otros hombres luchaban, por lo que se negó a abandonar la corte. David finalmente lo envió de regreso al frente, con una nota al comandante diciendo que debía exponerlo al fuego amistoso.
Tras cometer tanto adulterio como asesinato, el bebé nace muerto. Mientras estaban de duelo, el profeta Natán les dijo que no se preocuparan; Dios establecería una línea de descendientes de David que "nunca dejarán de tener un sucesor en el trono de Israel" (1 Reyes 2:4). La trama entra en tensión aquí porque tan pronto como se pronuncia este pacto (contrato) con David, los hijos del rey David conspiran contra él para derribarlo del trono. Betsabé volvió a quedar embarazada, ahora de su hijo Salomón. Luego maniobró para que Salomón heredara el trono.
El Juicio de Salomón
1 Reyes 3:16-28 cuenta la historia de dos mujeres que comparecen ante el rey con un caso. No se da el nombre de las mujeres, pero son señaladas como prostitutas. Como tales, no están ligadas legalmente a un compañero masculino que tendría que hablar por ellas. Ambas mujeres habían dado a luz recientemente, pero durante la noche uno de los bebés se asfixia y muere. Ambas reclaman ser la madre del niño sobreviviente. Salomón dicta su sentencia: “Partid por medio al niño vivo, y dad la mitad a la una, y la otra mitad a la otra.” (1 Reyes 3:16-28). Una de las mujeres estuvo de acuerdo mientras la otra protestó horrorizada, clamando que ella de buena gana entregaría al niño antes que verlo morir. Salomón sentenció entonces en su favor. La mujer anónima se convirtió en modelo de "maternidad verdadera" mientras que el "juicio de Salomón" también se ha convertido en una metáfora moderna de estrategia inteligente en un fallo judicial.