Los piratas en la llamada Edad de oro de la piratería (1690-1740) utilizaban todo tipo de armas para atacar barcos y quitarles su preciado cargamento. Cañones pesados, mosquetes, pistolas, alfanjes y granadas eran algunas de las armas que los piratas usaban para causar estragos en alta mar. Más allá de estas, quizá la mejor arma de todas era la bandera negra que izaban, como la Jolly Roger, o una completamente roja, que indicaba que una nave debía rendirse de inmediato o enfrentaría graves consecuencias.
Cañones
Disparar con cañones pesados laterales le permitía a un barco pirata atacar a otro desde la distancia. De todas formas, hay que recordar que los piratas, con frecuencia, tenían la intención de quedarse con la nave o venderla, por lo que llenarla de agujeros no era la mejor idea. Además, las presas de los piratas casi nunca iban armadas o se trataban de barcos mercantes muy poco armados. A decir verdad, los cañones tampoco eran necesarios para la defensa, ya que, si un barco enemigo o un barco naval muy armado los perseguía, los piratas evitaban la situación al huir en sus embarcaciones que eran (habitualmente) más pequeñas y veloces. Muy pocos barcos piratas podían medirse con incluso los peores barcos navales en materia de potencia de fuego o habilidad para disparar un cañón de manera prolongada y precisa.
CON FRECUENCIA, LOS CAPITANES ESPERABAN HASTA QUE ESTUVIERAN A 150 METROS (500 pies) O MENOS DE UN BARCO ENEMIGO PARA DISPARAR SUS CAÑONES.
El interior de los cañones era liso en la Edad de oro y se disparaban luego de meter una bola de hierro en su interior, poner pólvora en la recámara y encenderla por medio de una mecha lenta (una cuerda que se alteraba químicamente para que ardiera sin prisa). Los cañones solían tomarse como botín producto de barcos capturados, por lo que variaban en tamaño, incluso en el mismo barco. Los más grandes podían tener hasta 3,6 metros (12 pies) de largo y disparar bolas de más de 30 kilos (68 libras). Sin embargo, muy pocos barcos tenían la fortaleza suficiente como para llevar semejantes monstruos, y los piratas preferían que sus naves fueran rápidas y prolijas. Un balandro, el tipo de embarcación más común, llevaba solo un par de cañones que, en general, podían disparar bolas de 3,5 a 5,5 kilos (8-12 libras).
Había diversas bolas de cañón, además del tipo sólido promedio. Una bola hueca se podía disparar a más distancia o se podía llenar de pólvora y ponerle una mecha para que explotara al llegar a destino. También se podía calentar la bola para que, cuando chocara contra el casco del barco enemigo, pudiera ocasionar un incendio en la madera circundante o en la brea que había entre las tablas. Disparaban frascos llenos de piezas de metal pequeñas (metralla) para mutilar hombres y derribar aparejos. Por estas razones, se disparaban las barras de hierro y las bolas encadenadas (dos bolas conectadas por una cadena corta). Al destrozar el aparejo y romper así un par de mástiles, se volvía extremadamente difícil para las presas navegar más allá del horizonte.
El tremendo retroceso que tenía el cañón se amortiguaba al tenerlo reposando en una plataforma con ruedas que se ataba a un mecanismo de cuerdas y cuadernales. Recargar un cañón podía tardar hasta diez minutos, y eso teniendo en cuenta la dificultad de mantener un barco navegante en la mira (y que el atacante también se movía). Hacer que el primer disparo contara y el factor sorpresa, eran a menudo la clave del éxito. Los cañones no eran instrumentos de precisión, y las variaciones en el tamaño de las bolas, la elevación, la distancia del objetivo, el movimiento de los barcos y la potencia volátil de la pólvora hacían que disparar con precisión fuera un verdadero reto. Por este motivo, los capitanes, con frecuencia, esperaban hasta estar a 150 metros (500 pies) o menos de un barco enemigo para disparar sus cañones.
En el siglo XVII, una bola de cañón se podía disparar con la fuerza suficiente como para perforar el casco de un barco. Aunque, de nuevo, esto entorpecía el objetivo de capturar la nave y podía poner en grave peligro el preciado cargamento, en caso de hundirse la embarcación. Con suerte, un solo disparo en la proa de un navío era suficiente para provocar una rendición pacífica.
Los pedreros, cañones pequeños de latón o bronce, que se fijaban en diversas partes de la cubierta superior pero que se podían girar para disparar en cualquier dirección, se usaban para arrasar con los enemigos en las cubiertas y para repeler abordajes. Con sus dos manijas para apuntar, esta arma era altamente efectiva y tomó el nombre de «asesina». Los pedreros eran tan livianos que se podían mover de un lado del barco a otro y ponerse en lugares preparados con antelación. Incluso se podían usar en embarcaciones pequeñas.
Granadas
Una vez se estaba cerca de un barco enemigo, las siguientes armas a emplear podían ser las granadas, llamadas a menudo bolas de fuego o frascos de pólvora. Estaban hechas de botellas de vidrio repletas de pólvora y munición de plomo o piezas de metal. Se ponía una mecha lenta dentro del cuello de la botella o se ataba alrededor de él para que, cuando llegara y estallara, la llama tocara la pólvora y explotara por completo. Las granadas conocidas como bombas de olor también se podían llenar de sustancias como azufre para intoxicar a una tripulación enemiga.
Armas de mano
Los piratas tenían una colección de varias armas de pólvora portátiles que podían usar a la hora de abordar naves. Todas tenían el inconveniente de que solo podían dispararse una vez antes de necesitar una recarga, lo cual tomaba un tiempo a menudo inexistente en el calor de la batalla. Asimismo, las armas de pólvora funcionaban mejor bajo climas secos, con frecuencia eran desconfiables, disparaban mal o explotaban, y no eran particularmente precisas. Algunos piratas compensaban estos defectos al portar varias armas a la vez, el más famoso de ellos era Edward Teach, más conocido como Barbanegra (muerto en 1718), quien se decía que se erguía con seis pistolas que colgaban de las fajas de su torso.
EN EL SIGLO XVII, ERA COMÚN LLEVAR DOCE CARGAS DE MOSQUETE QUE RECIBÍAN EL APODO DE «LOS APÓSTOLES».
El mosquete, de uso frecuente desde mitades del siglo XVI, disparaba una bola de plomo que se cargaba en la boca y se empujaba contra una cantidad de pólvora. Se disparaba al encender una mecha lenta unida a la pólvora. La mecha se colocaba en el extremo de una palanca corta de metal que tenía forma de «S». Al empujar la palanca hacia adelante, la mecha se juntaba con la pólvora por medio de un agujero pequeño en la recámara. Para la década de 1690, este mecanismo de llave de mecha había sido sustituido por otro llamado llave de chispa. Un arma de chispa tenía un gatillo que, cuando se presionaba, empujaba una especie de tornillo llamado martillo contra un pedazo de pedernal para crear una chispa que encendía la pólvora. Los mosquetes disparaban una bola de hasta 55 gramos (2 onzas) de peso. También podían dispararse con una precisión razonable, por lo que, a menudo, eran útiles para dar de baja a un objetivo entre muchos, como el capitán de una nave bajo ataque, lo que podría provocar la rendición de toda la tripulación.
Teniendo en cuenta el tiempo de recarga de un mosquete, un pirata experimentado solía tener preparadas bastantes cargas todo en uno. Consistían en un taco, pólvora y una bola o perdigón que se guardaban dentro de una bandolera de bolsas de cuero que iban cruzadas sobre el pecho. En el siglo XVII, era común llevar doce cargas que recibían el apodo de «los apóstoles». En la década de 1620, el mosquete evolucionó y pasó de los primeros ejemplares pesados que requerían una horquilla para apoyar el cañón de 120 cm a versiones más cortas. Era habitual que los piratas recortaran el extremo del cañón y de la culata para hacer que el arma fuera más cómoda en combates de corto alcance.
El arcabuz era otra arma de fuego del siglo XVI con un interior liso que funcionaba a llave de mecha. El arma tenía un retroceso brutal y, por eso, las primeras versiones tenían un gancho para unir el arma a un objeto fijo, como una pared, antes de disparar. En el siglo XVII, el arcabuz fue reemplazado por el trabuco, una suerte de cañón de mano que era una mezcla entre una pistola y un mosquete en cuanto a la longitud. A menudo, el trabuco tenía un cañón que se expandía, en el cual se podían meter metales pesados letales como perdigones, bolas y balas de plomo. Era un arma de defensa particularmente efectiva contra enemigos superiores en cuanto a número, porque esparcía su carga mortal en un área extensa. La desventaja era que el poderoso retroceso que tenía podía romperle una costilla o tumbar al portador si no la sostenía de forma adecuada.
Quizá el arma de mano favorita de los piratas era la pistola, que se usaba desde alrededor de 1530. Requerían más destreza para usarse con precisión, pero tenían la ventaja de no restringir el movimiento del portador a la hora de pelear en la estrechez e inestabilidad que supone un barco en el mar. Las pistolas de llave de mecha debían sostenerse con ambas manos para disparar; fue alrededor del 1600, con la llegada de la llave de chispa, que las pistolas se volvieron un arma realmente útil para los piratas. Con su cañón de hasta 30 cm de longitud, las pistolas eran capaces de disparar una bala sorprendentemente pesada. Había algunas pistolas de doble cañón, aunque eran caras y poco comunes. Dado que una pistola podía dispararse una sola vez en el fragor de la batalla, tener uno o dos soportes colgados era una verdadera ventaja. Los piratas solían atar sus pistolas a un cinturón mediante una tira de lino o seda para que, luego de disparar, no perdieran un objeto de tanto valor.
Las armas de fuego eran la principal preocupación de los piratas. No había un arsenal central como en las embarcaciones navales, así que un pirata solo se hacía con un arma de fuego si se la quitaba a algún cautivo o si tenía los medios para comprarle una a un comerciante en un lugar como Port Royal, Jamaica. La rareza de la pistola y el potencial para hacerla tan vistosa por medio de grabaciones de plata y volutas de latón, hizo que se convirtiera en un arma de prestigio que, al sobresalir del cinturón de un capitán, indicaba a la tripulación, o a otros piratas en tierra, que el portador era un hombre exitoso. A menudo, el contrato que firmaban los miembros de una tripulación los obligaba a mantener sus armas limpias y listas para la acción en todo momento.
Alfanjes
Teniendo en mente algunas de las desventajas de las armas de pólvora, no es de extrañar que muchos piratas prefirieran la velocidad y la embestida de la hoja de una espada. Las espadas finas para duelo no se usaron hasta el siglo XVII y aun así solo eran utilizadas por la nobleza. En cambio, los piratas empleaban sables o alfanjes pesados que tenían una punta afilada y la hoja era filosa de un solo lado. Estas espadas estaban diseñadas para cortar y rajar rápidamente a los oponentes, y no para vacilar y hacer movimientos intrincados. El alfanje tenía la hoja un tanto curvada y el mango estaba muy bien cubierto por una protección en forma de semicírculo. La hoja podía tener hasta 90 cm (3 pies) de longitud y, como era gruesa y pesada, se le podían dar otros usos como, por ejemplo, cortar el aparejo en caso de emergencia, talar árboles y abrir cocos.
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Otras armas
La mayoría de los piratas no eran ricos, y las armas nombradas hasta ahora no eran de fácil acceso para un miembro promedio de una tripulación pirata. Es por esto que el arma más común era un simple garrote corto, a menudo una mera cabilla, que se usaba para mantener el aparejo en su lugar. Otras armas que se utilizaban eran las picas, hachas, lanzas, machetes, cuchillos arrojadizos y cuchillos largos. Las picas largas o alabardas eran fundamentales en caso de que el enemigo las tuviera también, por lo que muchísimas naves piratas llevaban un arsenal de ellas en la cubierta. Las hachas tenían una hoja de un lado y un martillo del otro, eran muy útiles para tirar abajo las puertas de los camarotes o para usarlas de escalones al incrustar unas cuantas en el costado de un barco.
Por lo tanto, los piratas eran luchadores prácticos que usaban cualquier arma que les permitiera tomar el control de un barco sin llamar mucho la atención. Además, si su reputación, apariencia y bandera funcionaban como era de esperar, casi ninguna de estas armas tendría que teñirse de sangre.
Tomás Perpén, nacido en Rosario, Argentina. Traductor literario y técnico-científico en inglés del Instituto de Educación Superior N.° 28 "Olga Cossettini".
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, Mark. "Armas piratas en la Edad de oro de la piratería."
Traducido por Tomás Perpén. World History Encyclopedia. Última modificación agosto 31, 2021.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1825/armas-piratas-en-la-edad-de-oro-de-la-pirateria/.
Escrito por Mark Cartwright, publicado el 31 agosto 2021. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.