Tesoro y botín durante la Edad de Oro de la piratería
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Durante la Edad de Oro de la piratería, (1690-1730) los piratas buscaban ante todo oro, plata y joyas, pero si no podían apoderarse de estos artículos, el cargamento del barco se tomaba para revenderlo en un refugio pirata. La atracción de compartir el botín entre la tripulación llevó a muchos marineros a la piratería con la esperanza de poder escapar del trabajo y las dificultades de la vida ordinaria en el barco, y disfrutar de los efímeros placeres de la costa. Si bien, la mayoría de los piratas desperdiciaban rápido sus ganancias mal habidas, algunos otros piratas se llevaron el premio gordo cuando capturaban un barco con tesoros y se llevaban en unas pocas horas riquezas que un marinero honesto nunca ganaría en toda su vida ante el mástil.
Moneda
El botín más buscado por un pirata era el oro, la plata y las piedras preciosas. Los lingotes y las joyas podían venderse a un comerciante en un paraíso pirata, pero las monedas eran aún más prácticas, ya que podían gastarse. Durante la Edad de Oro de la piratería las monedas que un pirata podía esperar encontrar incluían reales de plata españoles (0,12 oz / 3,43 gr cada uno), pesos de plata (por consiguiente, equivalentes a ocho reales y a menudo llamados «piezas de a ocho»), ducados de oro y plata (acuñados en Venecia pero muy utilizados en otros lugares; la versión de oro valía alrededor de 10 reales) y doblones españoles (la moneda de oro más grande, conocida como moneda de 8 escudos, y que pesaba alrededor de 1 oz / 28 gr).
EN MUCHAS OCASIONES, LOS PIRATAS TOMABAN UN BARCO CAPTURADO Y ABANDONABAN SU BUQUE ANTERIOR.
Carga
En realidad, encontrar un baúl cerrado rebosante de oro, esmeraldas y perlas era algo así como sacarse la lotería. Los barcos de tesoros españoles que los corsarios y bucaneros habían saqueado en los siglos XVI y XVII estaban ahora demasiado bien protegidos por convoyes como para que la gran mayoría de los piratas los consideraran un objetivo, y pocos barcos más llevaban tales riquezas. Durante la Edad de Oro, era mucho más probable que un pirata se encontrara con un barco que transportaba mercancías ordinarias que debían revenderse. Los rollos de seda y especias podían alcanzar precios elevados, pero la mayoría de los cargamentos capturados consistían en productos más mundanos como tabaco, azúcar, añil, bebidas espirituosas como ron y brandy, vino, lino, cuero, barriles de harina, pieles y madera. Se llegó a atacar incluso los barcos de esclavos. Un barco lleno de cualquiera de estos permitía a una tripulación pirata disfrutar de comida, bebida y prostitutas durante un buen tiempo en tierra antes de que se acabara el dinero y se vieran obligados a buscar una nueva víctima. A veces, los barcos mercantes transportaban pasajeros adinerados, a los que por lo general se les despojaba de sus objetos de valor personal e incluso de sus ropas elegantes para revenderlos en tierra. Por lo general, también se llevaban alimentos destinados a la tripulación y el botiquín del barco.
Además de estos artículos tan deseados, los piratas, como cualquier marinero, necesitaban reemplazar con regularidad los equipos náuticos como cuerdas, aparejos, velas y anclas. También eran muy buscadas las armas, herramientas e instrumentos de navegación. Como hombres perseguidos, los piratas no podían conseguir estos materiales en un puerto y por eso los robaban de los barcos capturados. En ocasiones podían atacar los barcos pesqueros por esta única razón, ya que su cargamento de pescado tendría poco valor para una tripulación pirata. También en muchas ocasiones los piratas se apoderaban del barco capturado y abandonaban el anterior, ya sea porque no estaba en condiciones de navegar y necesitaba con urgencia una reparación o porque el nuevo barco era más grande y tenía más cañones.
Los piratas vendían los cargamentos capturados a traficantes sin escrúpulos que habían establecido negocios en los distintos paraísos piratas del Caribe como Port Royal (Jamaica), Tortuga (La Española), New Providence (Bahamas) y, en el Océano Índico, en Madagascar. Los comerciantes adquirían mercancías a un precio mucho más barato que en los buques mercantes legítimos en cualquier otro puerto, y los piratas estaban bastante contentos de obtener su dinero en efectivo, incluso si se veían obligados a vender a un precio muy inferior del valor real. Luego, los traficantes contrabandeaban su mercancía de dudosa procedencia en puertos legítimos donde se vendían por el mismo conducto a los que habrían llegado si los piratas no hubieran interrumpido el proceso comercial.
EL EFECTIVO ADQUIRIDO POR LA VENTA DE UNA CARGA SE DIVIDíA ENTRE LA TRIPULACIÓN PIRATA SEGÚN SU JERARQUÍA.
El botín era la única paga que recibía un pirata y, si no obtenía parte del trofeo, se moría de hambre, pero por lo general no sin antes reemplazar a su capitán con la esperanza de obtener mejores ganancias. Incluso si obtenían algo se requería paciencia ya que el intendente estaba encargado de catalogar y proteger cualquier botín hasta que se consiguiera lo suficiente para venderlo en tierra.
Cuando las autoridades, presionadas por empresas legítimas, cerraron paraísos como New Providence en 1718, la piratería en el Caribe se volvió mucho más difícil ya que no había ningún lugar donde vender bienes robados. Esto, a su vez, llevó a los piratas a saquear los barcos sólo por los objetos de valor y destruir sin sentido la carga sólo por el placer de hacerlo. Como señala el historiador A. Konstam: «Desde la perspectiva de los piratas, si no se podía comer, beber, fumar o gastar, el botín no tenía ningún valor para ellos» (1998, 51). Algunos piratas intentaron establecer nuevos refugios como Edward Teach, también conocido como Barbanegra (muerto en 1718) en la isla Ocracoke, Carolina del Norte, pero la Marina Real tenía una presencia cada vez más poderosa en el Atlántico occidental, y en el momento que las autoridades se enteraron de que el comercio ilegal continuaba, avanzaron con rapidez con sus buques de guerra. Al mismo tiempo, en el océano Índico, la Compañía de las Indias Orientales comenzó a utilizar convoyes y a proteger de manera más agresiva sus activos en el mar.
La base de Barbanegra fue asaltada después de que el temible pirata muriera en combate en 1718. Las autoridades documentaron lo que encontraron, y es indicativo de lo poco glamoroso que solía ser el botín pirata. El historiador D. Cordingly ofrece el siguiente resumen revelador:
Barbanegra saqueó una veintena de barcos durante sus dos años como pirata, pero su botín no fue espectacular en términos de tesoro. Después de la batalla en la bahía de Ocracoke, el botín recuperado de sus barcos y en una tienda de campaña en tierra consistía en «25 toneles de azúcar, 11 terces (barriles) y 145 sacos de cacao, un barril de añil y un fardo de algodón». Esto, junto con la venta del balandro de Barbanegra, ascendía a 2.500 libras esterlinas, una suma no muy impresionante para haberse amasado durante una carrera pirata tan famosa. (191)
Por otro lado, el naufragio del barco de Sam Bellamy, el Whydah, ofrece una visión alternativa del saqueo pirata. Bellamy había capturado el barco de esclavos Whydah en las Bahamas en su camino de regreso a Inglaterra. Estaba cargado con un botín, y Bellamy tomó el mando como si fuera su propio barco antes de que encallara en una tormenta en Orleans, Massachusetts, en 1717. De nuevo se registran los bienes encontrados:
[Los buzos] sacaron del fondo del mar una cantidad impresionante de monedas, lingotes de oro y joyas africanas. Había 8.397 monedas de diversas denominaciones, entre ellas 8.357 monedas españolas de plata y 9 monedas españolas de oro, que en conjunto suman 4.131 piezas de ocho. Hay 17 lingotes de oro, 14 pepitas de oro, 6.174 piezas de oro y una cantidad de oro en polvo. El oro africano incluye casi cuatrocientas piezas de joyería de Akan, en su mayoría cuentas, colgantes y adornos de oro. (Ibidem)
Distribución
El dinero obtenido por la venta de un cargamento se dividía entre la tripulación pirata según una estricta jerarquía: la mayoría de los hombres recibían una parte, algunos marineros y oficiales expertos recibían una parte y un cuarto o una parte y media, y el intendente y el capitán recibían dos partes cada uno. A veces se subastaban ante el mástil artículos lujosos, como ropa que no se podía dividir. En el curioso sistema de distribución pirata, por lo general democrático, y antes de que se dividiera el botín, a los piratas que habían sufrido lesiones durante el viaje recibían pagos adicionales. Los pagos se repartían de la siguiente manera:
Pérdida de un brazo derecho: 600 pesos
Pérdida de un brazo izquierdo: 500 pesos
Pérdida de una pierna derecha: 500 pesos
Pérdida de una pierna izquierda: 400 pesos
Pérdida de un ojo: 100 pesos
Pérdida de un dedo: 100 pesos (Breverton, 237)
Los botines más grandes
Aunque la mayoría de los piratas tenían que contentarse con la captura de la carga y con alguna caja fuerte de objetos de valor, el período fue testigo de algunos botínes muy importantes. Uno de los botínes más grandes capturados por cualquier pirata fue el Ganij-i-Sawai en 1695. Perteneciente al emperador mogol, el cargamento valía más de 95 millones de dólares de ahora, y Henry Every (nacido en 1653) fue el hombre que se lo llevó. El botín apresado era: oro, plata, piedras preciosas, monedas, especias preciosas y rollos de seda. También había artículos manufacturados de lujo, como una silla de montar con diamantes incrustados. cada hombre de la tripulación de Every compartió lo que equivalía al salario de toda una vida. A diferencia de la mayoría de los piratas que fueron fusilados o ahorcados unos años después de iniciar sus carreras, el capitán Every tomó una decisión inteligente y abandonó la piratería de inmediato. Nunca más se le volvió a ver ni a saber de él.
EN MUCHOS CUENTOS DE PIRATAS, EL CAPITÁN VILLANO ENTIERRA SU BOTÍN CRIMINAL EN UN COFRE DEL TESORO EN UNA ISLA DESIERTA.
El botín de Every fue gigantesco, pero no único. El capitán Thomas Tew (muerto en 1695) capturó un barco mercante en su camino de regreso a Bombay (ahora Mumbai) en 1693, y cuando se repartió el botín valía la enorme cantidad de 3.000 libras para cada miembro de la tripulación (más de 800.000 dólares en la actualidad). De manera similar, la tripulación de Edward England debe haber estado por completo encantada con la captura de un barco portugués en las Islas Mascareñas cerca de Madagascar alrededor de 1720. El cargamento capturado incluía diamantes por valor de entre 3 y 4 millones de dólares.
El saqueo más grande jamás logrado fue capturado en abril de 1721 por John Taylor al mando del Cassandra y Olivier La Bouche a cargo del Victory. Juntos se hicieron cargo de una carraca portuguesa, el barco del tesoro Nostra Senhora de Cabo en la isla de la Reunión. El botín incluía 500.000 libras esterlinas en diamantes, oro y otros objetos de valor, mientras que el cargamento añadió otras 375.000 libras esterlinas al botín. Hoy, estas riquezas equivaldrían a más de 250 millones de dólares.
Tesoro enterrado
En muchos cuentos de piratas, el malvado capitán entierra su botín criminal en un cofre del tesoro en una isla desierta, en un lugar secreto revelado sólo por un críptico mapa del tesoro. Un capitán así también podría haber matado a algunos de sus hombres en el lugar para poder regresar solo a su barco, el único guardián del lugar secreto. Por desgracia, nada de esto tiene mucho que ver con la realidad pirata. Los piratas en realidad gastaban su botín tan pronto como podían, desperdiciándolo en un jolgorio de excesos en paraísos piratas donde la atmósfera de vino, mujeres y canciones desaparecía el hoy y el mañana y vaciaban sus bolsillos y carteras más rápido de lo que uno podría decir, «celebrando con bebidas a lo grande». El juego era otra fuga rápida para el bolsillo de un pirata. El tesoro pirata enterrado aparece de manera más famosa en la novela La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson de 1883, y desde entonces ha sido un elemento muy copiado de los cuentos de piratas. Aunque fue un evento poco común en la práctica, la idea del tesoro enterrado de Stevenson puede haber sido inspirada por un pirata real, el capitán Kidd (vivió hacia 1645-1701).
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El capitán Kidd fue primero un corsario, pero luego se convirtió en pirata en el océano Índico. Kidd logró capturar un premio fantástico en 1698, el Quedah Merchant de 400 toneladas frente a las costas de la India. Una cantidad del cargamento del barco de seda, percal, azúcar, hierro y opio se vendió por 10.000 libras esterlinas (alrededor de 2,5 millones de dólares en la actualidad). Kidd al final navegó de regreso a su ciudad natal de Boston con la esperanza de obtener un perdón, pero antes de hacerlo, hizo escala en algún lugar, lo más probable que fuera en Nueva Jersey, Long Island o Gardiners Island. Aquí enterró parte de su botín, hecho conocido porque el gobernador, que se negó a conceder el perdón, recuperó más tarde parte de este tesoro tras una confesión de Kidd. Este tesoro recuperado incluía oro, plata y gemas. Sin embargo, el valor de los bienes recuperados no coincidía con el manifiesto del Quedah Merchant ni con el botín que Kidd debió haber capturado de otros barcos. Así nació la leyenda del tesoro enterrado aún sin descubrir del capitán Kidd, una historia que desde entonces ha tentado y decepcionado en igual medida a una gran cantidad de cazadores de tesoros.
Aparte de la pasión del capitán Kidd por esconder el botín, hubo otro episodio notable sobre un tesoro pirata enterrado, una historia que despierta un destello de avaricia en los ojos de muchos buscadores de tesoros modernos. En noviembre de 1720, en la desembocadura del río York, en Virginia, el capitán Stratton abandonó su barco Prince Eugene en una lancha abarrotada de tesoros. Stratton no era un pirata, pero acababa de comerciar con uno, adquiriendo seis cofres de madera y seis bolsas llenas de monedas de plata. Al llegar a la playa, Stratton enterró sus ganancias mal habidas. Sin embargo, uno de los miembros de la tripulación informó más tarde a las autoridades de la cercana Yorktown y Stratton fue arrestado. Se desconoce qué fue de su tesoro. La respuesta sensata es que las autoridades lo buscaron y lo encontraron gracias a la información del delator. La respuesta romántica es que nunca fue encontrado y por eso todavía la plata incorruptible sigue enterrada en espera de la oportunidad de cruzar una palma humana una vez más.
Soy traductora freelance. He tomado varios cursos de traducción junto con mi título de literatura inglesa en la UNAM, ciudad de México. Me apasiona la historia británica y antigua. Disfruto de viajar y de explorar diferentes culturas.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, Mark. "Tesoro y botín durante la Edad de Oro de la piratería."
Traducido por María Josefa Barreiro Arpón. World History Encyclopedia. Última modificación septiembre 29, 2021.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1842/tesoro-y-botin-durante-la-edad-de-oro-de-la-pirate/.
Escrito por Mark Cartwright, publicado el 29 septiembre 2021. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.