Jesús y la Ley de Moisés

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Rebecca Denova
por , traducido por Waldo Reboredo Arroyo
Publicado el 20 octubre 2021
Disponible en otros idiomas: inglés, árabe, francés
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En la actualidad los estudios del Nuevo Testamento colocan a Jesús Cristo en el siglo I d. C. dentro del contexto del judaísmo del Segundo Templo, con la intención de ver qué hay detrás de las consecutivas capas de teología y filosofía del cristianismo (tales como la Trinidad), para comprender cómo se habría recibido su mensaje en los poblados y villas de Galilea. Sin embargo, aún persisten malas interpretaciones y opiniones tendenciosas que forman parte inherente de las conclusiones modernas.

Christ Driving the Money-changers from the Temple
Cristo echa a los cambistas del templo
Theodoor Rombouts (Public Domain)

Existe consenso entre los estudiosos del Nuevo Testamento acerca de la oposición de Jesús al Templo y a sus rituales, concomitantes con sus enseñanzas de vivir en justicia y compasión. Su ministerio desafió los conceptos de la Ley de Moisés, en particular los rituales de pureza que conducían a la diferenciación y a la división en clases económicas y de género. La práctica de perdonar el pecado sin invocar los rituales del templo, ni sacrificios, ni «expiaciones», llevada a cabo por Jesús durante su ministerio, constituyó la manera de demostrar que el sistema había perdido su validez. Compartir el alimento con pobres, marginados y pecadores, cenar con mujeres y con cobradores de impuestos (gentiles), tocar y sanar a los leprosos o a una mujer sangrando, en su conjunto mostraba el rechazo que abrigaba hacia el sistema. A su arribo a Jerusalén se enfrentó al núcleo del mal en las instalaciones del Templo y predijo su destrucción. El Templo era el símbolo de un sistema opresor en los planos social y económico, que Jesús buscaba terminar.

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Impureza

En el libro bíblico Levítico se detallaban las diferencias entre puro e impuro, limpio o inmundo. Estos constituían estados de la existencia vistos en relación al espacio sagrado: el Templo. Todas las religiones de la antigüedad poseían códigos de pureza aplicables al ofrecimiento del sacrificio en sus templos. En el judaísmo, ciertos elementos de la vida cotidiana ocasionaban que las personas se tornaran impuras durante un período de tiempo determinado: la menstruación, el alumbramiento, la descarga de semen, la contaminación con un cadáver. Al concluir cierto lapso prefijado y realizar un sacrificio o lavado ritual, las personas pasaban de nuevo a estar limpias.

EL CONSENSO SOBRE LA OPOSICIÓN DE JESÚS AL TEMPLO Y A SU SISTEMA RESULTA DE LA NARRACIÓN DEL INCIDENTE OCURRIDO EN EL LUGAR.

Los códigos se concebían como una manera de distinguir lo sagrado de lo profano (mundano). Esto era de particular importancia respecto a la sangre y el semen, puesto que ambos se consideraban fuentes de vida concedidas por Dios. Por lo tanto, a los efectos de los ritos, entrar en relación con cualquiera de los dos requería una separación de las funciones normales de la vida, durante un tiempo determinado. La mujer que se encontraba en su período menstrual no podía cocinar ni llevar a cabo las rutinas cotidianas durante una semana. Regresaba a la normalidad tras realizar abluciones rituales.

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La impureza ritual no convertía a la persona en pecadora. Los códigos trataban aspectos de la vida que nada tenían que ver con el pecado individual, pero sí con situaciones inevitables de la vida. En caso que un progenitor muriera en el hogar no se podía eludir la contaminación con el cadáver. Más importante aún, los códigos de pureza solo se relacionaban con la entrada en el espacio sagrado del Templo, pero no había sacerdotes ni funcionarios que revisaran estos asuntos al acceder al Templo. Entonces (como ahora), la mayoría de los códigos del judaísmo servían para el autocontrol.

El Levítico es un manual idealizado que dicta el comportamiento que se debe seguir para mantener la santidad de la tierra de Israel. Sin embargo, desde el punto de vista histórico se hace difícil determinar cuánto de lo que decretaba se cumplía en realidad. Miles de judíos vivían en ciudades a lo largo y ancho del imperio romano. Si bien el Levítico detallaba los métodos de reconciliar la pureza ritual con el sistema de sacrificios, no se puede comprobar el cumplimiento de estos preceptos en las provincias, debido a lo exiguo de la información existente. Las sinagogas judías equivalían a centros comunitarios, pero no ofrecían espacios sagrados. En un escrito acerca de la comunidad judía de Alejandría, Egipto, el filósofo judío del siglo I d. C., Filón, menciona, sin mayor detalle, la realización de algunas aspersiones rituales. En cambio, se posee evidencia de la existencia de albercas para el lavado ritual (mikve) ubicadas en la parte inferior del Monte del Templo, en las casas de fariseos, o conectadas a las sinagogas. Al parecer, existían reglas que de alguna manera tenían que cumplir los judíos que jamás llegaban a visitar el Templo de Jerusalén.

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Clase económica, género y gentiles

Los códigos de pureza no hacían distinciones entre los roles de clase y género. Todos los judíos tenían que cumplir con los mismos códigos; aristócratas, de manera equivalente a los campesinos, hombres al igual que mujeres. Del mismo modo que la mujer entraba en contacto con la sangre durante la menstruación y el parto, los hombres se contaminaban al descargar su semen. No obstante, estos códigos de pureza solo se aplicaban a los judíos; no se esperaba que los gentiles, es decir los que no eran judíos, siguieran estas reglas. La corte más grande del complejo del Templo era la Corte de los Gentiles. Se aceptaban las ofrendas sacrificiales de los gentiles, siempre que se recibieran por otros hombres judíos que a su vez las ponían en manos de un sacerdote. Jesús no se contaminó al cenar o reunirse con gentiles.

Mikvah, Qumran
Mikve, Qumrán
Randall Niles (CC BY-NC-SA)

Las clases económicas no se recargaban con códigos opresivos de pureza. De hecho, el aspecto económico estaba encastrado en el sistema, en el sentido que permitía diferentes niveles de sacrificio, según los ingresos. Si no se podía costear una oveja o una cabra, el mismo ritual se podía llevar a cabo con un pájaro; y si la persona no podía permitirse un pájaro, entonces podía emplear un puñado de harina, o incluso de granos.

El incidente del Templo

A partir de la narración acerca del incidente del Templo que Marcos hace por primera vez alrededor del 70 d.C., se llega al consenso sobre la oposición de Jesús al Templo y a su sistema. Marcos cuenta que Jesús visitó el Monte del Templo el día después de su arribo a Jerusalén.

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Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno. Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina. (Marcos 11:15-18)

En el extremo sur del Monte del Templo había un área cubierta de arcos que se conocía como Pórtico de Salomón. Una vez que se subían los escalones desde los accesos inferiores, se entraba a un primer espacio de la plataforma, donde los vendedores de animales y los cambistas ocupaban sus posiciones. Los académicos ubican el incidente en esta arcada.

El Templo de Jerusalén era similar a todos los templos de la antigüedad; su actividad se sustentaba en el sacrificio de animales, los alimentos y las libaciones de vino, pero el judaísmo enfatizaba que los animales empleados como ofrenda no podían tener imperfecciones. A un peregrino judío procedente de provincia que arribara a Jerusalén por motivo de un festival no le habría sido posible andar con una oveja o una cabra a rastras durante todo el trayecto, pues a su llegada presentaría algún tipo de mácula. Todos los templos contaban con fincas especializadas en la cría de animales sacrificiales ubicadas fuera de la ciudad. En Jerusalén las bestias se mantenían en corrales en la parte inferior del Monte del Templo y se subían al Pórtico de Salomón, donde los sacerdotes, para conveniencia de los peregrinos, las examinaban antes de la venta.

Model of Herod's Renovation of the Temple of Jerusalem
Maqueta de la renovación realizada por Herodes al Templo de Jerusalén
Berthold Werner (Public Domain)

En el siglo I a.C. las monedas llevaban retratos de reyes provinciales tributarios o imágenes del emperador romano. El judaísmo prohibía el empleo de imágenes y por lo tanto los judíos no podían llevar tal tipo de monedas al área del Templo, razón por la que en el lugar se encontraban cambistas para canjearlas por shekel israelitas. A la vez, los hombres judíos adultos contribuían de manera voluntaria al mantenimiento del Templo mediante el pago de un impuesto o la donación de medio shekel al año. El monto del impuesto también se canjeaba y pagaba en las mesas de los cambistas.

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el debate acerca del incidente del templo continúa entre los expertos. mientras algunos están convencidos que jesús realizó ciertas acciones, otros asignan todo el episodio a la polémica generada por marcos.

Los vendedores de animales y los cambistas cobraban una cuota por sus servicios (al igual que los sacerdotes de todos los templos). El gobierno no pagaba salarios a estas personas, que se ganaban de esa manera la vida. No existe prueba histórica alguna en relación a que los vendedores de animales o los cambistas esquilmaran o estafaran a las gentes. Marcos fundió dos citas de los profetas Isaías y Jeremías en la frase «cueva de ladrones». El problema radica en que la atención siempre se enfoca sobre la palabra «ladrones» y no sobre la frase completa. Una cueva de ladrones es un escondrijo donde los truhanes se reúnen para distribuir el botín después de robar en alguna parte: dentro de la cueva no se anda en robos. En otras palabras, para los atracadores una cueva de ladrones es un lugar seguro, y esto es justo lo que tanto Isaías como Jeremías quisieron denotar con su frase. Ambos profetas reprendieron a Israel por tratar el Templo como una guarida. Afirmaron que las gentes asistían al Templo, hacían una ronda de sacrificios y con ello daban por hecho que todo se les perdonaba. Pero tanto Isaías como Jeremías aseveraban que si en el corazón no anidaba verdadero arrepentimiento, los sacrificios carecían de significación. Resulta revelador que ninguno de los dos profetas abogó por la eliminación de los sacrificios, sino porque se efectuaran, además, con genuino arrepentimiento.

Marcos podía enlazar el discurso de manera congruente con el tema principal de su Evangelio: el arrepentimiento de los pecados preconizado por Jesús en su ministerio; pero también pudo haber tenido en mente algo distinto. Marcos escribía en los momentos en que tenía lugar la gran rebelión judía del 66 d.C. La palabra griega que en el relato se vierte como «ladrones», es en realidad lestes («bandidos»). Por lo general este término se aplicaba a los rebeldes zelotes que realizaban incursiones de bandidaje contra los convoyes romanos, que condujeron a la sublevación. Los zelotes habían invadido el Templo, atacado y masacrado a los sacerdotes y quedado a su mando durante el período que duró la revuelta. A este asunto, que el Templo se había convertido en una cueva de ladrones («bandidos»), puede referirse la crítica de Marcos.

¿Jesús estaba en contra del Templo?

La pregunta reviste importancia porque de acuerdo a Marcos (y luego a Mateo y Lucas), el incidente del Templo condujo de manera directa a la muerte de Jesús a manos de los judíos. En la medida que avanza la narración, se presentan muchos problemas con el pasaje de la descripción detallada del juicio y la crucifixión de Jesús de Nazaret. Con el objetivo de controlar a la muchedumbre durante las peregrinaciones asociadas a los festejos más importantes, el procurador romano siempre partía de Cesarea hacia la Fortaleza Antonia, erigida en la esquina noroccidental del Monte del Templo. Las legiones del ejército romano se colocaban, de manera literal, encima de las columnatas, para observar al gentío desde arriba y detectar falsos mesías que pudieran incitar a las masas a rebelarse.

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El volteo de las mesas y la expulsión de los vendedores de animales por parte de Jesús habrían sido observados por las legiones y los sacerdotes. La dificultad estriba en que a continuación de este pasaje sigue la historia del retorno de Jesús al Templo durante los siguientes tres días para proseguir con su enseñanza. ¿Qué probabilidad tenía de que los sacerdotes o las legiones, le permitieran regresar? Sin embargo, en lo que respecta a la ilación de la narración, mantener ocupado a Jesús en su tarea de enseñar en el Templo durante los siguientes días, llena el lapso de tiempo comprendido entre su entrada a la ciudad y la primera noche de la Pascua.

Christ and the Twelve Apostles by Fra Angelico
Cristo y los doce Apóstoles, obra de Fra Angelico
Frans Vandewalle (CC BY-NC)

Los estudiosos continúan el debate acerca de la historicidad del incidente del Templo. Algunos están convencidos que Jesús realizó alguna acción, mientras otros asignan todo el episodio a la polémica generada por Marcos. Si el Jesús histórico se veía a sí mismo como parte de la tradición de los profetas de Israel, esta hubiera podido ser su forma de emular el comportamiento de un profeta. Jeremías se hizo famoso por sus caminatas en el Monte del Templo mientras estrellaba vasijas por doquier, para advertir de la cercana destrucción del Templo de Salomón por los babilonios. Habida cuenta de la época, Marcos pudo haber empleado como alegoría la acción similar realizada por Jesús, para simbolizar la caída del Templo en el 70 d.C.

Otros investigadores analizan el problema de que a lo largo de todo el evangelio de Marcos la oposición siempre está conformada por fariseos, escribas, ancianos, abogados y partidarios de Herodes. No se menciona a los saduceos ni a Roma, pero al estar en conocimiento de la forma en que murió Jesús, Marcos tenía que colocarlo bajo la vigilancia de los sacerdotes y de las legiones romanas, ambos. El incidente del Templo llevaría a Jesús a ser escudriñado tanto por los saduceos, como por el gobierno romano.

Para los autores de los Evangelios, la causa de la muerte de Jesús fue el sentimiento anti-Templo, pero persisten los siguientes problemas:

  1. El hecho que Jesús estuviera en contra del Templo no violaba en forma alguna la Ley de Moisés, ni conllevaba la pena de muerte. Varias sectas judías del siglo I d.C., como los esenos, fariseos, y zelotes, criticaban a los saduceos y a su manera de dirigir el Templo, con un nivel contencioso aún más áspero que el de los Evangelios. Sin embargo, jamás se ejecutó a fariseo ni a rival mesiánico alguno.
  2. No se han descubierto tradiciones de la antigüedad, anteriores o posteriores a la escritura de los Evangelios, que establezcan que Jesús estuviera en contra del Templo.

Las epístolas de Pablo, escritas dentro de los 20 años que siguieron a la muerte de Jesús, no contienen más que alabanzas al Templo y a sus instituciones, por constituir la gloria de Israel. De estas cartas se desprende que Pablo no conocía de la existencia de pensamientos anti-Templo en el ministerio de Jesús. Alrededor del 95 d.C. Lucas, autor del tercer Evangelio, narra historias acerca de los primeros creyentes cristianos de Jerusalén en Los Hechos de los Apóstoles. Lucas relata que Pedro y Juan (y los demás discípulos) continuaron sus visitas diarias al Templo para alabar a Dios y a sus instituciones. Salta a la vista que los discípulos de Jesús no recordaban que hubiera predicado contra el Templo.

La polémica de los Evangelios

Una polémica argumenta un punto de vista distinto o realiza un ataque verbal o escrito contra un oponente. Todos los Evangelios emplearon esta herramienta literaria para exponer las enseñanzas de Jesús y confrontarlas con otros puntos de vista, sobre todo el de los fariseos. La polémica a menudo involucra estereotipos representativos de estructuras colectivas que se emplean para detallar los razonamientos de cada parte. Los fariseos destacaban por su adhesión diaria a la Ley de Moisés, que iba más allá de las prácticas de otros judíos. Fue así que se convirtieron en los portadores de los debates antagónicos entre Jesús y el sistema vigente. Sin embargo, la polémica no constituye prueba. Las acusaciones que se hacían a los fariseos (y saduceos) de negar la salvación a ciertos grupos de judíos carecen de verificaciones históricas.

The Gospels
Los Evangelios
Kotomi Yamamura (CC BY-NC-SA)

Todos los Evangelios se escribieron después de la destrucción del complejo de edificios del Templo. Esto significó que se nulificaran los sacrificios y rituales tradicionales. Cuarenta años después de concluido el ministerio de Jesús los autores de los Evangelios lo hacen profetizar la destrucción del Templo, al mismo tiempo que proseguía la enseñanza de una nueva forma de comprensión del perdón y la expiación. Sin el Templo, el sistema tradicional de pureza ritual y purgación de penas ya no era posible. La crítica que durante su ministerio hace Jesús a las prácticas del Templo abriga la esperanza que aparezca una razón que permita a Dios destruir el Templo.

Por desdicha, el Jesús opuesto al judaísmo se convirtió a lo largo del tiempo, y aún es, la base de siglos de antisemitismo cristiano. En la Edad Media se les impedía a los judíos participar en la mayoría de los negocios, excepto el de prestar dinero con interés (usura). El ataque a los cambistas del Templo se aplicó de forma reiterada a la totalidad de las comunidades judías. Sin embargo, desde el punto de vista teológico las enseñanzas de Jesús que aparecen en los Evangelios proporcionan una penetrante comprensión de las aviesas instituciones de nuestra propia cultura: la lucha de clases, la desigualdad entre los roles de género y la discriminación racial.

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Waldo Reboredo Arroyo
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.

Sobre el autor

Rebecca Denova
Rebecca I. Denova, Ph D. es catedrática emérita de Cristianismo Primitivo en el Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Pittsburgh. En julio de 2021 se publicó su libro de texto titulado «The Origins of Christianity and the New Testament» (Wiley-Blackwell).

Cita este trabajo

Estilo APA

Denova, R. (2021, octubre 20). Jesús y la Ley de Moisés [Jesus & the Law of Moses]. (W. R. Arroyo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1860/jesus-y-la-ley-de-moises/

Estilo Chicago

Denova, Rebecca. "Jesús y la Ley de Moisés." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación octubre 20, 2021. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1860/jesus-y-la-ley-de-moises/.

Estilo MLA

Denova, Rebecca. "Jesús y la Ley de Moisés." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 20 oct 2021. Web. 20 nov 2024.

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