El discurso de Martín Lutero en la Dieta de Worms (también conocido como el discurso Aquí Estoy) se considera una de las más grandes piezas de oratoria de la historia. Lo pronunció en respuesta a la pregunta del consejo sobre si Lutero se mantendría firme en su doctrina o si se retractaría. Su negativa de retractarse ha llegado a considerarse como una defensa clásica de la libertad personal.
Martín Lutero en la Dieta de Worms
Emile Delperée (Public Domain)
Martín Lutero (1483-1546) fue un teólogo, sacerdote, monje y profesor alemán en la Universidad de Wittenberg, quien empezó a cuestionar las políticas de la Iglesia católica romana, en momentos cuando la autoridad de la Iglesia era absoluta. No fue el primero en hacerlo, ya que hubo movimientos y figuras más tempranas, como John Wycliffe (1330-1384) y Jan Hus (c. 1369-1415) quienes abogaron por una reforma de la iglesia. La Iglesia fue capaz de silenciar a estos proto-reformistas, pero no lo pudieron hacer con Lutero debido a su brillante uso de la imprenta, lo que permitió una amplia difusión de sus opiniones, y a su hábil persona como orador y escritor.
Inicialmente Lutero nunca tuvo intenciones de romper con la Iglesia, sino sólo corregir lo que él veía como un abuso y corrupción. Pero cuando la Iglesia intentó silenciarlo, como lo había hecho con Hus, se mantuvo firme y, apoyado por los campesinos y algunos nobles poderosos, inspiró y formó el movimiento que llegaría a convertirse en la Reforma Protestante. Su discurso en Worms es una pieza central para el comienzo de dicho movimiento.
Luther y Worms
Lutero atrajo la atención de la Iglesia como un problema potencial cuando sus 95 Tesis fueron traducidas del latín al alemán y publicadas en 1518. Las 95 Tesis de Lutero eran noventa y cinco disputas ofrecidas por Lutero a sus colegas del clero para someterlas a debate. De acuerdo con el relato tradicional, Lutero hizo públicas estas 95 Tesis al clavarlas en la puerta de la iglesia de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. En los inicios de 1518 los seguidores y simpatizantes de Lutero tradujeron y publicaron su obra en Alemania, la cual en ese entonces era parte del Sacro Imperio Romano Germánico. Hacia 1519 su obra fue traducida y difundida hacia otros países.
La Dieta de Worms no se convocó para lidiar con Lutero específicamente, pero con el tiempo se convirtió en sinónimo de la visión de Lutero y de la Reforma.
Las tesis de Lutero fueron impugnadas por la Iglesia en repetidas ocasiones entre 1518 y 1520, pero él permaneció fiel a su visión, reclamando que estaría encantado de retractarse si se le probaba que estaba equivocado, pero solo si era por medio de las escrituras. Cerca de 1513 Lutero se convenció de que uno solo necesitaba de la Biblia y la propia fe para poder comulgar con lo divino, y que las políticas de la Iglesia eran anti-bíblicas y le servían únicamente a ella. En enero de 1521 fue excomulgado, y llamado a comparecer ante la Dieta de Worms.
La Dieta de Worms (una asamblea imperial en la ciudad de Worms, Alemania) no se convocó para lidiar específicamente con el caso de Lutero, ya que este era tan solo un asunto de los otros muchos a tratar, pero ha llegado a convertirse en sinónimo de la visión de Lutero y de la Reforma Protestante. Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano (Carlos I de España, 1519 - 1556), convocó la Dieta de Worms como una asamblea secular, pero a pesar de esto, incluyó a oficiales de la Iglesia ya que en aquellos tiempos esta se encontraba profundamente involucrada en asuntos seculares. Además, la Iglesia requería de representación para lidiar específicamente con el caso de Lutero. Federico III de Sajonia (el Sabio, 1463 - 1525) garantizó un viaje seguro de ida y vuelta de Worms para Lutero, ya que Federico lo apoyaba en secreto, así como muchos simpatizantes. La asamblea se reunió en enero de 1521, pero Lutero no apareció hasta abril.
El 17 de abril de 1521 el consejo le preguntó a Lutero, mencionando en voz alta los títulos de varios libros, si estos eran de su posesión y si estaba de acuerdo con sus contenidos (algunos de los cuales se consideraban heréticos y como una amenaza para la autoridad de la Iglesia), o si se retractaba. Si optaba por retractarse y arrepentirse de reconocer aquellos libros y de su obra, sería bienvenido de vuelta en la Iglesia; de lo contrario, se le tacharía de hereje e incluso podría ser mandado a arder en la hoguera.
Joseph Fiennes como Lutero
Eikon Film and NFP Teleart (Copyright)
Lutero solicitó una prórroga para formular su respuesta, y la Dieta volvió a reunirse al día siguiente. El nuncio papal, Aleandro, quien era el encargado de cuestionar a Lutero, había sido cuidadoso desde el inicio en formular un interrogatorio que le impidiese a Lutero pronunciar un discurso. Sin embargo, la táctica de Lutero de pedir un aplazamiento hizo que el plan del nuncio fuese en vano, ya que tras la prórroga, ahora se esperaba que Lutero diera una respuesta más extensa. El 18 de abril de 1521, en una demostración notable de valentía y convicción, Lutero pronunció su discurso, primero en alemán y luego en latín, rehusandose a retractarse y exponiendo claramente lo que él defendía y por qué.
El texto
La siguiente traducción proviene de The History of the Reformation in the Sixteenth Century (Historia de la Reforma del siglo XVI) de Jean-Henri Merle d'Aubigné (1794 - 1872), traducida al inglés por David Dundas Scott. Algunos pasajes se han aclarado con la ayuda de Martin Luther: Renegade and Prophet (Martín Lutero: Renegado y Profeta) de Lyndal Roper y Here I Stand: A Life of Martin Luther (Aquí Estoy: Vida de Martín Lutero) de Roland H. Bainton.Las citas bíblicas son del texto original.
Comparezco este día antes ustedes con toda humildad, según su mandato, y les imploro a su Majestad y a sus venerables altezas, por la misericordia de Dios, que escuchen con favor y benevolencia a la defensa de una causa de la cual yo estoy seguro que es justa y recta. Pido disculpas, si por razón de mi ignorancia, hago falta a las correctas ceremonias y modales propios de una corte, ya que yo no he sido criado en palacios de reyes, sino en el retiro de claustros. Y no clamo otro mérito más que el de haber hablado y escrito con claridad y simpleza de mente, siempre teniendo en vista nada excepto la gloria de Dios y la pura instrucción y enseñanza de la gente de Cristo.
Su majestad imperial me hizo ayer dos preguntas; la primera, si era yo el autor de los libros cuyos títulos se leyeron en voz alta. La segunda, si deseaba yo revocar o defender la doctrina que he enseñado. Respondí a la primera pregunta de forma directa, y aún me adhiero a esa respuesta: que esos libros sí son míos y publicados por mí, excepto en la medida en que estos puedan haber sido alterados o interpolados por la astucia u oficiosidad de mis oponentes. En lo que respecta a la segunda pregunta, estoy a punto de responderla, pero primero debo suplicar a su majestad y a sus altezas que se dignen en considerar que he compuesto escritos que versan de varios y diferentes temas. En algunos, he tratado y escrito sobre la fe y la moral, en espíritus tan claros, puros y cristianos, que incluso mis propios adversarios, lejos de encontrar en ellos algo que censurar, confiesan que estos escritos son de provecho y merecedores de ser leídos por las personas devotas. Incluso la bula del Papa, tan violenta como es, reconoce esto. Entonces, ¿qué es lo que estaría haciendo ahora si me retracto de estos escritos? ¡Hombre desgraciado! ¡Estaría yo solo, entre todos los hombres vivientes, abandonando verdades aprobadas por voto unánime de amigos y enemigos, y me estaría oponiendo a doctrinas que el mundo entero se glorifica en confesar!
He compuesto, en segundo lugar, ciertas obras contra el papado, en las que he atacado a este, en cuanto que con doctrinas falsas, vidas irregulares, y ejemplos escandalosos, han hecho daño al mundo cristiano, y arruinado tanto el cuerpo como las almas de los hombres; ¿y no está esto confirmado por la pena y el dolor de todos aquellos quienes temen a Dios? ¿Qué no es manifiesto que las leyes y doctrinas humanas de los papas han enredado, vejado, y torturado las consciencias de los fieles, mientras que extorsiones interminables y clamorosas de Roma engullen la propiedad y riqueza de la cristiandad, y más particularmente las de esta ilustre nación? No obstante, es un estatuto perpetuo el que menciona que las leyes y doctrinas de los papas deben ser consideradas como erróneas y reprobables cuando estas sean contrarias al Evangelio y a la opinión de los padres de la Iglesia.
Si yo me revocase de lo que he escrito en la materia, qué estaría haciendo, sino fortaleciendo esta tiranía y abriendo una puerta más amplia para más y flagrantes impiedades. Derribando toda resistencia con nueva furia, estaríamos viendo a estos hombres orgullosos y soberbios hincharse, jactarse y enfurecerse más que nunca. Y no solamente el yugo que ahora recae con todo su peso sobre los cristianos se haría más duro por el acto de mi retracción, sino que se convertiría, por así decirlo, en legal, ya que por mi retracción, el yugo recibiría confirmación por parte de su Serenísima Majestad y de todos los estados del Imperio. ¡Santo Dios! De ser así entonces me estaría convirtiendo en una clase de manta infame, usada para cubrir y esconder todo tipo de malicia y tiranía.
En tercer y último lugar, he compuesto libros contra ciertos individuos en particular, quienes habían tomado la tarea de defender la tiranía de Roma mediante la destrucción de la fe. Confieso abiertamente que puede que haya atacado a estas personas con una violencia mayor de la que es coherente con mi profesión como eclesiástico. No me considero un santo, pero tampoco puedo retractarme de estos libros. Porque de hacerlo, estaría sancionando las impiedades de mis oponentes, y ellos aprovecharían la ocasión para aplastar a la gente de dios todavía con mayor crueldad.
Sin embargo, como sólo soy un hombre, y no Dios, me defenderé siguiendo el ejemplo de Jesucristo, quien dijo: "Si he hablado mal, da testimonio de lo que he hablado mal: pero si hablé bien, ¿por qué me golpeas?" (Juan 18:23). Cuánto más yo, que no soy más que polvo y cenizas, y tan propenso al error, desearía que todos trajeran al frente lo que pudiesen contra mi doctrina. Por lo tanto, serenísimo emperador, y ustedes ilustres príncipes, y todos, ya sean el más alto o el más bajo, que me escuchan, les imploro por la misericordia de Dios que me prueben por medio de las escrituras de los profetas y de los apóstoles que estoy en un error. Tan pronto se me convenza de esto, instantáneamente me retractaré de mis errores, y yo mismo seré el primero en coger mis escritos y arrojarlos a las llamas.
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Pienso que lo que he dicho ha dejado claro que he considerado y ponderado con detenimiento, no sólo los peligros a los que me expongo, sino también las disensiones y discordias que se suscitaron en el mundo debido a mi doctrina, por la cual ayer fui gravemente amonestado. Pero lejos de sentirme desalentado y abatido, me regocijo con fervor al ver el Evangelio, tan viejo como es, ser causa este día de disturbios y desacuerdos, ya que este es el destino y la característica de la palabra de Dios. “He venido no para traer paz a la tierra, sino espada”, dijo Jesus Cristo. “Ya que he venido a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y la nuera contra su suegra, y a hacer que los enemigos de un hombre sean los de su propia casa”. (Mateo 10:34-36)
Dios es maravilloso y terrible en sus consejos. Tengamos cuidado, no sea que en nuestros esfuerzos de evitar discordias, nos veamos peleando contra la palabra sagrada de Dios y al hacer esto se nos venga encima sobre nuestras cabezas un temible diluvio de peligros inextricables, desastres presentes, desolaciones eternas. Procuremos entonces que el reinado del joven y noble príncipe, el Emperador Carlos, en quien, junto a Dios depositamos grandes esperanzas, no sólo comience, sino que continúe y termine su curso bajo los auspicios más favorables.
Podría citar ejemplos tomados de las escrituras de Dios. ¡Podría poner como ejemplo a los Faraones, los reyes de Babilonia, o de Israel, quienes fueron no más contribuyentes a su propia ruina que cuando por medio de medidas en apariencia muy prudentes, pensaron en establecer su autoridad! Dios mueve las montañas sin que se note (Job 9:5) Al hablar así, no pretendo suponer que tan nobles príncipes tengan necesidad de mi pobre juicio; pero deseo poder absolverme y cumplir un deber que mi Alemania natal tiene el derecho a esperar de sus hijos. Siendo esto así, me encomiendo a su venerada majestad, y a sus altezas, y les ruego en toda humildad que no permitan que el odio de mis enemigos haga llover sobre mí una indignación que no merezco. He concluido.
[En este punto de la audiencia, Carlos V le pidió a Lutero que repitiera en latín lo que había dicho en alemán. Se le dijo a Lutero que respondiera de forma simple, y sin el arte de la oratoria, si se retractaba de sus declaraciones o si aún las mantenía. Entonces Lutero concluyó con el pasaje más famoso de su discurso.]
Dado que su serenísima majestad y su altezas requieren de mí una respuesta simple, clara, y directa, daré una, y es esta: No puedo someter mi fe ni al papa ni al concilio, ya que es claro que ellos han caído en error e incluso en inconsistencias con ellos mismos. Por lo tanto, si no se me convence con pruebas de las Sagradas Escrituras, o razones convincentes, si no se me satisface con el mismo texto que he citado, y si mi juicio no es así sometido a la palabra de Dios, no puedo ni quiero retractarme de nada, ya que no es recto ni honesto por parte de un cristiano hablar en contra de su consciencia. Aquí estoy. No puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude. Amén.
Enunciado "Aquí Estoy"
Algunos académicos han llegado a pensar que la ahora famosa sentencia, “Aquí estoy. No puedo hacer otra cosa”, se añadió más tarde, pero esta afirmación sigue siendo tema de debate. La académica Lyndal Roper señala que, “si él no pronunció esas palabras, esta es la frase que pronto se volvió famosa, ya que ciertamente encapsula el espíritu de su comparecencia” (172). El académico Roland H. Bainton comenta:
La primera versión impresa [del discurso] añadía las palabras: “Aquí estoy. No puedo hacer otra cosa”. Estas palabras, a pesar de que no hayan sido registradas en el momento de haber sido pronunciadas, puede que sí sean genuinas, ya que puede darse el caso de que los oyentes se quedaran demasiado conmovidos en el momento como para escribir. (182)
Bainton bien podría estar en lo cierto respecto al poder del discurso de Lutero, ya que este fue reconocido en el momento, e hizo que Carlos V escribiera personalmente esa misma noche una refutación del mismo. La elocuente negativa de Lutero de retractarse, así como la defensa de su visión, fue un desafío audaz y valiente tanto para la autoridad secular como para la eclesiástica, y lo elevó al estado de cualquier otro gran santo o heróico caballero medieval legendario.
Lutero, siempre consciente del valor de lo dramático, y alimentando esta visión de sí mismo, se dice que concluyó su discurso alzando su brazo en el tradicional gesto de saludo que hace un caballero después de haber ganado un combate. Se le cuestionó brevemente si esta era su declaración final, y respondió que no tenía nada más que añadir y que no se retractaría. Entonces abandonó la asamblea al levantarse la sesión, y permaneció en Worms poco más de una semana antes de dirigirse de regreso hacia Wittenberg. Durante ese tiempo, varios clérigos sugirieron que Carlos V revocara el acuerdo de salvoconducto de Lutero, lo mandara a arrestar, y lo ejecutara como hereje (como sucedió con Jan Hus en el Concilio de Constanza en 1415). Pero Carlos V se rehusó, señalando que tal acto sería deshonroso.
Mientras tanto, Lutero había dejado Worms y fue abducido por un grupo de soldados bajo las órdenes de Federico III, quienes se hicieron pasar por asaltantes de caminos. Sólo uno de los compañeros de viaje de Lutero sabía que esto se trataba de un engaño, y que llevarían a Lutero de vuelta sano y salvo al castillo de Federico III en Wartburg. Si Federico III no hubiera intervenido, es casi seguro que Lutero hubiera sido arrestado por las autoridades y ejecutado tarde o temprano, ya que el 25 de mayo de 1521, Carlos V emitió el Edicto de Worms, que acusaba a Lutero de herejía y lo declaraba como “hereje notorio” y proscrito. El edicto significaba que Lutero podía ser asesinado sin que hubiera algún tipo de consecuencias legales por el homicidio. No obstante, el Edicto de Worms nunca entró en vigor, debido a que Lutero se había vuelto alguien muy popular y estaba protegido por nobles poderosos como Federico III.
Así como con sus 95 Tesis, el discurso de Lutero en Worms se imprimió y publicó, junto con otros panfletos que lo describían como un campeón de la cristiandad quien se había enfrentado a las fuerzas oscuras de la Iglesia, las cuales Lutero y sus partidarios tachaban de anticristo. Después de Worms, los desafíos a la autoridad de la Iglesia aumentaron en Alemania y en otros sitios más durante la Reforma Protestante.
Desde su publicación en 1521, el discurso “Aquí Estoy” ha permanecido como una de las piezas de oratoria más populares y respetadas, comparándose favorablemente con las mejores oratorias de todos los tiempos, y que continúa inspirando a muchas personas hasta el día de hoy. A pesar de que anteriormente Lutero ya había criticado activamente al papa, sus políticas y a los eclesiásticos, su discurso en Worms fue el golpe decisivo que validó su visión ante los ojos de sus simpatizantes cuyo resultado fue el fin de la autoridad monolítica de la Iglesia medieval.
Me encantan las epopeyas clásicas, los poemas épicos, los textos clásicos, la filología, y la historia en general, aunque entre más antigua mejor.
Creo que el conocer sobre nuestra historia hace posible que podamos convivir en paz entre seres humanos y naciones. Al final, todos somos parte de la misma historia y sus inicios compatidos.
Joshua J. Mark no solo es cofundador de World History Encyclopedia, sino que también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.
Mark, Joshua J.. "El discurso de Lutero en la Dieta de Worms."
Traducido por Santiago Luna Andonegui. World History Encyclopedia. Última modificación diciembre 09, 2021.
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Mark, Joshua J.. "El discurso de Lutero en la Dieta de Worms."
Traducido por Santiago Luna Andonegui. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 09 dic 2021. Web. 25 mar 2025.
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Escrito por Joshua J. Mark, publicado el 09 diciembre 2021. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.