Dinámica de la revolución neolítica

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Artículo

James Hancock
por , traducido por Antonio Elduque
Publicado el 07 febrero 2022
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, alemán, portugués
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La revolución neolítica comenzó hace entre 10 000 y 12 000 años en varios puntos distintos del mundo cuando nuestros ancestros empezaron a plantar cultivos. Casi simultáneamente surgieron comunidades agrícolas en Mesopotamia, China, el Sudeste Asiático, África, Mesoamérica y Sudamérica, que reemplazaron el modo de subsistencia de los cazadores-recolectores que había sido utilizado durante cientos de miles de años por el Homo.

Map of the Fertile Crescent
Mapa del Creciente Fértil
Simeon Netchev (CC BY-NC-ND)

La evolución de la agricultura

El cambio de estrategia de la caza-recolección a la agricultura tuvo lugar en diversas fases. Durante millones de años, la subsistencia de nuestros ancestros se basó en la aportación generosa de nuestro entorno natural. Es posible que nuestros primeros antepasados erguidos no tuvieran un sistema especialmente organizado para encontrar comida, pero en tiempos del Homo Erectus, los homínidos sin duda eran recolectores que planificaban el uso de recursos cuya localización era conocida y controlada. En el momento de la aparición de los humanos anatómicamente modernos, el Homo sapiens debía de tener un conocimiento notable sobre el desarrollo de las plantas y los animales y volvía a los mismos sitios, año tras otro, para recolectar y cazar en fuentes fiables.

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La idea original de plantar pudo haber venido de los vertederos, donde se observó que las semillas germinaban y crecían.

Una vez que volvían de forma regular al mismo sitio, no tardarían mucho en convertirse en cultivadores que aumentaban la productividad de los campos originales quitando las malas hierbas, podando y quemando. Probablemente comenzaron labrando con una coa o azada, para reducir la competencia y estimular la germinación. También es posible que, en un estadio temprano, descubrieran que los cultivos mejoraban al año siguiente si se removía el suelo después de la cosecha. Finalmente se convirtieron en productores que trasplantaron un pequeño número de plantas y mantuvieron algunos animales cautivos. Estos primeros huertos probablemente eran muy pequeños y próximos a las residencias, y siguieron así hasta que los humanos decidieron comprometerse más con la agricultura. La idea original de plantar pudo haber venido de los vertederos, donde se observó que las semillas germinaban y crecían. Es posible que hayan aparecido granjas mayores junto con una clase específica de agricultores. Durante las primeras etapas del proceso de domesticación, es posible que el Homo sapiens no seleccionara de manera consciente los tipos superiores de plantas, pero nuestros ancestros no tardaron mucho en guardar semillas y material genético de tipo superior para replantarlo.

Diversidad de la domesticación de cultivos

Los primeros cultivos fueron tan diversos como la gente y los lugares en los que comenzó la agricultura. La amplia variedad climática de los lugares en los que se domesticaron las plantas por primera vez produjo una gran diversidad en las especies vegetales y animales domesticadas en cada uno de ellos. En Oriente Medio había grandes extensiones naturales de trigo y cebada, lo que llevó a los primeros agricultores de la región a explotarlos como sus cultivos principales. En el Sudeste Asiático aquellos cereales no existían, pero era muy abundante el arroz de grano largo que, en consecuencia, pasó a ser uno de sus cultivos elegidos. En Mesoamérica y en África no había trigo, ni cebada, ni arroz, pero la gente explotaba las monocotiledóneas abundantes en esas zonas: sorgo en África y maíz en Mesoamérica. En Sudamérica no había ninguna especie de grano grande y, en consecuencia, los primeros agricultores domesticaron especies tuberosas como la patata, el boniato y la yuca, y pseudocereales como la quinoa y el amaranto.

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Millet
Mijo
Claus Rebler (CC BY-SA)

Entre los primeros domesticados en todos los puntos de origen de los cultivos, se encontraban los alimentos básicos ricos en almidón (siempre complementados con vegetales de alto contenido proteico) y el cultivo de fibra. Se domesticaron diversas legumbres en todas las regiones principales, entre ellas la alubia (África), la soja (China), el cacahuete (Sudamérica), la lenteja y el garbanzo (Oriente Próximo). Otras fuentes importantes de proteína vegetal en América fueron el amaranto y la quinoa. La fibra provenía de diversas especies de algodón en África y Sudamérica, del lino en Oriente Próximo y del cáñamo en China.

Poco a poco, a los cultivos básicos de cada región se fueron añadiendo verduras de hoja, especias, plantas oleaginosas y frutas, que estuvieron entre los últimos grupos de plantas domesticadas. Mientras que la uva y el higo son muy antiguos y su cultivo puede remontarse 10 000 años atrás, la mayoría de los otros árboles frutales se encuentra entre las últimas adiciones a la agricultura. Eso se puede deber, en parte, al extenso tiempo que tardaban en madurar, ya que, desde la plantación, al agricultor le llevaba de 5 a 10 años recoger los frutos. Además, los cultivos frutales son especies cruzadas; los plantones normalmente eran inferiores a la planta madre, debido a la polinización cruzada, y además hubo que desarrollar técnicas complejas de poda e injerto para explotar plenamente su potencial.

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Las primeras etapas de la domesticación de plantas

En la mayoría de los sitios iniciales de la agricultura, la transición de las sociedades cazadoras-recolectoras a las agrícolas fue paulatina y requirió miles de años. Un registro muy temprano de esa transición se encuentra en las excavaciones de Richard MacNeish en el valle de Tehuacán, en México. Excavó 12 sitios que pusieron al descubierto 12 000 años de historia de la agricultura. En los inicios, la gente se alimentaba a base de plantas salvajes y animales pequeños como liebres, venados, pecaríes y lagartos. Recogían las plantas en un ciclo anual programado. Hace unos 9000 años la caza empezó a escasear y la gente empezó a dedicar sus energías a la recolección de plantas salvajes como calabacines, guindillas y aguacates. Durante la estación seca se dispersaban en pequeños grupos recolectores y volvían a reunirse en las épocas de abundancia. Puede que iniciaran el cultivo esporádico de plantas salvajes durante esos períodos, pero el esfuerzo fue mínimo.

hacia el año 3000 ap, en el valle de Tehuacán, la mayor parte de los alimentos provenía de fuentes domesticadas.

Durante los 5000 años siguientes, los pobladores del valle de Tehuacán aumentaron el uso de plantas domesticadas, y en el 7000 AP (antes del presente) aproximadamente el 10 % de su dieta provenía de plantas cultivadas. Para entonces cultivaban un grupo importante de especies introducidas, fuera de sus áreas originales de domesticación, que incluía maíz, amaranto, judías, calabacín y guindilla. Las mazorcas de maíz tenían apenas el tamaño de una goma de borrar, pero la planta ya existía en su forma moderna. El perro apareció hace unos 5000 años. Con el paso del tiempo, la gente fue dedicando más y más esfuerzos a la agricultura, y hacia el 3000 AP, la mayor parte de sus alimentos provenía de fuentes domesticadas, con cultivo de maíz, junto con aguacate, amaranto, calabacín y algodón. Los pavos se domesticaron hace unos 2000 años.

Se puede encontrar evidencias similares de transición de cazadores a granjeros en numerosas localizaciones por todo el Oriente Próximo. Una de ellas es Jericó, en el valle del Jordán, donde quedó un registro continuo de 9000 años de ocupación a causa de que se construían nuevas cabañas de barro encima de otras anteriores conforme se iban deteriorando con el tiempo. En el período más antiguo eran asentamientos de natufienses, que principalmente eran cazadores de gacelas y zorros y que cultivaban algunos tipos de cereales, pero que carecían de animales domésticos. Hace unos 9000 años, empezaron a cultivar cereales en serio, y existen las primeras pruebas de que se domesticaban ovejas y cabras. Un registro similar de largo plazo de asentamientos sucesivos existe en Ҫatalhöyük, en Turquía, donde los pobladores inicialmente eran recolectores que cultivaban algunos cereales de forma marginal, pero que hacia el 10 000 AP habían domesticado ganado y eran agricultores a gran escala.

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Çatalhöyük
Çatalhöyük
Omar Hoftun (CC BY-SA)

En los primeros estadios del proceso de domesticación empezaron a surgir diversos cambios en la composición genética y fisiológica de muchas especies de cultivos. Algunos de esos cambios se debían a una selección consciente, tales como las mejoras en el sabor y en el color, pero otros muchos eran el subproducto no consciente de la siembra y la cosecha, que daba lugar a la selección de pericarpios no triturados, un crecimiento más determinado, una maduración más uniforme y una mayor producción de semillas. Todas esas características aumentaban la probabilidad de que la semilla de un tipo de planta fuera cosechada y subsecuentemente plantada. La competencia entre plantones, provocada por la siembra en proximidad, probablemente aumentaba su vigor y su tasa de germinación, porque los individuos con esas características tendrían más probabilidades de vencer en la carrera hacia la edad reproductiva. El mayor tamaño de la semilla probablemente contribuía al vigor de los plantones y la ausencia de inhibidores de la germinación habría permitido acelerarla. Las cubiertas de semillas también evolucionaron con la domesticación porque las más finas eran más permeables al agua y daban lugar a una germinación más rápida.

Causas de la revolución neolítica

Una cuestión que ha intrigado por igual a antropólogos y etnobotánicos es por qué la agricultura tardó tanto en emerger. Parece probable que la gente tuviera los recursos para cultivar mucho antes de cuando empezó a hacerlo. Sin duda nuestros ancestros habían adquirido amplios conocimientos sobre las plantas y los animales a través de la propia actividad de caza y recolección. Habían observado las pautas estacionales del desarrollo de las plantas y de las migraciones animales, así como de la germinación de las semillas y su crecimiento en sus vertederos. Quemaban campos para dirigir la caza y tenían que haber notado la subsecuente regeneración de las plantas. También habían desarrollado un conocimiento íntimo de cómo innumerables especies vegetales se podían utilizar para la alimentación y la medicina, y sabían cómo desintoxicar recursos alimentarios que de otro modo serían tóxicos.

Probablemente la primera idea formal acerca de por qué los humanos comenzaron a cultivar es la Teoría del Oasis de Gordon Childe, que sugirió que, después de la glaciación, el norte de África y el sudoeste de Asia se volvieron más secos y los humanos comenzaron a agruparse en áreas donde había agua. La gente primero aprendió a domesticar a los animales que se congregaban en los alrededores y, posteriormente, conforme las poblaciones humanas fueron creciendo, aprendieron a cultivar para evitar el hambre. Aunque esta teoría es una explicación atractiva de la agricultura en zonas xéricas (de baja humedad), en la actualidad es sabido que mesohábitats (de humedad moderada) del Sudeste Asiático y la zona tropical de Sudamérica también desarrollaron la agricultura.

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Inca Agricultural Terracing
Sistema de terrazas agrícolas incas
McKay Savage (CC BY)

Sauer, en su libro clásico Agricultural Origins and Dispersals (1952) sugería que la agricultura surgió por primera vez entre los pescadores del Sudeste Asiático. Disponían de una fuente fiable de alimento, eran sedentarios, y por tanto tenían el tiempo y la fuerza para experimentar con nuevos sistemas de producción de comida. De nuevo, esta teoría funciona bien en áreas donde pescados y crustáceos son fáciles de conseguir, pero no explica el origen de la agricultura en lugares secos sin pescado como Mesoamérica y África Central.

También se ha sugerido que la agricultura surgió como un subproducto de ceremonias religiosas. Se recolectaban y quizás también se cultivaban plantas productoras de drogas que se utilizaban en los ritos. Es posible que sus semillas se dispersaran en los montículos funerarios y que se domesticaran animales para el sacrificio. Aunque la religión puede haber representado un impulso importante para las poblaciones del Neolítico, para aplicar sus conocimientos sobre los ciclos de vida de plantas y animales, seguimos sin respuesta a la pregunta original de por qué les costó tanto tiempo empezar a domesticarlos. Hay múltiples evidencias de la espiritualidad de la gente muy anterior a que empezaran a domesticar plantas y animales.

Otras teorías sobre los motivos del comienzo de la agricultura giran en torno al cambio climático, que restringió la disponibilidad de recursos y estimuló la actividad agrícola, o al crecimiento de la población, que alcanzó un máximo en el que ya no había recursos suficientes para alimentar a las masas crecientes. Con el aumento de la población, las necesidades alimentarias pudieron haber aumentado hasta el punto en que fuera imprescindible conseguir fuentes alternativas para cubrir el sustento necesario. Es posible que simplemente nuestros ancestros empezaran a cultivar cuando ya no podían recoger suficiente comida silvestre para alimentar a sus familias y a sí mismos.

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Hay claras evidencias de que las poblaciones estaban en expansión durante la Revolución agrícola en la mayoría de los primeros puntos de origen de los cultivos, pero no se sabe si la invención de la agricultura estimuló dicho crecimiento o tuvo lugar como consecuencia de ese crecimiento. La respuesta sencilla a por qué nos costó tanto tiempo empezar a cultivar es, posiblemente, que la caza y la recolección eran una forma de vida muy confortable y los humanos necesitaban una buena razón para dejarlas. Juliet Clutton-Brock afirma que “con la abundancia de comida y las excelentes materias primas de madera, hueso, pedernal y cuernos, resulta difícil ver qué le faltaba a la gente del Mesolítico” (14).

La gente de la Edad de Piedra era compleja e inteligente que podía adaptarse con facilidad a las situaciones que se presentaran. Les gustaba cazar y recolectar, y solo se vieron empujados hacia la agricultura por una serie de fuerzas regionales específicas que incluían el crecimiento de la población, el cambio climático, la sobreexplotación de la caza, la religión, o simplemente el deseo de más cantidad de algo escaso, ya fuera comida, especias, aceite, colores ceremoniales o fibra. La producción de comida no es más que una entre las posibles razones del cultivo de las plantas.

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Antonio Elduque
Soy doctor en Química y trabajo en el sector biomédico. También licenciado en Humanidades, especialmente aficionado a la Historia. Me gusta traducir porque obliga a una lectura lenta y cuidadosa, buscando el sentido del texto más que el significado de las palabras.

Sobre el autor

James Hancock
James F. Hancock es un escritor independiente y profesor emérito en la Universidad del Estado de Michigan. Sus temas principales de interés son la evolución de los cultivos y la historia del comercio. Sus libros incluyen «Spices, Scents and Silk» (CABI) y «Plantation Crops» (Routledge).

Cita este trabajo

Estilo APA

Hancock, J. (2022, febrero 07). Dinámica de la revolución neolítica [Dynamics of the Neolithic Revolution]. (A. Elduque, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1937/dinamica-de-la-revolucion-neolitica/

Estilo Chicago

Hancock, James. "Dinámica de la revolución neolítica." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. Última modificación febrero 07, 2022. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1937/dinamica-de-la-revolucion-neolitica/.

Estilo MLA

Hancock, James. "Dinámica de la revolución neolítica." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 07 feb 2022. Web. 26 dic 2024.

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