El Señor de los Anillos abunda en elementos de la mitología nórdica, pero de todos, ninguno más cautivador que el propio anillo. El Anillo Único evoca a los anillos mágicos de las historias nórdicas, en especial Draupnir, de Odín, o Andvaranaut de la leyenda de los volsungos, si bien el de Tolkien posee voluntad propia y no puede emplearse para hacer el bien.
El anillo de Andvari
En la Saga Völsunga, el anillo maldito de Andvari le trae la ruina al héroe Sigurd (Siegfried), del clan de los Volsungos. Esta es una historia que también se presenta de forma fragmentada y poco cohesionada en la colección de principios de 1200 de poemas nórdicos de autores y épocas diferentes conocida como Edda Poética después de los poemas dedicados a los dioses y que también está presente en las tradiciones germánicas continentales con el nombre de Cantar de los nibelungos. J. R. R. Tolkien, estudioso del nórdico antiguo, intentó reelaborar este material legendario en su libro La Leyenda de Sigurd y Gudrún (The Legend of Sigurd and Gudrún), e incluso llegó a añadir una introducción mitológica que seguía la línea del Völuspá, la profecía que da inicio a la Edda Poética.
El impulso de atar cabos sueltos constituye una característica recurrente en la relación de Tolkien con sus fuentes nórdicas, pero a la larga las lagunas acogerían el mundo que el autor se había creado. (Birket, 249)
En las fuentes en nórdico antiguo, el anillo forma parte de la indemnización que se ven obligados a pagar los dioses Odín, Hoenir y Loki a cierto rey de nombre Hreidmar por haberle ocasionado la muerte a su hijo Ótr. El vástago, fallecido mientras pescaba, poseía la capacidad de adoptar la apariencia de nutria. Loki sale en busca del rescate, y emplea el oro del enano Andvari el Cauteloso, a quien habían capturado mientras nadaba en forma de lucio. El enano desea quedarse con un anillo, pero Loki se lo arranca. En retribución, Andvari maldice el oro para que cause la muerte de quien lo posea. Entonces los dioses toman el oro para rellenar la piel de la nutria y recubrir su exterior; el rey Hreidmar, empero, distingue un vello del bigote y exige que también lo cubran. Odín toma el anillo maldito, Andvaranaut, y lo pone en el bigote, con lo que completan la indemnización.
Regin, otro de los hijos de Hreidmar y preceptor de Sigurd, de la familia Volsung, lo incita a que liquide al tercer vástago del rey, el dragón Fafnir, quien se había convertido en monstruo a causa de su condicia, un claro recordatorio de el personaje de Smaug en El Hobbit. Sigurd se convierte en el nuevo dueño del tesoro; parte a caballo y atraviesa un cerco de fuego con el propósito de liberar a la valkiria Brunilda, que recibe el anillo como muestra de amor. Más adelante la historia narra que una poción mágica le hace olvidar a la valkiria y desposar a Gudrun; se le aparece a la valkiria con la figura de su esposo Gunnar, hermano de Gudrun, rey de los burgundios, y sustituye el anillo. Visto de conjunto, el anillo de Andvari funciona principalmente como recordatorio del inevitable destino que sobrevendrá al héroe como consecuencia del conjuro lanzado sobre el tesoro obtenido por la fuerza, pero no comparte ni la malignidad ni el poder del anillo de Tolkien.
Al igual que la sortija de El Anillo del Nibelungo (Ring der Nibelungen) de Wagner, una apropiación indebida de material legendario que sirve a la propaganda fascista, el anillo de Tolkien posee un poder extraordinario. «Ambos anillos son redondos y ahí termina el parecido», dice Tolkien en una de sus misivas (Las cartas de J. R. R. Tolkien. Una selección, 229), pero resulta innegable que existe una importante similitud: ambas obras convierten al anillo en un personaje principal. Por otra parte, puede que fuera un intento premeditado de rechazar el enfoque de superioridad racial, pues en las cartas 55 y 56 protesta contra el nacionalsocialismo por haber convertido a la cultura nórdica, que adoraba, en algo despreciable.
En la obra de Tolkien la gesta para destruir el anillo resulta tan importante como el propio objeto, y el inesperado héroe, miembro de una poco resistente pero belicosa raza de hobbits, se contrapone al prototipo marcial «germánico». Su héroe intenta ser una encomiable figura de paz, lo cual puede inferirse de su nombre. En la Saga Ynglinga, una prehistoria escandinava mítica, se mencionan algunos personajes de nombre Frøði, «sabio». Uno de ellos, en particular, está vinculado con un extenso reinado de prosperidad atribuido al dios Freyr, patrocinador de abundantes cosechas (Heimskringla, capítulo 10). En la Edda Prosaica del siglo XIII, compendiada por Snorri Sturluson, se menciona la «paz de Frodi», Fróða friðr, como un período comparable al de la Pax Romana del emperador Augusto (que reinó de 27 a.C.-14 d.C.). Snorri explica que los nórdicos bautizaron este suceso de resonancia mundial con el nombre de «paz de Frodi» porque este Frodi, el legendario Skjöldungar, rey de los daneses descendiente de Odín, parece haber sido el monarca más poderoso del norte. Durante su reinado nadie perjudicaba a sus semejantes ni vivía bajo la amenaza de bandoleros y ladrones, razón por la que incluso un anillo de oro podía permanecer largo tiempo tirado en las espesuras de Ialangr, el Jelling danés. La prosperidad de la época se debía a la existencia de dos molinos que podían moler lo que el molinero deseara. Oro, en este caso. De esta manera durante el reino de Frodi salen a la luz los curiosos elementos del anillo de oro y la resistencia a la tentación, que pudieron haber despertado la imaginación del escritor.
El anillo de Odín
El concepto de un anillo maestro podría tener una conexión adicional con Draupnir (el que Gotea, del verbo drjúpa), la argolla de oro que deposita Odín en la pira funeraria de su hijo Baldr que tiene el poder de replicarse a sí misma mediante el «goteo» de ocho aros de idéntico peso cada novena noche. Snorri y ciertos indicios que aparecen en los poemas más arcaicos de la Edda Poética proporcionan numerosos detalles acerca de este relato. En el capítulo 35 del Skáldskaparmál, en la sección dedicada a enseñar el arte de la poesía, la historia que cuenta el motivo por el cual al oro se le llama cabellera de Sif (la esposa de Thor) permite entrever con mayor amplitud el contexto en que se desenvuelve el anillo.
Loki, la astuta deidad, le corta el cabello a Sif y Thor lo amenaza con romperle todos los huesos del cuerpo si no soluciona el problema. El dios visita a los elfos oscuros conocidos como hijos de Ivaldi, en nórdico antiguo svartálfar, que es posible que fueran enanos, pues la diferencia entre ambos grupos nunca se ha definido con claridad. Los magníficos artesanos no solo forjan el cabello de Sif, sino que añaden la nave mágica Skidbladnir que podía guardarse en un bolsillo, y la lanza de Odín, Gungnir, que nunca falla. Entonces Loki se apuesta la cabeza con los enanos Brokk y Sindri (o Eitri, dependiendo del manuscrito) a que no pueden forjarobjetos de mejor calidad. Una mosca, que es probable que fuera el propio Loki transformado, intenta picarle el cuello y los párpados a Brokk para sabotearles el trabajo, pero aun así los artífices forjan un jabalí de cerdas de oro, la argolla áurea Draupnir, y el martillo de Thor, Mjölnir. Los dioses reciben estos magníficos regalos, y Odín recibe la lanza y el anillo.
La capacidad de Draupnir de replicarse a sí mismo es comparable a la característica del Anillo Único de dominar a todos los demás y «percibir todas las cosas que se hacían por medio de los anillos menores, así como de observar y gobernar los pensamientos de aquellos que los usaban» (El Silmarillion, 361). Celebrimbor, excelente artesano elfo de Eregion, recibe conocimientos de Sauron, quien se le presenta disfrazado de emisario de los Valar, los poderes angelicales primigenios. Con el saber adquirido y sin percatarse del engaño, el orfebre forja los tres anillos élficos. Después Sauron entrega nueve anillos a los Nazgûl, mortales condenados a convertirse en espectros del Anillo, y siete a los lores enanos, los cuales los emplean para crear sus fabulosos tesoros que acabarían atrayendo a los dragones, un relato que resulta semejante al de Fafnir. Los temas de las forjas y de los geniales herreros, en cuyo desarrollo se participan elfos y enanos, evocan los mitos nórdicos. De manera similar, se pueden relacionar el Feanor de Tolkien, que forja las tres grandes joyas, y el nórdico-germánico Völund (Wayland), el elfo que por venganza ocasiona la muerte de los hijos del rey que lo mantiene preso y confecciona un manto alado.
En el contexto nórdico, el anillo puede referirse a los seguidores potenciales de Odín, pues era una práctica común de los lores regalar argollas que se llevaban en los brazos. Resulta claro que tales anillas tenía un significado menor para Odín. Sauron coloca toda su voluntad de destrucción dentro del anillo, y la decisión de Tolkien respecto a su potencia tiene implicaciones morales: el mítico acto de separar el alma de alguien e incorporarla en un objeto externo que entonces se convierte en fuente principal de su poder, pone al descubierto las desastrosas consecuencias de tal dependencia. No obstante, las narrativas divergen bastante, pues mientras que los enanos forjan Draupnir instigados por el gran enredador Loki, Sauron atiende a la tarea de manera personal en Orodruin, el Monte del Destino, y se convierte en su artífice, con el claro propósito de entrampar a cualquiera que use los anillos de poder.
En la sección correspondiente a Gylfaginning (El engaño del rey Gylfi) de la Edda Prosaica se descubre que en efecto es Odín el que deposita la argolla en la pira de Baldr, muerto de forma trágica a manos de su hermano ciego Hodr por instigación de Loki. Otro hermano de Baldr, Hermod, cabalga hasta el infierno con la intención de convencer a Hel, hija de Loki y guardiana del inframundo, de que permita regresar a Baldr con los Æsir debido a la gran congoja que los asola. A modo de recuerdo, Baldr le devuelve a Draupnir Odín, acompañada de otros presentes. Los dioses envían emisarios por todo el mundo para convencer a todas las criaturas vivientes de que con su llanto liberen a Baldr del infierno, tarea que no se llega a cumplir debido a que Loki, disfrazado de giganta, se niega.
Draupnir, por ejemplo, también se asocia con el oro en las kennings, metáforas complejas: Snorri cita El Cantar de Bjarki (Lay of Bjarki), donde la palabra oro también se puede sustituir por «el tesoro del sudor de Draupnir» (en nórdico antiguo: Draupnis dýrsveita, capítulo 45 de Skáldskaparmál). Desde luego, «tesoro» se convirtió en un leitmotiv en la obra de Tolkien. Por desdicha, Draupnir tiene escasa presencia en las fuentes de mayor antigüedad, y el poema que lo menciona no lo dota de otros poderes especiales, aunque mantiene su importancia. Después de recuperarlo de Hel, Skirnir, sirviente de Freyr, se lo ofrece a la giganta que Freyr desea desposar. Esta referencia se encuentra en la estrofa 21 del poema Fǫr Skirnir (El viaje de Skirnir). Aunque la argolla no se menciona, sin duda se puede identificar con Draupnir:
La argolla que a ti te traigo,
que tiempo atrás
fue quemada con el hijo de Odín,
ocho de igual peso
de ella gotean
cada novena noche.
(Traducción del autor)
No hay información acerca de la causa por la que Draupnir acaba en manos de Freyr, ni el modo en que esto ocurrió. El poema utiliza el término baugr (argolla para el brazo) debido a que eran de uso frecuente en el mundo nórdico, pero a los efectos del relato de Tolkien se adecua mejor un anillo común, puesto que debe permanecer oculto y su poder tiene que contrastar con su tamaño.
La naturaleza indestructible de estos anillos también es un tema que resulta corriente: el Anillo Único solo puede fundirse en el lugar donde se forjó. Más aún, el poder del Anillo Único se incrementa por el tabú que envuelve a su nombre. O no tiene nombre, o resulta terrible nombrarlo, mientras otros anillos de las leyendas de Tolkien sí reciben apelativos: Nenya, el anillo de sanación de Galadriel; Vilya, el poderoso anillo de Elrond, y Narya el Grande, que Gandalf utiliza con desenvoltura en el noveno capítulo del Retorno del Rey, un hito del relato en el que todos estos anillos salen de la Tierra Media. Gandalf, el peregrino de Tolkien de naturaleza similar a la de Odín, comparte rasgos comunes con el Padre de Todo (Allfather), como son sus habilidades hechiceras, la búsqueda del conocimiento obtenido a través del sacrificio, la exploración de la tierra bajo la apariencia de anciano, y también los animales y efectos personales que llevan encima, entre ellos el anillo.
Tolkien explica en una carta la razón por la que se ocultan los anillos élficos después de que se vuelvan obvias las oscuras intenciones de Sauron, así como el origen de la famosa y antigua rima que aparece como leitmotiv en El Señor de los Anillos:
Los elfos de Eregion forjaron tres anillos de suprema hermosura y poder salidos casi por completo de su imaginación y dirigidos a la preservación de la belleza: no conferían invisibilidad. Pero en el fuego subterráneo de la Tierra Negra, Sauron forjó en secreto el Anillo Único, el Anillo Rector, que contenía los poderes de todos los demás y los controlaba. Quien lo llevara podía conocer los pensamientos de todos los que poseían los anillos menores, gobernar todo lo que hacían, e incluso esclavizarlos por completo. Sin embargo, sus elucubraciones no contaron con la sabiduría y sutiles percepciones de los Elfos, quienes en el momento en que Sauron entró en posesión del Único, supieron del anillo tanto como de sus secretos propósitos, y se atemorizaron. Ocultaron los Tres Anillos, que se mantuvieron inmaculados debido a que ni siquiera Sauron pudo descubrir dónde se encontraban. A los demás trataron de destruirlos. Al estallar la guerra entre Sauron y los elfos, la Tierra Media, especialmente la parte occidental, quedó en ruinas. Sauron conquistó a Eregion, la destruyó, y se apoderó de numerosos Anillos de Poder que entregó, para su mayor corrupción y esclavitud, a quienes los aceptaron por ambición y avaricia. (Las Cartas de J. R. R. Tolkien. Una Selección, 131).
La ambición y la avaricia recuerdan las fatalidades del destino del ciclo de Sigurd.
Anillos de juramento y anillos de poder
Un aspecto adicional que vincula aún más las tradiciones nórdicas con el conjunto de leyendas de Tolkien es la idea de utilizar anillos, que por lo general se conservaban en los templos, como testigos de sus juramentos. En la saga de Eyrbyggja (Saga de los antiguos moradores), el autor describe un pedestal en medio de una habitación donde se efectuaban sacrificios de sangre animal; en su parte superior se encontraba una argolla de 500 gramos (20 onzas), ante la cual los hombres pronunciaban sus juramentos. El sacerdote que atendía el templo llevaba en su brazo la argolla, que parecía cumplir con la función de ligar en un contrato mágico a hombres y dioses. El poema Atlakviða (El Cantar de Atli), uno de los más antiguos de las Edda, narra cómo Atli jura por un anillo que el dios Ull llevaba en su dedo. La Crónica primaria rusa (Russian Primary Chronicle) describe la forma en que los vikingos juran por sus armas y argollas para ratificar un tratado con los bizantinos. A mediados de los años 800 los vikingos de Guthrum sellaron un pacto con el rey Alfredo el Grande (que reinó de 871-899) ofreciéndole sus votos ante un brazalete sagrado. La arqueología ha documentado el hallazgo de una vasta cantidad de brazaletes, anillos, y collares o torques, lo cual confirma la amplia extensión de su uso en Escandinavia, donde frecuentemente los vikingos vinculaban esos valiosos objetos a sus juramentos y a las beneficiosas lealtades que representaban.
En El señor de los anillos, cuando Frodo trata de convencer a Sam de la obediencia de Gollum, Gollum intenta jurar él mismo por el Tesoro, pero a la postre su compromiso de no hacerle daño a Frodo lo asume el propio anillo, no la palabra empañada ante el objeto. Esta pequeña diferencia sugiere la importancia de mantener al conflictivo anillo fuera del alcance de Gollum. De manera similar, el anillo opera como custodio indirecto de los juramentos en la ocasión en que Faramir le pide un juramento para entrear Gollum a Frodo, y la criatura jura que jamás conducirá a otros hasta el sitio donde se encuentre el Tesoro.
A menudo los anillos tenían connotaciones positivas en la sociedad nórdica; era común regalarlos tras ganar una batalla, y se caracterizaba a los jefes como personas que obsequiaban anillos. En los poemas escritos en inglés antiguo se aplican a los reyes epítetos como «el que entrega anillos», (béaga brytta), lo mismo que «el que confiere oro» (goldgyfa), y se los condena si se apropian de todo lo capturado. En la sociedad nórdica y en la anglosajona se esperaba que los jefes honraran a sus seguidores, una idea que Tolkien explora de distintas maneras. Sauron, por supuesto, distribuye los anillos, pero también está Isildur, que acepta el anillo en calidad de compensación por la muerte del padre y el hermano. Por su parte, el portador del anillo le hace frente a una insólita carga que se hará cada vez más opresiva hasta arribar al clímax, en el cual el único desenlace será la destrucción. Aparte de los tres nobles anillos élficos, en el mundo de Tolkien existen un sinnúmero de anillos que previenen contra el acto de incorporar poder a un objeto que se convierte entonces en la identidad del que lo posee. El Único expone la debilidad de su portador.
Conclusión
Al igual que otros elementos de su obra, que abarca criaturas sobrenaturales, paisajes heroicos, competencias de acertijos, e incluso los nombres de los personajes, en que el de Gandalf, «elfo con vara», es célebre por haberse extraído del catálogo de los antiguos enanos nórdicos, la mitología nórdica cumplió con la función de ser el pilar de la Tierra Media de Tolkien, junto al inglés antiguo y las historias medievales, y en mayor o menor grado actuó como fuerza consciente en la conformación de una nueva mitología. Mientras que en las culturas islandesa, escandinava y anglosajona los anillos se ganaron un lugar en los espacios míticos y mundanos, Tolkien los elevó al sitial que ocupan los objetos importantes, al centrarse en su forja, intercambio, desaparición y significado simbólico.