Los orígenes de las enseñanzas cristianas acerca de la sexualidad humana

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Rebecca Denova
por , traducido por Waldo Reboredo Arroyo
Publicado el 05 julio 2022
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, italiano, polaco, portugués
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En el discurso actual acerca de la sexualidad humana, la identificación de género, el matrimonio homosexual, el control de la natalidad y sobre todo, el aborto, se cita con frecuencia a la Biblia. Sin embargo, la mayoría de las enseñanzas cristianas más modernas evolucionaron a partir de los escritos de los Padres de la Iglesia, un grupo de obispos del siglo II d.C. que dieron origen al dogma cristiano, el conjunto de creencias que todos debían seguir, el cual absorbió ideas del judaísmo, así como de la cultura religiosa dominante del Imperio romano.

The Gypsy Madonna by Titian
La madona gitana, por Ticiano
Titian (Public Domain)

Roles de género y fertilidad

En el mundo de la antigüedad no existía el concepto de «religión» como categoría independiente, el término vino a emplearse durante el período de la Ilustración. Los poderes del universo, lo divino, estaban integrados en todos los aspectos de la vida. En esa época las actitudes y los criterios relacionados con el cuerpo se vinculaban de modo directo con la comunidad. En un mundo en que imperaban duras condiciones y una baja expectativa de vida, donde existían inundaciones, hambrunas, una alta tasa de mortalidad infantil y guerras constantes, el milenario concepto de fertilidad entrañaba una importancia crucial para la supervivencia. En esencia, la comunidad tenía que sobrevivir por medio de la procreación de nuevos seres humanos para reemplazar a los que morían.

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se entendía que los dioses habían legado los roles de género que cada cultura había codificado en sus leyes.

La convicción acerca del carácter esencial de la procreación estaba sustentada por la estructura y el orden de la sociedad, en particular en cuanto a los roles de género y las obligaciones que conllevaban. El sexo de cada quien constituía la diferencia física con la que se nacía; el género al que se pertenecía era una fabricación social que distinguía al hombre de la mujer y articulaba las actuaciones y los deberes de cada quien. Se entendía que estas conductas y deberes eran un legado de los dioses, los cuales constituían obligaciones religiosas, y estaban codificados en forma de leyes en cada cultura.

Cada hombre tenía el deber sagrado de contraer matrimonio y procrear, mientras sobre cada mujer se ejercía una presión creciente vinculada a su valor reproductor, característica que a todos los efectos era lo único que aportaba a la sociedad. Los hombres podían gobernar ciudades y defenderlas mediante la guerra, pero las mujeres apenas poseían una singular cualidad que las redimía: el potencial de producir hijos. Los matrimonios se acordaban por medio de contratos en los que las mujeres se consideraban propiedad de los hombres, primero del padre y más tarde del esposo, lo que tenía por consecuencia que el adulterio se conceptuara como la transgresión de la propiedad de un hombre por otro hombre. Las culturas de la antigüedad y las escrituras judías establecían penas severas para el adulterio; tanto al hombre como a la mujer se les aplicaba la pena de muerte. La sanción era rigurosa debido a que la paternidad no podía probarse mediante ADN, y era crucial garantizar la continuidad del linaje del esposo.

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La prostitución en el Mediterráneo de entonces no constituía pecado para las escrituras judías, ni para la sociedad dominante, puesto que las rameras no eran partícipes de contrato legal alguno. Desde el punto de vista social, sin embargo, las meretrices se encontraban en el plano más bajo de los estratos de la sociedad. Los hombres de la época no comprendían que el semen se regeneraba y pensaban que no debía malgastarse con una prostituta, sino emplearse de manera exclusiva en dar continuidad a las generaciones de la familia.

Ancient Lovers
Amantes de la antigüedad
Mohawk Games (Copyright)

Las culturas de antaño consideraban que los abortos y nacimientos prematuros que terminaban en la muerte eran situaciones cargadas de pena, debido a la pérdida del niño. Existían leyes y grados de castigo para quienes ocasionaran un aborto. En las escrituras judías, incluso cuando el aborto espontáneo era un accidente, el victimario tenía que compensar a la familia mediante el pago de una multa. Los libros de los profetas empleaban como metáfora la interrupción del embarazo: no cumplir con los mandamientos de Dios acarrearía «matriz que aborte y pechos enjutos». (Oseas 9:14)

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Control de la natalidad, aborto y abandono

Entonces como ahora, los embarazos no deseados constituían un problema social que involucraba, sobre todo, a niños nacidos en el seno de un escándalo de adulterio. El esposo cargaba con la vergüenza de no haber podido controlar el comportamiento de la esposa. Los métodos para tratar los embarazos no deseados eran profilácticos, se empleaban procedimientos artificiales para prevenir la gestación: cirugía, drogas, pociones, elíxires y fórmulas mágicas. Se conocen textos egipcios de medicina que describen fórmulas para hacer pastas que se aplicaban a la vagina para impedir la preñez. El solo hecho de mezclar las fórmulas, que incluían excremento de cocodrilo, podía disuadir a la persona de tener una relación sexual. No obstante, la actitud general hacia el control de la natalidad y el aborto era negativa, puesto que desmentía la importancia de la fertilidad, e interfería con los derechos del padre al denegarle descendientes. El recuerdo de la persona se honraba de manera continuada a través de los ritos funerales que ofrendaban los descendientes, razón por la cual el judaísmo de la antigüedad enseñaba que toda vida debía preservarse.

La práctica y el grado en que se efectuaba el infanticidio y el abandono en grandes números de niños no deseados o discapacitados, son en gran medida un mito.

En la antigua Roma la persona no se reconocía en calidad de tal a partir de los aspectos psicológicos asociados a la concepción o al hecho de pasar un tiempo determinado en el útero. Al nacer, el niño se colocaba a los pies del padre, quien podía optar por recogerlo y aceptarlo como hijo suyo. Ponerle nombre significaba que en ese momento se reconocía la realidad de su existencia; la persona pasaba a ser un descendiente avalado por la ley, lo cual significaba que el vástago podía heredar los bienes del padre. Existía una tácita suposición de que los burdeles y las prostitutas empleaban distintos métodos para abortar. Esto también contribuía a su baja posición social puesto que era contraria a los dictados de los dioses e impedía que el hombre perpetuara su nombre y su memoria a través de su progenie.

La práctica y formas de infanticidio en cantidades desmesuradas mediante el abandono de niños discapacitados o no deseados es en gran medida un mito; el tema se encontraba en el campo de la leyenda debido a que con toda probabilidad se había originado en las fábulas que se contaban acerca de dioses abandonados al nacer y criados por otros, por lo general pastores, que después recuperaban su posición y realizaban grandiosas hazañas. Por lo común los hijos que no se deseaban se dejaban fuera de la casa, donde cualquiera podía recogerlos y adoptarlos. Existen pruebas acerca de que los que se «rescataban» de esta manera constituían una fuente barata de esclavos. También es un mito que se renunciara con mayor frecuencia a las hijas que a los hijos. Las hijas resultaban costosas debido a que para dar cumplimiento a los contratos matrimoniales requerían de una dote, pero también eran útiles para establecer alianzas políticas con otras familias. De la lectura de las inscripciones en los sepulcros se sabe que una hija que moría en su juventud ocasionaba tanta aflicción como la pérdida de un hijo.

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La perspectiva filosófica

Las distintas escuelas de filosofía y los análisis de la medicina, enseñanza que se impartía en esas academias, racionalizaron los roles de género. Los filósofos explicaban las diferencias entre varón y mujer. Los hombres tenían la sangre caliente, mientras la de las mujeres era fría. «Caliente» equivalía a «activo» y «frío» a «pasivo». Según los textos médicos de la época, durante el ciclo menstrual la sangre fría, afectada por los vapores del útero y del hígado, podía subir hasta el cerebro y provocar «histeria», la concepción arcaica del actual síndrome premenstrual, SPM.

Se concebía al útero como una incubadora, cuya única función era nutrir al feto hasta su nacimiento, de ahí el término latín vagina, «vaina para recibir una espada». Se creía que el semen era el exclusivo portador de las características físicas de la persona. A las mujeres se les advertía que llevaran una vida saludable y pasiva durante el embarazo, puesto que un comportamiento inapropiado podía afectar al feto. El filósofo griego Aristóteles (324-322 a.C.) afirmaba que el nacimiento de una niña, en vez del de un varón, era consecuencia del malfuncionamiento del útero. Para Aristóteles, la hembra era un feto masculino incompleto, que no se había terminado de formar.

Sex in Pompeii
Sexo en Pompeya
CFCF (Public Domain)

No obstante, no se podía dar rienda suelta a la energía del hombre, pues se perdería el control sobre las emociones y la sociedad sufriría a causa de la irracionalidad. Las escuelas filosóficas enseñaban apatheia, no ser dominado por las pasiones o los impulsos del cuerpo, ni por las emociones; lo cual tomaba particular relevancia en el preciso momento en que se perdía el control durante el orgasmo sexual.

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La homosexualidad en el mundo antiguo

En contraposición a los debates modernos acerca de la homosexualidad, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la identificación de género, en la antigüedad no existía el concepto de estilo de vida gay. En la antigua Grecia las mujeres hacían vida separada en un área distinta de la casa; este distanciamiento social daba lugar al desarrollo de estrechos vínculos entre los hombres. En Grecia, la relación más importante era la que existía entre un hombre mayor, o mentor, y un joven que, después de haber atravesado el paso a la pubertad, aún no alcanzaba la adultez. El rol del mentor era educar al mozo en las artes del ejercicio de la autoridad y las reglas sociales, de modo que la nueva generación pudiera hacerse cargo de las riendas. Aunque no era un requerimiento, este vínculo podía comprender emociones y contacto físico de carácter sexual.

Existían reglas. Muchos hombres negaban en público ejercer la sodomía, la cual se definía como penetración anal. No se humillaba al hombre que efectuaba la penetración, sino al receptor. Abrazar esta actividad era coligarse con una debilidad; significaba sucumbir a actuar como mujer, cuya misión se restringía a permanecer en el extremo recibidor. En cambio, la relación sexual entre hombres debía hacerse frente a frente, mediante el empleo de las manos, o en forma oral.

Symposium Scene, Tomb of the Diver
Escena del simposio, Tumba del nadador
Miguel Hermoso Cuesta (CC BY-SA)

Una vez que el joven llegaba a la edad adulta la relación concluía, y el joven adulto debía casarse y procrear para bien de la comunidad. La sociedad sometía al escarnio y al ridículo al hombre maduro que continuara en la persecución de quien había estado a su cargo. El término actual de pedofilia deriva de la palabra griega paidós («niño») y philia («amor amistoso» o «amistad»). En la antigüedad, tanto en Roma como en Grecia, la compra de jóvenes impúberes para realizar actividades sexuales constituía un delito.

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Respecto a las relaciones lesbianas, solo existen referencias de la famosa poetisa Safo (630-570 a.C.), quien se dice dirigía una escuela de mujeres jóvenes en la isla de Lesbos. Escribió varios poemas que en ocasiones expresan descripciones bastante gráficas de su amor por una de las estudiantes, y el término lesbianismo pasó a tener el significado de relación sexual entre dos mujeres.

Levítico, el libro bíblico, expone un concepto más preciso, que establece una diferencia entre abominación y pecado común. La abominación era un pecado para el cual no existía expiación, una violación que no podía rectificarse; en el texto de Profetas aparece que la comisión de una abominación por un judío implicaba el destierro del lugar: «Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre». (Levítico 20:13). La abominación «con varón como con mujer» tenía como trasfondo el desperdicio o derramamiento de la fuente de vida, la esperma, no conducente a la procreación, el primero de los mandamientos de Dios. No se menciona el lesbianismo por no estar asociado al semen.

Los libros de los Profetas y los Evangelios

Los profetas de Israel habían explicado que en el pasado Dios había permitido la conquista de su país por otras naciones a causa de que en su tierra persistía la idolatría. La adoración de ídolos involucraba deidades relacionadas con la fertilidad, lo cual impulsó a los profetas a emplear metáforas de matrimonio y adulterio en sus descripciones, puesto que sus cultos llevaban a la inmoralidad sexual (en griego, pornea). En su concepción original, los profetas habían definido leyes que denotaban los distintos tipos de relaciones incestuosas entre parientes, y después expandieron la idea para criticar los estilos de vida de los nativos y de los que no profesaban el judaísmo. Desde su punto de vista, la idolatría conducía a la inmoralidad sexual, que abría el camino hacia la muerte (a la violencia de las conquistas).

Los Evangelios, escritos entre los años 70 y 100 d.C., no registran enseñanzas de Jesucristo relativas a la sexualidad humana. Sin embargo, sus autores aseveran que respaldaba la tradicional importancia que los judíos atribuían al matrimonio y a la procreación:

«…pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne;… Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre». (Marcos 10:6-9)

Los Evangelios afirman que Jesús era contrario al divorcio, sobre lo cual Pablo expresaba que no se oponía al mismo, per se; Moisés lo había permitido. El Apóstol Pablo se manifestó en contra de que las viudas contrajeran un nuevo matrimonio, y en su prédica las dirigía a que permanecieran en la viudez, debido a la «inminente crisis»: el venidero regreso de Cristo y establecimiento del Reino de Dios.

Christ and Sinner
Cristo y el pecador
Henryk Siemiradzki (Public Domain)

Mateo expandió la prédica:

«También se ha dicho “Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio”. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio». (5:31-32)

En el versículo 22:30 Mateo añadió: «Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo». Los ulteriores Padres de la Iglesia emplearon este pasaje para validar el celibato del clero. No contraer matrimonio y no mantener relaciones sexuales, celibato y castidad, fueron las herramientas que se aplicaron para elevar al clero por encima de todos. Mantenerse célibe y abstenerse de realizar el acto sexual se consideró que era sacrificar la vida en acto de devoción hacia la Iglesia, la cual a su vez también consideró que estos líderes eran mártires y a la postre, santos.

Criterios sobre los estilos de vida nativos

Tras la conquista de la región por Alejandro Magno (que reinó del 336 al 323 a. C.), algunos judíos crearon listados de vicios con el objetivo de criticar el predominio de la cultura griega. En la primera carta de Pablo dirigida a los corintios se encuentra una típica lista de vicios:

«¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios». (Corintios 6:9-10)

La única oportunidad en que de manera específica se menciona a las mujeres en relación con tales comportamientos es en la carta de Pablo a los romanos:

«Por esto [la idolatría] Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío». (Romanos 1:26-27)

Estos versículos se aplicaron por posteriores Padres de la Iglesia para condenar toda homosexualidad como comportamiento conducente a la «pena debida»: el infierno.

Los Padres de la Iglesia

Hacia el siglo II d.C. la mayor parte de las comunidades cristianas no contaban con miembros judíos, sino con gentiles conversos. Los líderes se habían educado en las distintas escuelas de filosofía, donde absorbieron el criterio de que el apareamiento sexual, aunque necesario para la procreación, era, no obstante, un acto vergonzoso. Los criterios misóginos, la aversión hacia la mujer, se ponían en práctica tanto por los rabinos judíos como por los cristianos. Ambos se retrotrajeron a Génesis para explicar la expulsión del Jardín del Edén. Este es el origen de Satanás; la serpiente, que al principio no había sido más que un dispositivo estructurado a la manera de confabulación para explicar la causa del pecado cometido por Adán y Eva, ahora pasaba a ser reinterpretada como el Diablo.

The Devil
El Diablo
National Library of Sweden (CC BY-SA)

El siglo II d.C. fue testigo de la primera iconografía cristiana de este ser. Pan, un antiguo dios de la fertilidad residente en los bosques, era mitad hombre, mitad cabra. Mediante el empleo de esta imagen el Diablo adquirió sus pezuñas y cuernos. Como deidad de la fertilidad, Pan persistía en seducir a las ninfas, consideradas divinidades de rango inferior de la naturaleza. A menudo se mostraba a Pan con un enorme falo erecto. Con su falo el Diablo sedujo a Eva, quien después sedujo a Adán. Por supuesto, el primer mandamiento de Dios había sido que fructificaran y se multiplicaran, lo cual en los inicios tenía que hacerse sin seducción, sin involucrar sentimientos ardorosos. Lo que Eva había introducido con las pasiones se consideraba ahora lujuria, que se definía como fuerte deseo sexual. Los cristianos declararon que la lascivia era pecado. Más adelante, en el siglo V d.C., Agustín de Hipona añadió detalles al concepto cristiano de que la sexualidad humana era pecado. Proclamó que este primer acto lujurioso de Adán y Eva, el pecado original, dejó una mancha indeleble en el feto que todos los humanos heredaron.

Tertuliano (115-220 d.C.) defendió la existencia de una conexión con el Diablo a través de todas las mujeres:

«¿Y no sabes que eres Eva? La sentencia de Dios pende aún sobre todo tu sexo y su castigo pesa sobre ti. Tú eres la puerta de acceso al diablo [es decir, la vagina]; tú eres quien primero violó el árbol prohibido y quebrantó la ley de Dios. Fuiste tú quien engatusó a aquel [Adán] a quien el Diablo no tenía fuerza para atacar. ¡Con qué facilidad destrozaste esa imagen de Dios: el hombre! Por la muerte que mereciste, hasta el Hijo de Dios tuvo que morir». (Acerca de la indumentaria de las mujeres. Capítulo 1)

La lujuria como mal necesario

Sin procreación el movimiento cristiano no podía crecer y expandirse. Se entendía que Dios había permitido este mal necesario para difundir «la palabra» a través del Imperio. Según las enseñanzas de las escuelas de filosofía la única manera en que la mujer podía quedar embarazada era mediante el cumplimiento de su rol como receptora; el hombre arriba, la mujer abajo. La posición se convirtió en enseñanza oficial de la Iglesia; era la única pose que podían adoptar los cristianos para realizar el acto sexual, cuyo propósito exclusivo era tener hijos. Todo el resto de la sexualidad humana quedaba condenado por viciar la creación de la vida por Dios. La masturbación constituía pecado, bajo la misma premisa de que era malgastar la semilla de la vida. Durante la Era de las Expediciones se enviaban misioneros europeos a los pueblos indígenas de Asia, África y las Américas. Parte de su ministerio consistía en deshacer lo que calificaban de sexualidad incontrolada, de manera que la postura que enseñaban pasó a conocerse como la posición del misionero.

Durante el proceso de aplicar los listados de vicios para atacar a la cultura dominante, la tradición occidental heredó un patrimonio de idólatras que calificaron de pagianoi (paganos), designación que equivalía a «patanes incultos». La palabra original griega para significar ritual religioso era orgía. De la aplicación del término a todos los cultos nativos surge la idea que la generalidad de estos pueblos practicaban las orgías sexuales, la embriaguez y la gula. Ninguna de estas afirmaciones puede verificarse desde el punto de vista histórico; sin embargo, Hollywood promueve estas imágenes de manera continua.

Tras la conversión de Constantino al cristianismo (312 d.C.) y después del Primer Concilio de Nicea, el Credo, lo que todos los cristianos tenían que creer, contó con el respaldo del poder del ejército romano. El cristianismo defendía el antiguo concepto de una total integración entre lo divino y lo humano, unificación que ahora, sin embargo, se efectuaba a través de la mediación de la Iglesia. Como jefes de la Iglesia, los emperadores cristianos poseían autoridad para dictar políticas gubernamentales acerca de la relación entre el cuerpo y la sociedad. Constantino convirtió en delito el aborto y el adulterio y se alega que ordenó el cierre de todos los burdeles, aunque sin mucho éxito. Durante la Edad Media, con el surgimiento de las naciones-estado y más tarde con la Reforma protestante, se desarrolló la moderna convicción cristiana que los gobiernos están en el deber religioso y moral de controlar la salud y el bienestar de sus ciudadanos.

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Preguntas y respuestas

¿Por qué era tan importante la fertilidad en los tiempos de la antigüedad?

Las duras condiciones imperantes y una baja expectativa de vida, además de la existencia de inundaciones, hambrunas, una alta tasa de mortalidad infantil y guerras constantes, hicieron que la fertilidad entrañara una importancia crucial para la supervivencia. Para que la comunidad sobreviviera, nuevos seres humanos tenían que reemplazar a los que morían.

¿Cómo se definían los roles de género en la época antigua?

Se entendía que los roles de género se habían legado por los dioses, y se codificaron en forma de leyes en cada cultura. Cada hombre tenía el sagrado deber de contraer matrimonio y producir descendientes, mientras sobre cada mujer se incrementaba la presión a causa de su valor como reproductora.

¿Por qué el adulterio constituía un delito?

Las mujeres se consideraban propiedad de los hombres, de ahí que el adulterio se conceptuara como la violación de la propiedad de otro hombre. La sanción era severa debido a que la  paternidad no podía probarse mediante ADN, y era crucial garantizar la continuidad del linaje del esposo.

¿Qué ocurría con los embarazos no deseados y los recién nacidos en la antigüedad?

Los métodos para tratar los embarazos indeseados eran profilácticos, se empleaban métodos artificiales para prevenir la gestación: cirugía, drogas, pociones, elíxires y fórmulas mágicas. Los niños que no se deseaban se dejaban fuera de la casa, donde cualquiera podía recogerlos y adoptarlos.

Bibliografía

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Sobre el traductor

Waldo Reboredo Arroyo
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.

Sobre el autor

Rebecca Denova
Rebecca I. Denova, Ph D. es catedrática emérita de Cristianismo Primitivo en el Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Pittsburgh. En julio de 2021 se publicó su libro de texto titulado «The Origins of Christianity and the New Testament» (Wiley-Blackwell).

Cita este trabajo

Estilo APA

Denova, R. (2022, julio 05). Los orígenes de las enseñanzas cristianas acerca de la sexualidad humana [The Origins of Christian Teachings on Human Sexuality]. (W. R. Arroyo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2029/los-origenes-de-las-ensenanzas-cristianas-acerca-d/

Estilo Chicago

Denova, Rebecca. "Los orígenes de las enseñanzas cristianas acerca de la sexualidad humana." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación julio 05, 2022. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2029/los-origenes-de-las-ensenanzas-cristianas-acerca-d/.

Estilo MLA

Denova, Rebecca. "Los orígenes de las enseñanzas cristianas acerca de la sexualidad humana." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 05 jul 2022. Web. 23 nov 2024.

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