El jade era un material de gran estima en muchas culturas mesoamericanas, lo que lo convertía en un bien de comercio regional valorado y la primera elección para objetos de valor artístico y religioso tales como máscaras, cabezas de hacha ceremoniales, estatuillas y joyería. El jade, debido a su color verde, se asociaba con la vida, el agua, la vegetación (especialmente brotes de maíz) y la regeneración; algunas culturas también atribuían a la piedra poderes curativos.
Propiedades y asociaciones
El término "jade" realmente abarca dos materiales: la jadeíta y la nefrita, pero solo la primera se encuentra naturalmente en Mesoamérica. Esta piedra de agregados minerales se suele encontrar en depósitos de serpentina, un tipo de piedra verde. En el centro de México el nombre para el jade era chalchihuitl.
Como punto a favor, el jade se encontraba fácilmente en forma de guijarros desgastados por el agua a lo largo o en los lechos de ciertos ríos, pero como punto negativo, la jadeíta es un material muy duro y por lo tanto solo podía ser tallado con dificultad por los antiguos artesanos. Los tallistas utilizaban herramientas fabricadas del mismo material duro con sierras de hilo o brocas tubulares y con jade (o cuarzo) en polvo como abrasivo. La relativa rareza, dureza, llamativo color verde y el lustre pulido de la piedra eran todas razones por las cuales fue altamente valorado a través de la historia de Mesoamérica en culturas tales como la olmeca, la teotihuacana, la zapoteca, la maya y la azteca. Incluso hoy en día, la región sigue siendo un proveedor importante de jade.
El jade también era estimado por su asociación con otros elementos de la cultura mesoamericana. El color de la jadeíta, que va desde el verde azulado hasta el verde oscuro, hacía que los mesoamericanos la relacionaran con el cielo, la vegetación (particularmente los brotes jóvenes de maíz) y el agua. El jade también representaba ideas intangibles, sobre todo el concepto de la vida, la abundancia y la regeneración. Por estas asociaciones, el jade se usaba en obras de arte que representaban tales ideas, ya fuese el trabajo entero hecho del material precioso o con incrustaciones de jade en un material de menor valor. No era raro el uso de una pieza de jade para representar el corazón de una figura esculpida o para indicar que la representación era de una deidad. Debido a su asociación con la vida y la renovación, a veces se colocaban trozos pequeños de jade en la boca del difunto antes del entierro. Finalmente, parece que las piezas de jade trabajadas eran transmitidas de una generación a otra y, de este modo, con frecuencia se trataban como preciadas reliquias.
El jade olmeca
La civilización olmeca floreció en Mesoamérica entre 1200 a.C. y 400 a.C. aproximadamente. Su núcleo estaba en la región del Golfo de México, la cual corresponde actualmente a los estados de Veracruz y Tabasco, pero ellos establecieron redes comerciales que se extendían al sur tan lejos como hasta la actual Nicaragua. Los olmecas probablemente adquirían su jade de colores más apagados en diversos lugares, quizás tan lejos como el noreste de Costa Rica, pero los olmecas mostraban una preferencia especial por las tonalidades azul verdosas de la piedra y estas solo estaban disponibles en Guatemala. Las excavaciones en la Sierra de las Minas, sobre el río Motagua, han revelado varios talleres del período olmeca cercanos a la fuente de este tipo de jadeíta más valorado.
Los artesanos olmecas usaban el jade principalmente para crear estatuillas de sus dioses, máscaras retrato funerarias y objetos usados por los sacerdotes en los rituales. Es posible que las estatuillas aplanadas y pequeñas se llevaran como amuletos; la presencia de un agujero taladrado sugiere que se ponía un cordón a través de ellas. Algunas veces se usaba el cinabrio rojo para cubrir una pieza de jade o resaltar las incisiones hechas en la piedra.
Otro tipo común de estatuilla de jade de la región de la costa del golfo es el correspondiente a figuras de humanos, a menudo enanas, sentadas con las piernas cruzadas o de pie con las piernas separadas. Una tumba en La Venta reveló un curioso arreglo de 17 figuras humanas individuales de jade y serpentina, todas juntas de pie sobre una base de arena en lo que parece ser una especie de asamblea. A un lado del grupo había hachas en miniatura (cabezas de hacha ceremoniales), pero se desconoce el significado de esta colección de jade.
Quizá la talla en jade olmeca más significativa y, definitivamente, la más grande de su tipo con 28 cm (11 pulgadas) de altura, es el hacha Kunz (llamada así por su antiguo propietario), una cabeza de hacha ceremonial ahora en el Museo de Historia Natural de Nueva York. El jade ha sido trabajado para representar una criatura jaguar, usando solo herramientas de jade y luego pulida, quizás usando un abrasivo de jade. Los animales eran un tema popular en el arte olmeca, especialmente aquellos más poderosos tales como jaguares y águilas, pero tales figuras híbridas podrían representar a chamanes que durante sus trances buscaban adquirir los poderes de ciertos animales. Las cabezas de hacha muy estilizadas se depositaban en tumbas en grandes cantidades ya que, según parece, estas representaban brotes de maíz y, por asociación, la renovación y la regeneración. El hacha Kunz es un tipo más elaborado de hacha y, quizás, no se enterraba, ya que periódicamente se han retirado secciones de jade de la parte posterior, lo que evidencia la preciosidad de este material.
El jade maya
Los mayas de América Central y México tenían una fuente de jade en Guatemala, que venía en varios matices desde el verde pálido hasta el oscuro. Los artesanos mayas tallaban el jade usando herramientas de hueso y piedra. Los miembros de la élite de la sociedad maya usaban joyería de jade tales como orejeras, tapones labiales, gargantillas, brazaletes, tobilleras, colgantes y cinturones.
Como en otras culturas mesoamericanas anteriores, los mayas le dieron al jade un significado religioso y fue asociado con la vida y la regeneración. El dios maya del maíz estaba asociado con el jade y a menudo fue representado en el arte sosteniendo un una gavilla de grano, la cual, en escultura, podía representarse con jade. Varios monstruos de la mitología maya tienen partes del cuerpo en jade, tal como el pájaro gigante Wuqub Kaquix, el cual tenía unos formidables dientes de jade verde pero fue asesinado por los héroes gemelos Hunahpu y Xbalanque.
Los mayas producían finas placas de jade con incisiones que representan el estilo de las tallas en piedra en sus edificios. Un bello ejemplo de Nebaj, Guatemala, creado alrededor del año 600 y ahora en el Museo Nacional de Guatemala, muestra una figura sentada, quizá un dios del maíz o un señor maya, contemplando a una figura mucho más pequeña (¿un enano de la corte?) reminiscente de las estatuillas olmecas hechas de jade. Tales placas de jade se cortaban a partir de grandes rocas de jade usando sierras de madera o caña embebidas con material abrasivo triturado tal como basalto, arenisca o jade.
Las excavaciones en Cancuén han revelado un taller dedicado al jade, lo que confirma que el norte de Guatemala era una centro importante para esta piedra. En los cimientos de un templo en Kaminaljuyu se excavó un peñasco macizo de jade de 90 kg (200 lb), lo cual muestra cómo se cortaba el jade guatemalteco para el trabajo en piezas pequeñas. El peñón tiene un profundo corte en forma de V de donde se han extraído losas de jade.
Se sabe a partir de depósitos en cenotes (pozos sagrados o sumideros) en sitios mayas, como Chichén Itzá, que los objetos de jade frecuentemente se ofrecían como sacrificio material a los dioses y, como se ilustra en yacimientos como Seibal y Cival en Guatemala, que se enterraban alijos de objetos de jade en las fundaciones de edificios nuevos importantes. La ciudad maya de Tikal aporta algunos objetos únicos en el arte mesoamericano, cerámica cubierta de mosaicos en jade o jarras de madera, algunas veces quizá mostrando retratos reales de los difuntos que ellos acompañaban en sus tumbas como figuras en la tapa. Un hacha de jade, un tipo de estela portátil, probablemente proviene de la tumba de Cero-Luna-Pájaro, gobernante de Tikal. Llamada la placa de Leiden, está tallada con un retrato de cuerpo completo de ese gobernante estampándose contra un cautivo y está marcada con la fecha de su ascensión, equivalente al 17 de septiembre del año 320 d.C., lo que la convierte en uno de los artefactos mayas fechados más antiguos.
Las máscaras, como las de los olmecas, eran hechas de jade y ninguna es más sorprendente que la máscara de jade en mosaico del gobernante maya K'inich Janaab' Pakal (alias Pacal el grande, 603-683). Esta máscara había sido colocada sobre la cara del gobernante fallecido junto con masas de joyas de cuentas de jade alrededor de su cuello y muñecas. El sarcófago del gobernante estaba incluso custodiado por dos asistentes tallados en jade. Los restos de Pakal fueron enterrados en lo profundo dentro de la pirámide del templo de las inscripciones de Palenque, México. La máscara y otros artefactos procedentes de la tumba ahora están expuestos en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México.
Finalmente, en Copán (Honduras), el ocupante de una tumba (identificada por algunos historiadores como los restos del gobernante fundador maya del siglo V K'inich Yax K'uk' Mo') tenían sus incisivos con incrustaciones de jade. Parece que a los mayas no les faltaba imaginación en cuanto a los usos decorativos y simbólicos que podían darle al jade.
El jade azteca
El jade siguió siendo apreciado por la última gran civilización de Mesoamérica, los aztecas (también conocidos como mexicas). En el México de los siglos XIV al XVI, los aztecas asociaban el jade con una diosa en particular cuyo nombre deriva del de la piedra. Chalchiuhtlicue o “la de la falda de jade", era una diosa del mar, los ríos, los lagos y los manantiales. Se la asociaba con la serpiente del día y la trecena 1 caña. Es la tercera de los trece Señores del Día y la sexta de los nueve Señores de la Noche. El golfo de México, quizás por su color verde, era conocido como Chalchiuhcueyecatl o “Aguas de Chalchiuhtlicue".
Los aztecas fueron grandes coleccionistas de arte y de objetos religiosos fabricados por sus civilizaciones predecesoras y el jade era particularmente apreciado. Puede ser que los aztecas buscaran activamente artefactos de jade en las ruinas de la aquellas civilizaciones mesoamericanas que habían surgido y caído siglos atrás. Una vez adquiridas, muchas de tales piezas recuperadas se volvían a enterrar en los cimientos de importantes edificios aztecas como las pirámides templo. Hay alguna evidencia de que los miembros de la élite azteca usaban estas “antigüedades” para enfatizar su conexión con las élites pasadas y legitimar su mandato en el presente.
Los aztecas tallaban sus propias obras en jade y perfeccionaron una técnica para darle a la piedra un pulido final brillante usando trozos de caña. Los aztecas creían que el jade tenía propiedades curativas y que era particularmente efectivo contra los problemas del hígado, los riñones y el bazo. Esto condujo a una serie de confusiones y traducciones erróneas del nombre jade cuando se produjo el contacto con los europeos en el siglo XVI d. C., tal como aquí lo explica el historiador M. Miller:
[Los conquistadores] la llamaron piedra de ijada. Sir Walter Raleigh comentó de esas piedras curativas milagrosas en los años 1580, pero la palabra "jade", una derivación de "ijada", solo llegó al idioma inglés posteriormente. Cuando fue catalogada y los europeos le atribuyeron un nombre en latín, la llamaron lapis nephriticus, de la palabra latina para riñón, nephrus, conduciendo a la palabra "nefrita", que entonces ellos daban al jade asiático. La confusión se intensificó en tiempos modernos, cuando se identificaron dos compuestos distintos: nefrita y jadeíta. (102)
Una curiosa consecuencia de la fascinación mesoamericana por el jade verde fue que, cuando llegaron los conquistadores, pudieron hacer trueque de cuentas de vidrio verde baratas por oro y otros bienes valiosos, ya que los aztecas y los mayas pensaban que estas cuentas tenían propiedades similares a las de su muy estimado jade.