La intimidación psicológica en los conflictos militares ha sido un arte de guerra desde la antigüedad. Empleando desinformación, movimientos fingidos, mensajes sutiles y una exhibición abierta de agresión, su empleo está destinado a poner nervioso al enemigo antes del combate. Surena, el comandante parto, lo utilizó brillantemente contra Craso, el general romano, antes y durante la batalla de Carras, en 53 a.C.
Después de consolidar finalmente las penínsulas italiana e ibérica, de someter Grecia y partes del norte de África de conquistar después Anatolia y las provincias orientales, incluido el Ponto y Siria en Palestina y por último la Galia (todo esto en la última mitad del primer milenio a.C.), Roma comenzó a mirar con interés el control de Mesopotamia y sus mercados de la Ruta de la Seda. Pero había un gran obstáculo en su camino: Partia. El Imperio parto era inmenso y tenía ingresos considerables.Gobernó desde el 247 a.C. hasta el 224 d.C. y su territorio se extendía desde el Mediterráneo en el oeste hasta la India en el este. El rey Mitrídates I realizó conquistas y Mitrídates II las expandió y consolidó, con lo que los partos conquistaron gran parte del área que alguna vez estuvo en manos de los griegos seleúcidas. Más importante aún, y central para los intereses anteriores de Babilonia, Persia y los seleúcidas, los partos se hicieron cargo del área del fértil creciente de los ríos Éufrates y Tigris conocida como Mesopotamia, incluida la Ruta de la Seda que corría de este a oeste a través de ella. Esta ruta consolidó la posición de Partia como comerciante internacional. Con tal expansión comercial, los partos se volvieron extremadamente ricos, una riqueza que el comandante romano Marco Licinio Craso (115-53 a.C.) codiciaba.
En Roma, como generalmente dos cónsules eran elegidos para mandatos de un año por el senado, al final del período republicano Craso,Julio César y Pompeyo formaron el Primer Triunvirato para promover sus propios intereses políticos por encima del decreto senatorial. De los tres, aunque Craso logró cierto éxito militar por sí mismo (diezmó la rebelión de esclavos de Espartaco), César y Pompeyo eran más famosos por sus logros militares. Para el 53 a.C., César había logrado avances en la Galia y éxito en Gran Bretaña, mientras que el punto culminante de los logros de Pompeyo fue su derrota de Mitrídates el Grande del Ponto. Sin embargo, además de su considerable influencia política en casa, siendo conocido como el hombre más rico de Roma, Craso era dueño de una cantidad sustancial de tierras y riquezas. Aun así, al sentir que vivía a la sombra de la fama militar de Pompeyo y César, quería más. Consciente de la riqueza de Partia al este, sin la sanción del senado, Craso hizo planes sobre Partia. Su intención era doble. Si tenía éxito, derrotar a Partia le daría riquezas más allá de la imaginación y la fama militar que anhelaba. La persona a la que se enfrentaría en batalla sería el brillante comandante parto, Surena (84-53 a.C.).
Surena
Bajo un sistema de gobierno diferente, consistente en un equilibrio de poderes entre el rey y los nobles donde el papel del rey era esencial y respetado pero estaba sujeto a los nobles especialmente si fallaba en sus deberes o gobernaba de manera irresponsable, Surena era el noble líder de su época. Nacido en en el seno del clan Suren, que se cree que poseía considerables extensiones de tierra en lo que hoy es el sureste de Irán, Surena estaba considerado el más rico de los partos, después del rey. Acerca de Surena, Plutarco dice:
En valor y habilidad, en estatura y belleza personal, no tenía igual. Solía viajar por asuntos privados con una caravana de mil camellos, mil jinetes acorazados y un número aún mayor de caballería ligera. Además, disfrutaba del antiguo privilegio hereditario de colocar la corona sobre la cabeza del rey parto. Y aunque en ese momento aún no había cumplido los treinta años, tenía la mayor reputación por prudencia y sagacidad. (Craso, 21.6-7)
Con las tropas romanas a su lado, este era el tipo de persona contra la que Craso tendría que enfrentarse en su intento por tomar control de Partia.
¿Un campo desigual?
Como un ejército profesional y bien entrenado, los romanos eran conocidos por mantener formaciones cerradas incluso bajo presión. Sus legiones de 4.000 a 5.000 soldados, cada una con un estandarte que las representaba, se organizaban en cohortes de 400 a 500 soldados. Sin embargo, sus tropas estaban entrenadas para adaptarse a las circunstancias del campo. Podían formar manípulos individuales, falanges, cuadrados huecos o la testudo (tortuga), una técnica de asedio de escudos superpuestos levantados para repeler la lluvia de proyectiles arrojados desde las murallas de la ciudad. Sus tácticas incluían el lanzamiento de pilum, lanzas que perforaban armaduras y escudos y que se doblaban o rompían al impacto para que no pudieran ser lanzadas de vuelta. Cada soldado estaba protegido con un casco estándar, armadura laminar, espinilleras y un scutum, un gran escudo que proporcionaba protección personal contra picas, flechas y espadas, y que, cuando se interconectaba con otros escudos, servía como una pared móvil para abatir la resistencia enemiga. Finalmente, aunque los lanzadores de piedras, arqueros y la caballería eran complementarios, el arma de elección era el gladius, una espada corta, ancha y de doble filo utilizada para apuñalar y cortar entre los escudos y alrededor de ellos. Tal fuerza avasalladora era irresistible y les brindó a los romanos sus numerosas victorias.
En contraste, la guerra parta era completamente diferente. Con un estilo único de atacar y huir, sus tácticas (incluyendo simular una retirada) estaban diseñadas para contrarrestar movimientos concentrados de tropas. Con arqueros montados en los caballos más veloces y jinetes de camellos proporcionando un suministro constante de flechas, podían convertir en blanco fácil a la infantería incapaz de enfrentarse excepto a corta distancia. Cuando la caballería del oponente los perseguía, los partos tenían una respuesta. Tan diestros en su letal oficio, desarrollaron el "disparo parto". Capaces de disparar hacia atrás desde el lomo de un caballo a galope tendido, el arquero parto disparaba a matar a la caballería perseguidora. De esta manera, los jinetes partos atacaban a las tropas enemigas desde todas direcciones, creando confusión y causando estragos. Finalmente, su pesada caballería acorazada (los catafractos partos) proporcionaba apoyo ofensivo y ayudaba a eliminar los focos restantes de resistencia con largas lanzas y espadas.
para sembrar la duda, orodes precedió su mensaje diciendo que ya sabían que la invasión de craso era impopular en roma.
Antes de la batalla, los números en el campo romano eran aproximadamente de 30.000 infantería pesada, 4,000 infantería ligera y 4.000 jinetes contra los 9.000 arqueros a caballo y 1.000 catafractos de Partia. Con esos números, uno pensaría que sería un enfrentamiento sin competencia para Roma. Sin embargo, fue el arte de la intimidación psicológica, en el que Surena era experto, lo que ayudó enormemente a Partia. Después de todo, Surena provenía de un país adepto en este arte. Por ejemplo, aunque los partos gobernaban liberalmente sobre una amplia gama de culturas, no dejaban de transmitir mensajes sutiles de manera regular. Su mensaje de "diplomacia primero, consecuencia militar si es necesario" era un tema común. Sus gobernantes llevaban largas vainas de espadas alrededor de la cintura y se distinguían por una exhibición festoneada de ropa holgada con múltiples pliegues horizontales, como muestran sus estatuas de nobles vestidos y armados de esta manera, pero saludando de manera amistosa. De manera similar, una imagen popular en sus monedas muestra al rey sentado en su trono sosteniendo amablemente un arco, plano, sin una flecha, pero encordado y listo para ser usado, de ser necesario. Su primera política de diplomacia también fue probada con los romanos. Antes de que Craso realizara su ataque injustificado contra Partia, Partia hizo ofrecimientos pacíficos. Incluso cuando Craso estaba en Siria camino a Partia, el rey Orodes II (que reinó de 57-37 a.C.) "envió emisarios para censurarlo por la invasión y pedir las causas de la guerra", a lo que Craso respondió que "le diría en Seleucia [la ciudad capital más occidental de Partia] las causas de la guerra". Ante esto, el enviado principal se rió y dijo, señalándose la palma de la mano boca arriba: "Oh Craso, me crecerá pelo aquí antes de que veas Seleucia". Además, para sembrar una semilla de duda, Orodes precedió su mensaje diciendo que ya sabían que la invasión de Craso era impopular en Roma (Dion Casio, 40.16; Plutarco, 18.1-2). Tal artimaña resultaría efectiva para Partia antes y durante la batalla de Carras. Sin embargo, para empeorar las cosas para los romanos, las circunstancias climáticas combinadas con las decisiones y declaraciones desastrosas de Craso crearon la tormenta perfecta de auto-duda para sus tropas. Como resultado, antes de llegar a Carras estarían afectados psicológicamente.
Los errores de Craso
En cuanto a la psique de las tropas de Craso, al igual que muchos romanos, eran altamente supersticiosos. Para los romanos, antes de eventos importantes, como nombramientos para cargos públicos o enfrentamientos en la guerra, se practicaban sacrificios y la "lectura" de las entrañas de animales para predecir cuán favorable sería el resultado. También se realizaba la adivinación, el estudio y significado del comportamiento de las aves. Coincidiendo con la decisión no autorizada de Craso de invadir Partia, Dion Casio dice: "Muchos portentos ocurrieron en Roma: se vieron búhos y lobos, perros vagabundos causaron daños, algunas estatuas sagradas sudaron y otras fueron destruidas por un rayo. Los cargos, principalmente por pájaros y presagios, fueron difíciles de llenar." (40.17) Además, se consideraba que el efecto de las palabras en el destino, especialmente en una maldición, tenía un efecto real.
Aunque parece que el plan a largo plazo de Roma era tomar el control de las rutas de la seda de Mesopotamia, bloqueando el acceso al Mediterráneo al tomar Siria y controlar las rutas de la seda a través de Arabia, la decisión particular de Craso sobre Partia fue en ese momento impopular y, como señala Apiano, considerada desfavorable. Llevar a cabo una guerra no provocada contra una nación con la que tenían un tratado fue recibido con extrema desaprobación por parte de los tribunos. (Guerras civiles, 2.3.18) De hecho, la ciudad estaba en un alboroto ya que Craso tuvo que ser escoltado fuera de la ciudad por Pompeyo. Ateyo, el tribuno, estaba tan molesto que anunció una rara maldición sobre Craso en las puertas de la ciudad. Se pensaba que los efectos de la maldición y la decisión desfavorable de Craso fueron la causa de otros malos presagios también. Pero sus muchos errores tampoco ayudaron. Después de salir de Roma, fue a Brundisium, un puerto favorito para partir hacia el este. Allí, Craso cometería su segundo falso comienzo. Debido a las terribles tormentas en el Mediterráneo durante los meses de invierno, el tráfico marítimo en la antigüedad se detenía por completo. Todavía era invierno, pero Craso decidió ir de todos modos. Con aproximadamente 1.000 millas náuticas para llegar a Siria, perdió muchas de sus embarcaciones que transportaban tropas y suministros.
Después de desembarcar en Galacia, justo al norte de Siria, y cruzar el Éufrates para tomar y guarnecer algunas de las ciudades menos leales más al oeste de Partia, cruzó de regreso a Siria para esperar a su hijo, Publio, quien venía de la guerra de César en la Galia. El plan de Craso era seguir el Éufrates hacia el este, ya que por él se transportaban los suministros, y avanzar hacia Seleucia. Pero Artavasdes II (r. 55-34 a.C.), rey de Armenia y aliado de Roma, ofreció un consejo diferente. Conocía el terreno y a los partos. Los partos, con sus caballos, combatían mejor en las áreas abiertas de Mesopotamia. Sugirió que los romanos fueran por Armenia y atacaran desde las montañas, ya que el rey los ayudaría y proveería en su camino. Independientemente, Artavasdes prometió tropas para ayudar a luchar contra los partos. Aunque Marco Antonio (83-30 a.C.) intentaría más tarde la ruta montañosa en el 36 a.C., Craso se mantuvo firme en su plan, que podría haber funcionado, excepto por un espía enviado por Surena. Un antiguo aliado de Pompeyo, Ariamnes, un jefe árabe, también conocía las capacidades de los partos y cambió de lealtad. Ganándose la confianza de Craso, afirmó que sabía dónde estaban los partos y que eran pocos en número; pero los romanos necesitaban apresurarse, ya que estaban recogiendo sus pertenencias para huir a Escitia; además de esto, su rey no estaba en ninguna parte (Orodes de hecho estaba atacando a Artavasdes). Manteniendo informado a Surena, Ariamnes condujo a los romanos hacia el desierto y luego desapareció. ¡Era una trampa! Sedientos y exhaustos, los romanos finalmente llegaron a un manantial cuando descubrieron que los partos estaban realmente cerca. Casio (en torno a 86-42 a.C.), el teniente más antiguo de Craso, sugirió que descansaran en el manantial durante la noche para refrescarse y atacar por la mañana, pero Publio quería ir inmediatamente, y Craso estuvo de acuerdo. Sin embargo, el consejo de Casio habría sido el mejor. No solo las tropas estaban físicamente agotadas, sino que también sucedieron varias cosas en el camino que los pusieron nerviosos.
Circunstancias, declaraciones y "Signos"
Después del éxito inicial de Craso en el oeste de Mesopotamia y de unirse con su hijo, quien trajo consigo mil jinetes cuidadosamente seleccionados, perdió un tiempo crucial recaudando impuestos y saqueando el templo en Siria. Eso permitió a los partos acumular fuerza y solidificar sus planes. Como mal presagio, al salir del templo de la diosa de la naturaleza siria Atargatis en Hierápolis, Publio tropezó y se cayó a las puertas a la vez que Craso se cayó sobre él. Luego, cuando los hombres de Craso fueron llevados a creer al principio que su enfrentamiento con los partos sería pan comido, aquellos que escaparon de la retoma de sus ciudades occidentales por parte de Partia trajeron historias de arqueros a caballo disparando flechas perforadoras de armaduras y de sus tanques de caballos imparables, los catafractos partos. "Cuando los soldados escucharon esto, su valentía se desvaneció". Incluso algunos de los oficiales de Craso, incluido Casio, pensaron que toda la expedición debería ser reconsiderada. Además de esto, los adivinos dieron a conocer que todos los signos de sus sacrificios eran "malos e desfavorables" (Plutarco 18.2-5). Sin embargo, Craso iba a aceptar nada de esto.
Al cruzar de vuelta el Éufrates para invadir Partia, ocurrieron varias malas situaciones y "signos". Primero, grandes truenos y relámpagos, con lluvias torrenciales y vientos huracanados, golpearon al grupo. Luego, uno de los mejores caballos de Craso, ricamente enjaezado, arrastró a su cuidador bajo las olas. Después, dos rayos cayeron en el área donde las tropas iban a acampar. Más tarde, a la hora de la comida, se sirvieron primero lentejas y sal. Eso se consideraba un mal presagio porque las lentejas y la sal eran "símbolos de luto y ofrendas a los muertos" (19.5). Exasperado, Craso reprendió a sus hombres por su timidez y superstición. Para empeorar las cosas, dijo enojado que debería destruir el puente que acababan de cruzar porque ¡ninguno de ellos iba a regresar! Interpretado por sus hombres como que todos iban a morir, Plutarco dice que Craso debería haber reformulado lo que realmente quería decir, que destruir el puente podría evitar que retrocedieran, pero no lo hizo. Además, cuando a Craso le entregaron las vísceras después de que se realizara el sacrificio de costumbre, las dejó caer al suelo. Entonces, después de ver que sus hombres estaban "angustiados más allá de la medida", sonrió, diciendo con ligereza: "Así es la vejez, pero pueden estar seguros de que ningun arma caerá de sus manos" (19.6). Finalmente, después de recibir la noticia de que la ayuda de Artavasdes no llegaría porque estaba bajo ataque de Orodes; en el día de la batalla, cuando estaban listos para moverse, Craso salió de su tienda vistiendo una túnica negra en lugar de la púrpura habitual. Luego, después de cambiarse rápidamente, sucedió que los portaestandartes pudieron, solo después de un gran esfuerzo, extraer los estandartes del águila del suelo. Sabiendo que estos incidentes serían interpretados como más malos presagios, los minimizó. Sin embargo, cuando Craso finalmente vio que solo unos pocos exploradores regresaban con informes de que los demás habían sido asesinados y que el enemigo se estaba reuniendo en gran número, se dio cuenta de que había sido engañado. Los partos no estaban huyendo; tampoco eran pocos en número; ¡tampoco su rey estaba ausente! Finalmente, después de todas sus declaraciones y acciones despreocupadas, Craso, según Plutarco, estaba desesperado. Y Surena, sin duda, se aprovecharía de ello.
La batalla
A medida que los dos bandos cerraban filas, Surena ocultó la mayor parte de su fuerza detrás de su vanguardia para que su ejército pareciera pequeño. Luego, "para confundir el alma y perturbar el juicio", los partos llenaron la llanura con un estruendo ensordecedor de tambores. Plutarco describe su sonido como "similar al bramido de bestias mezclado con sonidos que se asemejan al trueno" (23:7). Después, antes del avance de los romanos, Surena hizo que su caballería cubriera sus armaduras con pieles y túnicas. Después de que los romanos se acercaran, los partos se dispersaron, descubrieron sus armaduras y fueron vistos repentinamente por los romanos "resplandeciendo con cascos y corazas; su acero margiano brillando agudo y brillante" (24.1). Estas tácticas psicológicas solo pudieron haber añadido inquietud a los nervios ya alterados de los legionarios.
Cuando llegó la batalla en sí, los partos demostraron cómo su caballería ligera y pesada trabajaba de manera flexible y en conjunto. Aunque Surena pensó al principio en enviar a sus catafractos para romper las líneas romanas, cuando vio la profundidad de la formación romana, con escudos entrelazados, decidió por el bombardeo de proyectiles. Rodeando a los romanos, los arqueros partos a caballo lanzaron una implacable lluvia de flechas que atravesaron las armaduras. Pensando que los partos podrían quedarse sin municiones cuando Craso vio que los camellos partos venían con un suministro fresco de flechas, envió a su hijo, Publio, al frente de la caballería para atacar. La caballería ligera parta fingió entonces una retirada y, después de una larga persecución, llevó a los romanos a una emboscada de catafractos. Cuando los romanos se detuvieron, la caballería ligera parta dio vueltas y levantó una nube de polvo tan espesa que los romanos apretaron su formación y volvieron a ser blancos fáciles. Finalmente, Publio cargó contra los catafractos, pero estos, con sus caballos superiores, armaduras, lanzas más largas y probablemente jinetes más hábiles, pronto prevalecieron. Ese día los romanos sufrieron su peor derrota: Publio murió en batalla; Craso sería ejecutado más tarde; pocos romanos lograron escapar, y lo peor de todo, se llevaron sus estandartes.
¿Te gusta la historia?
¡Suscríbete a nuestro boletín electrónico semanal gratuito!
Conclusión
Si bien Craso era un político consumado y un empresario rico con éxito militar previo, su derrota a manos de los partos fue el resultado no solo de sus errores tácticos y deslices verbales, sino también de acontecimientos fuera de su control que fueron vistos como ominosos por sus tropas, que estaban física y mentalmente agotadas antes de la batalla. Además de esto, la lucha de Partia de mensajes subliminales y distracción por Orodes, la desinformación de un espía, la muestra de agresión de Surena y los movimientos fingidos en el campo de batalla - todo contribuyó a la derrota de Roma en Carras. Pero quizás el golpe psicológico más significativo para los romanos fue la captura de sus estandartes por parte de Surena, que sin duda se blandieron como trofeos. Bajo el pretexto de recuperar los estandartes, Marco Antonio volvería a enfrentarse a los partos en el año 36 a.C. por la ruta que el rey de Armenia sugirió a Craso, desde las montañas del norte, pero también sería derrotado en su retirada. Estos dos reveses llevaron a Roma a buscar la paz en el año 20 a.C., ya que Augusto también pudo negociar, y Roma pudo respirar aliviada al recuperar sus estandartes. Esta paz entre las dos partes duraría más de cien años (hasta que Trajano volviera a atacar a Partia en el año 115 d.C.) y fue un resultado directo de la brillante campaña de Surena contra Craso de Roma en el año 53 a.C.
Jorge es profesor de inglés independiente, estudiante de gramática y etimología inglesa. Diplomado IDELT Bridge y Asesor de Gramática Inglesa de Bridge. Actualmente estudia traducción profesional inglés-español en la Escuela Americana de Traductores e Intérpretes.
Después de haber presentado trabajos de investigación no sólo para la American Society of Overseas Research (ASOR; es decir, la Sociedad estadounidense de Investigación en el Extranjero), sino también para la Academia de Ciencias de Missouri; y escrito para la Association for the Scientific Study of Religion (Asociación para el Estudio Científico de la Religión), el magíster Patrick Scott Smith fue galardonado en el año 2015 y en el 2024 con el Premio Frank P. Forwood a la excelencia en materia de investigación.
A., Patrick Scott Smith, M.. "Intimidación psicológica en la batalla de Carras."
Traducido por Jorge A. Vergara. World History Encyclopedia. Última modificación noviembre 10, 2022.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2100/intimidacion-psicologica-en-la-batalla-de-carras/.
Estilo MLA
A., Patrick Scott Smith, M.. "Intimidación psicológica en la batalla de Carras."
Traducido por Jorge A. Vergara. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 10 nov 2022. Web. 20 nov 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Patrick Scott Smith, M. A. , publicado el 10 noviembre 2022. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.