Las tarjetas de Navidad impresas se hicieron populares en la era victoriana (1837-1901) gracias a la combinación de técnicas de impresión de bajo costo y un sistema de correos aún más barato debido a la aparición de los sellos de correo Penny Black (Penique Negro). Impresas en todas las formas, tamaños y materiales, las tarjetas de Navidad se enviaron por millones a todos los rincones del Imperio británico. Los ilustradores victorianos crearon una verdadera mitología alrededor de cómo debemos ver una Navidad europea, con sus ahora ya clásicas escenas de árboles de Navidad cubiertos de regalos, acebo, petirrojos y caminos rurales cubiertos de nieve. Cuando pensamos en una Navidad blanca, son las alegres tarjetas del siglo XIX las mayores responsables del tan clásico imaginario.
Orígenes
Es cierto que los adultos han estado escribiéndose cartas, unos a otros, durante siglos. Aun antes de que existiera oficialmente un sistema público de correos, las cartas se enviaban en persona mediante sirvientes y por vehículos de transporte. Desde el siglo XV ya se habían realizado impresiones usando el grabado en madera o en placas de cobre, especialmente para calendarios. Sin embargo, fue en la era victoriana que varios factores convergieron para convertir las tarjetas de Navidad en un fenómeno inmensamente popular.
Los historiadores Antony y Peter Miall sugieren, en The Victorian Christmas Book (Libro de la Navidad Victoriana), que el origen de las tarjetas para las navidades estuvo en los salones de clases. Desde el siglo XVIII, los maestros hacían que sus alumnos realizaran un "trabajo de Navidad" en el mes de diciembre. Este trabajo consistía en que los estudiantes eligieran una hoja de buen papel y produjeran una muestra de su escritura, principalmente para mostrar a sus padres la evidencia de su progreso académico durante el año. Era frecuente que el papel viniera con los bordes decorados con un grabado y, en el siglo XIX, era usual que los estudiantes dibujaran sus propios bordes decorativos con tintas de colores. "Estos obsequios fueron los precursores de la gran tarjeta de Navidad victoriana" (Miall, 37).
Otras fuentes de inspiración para las decoradas tarjetas de Navidad pudieron ser las partituras, con sus portadas y márgenes adornados, los grabados encargados con motivo de aniversarios importantes, las tarjetas para premiar un desempeño escolar destacado, el papel de carta finamente ilustrado, y la variedad más adornada de las tarjetas de visita que se dejaban cuando uno visitaba a alguien y no estaba en casa.
La primera tarjeta de Navidad
Sir Henry Cole (1808-1882) fue un funcionario estatal que, en 1840, había reformado el sistema postal británico ayudando a crear el Universal Penny Post, en el que los corresponsales usaban el ahora famoso sello postal Penny Black. Cole luego se convirtió en el primer director de Museo Victoria y Alberto de Londres. En 1843, Cole tuvo una idea brillante. No solo se ahorraría tener que escribir cartas individuales a su familia y amigos por la Navidad, sino que además daría un toque festivo a la fecha, con una colorida tarjeta impresa especialmente para enviar su saludo navideño. Con esta idea, Cole encargó a John Callcott Horsley (1817-1903) la creación de la primera tarjeta de Navidad impresa.
La tarjeta diseñada por Horsley, que tenía el tamaño de una tarjeta de presentación (5x7,5 cm), mostraba una imagen de la familia de Horsley, en todas sus generaciones, levantando una copa en un brindis –se supone que en honor de los amigos ausentes que recibirían la tarjeta– y a cada lado de la imagen tenía escenas de actos de caridad, que era un elemento importante, como ahora, de la época navideña. A la izquierda, unas personas daban alimentos a los necesitados, y a la derecha, les entregaban ropa. Había un marco de maderos entrelazados con hiedra, y bajo la imagen principal un saludo de "Feliz Navidad y un Feliz Año Nuevo". En los bordes superior e inferior de la tarjeta quedaban unos espacios en blanco destinados a escribir un breve mensaje personalizado para el destinatario. Se imprimieron mil tarjetas, que fueron coloreadas a mano. Las tarjetas salieron a la venta al precio bastante alto de un chelín cada una. Como podía esperarse en el caso de una idea demasiado nueva y además relativamente costosa, hubo pocos compradores.
Popularización de la idea
Afortunadamente para el futuro de las tarjetas de Navidad, la familia real era entusiasta de todo lo navideño. En especial el príncipe Alberto (1819-1861), quien había llevado a Inglaterra las tradiciones navideñas alemanas, como el árbol de Navidad. Sin embargo, fueron los miembros más jóvenes de la familia real quienes adoptaron la idea de enviarse tarjetas de felicitación hechas a mano tanto en Navidad como en el Año Nuevo. La reina Victoria debe haber aprobado la idea, puesto que más adelante comenzó a ponerse de moda que las figuras públicas enviaran tarjetas de Navidad "oficiales" donde la mayoría de las veces aparecían ellos mismos y sus familias en un ambiente festivo.
Luego, en 1844, hubo otro intento de comercializar la tarjeta de Navidad, y esta vez fue más exitoso. El señor W. C. T. Dobson vendió una tarjeta impresa con una ilustración del "Espíritu de la Navidad". En 1848, una tarjeta impresa por William Maw Edgley (1826-1916) repitió el tema de la tarjeta de Cole, pero agregó acebo y escenas de alegría general a la imagenería. Los impresores vieron entonces que sería un buen negocio y se pusieron más y más audaces con los diseños de sus tarjetas, que ahora estuvieron disponibles en tabaquerías y jugueterías. A partir de 1879, en lugar de costosas tarjetas individuales, la gente podía comprar, a precios bajos, paquetes de tarjetas en tabaquerías y tiendas de juguetes, a menudo importados de Alemania. Este desarrollo vino de la mano con la nueva implementación del precio de medio penique para las postales, por lo que ahora las personas de todas las clases pudieron enviar tarjetas de Navidad a sus seres queridos.
El diseño de las tarjetas navideñas victorianas
Las primeras tarjetas se imprimían en pequeñas hojas individuales de cartulina, pero pronto evolucionaron a todas las formas y tamaños. Normalmente las tarjetas de Navidad victorianas eran litografiadas y luego pintadas a mano antes que apareciera la impresión en colores. Muchas estaban fabricadas con papel gofrado, a veces con partes recortadas, en particular en los bordes, para simular encajes. Incluso había tarjetas decoradas con cintas, borlas, encaje real, oropel y cristales de colores. También fueron populares los materiales como el satén, la seda y el brocado para realzar el tacto de la tarjeta. Las tarjetas más exóticas estaban perfumadas, agregaban rellenos e incluían flores prensadas. Una tarjeta que estaba a la venta presumía de estar hecha con no menos de 750 piezas separadas. Si hubo algo que reflejó el gusto victoriano por juntar hermosos materiales individuales para crear un artículo determinado, aún más hermoso, fue la tarjeta de Navidad. Con tantos materiales posibles, utilizados en una sola tarjeta, no es de extrañar que las tiendas de telas las incluyeran en su artículos navideños.
Había también una gran variedad en la forma de las tarjetas, desde la clásica rectangular hasta las con forma oval, circular, de rombo, medialuna y campana. Algunas tarjetas estaban dobladas en dos, otras tenían forma de abanico, o tenían la forma del objeto de la ilustración, como un buzón de correos o un monedero. Las tarjetas podían incluir también partes móviles o solapas que al abrirse mostraban una escena o un mensaje adicional. Algunas tenían lengüetas que, al tirarse, movían las piernas o los brazos de un personaje que ilustraba la carátula de la tarjeta. Otras tenían un disco que, al girarse, mostraba diferentes escenas en una ventana central.
Había toda clase de temas en las tarjetas, muchas incluían dibujos humorísticos de la vida diaria, algunas veces no del todo relacionadas con la Navidad. Los temas religiosos siempre fueron populares, como los ángeles y las escenas de la Natividad. Pero comenzaron a variar a temas más seculares a medida que avanzaba la era victoriana. Los ilustradores victorianos no carecían de humor, no desdeñaban las escenas subidas de tono ni desaprovechaban la oportunidad de embromar al espectador con muchas tarjetas que mostraban dos escenas diferentes según la dirección en que se sostenía la tarjeta.
Los ilustradores victorianos son los grandes responsables de lo que hoy imaginamos como una clásica "escena navideña": viejas iglesias y caminos rurales cubiertos de nieve, paseos en trineo, petirrojos regordetes, llamativos adornos de acebo y muérdago, y regalos sobre o bajo el árbol de Navidad. Las populares escenas nevadas de las tarjetas de Navidad victorianas son el reflejo de la serie de duros inviernos de Inglaterra entre los años 1830 y 1840. Las navidades blancas luego fueron poco frecuentes, pero las escenas quedaron en la imaginación de la gente. Lo mismo ocurrió con las cenas de Navidad de los personajes de Dickens en el siglo XIX, que imaginamos, como muestran las tarjetas, siempre con dorados pavos asados y humeantes pudines navideños, grandes como balas de cañón.
Papá Noel era una figura popular en las tarjetas, pero fue evolucionando a medida que pasaba el tiempo, cambiando su apariencia desde la de un Falstaff a la de un alegre anciano con pantalones azules y una corona de acebo, para finalmente llegar al definitivo traje rojo ribeteado de blanco. El medio de transporte de Papá Noel evolucionó también para mantenerse al día con los tiempos. El Papá Noel victoriano usaba cualquier medio disponible para llegar a las chimeneas de la gente, como la popular bicicleta de los 1880, los nuevos automóviles de los 1890, la creciente red ferroviaria moderna o incluso los globos aerostáticos.
Las tarjetas navideñas se convirtieron en una parte tan fundamental de la temporada que comenzó a atraer a los mejores artistas para ilustrarlas, nombres como Linnie Watts, que produjo una serie de tarjetas que mostraban niños, y Harry Payne, que dibujó soldados, un tema conmovedor para aquellos con seres queridos que servían lejos de casa en las fuerzas armadas del Imperio británico.
Las tarjetas cambiaron también con el tiempo a medida que cambiaban los gustos. Por ejemplo, los fondos negros para hacer que la imagen principal fuera más llamativa fueron populares en la década de 1870. Las tarjetas también reflejaban las tendencias modernas en el arte. A finales de siglo, aparecieron diseños modernistas, con diseños muy decorativos y temas inspirados en las obras de artistas tan de moda como Alphonse Mucha (1860-1939). Con el envío de tarjetas por todo el mundo, la tradición se arraigó rápidamente en otros países, especialmente en los Estados Unidos a partir de 1874, con las tarjetas impresas por Louis Prang (1824-1909), conocido popularmente como "el padre de las tarjetas navideñas estadounidenses".
Los textos de la tarjeta de Navidad
En el frente, el interior o el reverso de la tarjeta, el texto impreso también se volvió más variado a lo largo de los años, y a continuación se muestran algunos ejemplos del siglo XIX:
El amor y la paz estén contigo
Durante la santa Navidad
Que la Navidad sea feliz
Para ti y los tuyos
Vivimos en hechos, no en años;
en pensamientos, no en suspiros;
En sentimientos,
no en números sobre una esfera.
Que la Navidad te traiga paz y abundancia,
los graneros y las bodegas nunca se vacíen.
Un cuerno de cerveza sana y honesta,
calentará el corazón, animará los espíritus.
Que tu Navidad sea feliz,
Y te llene de alegría;
Y durante cada año,
la paz sea contigo por siempre.
Con frecuencia las tarjetas venían con largos textos impresos como poemas o varios versos de villancicos populares. Un ejemplo típico de versos en una tarjeta de Navidad victoriana es:
Oh, la vida no es más que un río;
y en nuestra infancia, nosotros
solo vemos correr
un lindo riachuelo adornado de flores.Pero a medida que maduramos,
el río se hace más profundo;
y donde reíamos en la infancia,
nosotros, ya mayores, nos detenemos a llorar.Cada Navidad que pasa,
algún cambio nos trae pero,
al pasar el tiempo más nos aferramos
a nuestros amigos más cercanos.(Miall, 43)
Coleccionando tarjetas de Navidad
Puesto que eran hermosas y recogían los recuerdos de la temporada, las clases medias victorianas se convirtieron en ávidas coleccionistas de tarjetas navideñas, lo que explica por qué se hizo común que las tarjetas tuvieran impreso el año en alguna parte. Tal vez el coleccionista de tarjetas más famoso fue George Buday, quien incluso escribió un famoso libro sobre la historia de las tarjetas de Navidad, The Story of the Christmas Card (Historia de las tarjetas de Navidad), y donó su colección de más de 3000 tarjetas al Museo de Victoria y Alberto. Este museo reúne hoy en sus archivos más de 15.000 tarjetas de Navidad en sus archivos y cada Navidad reimprime antiguos diseños victorianos para que estos puedan, una vez más como en los días de antaño, llevar los deseos navideños de la gente a lo largo y ancho del mundo.